—Durante un tiempo, quizá. ¿Pero no deberíamos al menos investigar lo que Sylveste puede hacer por nosotros?
Khouri se desprendió de su mano y dijo con cautela:
—¿Sylveste? ¿Hablas en serio?
—Le interesaron nuestros asuntos dentro de Roe. Como mínimo le interesaron a... algo. Tú reconociste en ese algo a Sylveste, o una copia de su personalidad. Y el objeto, fuera lo que fuera, volvió a Hades.
—¿Qué estás sugiriendo?
—Que consideremos lo impensable, Ana: buscar su ayuda. Me dijiste que la matriz de Hades es más antigua que los inhibidores. Puede que sea algo más fuerte que ellos. Desde luego, eso pareció dentro de Roe. ¿No deberíamos ver lo que Sylveste tiene que decir sobre el tema? Quizá no pueda ayudarnos de forma directa, pero podría tener información que podamos utilizar. Lleva eones subjetivos metido ahí, y ha tenido acceso al archivo de una cultura espacial entera.
—Tú no lo entiendes, Thorn. Creí que te lo había dicho, pero es obvio que no lo asimilaste. No hay ninguna forma fácil de entrar en la matriz de Hades.
—No, lo recuerdo. Pero sí que hay una forma, aunque implique morir, ¿no es cierto?
—Había otra forma, pero no hay garantía de que todavía funcione. Morir es la única forma que yo conozco. Y yo no vuelvo a meterme ahí, ni en esta vida ni en la próxima.
Thorn bajó la cabeza, su rostro era una máscara que a ella le resultaba difícil leer. ¿Estaba decepcionado o la comprendía? No tenía ni idea de lo que había sido caer hacia Hades sabiendo que la aguardaba una muerte segura. La habían resucitado una vez, después de encontrarse con Sylveste y Pascale, pero nadie había prometido repetir el favor. El acto en sí había consumido una considerable fracción de los recursos informáticos del objeto de Hades, y ellos (quienes fueran los agentes que dirigían sus interminables cálculos) quizá no sancionaran otra vez lo mismo. Para Thorn era fácil; él no tenía ni idea de lo que había sido aquello. —Thorn... —empezó.
Pero en ese momento una luz rosa y azul le cruzó vacilante un lado de la cara. Khouri frunció el ceño. —¿Qué ha sido eso?
Thorn se volvió de nuevo hacia el espacio.
—Luces. Destellos, como rayos lejanos. Llevo observándolos cada vez que paso por un ojo de buey. Parecen encontrarse cerca del plano eclíptico, en la misma mitad del cielo que la máquina inhibidora. No estaban allí cuando dejamos la órbita. Sea lo que sea, debe de haber empezado en las últimas doce horas. No creo que tenga nada que ver con el arma en sí.
—Entonces deben de ser nuestras armas —dijo Khouri—. Ilia debe de haber empezado a utilizarlas ya.
—Dijo que nos daría un período de gracia.
Era cierto; Ilia Volyova les había prometido que en treinta días no desplegaría ninguna de las armas del alijo y que revisaría su decisión según el éxito de la operación de evacuación.
—Debe de haber pasado algo —dijo Khouri.
—O nos mintió —dijo Thorn en voz baja. Sumido en las sombras le volvió a coger la mano, y con un dedo trazó una línea desde la muñeca femenina hasta la conjunción de sus dedos índice y medio.
—No. Ella no habría mentido. Ha pasado algo, Thorn. Ha habido un cambio de planes.
Salió de la oscuridad dos horas después. No había nada que se pudiera hacer para evitar que algunos de los ocupantes de la nave de trasbordo vieran la Nostalgia por el Infinito por fuera, así que todo lo que Khouri y Thorn podían hacer era esperar y rogar para que la reacción no fuese demasiado extrema. Khouri había querido colocar deflectores en los ojos de buey (la nave tenía un diseño demasiado antiguo para que se pudiera borrar sin más la existencia de los ojos de buey) pero Thorn le había advertido que no debería hacer nada que implicase que la vista era de alguna forma extraña o inquietante. Le susurró:
—Quizá no sea para tanto como crees. Tú sabes qué aspecto se supone que tiene una abrazadora lumínica, así que la nave te inquieta porque las transformaciones del capitán la han convertido en algo monstruoso. Pero la mayor parte de las personas que transportamos ha nacido en Resurgam. La mayoría no ha visto jamás una nave estelar, ni siquiera imágenes del aspecto que tendría que tener. Tienen una idea muy vaga que se basa en viejos documentos y en las series del espacio que les ha metido la Casa de Radiodifusión. La Nostalgia por el Infinito quizá les parezca un poco... fuera de lo corriente, pero no sacarán necesariamente ninguna conclusión precipitada, no van a pensar que es una nave de la plaga.
—¿Y cuando suban a bordo? —preguntó Khouri. —Eso sí que podría ser una historia diferente.
Pero resultó que Thorn tenía razón, más o menos. A Khouri, las espeluznantes excrecencias y florituras arquitectónicas del exterior mutado de la nave le parecían patológicas, pero ella sabía más de la plaga que cualquier otra persona de Resurgam. Resultó que, en términos relativos, pocos pasajeros se inquietaron tanto como ella había esperado. La mayor parte estaba dispuesta a aceptar que las florituras de aquel diseño enfermo cumplían algún tipo de oscura función militar. Esta, después de todo, era la nave que según creían había aniquilado una colonia entera de la superficie. Tenían pocas ideas preconcebidas sobre el aspecto que debía tener, aparte de que era, por su propia naturaleza, una entidad maligna.
—Les alivia saber que aquí hay una nave, después de todo —le dijo Thorn—. Y además, la mayoría ni siquiera puede acercarse a un ojo de buey. Se están tomando lo que oyen con muchas reservas, o quizá es que no les importa, sin más.
—¿Cómo no les va a importar cuando han dejado sus vidas para llegar hasta aquí?
—Están cansados —le dijo Thorn—. Cansados, y ya les da igual todo, salvo salir de esta nave.
La nave de trasbordo ejecutó una pasada lenta por un costado del casco de la Nostalgia. Khouri había visto el acercamiento las veces suficientes para contemplar el panorama sin demasiado interés. Pero hubo algo que la hizo fruncir de nuevo el ceño.
—Eso no estaba ahí antes —dijo.
—¿Qué?
No alzó la voz y se abstuvo de señalar.
—Esa... cicatriz. ¿La ves?
—¿Esa cosa? Imposible no verla.
La cicatriz era una cuchillada serpenteante que recorría el casco durante varios centenares de metros. Parecía profunda, muy profunda; de hecho, excavaba el interior de la nave y parecía reciente en todos los sentidos: los bordes eran afilados y no había trazas de ningún intento de reparación. Algo se agitó en el estómago de Khouri.
—Es nueva —dijo.
La nave de trasbordo se deslizó por el costado de la gran nave espacial, una única burbuja que flotaba por el flanco de una gran ballena marcada. Khouri y Thorn se dirigieron a la cubierta de vuelo, que pocas veces se usaba, sellaron la puerta tras ellos y ordenaron que se desplegaran varios focos. Unos dedos de luz reptaron por el casco y resaltaron de forma extrema la topología de la nave. Las barrocas transformaciones se hicieron bien visibles y la sensación de náusea fue aún mayor: pliegues, torbellinos y hectáreas de escamas como las de un lagarto, aunque no había señal alguna de más daños.
—¿Y bien? —Susurró Thorn—. ¿Qué juicio te merece?
—No lo sé —dijo ella—. Pero una cosa es segura: en circunstancias normales, a estas alturas ya habríamos sabido algo de Ilia.
Thorn asintió.
—Crees que aquí ha pasado algo catastrófico, ¿verdad? —Vimos una batalla, Thorn, o algo que se le parecía. No puedo evitar sacar alguna conclusión. —Estaba muy lejos. —Y tú puedes estar seguro de eso, ¿no?
—Bastante, sí. Los destellos no estaban repartidos al azar por el cielo. Estaban apiñados y todos se encontraban cerca del plano de la eclíptica. Eso significa que lo que fuera que vimos estaba lejos, a decenas de minutos luz, quizá incluso a horas luz enteras de aquí. Si esta nave estaba en medio, habríamos visto un alcance espacial mucho mayor en los destellos.
—Bien. Tienes que perdonarme si no parezco demasiado aliviada.
—El daño que estamos viendo aquí no puede estar relacionado, Ana. Si esos destellos estaban de verdad al otro lado del sistema, entonces la energía que se estaba desatando era temible. Esta nave parece haber sufrido algún tipo de impacto, pero no puede haber sido un impacto directo de las mismas armas o aquí no habría nada.
—Así que la alcanzó metralla, o algo así.
—No es muy probable...
—Thorn, joder, aquí ha pasado algo, seguro.
Hubo un estremecimiento de actividad en los monitores del panel de control. Ninguno de ellos había hecho nada. Khouri se inclinó e interrogó al trasbordador, y luego se mordió un labio.
—¿Qué pasa? —preguntó Thorn.
—Nos están invitando a acoplarnos —le dijo ella—. Vector de aproximación normal. Como si no hubiera ocurrido nada extraño. Pero si ese es el caso, ¿por qué no nos habla Ilia?
—Tenemos a dos mil personas a nuestro cargo. Será mejor que nos aseguremos que no nos estamos metiendo en ninguna trampa.
—Me doy cuenta de eso. —Khouri deslizó a toda prisa un dedo por el panel de control y saltó de órdenes a preguntas; de vez en cuando introducía una respuesta en el sistema.
—¿Y qué estás haciendo? —preguntó Thorn.
—Obligarnos a aterrizar. Si la nave quisiera hacer algo desagradable, ya ha tenido ocasiones suficientes.
Thorn hizo una mueca, pero no quiso contradecirla. Hubo un tirón de microgravedad cuando el trasbordador de traslado se colocó en la posición de acoplamiento, para luego moverse bajo el control directo de la gran nave. Apareció el casco y luego se abrió para revelar la bodega de estacionamiento. Khouri cerró los ojos. El trasbordador de traslado parecía encajar apenas por la abertura, pero no hubo colisión y en un momento se encontraron dentro. El trasbordador giró y luego se encajó en un punto de atraque. Hubo un pequeño empujón en el último momento, y después un levísimo estremecimiento de contacto. Luego, el panel de control se volvió a alterar, lo que significaba que el trasbordador había establecido una conexión umbilical con el estacionamiento. Todo dentro de la más absoluta normalidad.
—No me gusta —dijo Khouri—. Ilia no es así.
—No se puede decir que estuviera de un humor muy compasivo la última vez que nos vimos. Quizá solo esté de morros y tarde en pasársele.
—No es su estilo —dijo Khouri. Había respondido con brusquedad y se arrepintió de inmediato—. Ocurre algo. Pero no sé qué es.
—¿Y los pasajeros? —preguntó Thorn.
—Los mantenemos aquí hasta que sepamos lo que pasa. Después de quince horas, pueden soportar una o dos más. —No les va a hacer gracia.
—No les queda más remedio. Uno de los tuyos puede inventarse alguna excusa, ¿no?
—Supongo que una mentira más en este punto tampoco importa mucho, ¿verdad? Pensaré en algo, una desigualdad en la presión atmosférica, quizá.
—Eso servirá. No tiene que detener el espectáculo. Solo tiene que ser una razón plausible para mantenerlos a bordo unas cuantas horas más.
Thorn se alejó para organizar las cosas con sus ayudantes. No sería difícil, pensó Khouri: de todos modos, la mayor parte de los pasajeros no esperaría ser desembarcada hasta dentro de varias horas, y por tanto no se darían cuenta de inmediato de que pasaba algo. Siempre que no se corriera la voz de que no se estaba dejando salir a nadie de la nave, se podría contener el motín durante un tiempo.
Esperó a que Thorn regresara.
—¿Y ahora qué? —le preguntó él—. No podemos salir por la cámara estanca principal, o la gente empezará a sospechar si no volvemos.
—Hay una cámara secundaria aquí-dijo Khouri señalando con un gesto una puerta blindada encajada en una de las paredes de la cubierta de vuelo—. He pedido que nos acoplen un tubo que nos conecte con el estacionamiento. Podemos subir y bajar de la nave sin que nadie sepa que nos hemos ido.
El tubo se conectó con estrépito al costado del casco. Hasta ahora, la gran nave se estaba mostrando muy atenta. Khouri y Thorn se pusieron los trajes espaciales del casillero de emergencia, aunque todo indicaba que el aire del tubo de conexión era normal en mezcla y presión. Se propulsaron hacia la puerta, la abrieron y se agolparon en el otro lado. La puerta exterior se abrió casi de inmediato, ya que no había desequilibrio de presión que ajustar.
Algo esperaba en el túnel.
Khouri se estremeció y sintió que Thorn hacía lo mismo. Sus años de soldado habían imbuido en ella un profundo desagrado por los robots. En Borde del Firmamento, un robot era con frecuencia lo último que veías. Había aprendido a suprimir esa fobia desde que se había trasladado a otras culturas, pero todavía conservaba la capacidad de sobresaltarse cuando se encontraba con uno de forma inesperada.
Y sin embargo, a aquel servidor no lo reconocía. Tenía forma humana, pero al mismo tiempo su constitución no era en absoluto humana. Estaba hueco en su mayor parte, un andamio de encaje hecho de junturas finas como cables y puntales, sin casi ninguna parte sólida. Mecanismos de aleación, sensores que zumbaban y líneas de alimentación arteriales planeaban en el interior de aquella forma básica. El servidor abarcaba el pasillo con los miembros estirados, esperándolos.
—Esto no tiene buena pinta —dijo Khouri.
—Hola —dijo el servidor, como ladrándoles con una cruda voz sintetizada. —¿Dónde está Ilia? —preguntó Khouri.
—Indispuesta. ¿Les importaría autorizar a sus trajes para que interpreten el campo ambiente de datos, comprensión visual y auditiva completa? Hará las cosas mucho más fáciles.
—¿De qué está hablando? —preguntó Thorn.
—Quiere que le dejemos manipular lo que vemos a través de nuestros trajes. —¿Puede hacer eso?
—Puede hacerlo cualquier cosa de la nave, si se lo permitimos. La mayor parte de los ultras tienen implantes para lograr ese mismo efecto. —¿Y tú?
—Yo hice que me quitaran los míos antes de bajar a Resurgam. No quería que nadie pudiera seguirme el rastro hasta aquí sin esfuerzo. —Sensato —dijo Thorn. El servidor habló de nuevo.
—Les aseguro que no hay ningún truco. Como pueden ver, lo cierto es que soy bastante inofensivo. Ilia eligió de forma intencionada este cuerpo para mí, para que no pudiera provocar ningún daño.
—¿Ilia lo escogió?
El servidor asintió con su amago de cráneo de alambres. Algo se bamboleó dentro de la jaula abierta: un cabo de algo blanco encajado entre dos cables. Casi parecía un cigarrillo.
—Sí. Me invitó a subir a bordo. Soy una simulación de nivel beta de Nevil Clavain. Bueno, ya sé que no soy ningún cuadro, pero estoy razonablemente seguro de que no tengo este aspecto. Pero si quieren verme como soy en realidad...