Dinero fácil (12 page)

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Authors: Jens Lapidus

BOOK: Dinero fácil
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Capítulo 9

Mrado, en el tranquilo barrio residencial; como los pingüinos en Skansen. No encajaba. Sin espacio. Demasiado pequeño. El clima equivocado. Observado. Menos mal que Radovan le invitaba a su casa muy pocas veces.

No encontraba aparcamiento. Aumentaba el riesgo de no llegar a tiempo. Circuló. Observó. Quizá alguien iba a coger su coche para marcharse. Improvisó la ruta. Sin costumbre. Sin estructura. Sin éxito.

Le preocupaba otra cosa.

Ni un sitio libre para aparcar su Mercedes SL 500. Al final aparcó demasiado cerca de un paso de peatones. Posible multa; a la mierda, el coche era alquilado. La multa iría a parar a la compañía de
leasing.

Mrado se dirigió hacia la casa de Radovan.

La casa: una construcción larga de una planta, seguro que de trescientos cincuenta metros cuadrados. Muros blancos y techo plano con tejas negras. Los marcos de la puerta y de las ventanas de madera oscura. Jardín bien cuidado durante el verano. Pendientes de la reina, plantas vivaces, rododendros. Ahora sumiéndose en el inevitable marrón del otoño. El terreno rodeado por una valla de madera, aproximadamente de un metro y medio de altura. En el interior crecían cincoenramas. Desde el exterior tenía un aspecto apacible, aburrido y amable. Mrado sabía que se ejercía una estrecha vigilancia desde el interior.


Dobra došao,
pasa, Mrado.

Stefanovic, el chico para todo de Rado, abrió la puerta. Guió a Mrado por la casa.

Radovan estaba en la biblioteca sentado en un sillón de piel. Bien vestido, como siempre.
Blazer
azul marino. Pantalones claros de pana. Bien peinado. Las arrugas/cicatrices de la cara formaban la palabra «respeto».

Papel pintado oscuro en la habitación. A lo largo de las paredes librerías altas y bajas. En las paredes, sobre las librerías: iconos, cuadros y mapas enmarcados. Europa y los Balcanes. La bella Donau. La batalla de Kosovo. La República Federal de Yugoslavia. Los héroes de la historia. Retrato de Karayorye. El santo Sava. Sobre todo: mapas de Serbia-Montenegro.

Stefanovic les dejó solos.

Radovan dijo en serbio: «Bienvenido».

—El placer es mío. No nos vemos con mucha frecuencia. —Mrado permaneció de pie.

—Siéntate, por Dios. No, no nos vemos con mucha frecuencia. Es mejor así. Pero hablamos por teléfono.

—Por supuesto. Siempre que quieras.

—Mrado, vamos a saltarnos las formalidades. Me conoces, me expreso con claridad. No significa que sea nada personal. Seguro que sabes lo que opino de lo que pasó en el Kvarnen.

—Te entiendo.

—Fue una mierda. Esas cosas no pueden pasar. Confío en ti y tú lo fastidias. Ahora la situación está descontrolada. ¿Entiendes lo que has hecho? Esto puede llevar a una guerra.

—Lo siento muchísimo, Rado. Evalué mal la situación. Asumo toda la responsabilidad de lo ocurrido.

En la cabeza de Mrado: toda esa mierda es en realidad culpa de Patrik. Pero no valía de nada rehuir la responsabilidad. Si uno era el responsable, era el responsable.

Radovan dijo:

—Coño, claro que lo asumes. De lo contrario, estarías loco. Conoces nuestra situación. Ese
skinhead
que llevas, Patrik, ha sido condenado por lesiones graves. No puede llamar ni escribir así como así. Ni entra ni sale información. No tenemos ni puta idea de lo que dice de nosotros. No se puede confiar en todo el mundo. Más te vale que no cante. Más nos vale.

—Creo que todo irá bien.

—Te has portado bien durante todos estos años. Y ahora esto. ¿Por qué no paraste a ese
skin
aficionado? La policía puede romper a ese chaval igual que un huevo contra una sartén. Además, los Ángeles del Infierno, Bandidos, Boman o algún otro pueden joderla. La situación entre los grupos de esta ciudad ya está lo bastante tensa. No se puede permitir que empeore.

Mrado, en circunstancias normales don Tipo Duro. Pero Radovan era el tipo de hombre ante el que la gente, incluso la mafia yugoslava, bajaba la voz y al que evitaban mirar a los ojos. Mrado sentía preocupación, Radovan, enfadado de verdad. El pensamiento que surgía: prohibido fastidiar la relación con Radovan. Repito: prohibido fastidiar la relación con Radovan.

Por otra parte, llevaba la mayor parte del trabajo. Llevaba los guardarropas, los cobros y otras cosas. Recordaba los tiempos de Dragan Joksovic, cuando él y Rado estaban a la misma altura. Colegas en el monopolio de la violencia de Jokso. Ahora Radovan estaba sentado, diciéndole que se había «portado bien» durante todos esos años. Vaya chorrada, era Rado el que se había portado bien y cuando estaba Jokso. Era asqueroso: Radovan jugaba a ser Dios.

Además: la parte de Mrado no era en ese momento suficientemente grande. Rado le dejaba para asuntos demasiado pequeños. Por encima de todo, una parte de las ganancias demasiado pequeña. Como si no tuvieran un pasado. Como si R hubiera sido siempre el hombre principal de la jerarquía.

Pero en ese momento se trataba de hacerlo bien. Pensar de manera constructiva. Buscar soluciones. Mejorar el ambiente de manera sutil.

—Rado, Patrik es de buena pasta. Por mi honor. Aunque todavía tenga un genio cargante, demasiado impetuoso, pero no canta. Es legal. Sabe lo que hay. Eso no me preocupa.

—Eso es una buena noticia. Pero de todas maneras podemos tener movida. Patrik es un lelo, joder, el tío necesita un mapa para encontrar su propio baño. Hay varias situaciones posibles. La primera es que la pasma presione al
skin
para que nos delate. Entonces iniciarían una investigación de la hostia, la policía se lanzaría sobre todos los garitos de los que tenemos un control parcial. Quizá debamos dejar una buena parte de nuestros sitios y retirarnos. Otra posibilidad es que los Ángeles del Infierno, Göran Boman o algún otro hablen porque llevamos una estrategia demasiado ofensiva con los guardarropas. No queremos empeorar la situación actual, y si alguien lo sabe ése eres tú, Mrado. Cuatro de nuestros chicos cayeron la última vez. Por no hablar de lo que te pasó a ti. Conozco la guerra. Yo mismo soy una guerra, joder. Eres consciente del equilibrio, tras Jokso no se ha permitido que nadie se convierta en rey. Entre nosotros, Mrado, ya pueden olvidarse. Pero ahora mismo no está la situación como para remover las cosas.

—Haces un buen análisis, Rado. Como siempre. Permíteme que aporte algunas ideas más. ¿Quieres oírlas?

—Por supuesto. Entre otras cosas es por eso por lo que hemos quedado. ¿Qué has pensado?

—Patrik sabe lo que hay. Conoce nuestro código. Los soplones caen. Hace sólo unos días vio lo que le pasó a un tío del gimnasio que no se comportó bien. No era un alfeñique. Patrik el
skin
lo piílla. Si canta, no va a vivir más tiempo del que tarde en ir y volver a los urinarios sin vigilancia del trullo. Créeme, sé de muchos que han acabado mal en Tidaholm. Pero que cante, eso no va a pasar.

Mrado había pensado. Cargado de ideas. Perspectiva de helicóptero. Grandes perspectivas. Perspectiva de futuro. Panorama. Puntos de vista sobre la expansión. Radovan quería ser el rey. Tenía potencial. Al mismo tiempo: Mrado quería exponer sus puntos de vista sobre su participación en la sección de los guardarropas.

—No debemos soltar los guardarropas. Desde el año pasado, cuando metimos la quinta marcha en esa actividad, hemos conseguido aproximadamente trescientas mil mensuales en los seis meses de frío y cerca de ciento cincuenta mil mensuales en los meses de calor. Se trata de unos veinte sitios. Cuantos más sitios podamos controlar, más se acostumbrará la gente a tener que pagar. Al final, hasta los bares más pequeños de esta ciudad podrán cobrar algo por la ropa de la gente. La pega es qué hacemos con la pasta. Los guardarropas son perfectos. Operamos sólo en metálico. Hacienda no tiene posibilidad de calcular nuestros ingresos. Todo el dinero va en negro. Los mismos locales no declaran ni un céntimo de todo esto.

Radovan se rió. Le encantaba toda esa palabrería. Entornó los ojos. Sacó papel y lápiz. Calculadora. Ya sabía las cifras. Ya sabía los beneficios. Ya sabía que el dinero en metálico era dinero limpio. Pero Mrado sabía que a Radovan le gustaba oír lo que ya sabía.

—Funciona bien, Mrado. Estoy de acuerdo; ahora mismo tenemos un problema con el blanqueo. Necesitamos liberarnos del dinero en algún sitio. Clara's y Diamond no consiguen absorber las cifras que genera el negocio de los guardarropas. Necesitamos más compañías. En cierto modo es un problema de lujo. Demuestra que el negocio va sobre ruedas.

Mrado contestó:

—Los videoclubes funcionarían bien, creo yo. El gran hermano nunca puede llegar a averiguar cuántas películas se han alquilado de verdad. Podemos inflar los ingresos todo lo que queramos. Puedo encargarme. Lo he hecho antes. Si contra toda expectativa la cosa se fastidia y el Estado empieza a sospechar algo, caerá la cabeza de otro, un testaferro.

—Muy bien. ¿A quién cogemos?

—A alguien sin antecedentes de quiebras. Alguien que no sea demasiado tonto pero que tampoco tenga mucho que perder. Yo me encargo. Pero el testaferro no protege realmente el blanqueo. Protege más bien de la quiebra si acabamos con demasiadas deudas de impuestos y cosas así. Tú no vas a ensuciar tu nombre con quiebras sospechosas. Por cosas así acaba uno con prohibiciones de ejercer actividades comerciales.

—Tú controlas. Empieza mañana mismo.

Stefanovic llamó a la puerta. Traía té chai y biscotes italianos. Radovan se reclinó hacia atrás. Mojó los biscotes. Como un vikingo. Hacía ruido al comer. Charlaron sobre la hija de Radovan. Iba a empezar el colegio. Colegio privado, colegio en el centro, colegio en la urbanización. ¿Qué era mejor? Mrado contó su propia mierda. Que veía a Lovisa demasiado poco. La lucha con la madre. El estilo de Rado: preguntó si él podía hacer algo Mrado pensó: Todo lo contrario. Si los servicios sociales se enteran de que estás de por medio estoy jodido como titular de la patria potestad.

Sobre el suelo había dos alfombras auténticas. Radovan había encargado la decoración de estilo clásico. Los libros en las estanterías, principalmente para que se vieran. En las baldas: enciclopedias y mapas. Antologías de autores serbios. Mrado ni siquiera reconocía los nombres, Jo van Jovanovi, Sima Milutinovi-Sarajlija, Marko Kraljewitsch. Sólo uno de ellos le era conocido, el premio Nobel Ivo Andri.

Mrado pensó en su profesora de lengua materna del colegio, que le había hecho leer a Ivo Andri. Un año después era el amo de las peleas en Södertälje.

Radovan dejó el vaso de chai.

—El negocio de los cigarrillos funciona de maravilla. Goran es muy bueno. Pero no podemos confiar en eso a largo plazo. En la actualidad toda la sociedad está en contra del tabaco. La prohibición de fumar en los bares es una ruina, las nuevas imágenes de pulmones renegridos son asquerosas, el mayor control de las fronteras con los países extracomunitarios causa problemas.

—Tienes razón, pero es importante que mantengamos nuestros contactos con los transportistas. No es fácil volver a montar la logística. Pronto se abrirá totalmente el Báltico con la incorporación a la UE. La heroína es allí ocho veces más barata. Incluso aunque haya una cierta subida de precio, tenemos que estar preparados. Los mismos conductores que hoy transportan cigarrillos pueden llevar nuestro caballo.

Siguieron discutiendo. Repasaron todas las actividades y proyectos de Radovan: el tráfico de cigarrillos y alcohol, los cobradores, la droga, las copias de Jack Vegas, los burdeles en pisos, las putas a domicilio.

Además los medio legales, el garito Clara's Bar y el club The Diamond. Lavanderías.

En resumen, flujo de ingresos, pasta que entraba sin parar, dinero por el que había que pagar impuestos para que saliera limpio por otro lado. Los garitos no bastaban para eso. Tenía que parecer que Radovan cumplía la ley, un ciudadano respetable.

Conclusión: decididamente necesitaban los dos videoclubes. Quizá más.

Mrado intentaba abordar todo el tiempo la cuestión de su parte de los guardarropas.

Al final: se acercó el vaso de té a la cara e intentó beber, aunque evidentemente estaba vacío. Esperaba haber ablandado a Radovan lo suficiente.

—Radovan, también quería hablar de las finanzas en relación con los guardarropas.

Radovan levantó la mirada de los papeles con cifras que tenía ante sí.

—¿Qué quieres decir?

—Puede que no haya llevado muy bien el asunto de Patrik, pero me hago responsable y realizo un buen trabajo. Acabamos de repasar las cifras. Van hacia arriba. ¿Cuál va a ser mi parte de todo eso?

Silencio.

Mrado hizo un intento:

—¿Me has entendido?

Un muro de hormigón.

—Mrado, permíteme que te aclare una cosa. Tú no pones ninguna regla. Por muy jodidamente buenas que sean las ideas que se te ocurran, todos los negocios son míos. Por muy buenos que sean los negocios que hagas, al fin y al cabo es mi dinero el que hay que administrar. Discutiremos tu parte del pastel cuando me apetezca. No dejemos que eso nos estropee la noche. Voy a olvidar lo que acabas de preguntarme, ¿de acuerdo?

Mrado se quedó mudo. ¿Cómo podía haber cometido semejante error de apreciación? Joder, con lo que se había arrastrado para poder hacerle la pregunta sobre su parte. Otro pensamiento tomó fuerza: algún día otro se convertiría en el amo del cotarro.

Dieron las ocho. Pasaron al comedor. La mujer de Radovan llegó a casa. Charló con Radovan y Mrado durante media hora. Estaba delgada. Mrado opinaba que era la mujer serbia más guapa que había visto nunca.

Cenó en la cocina con la niña.

Radovan reaccionó de manera impecable. Como si la pregunta de Mrado nunca se hubiera producido.

El ambiente volvió al estado normal.

Descorcharon un borgoña de 1994. Radovan lo probó.

—Supongo que ya lo sabrás, pero Jorge Salinas Barrio se ha escapado.

—Me lo ha dicho Ratko. Creo que la semana pasada el
Expressen
publicó un artículo sobre el asunto. No contaba mucho pero aparentemente se escapó saltando el muro. Un buen trabajo.

—Es malo que esté fuera. Nosotros nos encargamos de que fuera enjuiciado. Puede jodernos bien en nuestros negocios de coca. Por lo que creo, está cabreado con nosotros y probablemente su vida ahora mismo será jodidísima. Huyendo, sin demasiados amigos. Puede optar por hacer alguna estupidez. Sinceramente, no sé cuánto sabe. ¿Lo sabes tú?

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