Sasha acababa de salir de la ducha, y envuelto en una toalla, miró por la ventana. Eran las once. Seguramente a esa hora Alex y Angel ya estarían casados y disfrutando de la fiesta. Se preguntó cómo sería estar en un castillo y trató de imaginar el lujo que sólo conocía por la televisión y las revistas.
Tommy estaba guapísimo de esmoquin. Lo había visto cuando una limusina fue a buscarlo y por un momento lo envidió. Él sí podría ir a la Boda del Año, como la llamaban en la prensa. En cambio, Sasha tendría que quedarse en el colegio por el único delito de no tener un apellido ilustre ni padres ricos que lo sacaran de cualquier atolladero.
Rumiaba su descontento preguntándose cómo sería la fiesta, cuánta gente importante iría, pero sobre todo, deseando estar allí al lado de Tommy. ¿Bailaría con alguna bella modelo? ¿Saldría en las revistas? Estaba seguro de que se sabría conducir de manera impecable. Después de todo, ése era su ambiente.
Sus reflexiones fueron interrumpidas por alguien llamando a su puerta. Se echó encima una bata y abrió. En el umbral estaba Grant.
—Hola, Ivanov. ¿Puedo pasar?
El ruso se hizo a un lado. Grant cerró la puerta y avanzó hacia él. Sasha retrocedió.
—¿Qué es lo que quieres?
—Vengo a disculparme, Ivanov. Siento lo ocurrido, de verdad. Yeats no debió castigarte a ti, me he cansado de decirlo.
—Pues lo ha hecho.
—Ya. Mira… si hay algo que yo pueda hacer para compensarte, sólo dímelo.
El ruso reflexionó brevemente.
—De hecho, hay una cosa. Quiero que me enseñes a pelear.
—¿A pelear? ¿Quieres decir a boxear?
—Eso mismo. No sé pelear y creo que no me vendrían mal unas lecciones de un experto.
Grant sonrió, halagado. El alivio era patente en su sonrisa.
—Hecho. ¿Incluyo a Stoker en las lecciones?
—No. Tommy sabe pelear. Pasó años defendiéndose de sus primos. Tiene un estilo poco convencional, pero efectivo. —Sonrió recordando lo que Tommy le había contado sobre sus primeros días en Saint Michael.
—De acuerdo. ¿Cuándo empezamos? —La mirada de Grant recorrió el torso de Sasha sobre la bata entreabierta y se detuvo en medio del suave vello del pecho.
Sasha cerró su bata. En lo que a él concernía, esa noche no habría fiesta.
—Ahora mismo. Espérame en el gimnasio, estuve limpiando las alfombras y me dieron la llave.
Grant asintió, un tanto desencantado.
—Vale, te espero abajo.
Sasha se vistió con un traje deportivo y bajó rápidamente para reunirse con Grant en el gimnasio. A la misma hora en que Tommy iba a bailar, comenzó su primera lección de box.
—No te perdonaré si no bailamos —dijo Angel, tirando de Tommy hacia la pista. Estaba maravillosa con su vestido de princesa bailando al ritmo del
Like a virgin
de Madonna.
Al terminar la canción siguieron los Duran Duran y Tommy fue a buscar una bebida para poder escapar de Eileen que venía hacia él. Luego volvió a la mesa de los novios.
—No te veo muy animado —observó Alex.
—Claro que lo estoy. Ha sido una boda hermosa y la fiesta es magnífica —dijo Tommy esbozando su mejor sonrisa, pero Angel le apretó suavemente el brazo y le sonrió.
—Sasha estará bien.
—Sasha habría estado mejor aquí con nosotros —repuso Tommy.
—Lo sé, cariño, y nosotros también habríamos estado mejor si hubiera venido. —Reflexionó un momento—. ¿Quieres volver con él?
—No lo sé… —respondió dudoso. Ciertamente estaba deseando volver con Sasha y contarle todo, pero por otro lado, le daba pena irse. Sentía como si los abandonara.
—Hagamos una cosa —propuso Alex—. En una hora debe estar aquí la limusina que nos llevará al aeropuerto. Puedes venir con nosotros y te dejaremos en Saint Michael.
—No perderéis el avión, ¿verdad?
—Descuida. Hay tiempo de sobra —le aseguró Angel.
—Vale. —Sonrió y ofreció el brazo a la novia—. ¿Bailas, preciosa?
Luego de acaparar a Angel tres canciones seguidas, Tommy se sentó a recuperar el aliento y observó bailar a los novios. ¡Se veían tan felices! Por un momento jugó con la idea de bailar en medio de la pista con Sasha. Seguramente habría sido un escándalo. Esbozó una sonrisa mientras se prometía que algún día haría precisamente eso.
La primera semana de marzo, Alex y Angel volvieron de la luna de miel y pasaron el fin de semana con Sasha y Tommy cumpliendo así la promesa de celebrar la boda por partida doble.
Y vaya si celebraron. El viernes fueron a cenar y al teatro y el sábado pasaron todo el día en Greenshaw Hall, la opulenta mansión estilo eduardiano de la calle St. James, en Mayfair, propiedad de los Andrew desde hacía tres generaciones.
Los únicos ocupantes de la enorme casa eran los recién casados, sus dos invitados, un mayordomo, un cocinero, un chofer y dos doncellas. Los padres de Alex se habían trasladado a Averbury, su casa de campo en Gloucester, dejando los negocios en manos de su hijo menor.
Al inicio, Sasha se sintió un poco cohibido. No estaba acostumbrado a que hicieran las cosas por él, pero Perkins era un mayordomo a la antigua usanza y sutilmente le mostró cómo debía conducirse.
—No seas tonto, Sasha —dijo Tommy luego de que el ruso expresara algo sobre «la explotación de las clases menos favorecidas»—. Perkins está aquí desde que el padre de Alex era un crío como yo. Le ofrecieron retirarse pero ha querido quedarse un tiempo más y luego irá a Gloucester donde Alistair tiene una casona de campo con una casita anexa donde vivirá su vejez.
—¿Es que no tiene familia?
—Creo que tiene un hermano más joven que regenta una posada en el campo. Pero bueno, a él le gusta su trabajo y su futura jubilación.
Sasha se encogió de hombros. Si Perkins estaba conforme, no era asunto suyo entrometerse. De hecho, el mayordomo parecía carecer de emociones aunque era omnipresente, siempre atento a las necesidades de sus señores.
—Supongo que sí. Vamos al jardín. —Uno de los lugares que más le gustaba era la enorme fuente que había en el inmenso jardín posterior. Era de piedra y tenía tallados diferentes tipos de animales. Alex les había contado que cuando era pequeño y hacía buen tiempo, solía bañarse allí con su hermano Ebenezer.
—Mejor vamos al invernadero. —Era el lugar favorito de Tommy. Allí había todo tipo de plantas y flores y le gustaba pasear entre las enredaderas del brazo de Sasha, sintiéndose en una selva tropical.
—¿Por qué siempre tengo que hacer lo que tú quieres?
—¿Porque te gusta hacerme feliz? —sugirió mimoso, sabiendo que no había nadie alrededor.
Sasha rió y Tommy echó a correr, siendo perseguido por él hasta que casi tropezaron con Angel, que salía del invernadero.
—¿Se os ha perdido algo? —exclamó ella, riendo.
—Nada. Sólo venimos a dar un paseo por el invernadero —respondió Tommy, sonriente.
—Claro. La casa es toda vuestra, ya lo sabéis. Y podéis venir cuando queráis. He pedido a Perkins que tenga siempre preparadas vuestras habitaciones. Lo haréis, ¿verdad? A veces pienso que esta casa es demasiado grande para nosotros.
—Por mí encantado. Me apetece salir del colegio pero no precisamente para ir a casa de mis padres —dijo Tommy.
—Gracias. Vendremos cada vez que podamos —prometió Sasha y ese fue el inicio de varias placenteras visitas.
Al finalizar marzo, Tommy se hallaba en el comedor tomando el té y pensando en la lección de matemáticas que no tenía ganas de estudiar. Grant entró y se sentó a su lado, tomando un pastelillo de la bandeja frente a él.
—Stoker, ¿sabes por qué Ivanov no ha ido a clases hoy?
—¿Eh? No. Quedamos en estudiar aquí, pero no lo he visto.
—Es extraño. ¿Estará enfermo? He ido a su habitación y no lo encontré.
Tommy sintió una punzada de angustia. Ese comportamiento era impropio de Sasha. Se despidió de Grant y echó a correr hacia la habitación del ruso donde llamó inútilmente. Lo buscó por todo el colegio e incluso se escapó y recorrió los alrededores, pero no pudo localizarlo. Estaba terriblemente angustiado en la cena, pensando en llamar a Alex, cuando Patrick Arden le avisó que Sasha se dirigía hacia pabellón de los dormitorios.
Sin pensarlo dos veces, corrió hacia la habitación, llamó a la puerta y esperó.
Sasha se encontraba recostado en su cama, sin fuerzas ni ganas de levantarse. Sabía que era Tommy por el modo de tocar, y se levantó como si todo el cuerpo le pesara. Llevaba aún en la mano la última carta de su madre, entregada por intermedio de su tío al correo del colegio. La había leído una y otra vez, sin convencerse de lo que decía. Su padre había muerto. Su madre estaba sola…
Nunca en su vida se había sentido tan vacío. Había pasado la tarde vagando sin rumbo por los alrededores, y luego en el bosque, sentado bajo el enorme roble que cobijaba sus paseos con Tommy, pensando, tratando de asimilar la noticia. Había pensado en su amigo, pero no se sentía con deseos de ver a nadie. Por ello, había permanecido en ese sitio, inmóvil como una estatua, hasta que el frío de la noche lo había hecho volver al colegio.
Suspiró antes de abrir la puerta. Tommy sin duda estaría preocupado, habían quedado en verse para estudiar matemáticas y no había tenido fuerzas para avisarle lo ocurrido.
Abrió lentamente, evitando mirarlo, y se hizo a un lado para permitirle pasar. La habitación estaba a oscuras.
—Sasha, ¿qué ha pasado? —Tommy entró rápidamente y su preocupación aumentó al ver el rostro demacrado de su amigo—. Estaba terriblemente preocupado, no fuiste a clases. Me asustaste. —Lo tomó de la mano y lo llevó a sentarse en la cama—. ¿Qué sucede…?
El rubio le tendió la carta, olvidando por un momento que estaba escrita en ruso. Cuando vio que Tommy la trataba de leer inútilmente, le quitó suavemente el papel.
—Mi padre —dijo con un hilo de voz—. Mi padre falleció hace quince días.
—¡Oh, Dios santo! —exclamó Tommy para inmediatamente después abrazarlo con fuerza. No sabía qué podía decir, no había vivido algo así en su persona, y aunque lo viviera, él no estaba tan unido a su padre como lo estaba Sasha. Pero podía imaginar el dolor que estaba sintiendo y saber que se sentía tan mal lo hacía sentirse mal a él. Un dolor sordo se le instauró en el pecho y cerró fuertemente los ojos, mientras acunaba a Sasha en sus brazos. No había palabras para acallar ese dolor.
Sasha se aferró a él, ocultando el rostro en su cuello. No tenía deseos de hablar ni de dar explicaciones de nada… no quería pensar. Sólo quería ser confortado, sentir a alguien cerca, saberse acompañado. Un sollozo brotó de su garganta y se abrazó más a Tommy, dejando fluir las lágrimas que había contenido. Lloró en silencio, mientras su amigo le acariciaba el cabello, deseando que se quedara junto a él pero sin atreverse a pedírselo. Lloró durante lo que parecieron horas, lloró hasta quedarse seco e incluso lloró un poco más. El agotamiento fue lo único que impidió que siguiera llorando y Tommy no dejó de abrazarlo y acariciarlo ni un solo segundo.
—Debes descansar. —Se atrevió a decir finalmente, cuando el pecho de Sasha dejó de agitarse—. Ven… métete en la cama. —El ruso se le aferró con más fuerza—. Tranquilo, no me voy a ir a ningún lado. Me quedaré aquí, contigo. Para siempre.
Una triste sonrisa se dibujó poco a poco en el rostro de Sasha, que, ayudado por Tommy, se puso lentamente el pijama y se recostó. Estaba agotado, pero sus manos buscaron a su amigo como si temiera que pudiera irse. Tommy lo arropó y se tumbó a su lado, abrazándolo de nuevo. Sasha suspiró.
—Mi madre —comenzó a decir lentamente— está allí sola, ¿Qué será de ella? Me necesita… me ha dicho que se encuentra bien, pero no puedo… El lugar de un hijo es junto a sus padres, ella me necesita… —Las palabras brotaron en forma incoherente, describiendo las cosas que le preocupaban. Sus ojos miraron a Tommy, buscando que le dijera qué hacer.
—Yo… —Un dolor más intenso se instaló en su pecho de sólo pensar que Sasha podría irse, de que se iría a la URSS con su madre y jamás volvería a verlo—. Yo… no deseo que te vayas. —Decidió ser sincero—. No quiero que te alejes de mí pero entiendo que quieras estar con tu madre, ella esta sola allí. Aunque, y no creas que lo digo por egoísmo… Bueno... un poquito sí. ¿No crees que tu madre es más feliz sabiendo que tú estás aquí, siendo libre y labrándote un futuro brillante? Si vuelves, por lo que me has contado, podrían encerrarte, enviarte a Siberia o qué se yo, y acabarías igualmente separado de ella. —Suspiró—. De verdad, no lo sé… cada fibra de mi ser grita que te quedes, pero no podría perdonarme que lo hicieras y fuera un error o te arrepintieras de ello.
Sasha sonrió dulcemente.
—A veces hablas como mi madre —dijo despacio, acurrucándose a su lado—. Yo no quiero pensar aún. No quiero decidir qué hacer… Ahora sólo quiero que me abraces.
—Eso sí puedo hacerlo —contestó Tommy con una media sonrisa a la vez que apretaba su abrazo—. Puedes disponer de mi cuerpo cuando desees y para lo que desees —dijo con voz ligera—, incluso para abrazarte. —No sabía si era bueno bromear un poco en ese momento, pero tal vez eso aligerara el peso que tenía Sasha en su corazón. Él volvió a sonreír.
—Sólo abrázame… —murmuró, acurrucándose a su lado. Tenía frío por haber estado en el bosque, su cuerpo buscaba el calor de Tommy—. Abrázame —susurró, cerrando los ojos.
Y Tommy lo abrazó. Sus brazos rodearon con fuerza el cuerpo de Sasha, una mano acarició su pelo mientras la otra trazaba tranquilizadores círculos en su espalda.
Con el pasar de los días, las ideas de Sasha se habían aclarado y nuevamente la lógica había vuelto a gobernar sus decisiones. También había recibido otra carta de su madre, pidiéndole permanecer en Inglaterra. No podía volver a la URSS, a pesar del tiempo transcurrido, aún podían buscarlo y las consecuencias serían peores.
Optó entonces por quedarse y trabajar para poder juntar el dinero suficiente que permitiera traer a su madre con él por sus propios medios y, gracias al apoyo de Tommy, Alex y Angel, tuvo la entereza para superar poco a poco su pérdida. Así pasó un mes más en el que Sasha se dedicó a estudiar, mientras Tommy se dedicaba a actividades más placenteras.
«Ese maldito de Grant», iba rumiando Tommy mientras se escabullía de las instalaciones del colegio. Acababa de follar con él luego de varios meses. Le había echado en cara todo lo que había pasado con Sasha y su droga y él le había contado, con todo el desparpajo del mundo, que a todos les gusta experimentar, y había dejado caer como si nada que Sasha había probado follar con un desconocido en los aseos de una discoteca y que ahora tomaba lecciones de box con él por las noches.