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Authors: Jasper Fforde

Tags: #Aventuras, #Humor, #Policíaco

El caso Jane Eyre (6 page)

BOOK: El caso Jane Eyre
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El rostro del baconiano se desmoronó.

—Esperaba que no lo preguntase —suspiró—. Estoy perdiendo el tiempo, ¿no es así?

—Me temo que así es.

Murmuró algo por lo bajo y avanzó. Mientras echaba el cerrojo pude oír al baconiano llamando a la puerta de al lado. Quizás a lo largo del pasillo tuviese más suerte.

—En todo caso, ¿qué hace aquí alguien de detectives literarios, Next? —preguntó Buckett mientras regresábamos a la cocina.

—Estoy aquí —respondí lentamente—, porque sé qué aspecto tiene
él
. Estoy lejos de ser permanente. En cuanto se lo señale, Tamworth me transferirá de vuelta.

Vertí por el fregadero algo de leche convertida en yogur y enjuagué el contenedor.

—Podría ser una bendición.

—No lo veo así. ¿Qué hay de ti? ¿Cómo te relacionaste con Tamworth?

—Normalmente soy de antiterrorismo. OE-9. Pero Tamworth tiene problemas con el reclutamiento. Recibió un sable de caballería en mi lugar. Le debo una.

Bajó los ojos y jugó un momento con la corbata. Busqué cautelosamente un trapo en el armario, descubrí algo desagradable y luego lo cerré con rapidez.

Buckett sacó la cartera y me mostró una fotografía de un bebé babeante que se parecía a todos los demás bebés babeantes que había visto en mi vida.

—Ahora estoy casado, por lo que Tamworth sabe que no puedo quedarme; uno tiene que cambiar, ya sabes.

—Un chico guapo.

—Gracias —guardó la foto—. ¿Estás casada?

—No por no haberlo intentado —respondí mientras llenaba la tetera.

Buckett asintió y sacó un ejemplar de
Caballo Rápido
.

—¿Alguna vez apuestas a los jamelgos? He recibido un soplo interesante sobre
Malabar
.

—No. Lo siento.

Buckett asintió. La conversación básicamente había terminado.

Unos minutos después llevé algo de café. Snood y Buckett discutían el resultado de la carrera por apuestas de Cheltenham Gold.

—¿Así que sabe que aspecto tiene, señorita Next? —preguntó el anciano Snood sin dejar de mirar por los binoculares.

—Me dio clase cuando estuve en la universidad. Pero describirle es complicado, la verdad.

—¿Constitución media?

—Cuando le vi por última vez.

—¿Alto?

—Al menos casi dos metros.

—¿Pelo negro peinado hacia atrás y gris en las sienes? Buckett y yo nos miramos.

—¿Sí…?

—Creo que está ahí, Thursday. Arranqué el conector de los auriculares.

—¡¡¡… Acheron!!! —dijo la voz de Styx por los altavoces—. ¡Querido hermano,
qué
agradable sorpresa!

Mire por los binoculares y pude ver a Acheron en el piso con Styx. Estaba vestido con un largo guardapolvo gris y tenía exactamente el aspecto que recordaba a pesar de los años. No parecía haber envejecido ni un día. Me estremecí involuntariamente.

—Mierda —murmuré.

Snood ya había marcado el número del busca para avisar a Tamworth.

—Los mosquitos han picado a la cabra azul —murmuró al teléfono. Gracias. ¿Puede repetirlo y enviarlo dos veces?

El corazón me latía a mayor velocidad. Puede que Acheron no se quedase demasiado tiempo y yo estaba en situación de avanzar para siempre más allá de detective literaria. Atrapar a Hades sería algo que nadie podría olvidar.

—Voy a ir —dije de modo casi informal.

—¡¿Qué?!

—Me habéis oído. Quedaos aquí y pedid refuerzos armados de OE-14, aproximación silenciosa. Decidles que hemos entrado y que rodeen el edificio. El sospechoso está armado y es extremadamente peligroso. ¿Entendéis?

Snood sonrió de la forma que tanto me había gustado en su hijo y cogió el teléfono. Me volví hacia Buckett.

—¿Estás conmigo?

Buckett se había puesto un poco pálido.

—Yo… ah… estoy contigo —respondió temblando un poco. Salí corriendo por la puerta, bajé los escalones y llegué al vestíbulo.

—¡Next…!

Era Buckett. Se había detenido y temblaba visiblemente.

—¿Qué pasa?

—Yo… yo… no puedo hacerlo —anunció, aflojándose la corbata y frotándose la nuca—. ¡Tengo al bebe…! No sabes lo que
él
puede hacer. Me gusta apostar, Next.
Adoro
las buenas posibilidades. Pero si intentamos capturarle, los dos acabaremos muertos. ¡Te lo ruego, espera a OE-14!

—Para entonces ya podría estar lejos. No tenemos más que
retenerle
.

Buckett se mordió el labio, pero el tipo estaba aterrorizado. Agitó la cabeza y se retiró apresuradamente sin decir nada más. Como mínimo fue desconcertante. Pensé en gritarle pero recordé la foto del bebé babeante. Saqué la automática, abrí la puerta de la calle y atravesé lentamente la carretera hasta el edificio al otro lado. Mientras lo hacía, Tamworth apareció en su coche. No parecía muy feliz.

—¿Qué demonios haces?

—Persigo a un sospechoso.

—No, no lo haces. ¿Dónde está Buckett?

—De camino a casa.

—No se lo echo en cara. ¿OE-14 viene de camino?

Asentí. Hizo una pausa, miró al edificio oscuro y luego a mí.

—Mierda.
Vale, quédate detrás y estate atenta. Dispara primero, pregunta después. Por debajo de ocho…

—… por encima de la ley. Lo recuerdo.

—Bien.

Tamworth sacó la pistola y entramos cautelosamente en el vestíbulo del almacén reconvertido. El apartamento de Styx estaba en el séptimo piso. La sorpresa, con suerte, estaría de nuestro lado.

5

Busca al culpable, castiga al inocente

«… Quizás estuviese bien que permaneciese inconsciente durante cuatro semanas. Se perdió la resaca posterior, el informe de OE-1, las recriminaciones, los funerales de Snood y Tamworth. Se lo perdió todo… excepto la culpa. La culpa le esperaba al despertar…»

M
ILLON DE
F
LOSS

Thursday Next, Una biografía

Intenté concentrarme en el banco de luces del techo. Sabía que había pasado
algo
pero la noche en que Tamworth y yo nos enfrentamos Acheron Hades se me había borrado, al menos por el momento, de la mente. Fruncí el ceño, pero por mi consciencia sólo se pasearon algunas imágenes inconexas. Recordaba haberle disparado tres veces a una ancianita y bajar por una salida de incendios. Tenía vagos recuerdos de dispararle a mi propio coche y que me disparasen en el brazo. Me miré el brazo, y efectivamente estaba vendado de blanco. Luego recordé que me disparaban de nuevo —en el pecho—. Aspiré y espiré un par de veces y me sentí aliviada al comprobar que respiraba sin problemas. Había una enfermera en la habitación que dijo un par de palabras que no pude descifrar y sonrió. Lo consideré curioso y luego caí de nuevo en un agradecido ensueño.

Cuando volví a despertar era de noche y la habitación parecía más fría. Estaba sola en una única sala de hospital con siete camas vacías. Al otro lado de la puerta podía ver a un agente de policía armado de guardia, mientras que en el interior una vasta cantidad de flores y tarjetas luchaban por el espacio. Mientras yacía en la cama los recuerdos de la noche en cuestión regresaron y escaparon del subconsciente. Los resistí todo lo que pude, pero fue como intentar resistirse a una inundación. Todo lo sucedido esa noche regresó en un instante. Y mientras recordaba, lloré.

Una semana después tenía fuerzas suficientes para salir de la cama. Paige y Boswell se habían pasado, e incluso mi madre había hecho el viaje desde Swindon para verme. Me contó que había pintado el dormitorio de malva, para gran decepción de papá —y era culpa mía por proponerlo—. No pensé que valiese la pena molestarse en explicarlo. Me alegraba cualquier muestra de simpatía, claro, pero tenía la mente en otra parte: se había producido un fiasco monumental y harían responsable a alguien; y como única superviviente de esa desastrosa noche, era la candidata mejor situada y la única. Se montó una pequeña oficina en el hospital y con ella llegó el viejo comandante de división de Tamworth, un hombre al que no había visto nunca llamado Flanker, que parecía carecer por completo de humor y calor humano. Se trajo con él una grabadora doble de casete y varios operativos de alto nivel de OE-1, que no ofrecieron nombres. Ofrecí mi testimonio lentamente y con sinceridad, sin emoción y con toda la precisión posible. Ya se disponía de antes de indicaciones de los extraños poderes de Acheron, pero incluso así Flanker tuvo problemas para creerlos.

—He leído el expediente de Tamworth sobre Hades y la lectura es bastante extraña, señorita Next —dijo—. Tamworth era un poco imprevisible. OE-5 era cosa suya y sólo de él; Hades era más una obsesión que un trabajo. A partir de nuestras investigaciones preliminares, parece que estaba saltándose reglas básicas de OpEspec. Al contrario de lo que se cree comúnmente,
respondemos
ante el parlamento, aunque de forma muy discreta.

Se detuvo un momento y consultó sus notas. Me miró y encendió la grabadora. Identificó la cinta con fecha, su nombre y el mío, pero sólo se refirió a los otros operativos con números. Completada esa tarea, acercó una silla y se sentó.

—Bien, ¿qué sucedió?

Me detuve un momento y luego empecé, ofreciendo la historia de mi encuentro inicial con Tamworth hasta la apresurada partida de Buckett.

—Me alegra comprobar que alguien parecía tener sentido común —murmuró uno de los agentes de OE-1. Hice caso omiso.

—Tamworth y yo entramos en el vestíbulo de la propiedad de Styx —les dije—. Subimos las escaleras y en el sexto piso oímos el disparo. Nos detuvimos y prestamos atención, pero el silencio era total. Tamworth creyó que habíamos sido descubiertos.


Habían
sido descubiertos —anunció Flanker—. Por las transcripciones de la cinta sabemos que Snood pronunció en voz alta el nombre de Hades. Hades lo recibió y reaccionó muy mal; acusó a Styx de haberle traicionado, recogió el paquete y luego mató a su hermano. Su ataque sorpresa no fue nada sorpresivo. Él
sabía
que los dos estaban allí.

Tomé un sorbo de agua. De haberlo sabido, ¿habríamos retrocedido? Lo dudo.

—¿Quién iba delante?

—Tamworth. Giramos lentamente desde la escalera y miramos al descansillo del séptimo piso. Estaba vacío excepto por una ancianita que miraba las puertas del ascensor y murmuraba para sí con furia. Tanworth y yo nos acercamos con cuidado a la puerta abierta de Styx y miramos al interior. Styx estaba tendido en el suelo y registramos con rapidez el pequeño apartamento.

—Les vimos en el vídeo de vigilancia, Next —dijo uno de los operativos innominados—. La búsqueda se ejecutó bien.

—¿Vieron a Hades en el vídeo?

El mismo hombre tosió. Había tenido problemas para aceptar el expediente de Tamworth, pero el vídeo era claro. La imagen de Hades no se había registrado, sólo su voz.

—No —dijo al fin—. No, no le vimos.

—Tamworth maldijo y regresamos a la puerta —seguí—. Y fue entonces cuando oí otro disparo.

Me detuve un momento, recordando con cuidado lo sucedido, pero sin comprender del todo lo que había visto y sentido. Recordaba que la velocidad de mi corazón se había reducido; de pronto todo se había vuelto cristalino. No había sentido pánico, sino simplemente un sobrecogedor deseo de ver el trabajo terminado. Había visto morir a Tamworth pero no sentía ninguna emoción; eso llegaría más tarde.

—¿Señorita Next? —preguntó Flanker, interrumpiendo mis pensamientos.

—¿Qué? Lo lamento. Alcanzó a Tamworth. Fui hasta él, pero una mirada rápida confirmó que la herida era incompatible con la supervivencia. Debía asumir que Hades estaba en el descansillo, así que tomé aliento y miré fuera.

—¿Qué vio?

—Vi a la ancianita, de pie junto al ascensor. No había oído que nadie bajase las escaleras, así que di por supuesto que Hades estaba en el tejado. Volví a mirar fuera. La ancianita había renunciado a esperar y pasó junto a mí de camino a las escaleras, atravesando de camino un charco de agua. Se puso de puntillas al pasar junto al cuerpo de Tamworth. Volví a prestar atención al descansillo y a la escalera que llevaba hasta el tejado. Mientras me acercaba lentamente hacia el acceso al tejado, una duda penetró en mi mente. Me volví a mirar a la ancianita, que había empezado a bajar las escaleras y rezongaba por la poca frecuencia de los tranvías. Las pisadas de agua llamaron mi atención. A pesar de sus pies pequeños, las pisadas húmedas las habían dejado zapatos de hombre. No me hicieron falta más pruebas. Era la Regla Número Dos: Acheron podía mentir de pensamiento, obra, acción y
apariencia
. Por primera vez en mi vida, disparé un arma con furia.

Silencio, así que seguí.

—Vi que al menos tres de los cuatro disparos daban a la figura anciana de la escalera. La anciana, o, al menos, su imagen, cayó perdiéndose a mi vista y yo caminé con cautela hasta el comienzo de la escalera. Sus posesiones estaban tiradas por los escalones de cemento con su carrito de la compra en el descansillo de abajo. Se le habían salido los alimentos y varias latas de comida para gato rodaban lentamente escalones abajo.

—Por tanto, ¿le acertó?

—Con toda seguridad.

Flanker se sacó una pequeña bolsa de pruebas del bolsillo y me la mostró. Contenía tres de mis balas, aplastadas como si las hubiesen disparado al lateral de un tanque.

Cuando Flanker volvió a hablar, su voz contenía tonos de incredulidad.

—¿Dice que Acheron se disfrazó de ancianita?

—Sí, señor —respondí, mirando al frente.

—¿Cómo lo hizo?

—No lo sé, señor.

—¿Cómo podría un hombre de dos metros vestirse con las ropas de una mujer pequeña?

—No creo que lo hiciese
físicamente
; creo que se limitó a proyectar lo que
quería
que yo viese.

—Suena a locura.

—Hay muchas cosas que no sabemos sobre Hades.

—Con
eso
estoy de acuerdo. El nombre de la anciana era señora Grimswold; la encontramos encajada en la chimenea del apartamento de Styx. Hicieron falta tres hombres para sacarla.

Flanker pensó durante un momento y permitió que uno de los otros hombres plantease una pregunta.

—Me interesa saber por qué los dos iban armados con munición expansiva —dijo uno de los otros agentes, sin mirarme a mí, sino a la pared. Era bajo, de tez oscura y tenía un tic molesto en el ojo izquierdo—. Estriadas de puntas huecas y cargas de alta potencia. ¿A qué planeaban disparar? ¿Búfalos?

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