»De cara a los demás...
»Odio esa expresión.
»La vomito.
»De cara a los demás, ¿cómo es nuestra vida desde hace nueve años?
»¿Un naufragio?
»Un alegre naufragio...
»Por ahora me contengo porque después viene Nedra, pero cuando todos hayan terminado la escuela primaria, iré a ver a esa maestra y le diré: "Señora Christéle R, es usted una gilipollas." Sí, soy una malhablada pero no he tenido que arrepentirme porque me ha valido una recompensa muy bonita...
»Le contaba esta anécdota a no sé quién, que pensaba insultar un día de éstos a esta malvada, y Samuel, que estaba ahí con sus amigos, dijo soltando un gran suspiro: "Mi verdadera madre nunca haría eso..." Era una bonita recompensa porque las cosas no son nada fáciles con él últimamente... Supongo que será la típica crisis de adolescencia, pero en nuestro caso es mucho más complicada... Nunca ha echado tanto de menos a sus padres... Ya no se pone más que la ropa de su padre y de su abuelo, y, claro... la tía Kate con sus bizcochos y sus zanahorias por la ventana se ha convertido para él en algo un poco tontorrón como modelo de vida... Por suerte, esa frasecita pronunciada con ternura me ha recordado que el desagradecido glotón, vago y granujiento todavía conserva un poco de sentido del humor... Pero bueno, no tengo que dejar que esto me distraiga de mi objetivo. ¡Esa imbécil se puede ir preparando!
Risas.
—Pero ¿cómo han venido a parar aquí?
—Ahora llego a eso... Páseme su copa.
Charles estaba ebrio. Ebrio de historias.
—De modo que hice lo que pude... A menudo era un completo desastre, pero estos niños dieron muestras de una bondad y una paciencia ejemplares... Como su madre... Su madre a la que yo tanto echaba de menos... Porque la verdad sea dicha, la que lloraba por las noches era yo. Cuando los niños sufrían, quería que Ellen estuviera ahí, y cuando eran felices, era peor todavía. Vivía en su casa, entre sus cosas, utilizaba su cepillo de pelo y le cogía prestados sus jerséis. Leía sus libros, sus notitas en la puerta de la nevera, e incluso sus cartas de amor, una noche de inmensa tristeza... No tenía a nadie con quien hablar de ella. Mis
dear est friends
se levantaban cuando yo me iba a la cama, y entonces todavía no había internet, Skype y todos esos satélites geniales que han transformado nuestro gran planeta en un pueblo...
»Quería que me enseñara a imitar la voz de Winnie, y la de Tigger, y la de Rabbit. Quería que me enviara señales desde allá arriba para decirme lo que pensaba de mis iniciativas disparatadas y si era tan grave dormir todos juntos compartiendo nuestras tristezas... Quería que volviera a decirme que ese chico no valía la pena y que había hecho bien al no darle la oportunidad de que volviera conmigo. Quería que me abrazara y me preparara grandes tazones de leche caliente con azahar a mí también...
»Quería llamarla por teléfono y contarle lo difícil que era criar a los hijos de una hermana que había desaparecido cuidándose mucho de despedirse de ellos para que no se pusieran tristes. Quería rebobinarlo todo y decirle: deja que se marchen los dos a probar ese vino, tú y yo nos quedamos aquí y nos terminaremos la botella de jerez; te contaré historias de papayas y cotilleos de quién se acuesta con quién en la universidad.
»Le habría encantado que le dijera eso, de hecho, lo estaba deseando...
»Creo que me estaba volviendo loca y que habría sido más razonable mudarnos de esa casa, pero no podía imponerles esa decisión... Y además no era tan fácil... Se me ha olvidado contarle todo el lado... técnico, por decirlo de alguna manera, de este asunto... El consejo de familia, la vista ante el juez que otorga la tutela, el notario y todos esos tejemanejes para tener con qué criarlos... ¿Eso también le interesa, Charles, o nos vamos directamente al campo?
—Me interesa mucho, pero...
—¿Pero?
—¿No van a coger frío bañándose tan tarde?
—Pfff... Éstos no hay manera de que revienten... Dentro de un momento los chicos se pondrán a perseguir a las chicas, y todo el mundo entrará en calor, créame-Silencio.
—Está usted muy atento, ¿eh?
Charles se puso colorado en la oscuridad.
La distribuidora de tortas acababa de pasar delante de ellos gritando, perseguida por Bob Dylan.
—¿Qué le decía?... Por cierto... ¿usted dejaría preservativos en el guadarnés?
Charles cerró los ojos.
Esa chica era una verdadera montaña rusa...
—Pues yo los he dejado... Junto a la caja de terrones de azúcar para los caballos... Cuando se lo dije a Sam, me miró asustado, como si fuera una horrible pervertida, pero, mientras tanto, ¡la horrible pervertida tiene la conciencia tranquila!
Charles se cuidó muy mucho de decir nada. Sus hombros se rozaban de vez en cuando, y el tema era un poco... en fin, dejémoslo...
—Sí. El lado técnico me interesa mucho —sonrió, sin despegar los ojos del fondo de su copa.
En la oscuridad no era fácil decirlo, pero le pareció oír su sonrisa.
—La cosa va para largo —le advirtió.
—Tengo todo el tiempo del mundo...
—El accidente tuvo lugar un 18 de abril, y yo me «busqué la vida», como dicen mis queridos adolescentes, como pude hasta finales del mes de mayo, luego hubo que convocar lo que llaman un «consejo de familia», o lo que es lo mismo, tres personas de la rama paterna y otras tantas de la materna. Por nuestro lado, la cosa estaba clara,
Dad
, mi madre y yo, pero del lado de Pierre todo resultó bastante más complicado. Eso no era una familia, era un nido de víboras, y hasta que se pusieron todos de acuerdo tuvimos que anular una primera reunión del consejo de familia.
»Al verlos llegar, sentí una enorme ternura por Louis y su hijo. Comprendí entonces por qué Louis no quería verlos más y por qué Pierre se había enamorado perdidamente de mi hermana. Era gente... ¿cómo decirle?... bien armada... Sí, eso es... Bien armada en la vida... Estaban la hermana mayor de Louis, su marido y Edouard, el tío materno de Pierre... y... ¿me sigue todavía?
—Sí.
—El tío Edouard tenía una sonrisa bonita y regalos para los niños; los otros dos, llamémoslos los «contables», pues era la profesión de él y la obsesión de ella, que cuadraran las cuentas, me refiero, empezaron por preguntarme si sabía francés. ¡La cosa empezaba bien!
Kate se reía.
—
I think I’ve never spoken French as well as...
¡tan bien como aquel día! ¡Les planté a esos dos paletos de provincias un francés digno de Chateaubriand lleno de imperfectos del subjuntivo de esos que ya nadie usa!
»Entonces, primer punto... ¿A quién nombrar tutor de los niños? Bueno... no hubo tortas precisamente. La jueza me miró, y yo le sonreí. Asunto arreglado. Segundo punto, ¿a quién nombrar protutor? Es decir, ¿quién se encargaría de vigilarme? ¿Quién "controlaría mi gestión"? Y claro, enseguida, los paletos se pusieron nerviosos. Las otitis, las pesadillas y los dibujos de monigotes sin brazos de esos niños no tenían mucha importancia, pero su patrimonio, cuidadito...
Con el pretexto de imitarlos, Kate le daba muchos codazos como quien no quiere la cosa...
—¿Qué quería que hiciera contra tan viles canallas? ¿Morirme en el acto, fulminada, o sumirme en la más honda desesperación? Miraba el rostro de mi anciano papaíto, que tomaba apuntes mientras mi madre retorcía su pañuelo gimiendo, y los escuchaba contarle al juez sus historias de dinero. Mi pobre papá estaba sin blanca, donde había algo más de
cash
era del lado de Louis... Un piso en Cannes y otro en Burdeos, sin contar el de Pierre y Ellen. Bueno... de Pierre sobre todo... La experta en contabilidad conocía la escritura de venta mejor que yo, por supuesto... El problema es que Louis y su hermana estaban en litigio desde hacía más de diez años por un pedazo de tierra o qué sé yo qué y... bueno, le ahorro los detalles...
»
Good Lord
, presentí que todo ese asunto iba a traer cola... Al final el que se llevó el título fue el cuñado de Louis.
Artículos 420 y siguientes del código civil
, recordó la jueza,
la función del protutor es la de representar a los menores incapacitados cuando los intereses de éstos se hallan en conflicto con los del tutor
. Nos pusimos todos de acuerdo mientras el secretario judicial cumplía con su tarea de secretario judicial, pero recuerdo que mi cabeza no estaba ahí. Me decía:
«Diecisiete años...
«Diecisiete años y dos meses bajo su atenta mirada...
»
Help
.
—Al salir del tribunal, mi padre abrió por fin la boca y dijo: «
Alea jacta est
.»
»Pues sí que me ayudaba mucho eso a mí... Y como adivinaba mi angustia, añadió que no tenía nada que temer, que lo había escrito Virgilio,
Numero deus impare gaudet...
—¿Lo que significa? —preguntó Charles.
—Que estos niños eran tres, y que a la Divinidad le complacían los números impares.
Kate lo miró riéndose.
—Cuando le decía que me sentía sola, ¡se lo decía por algo, créame! Luego nos reunimos muchas veces con el notario para definir la renta que se me ingresaría cada trimestre y asentar la certeza de que estos niños podrían seguir estudios superiores si hasta entonces los tutelaba como Dios manda... Lo cual supuso, no sostendré lo contrario, un enorme alivio. Diecisiete años y dos meses, incluso con un capitalito como ése, me las podría apañar, y, a menos que se largaran con la pasta al cumplir la mayoría de edad, debían poder salir adelante...
»Pero bueno... eso ya se verá... Como le decía antes: a cada día le basta su afán... Vamos, una última copa cada uno, hasta que nos caigamos al río rodando...
—Entre todas esas citas y esos miles de llamadas telefónicas, la vida sigue su curso.
«Pierdo las cartillas de sanidad, compro zapatos de verano, trabo amistad con las otras madres, oigo hablar mucho de Ellen, sonrío vagamente, abro su correo y contesto con fotocopias de su acta de defunción, me pongo a cocinar, aprendo a transformar las
pounds and onces
, las
cups
, las
tables poons
, los
feet
, las
inches
y todo lo demás, asisto a mi primera fiesta de fin de curso en el colegio, empiezo a apañármelas bien con la voz tonta de Tigger, mantengo el tipo, me vengo abajo, llamo a Matthew en plena noche, lo molesto en medio de una manipulación, no puede hablar conmigo, ya me llamará. Lloro hasta la mañana siguiente y cambio mi número de teléfono por miedo a que me llame de verdad y encuentre argumentos más convincentes para hacerme volver...
»Llega el verano. Nos vamos con mis padres a su casa de campo en las afueras de Oxford. Son semanas terribles. Terriblemente tristes. A mi padre lo consume el dolor, y mi madre confunde siempre a Alice con Hattie. No sabía que las vacaciones escolares eran tan largas en Francia... Me siento como si hubiera envejecido veinte años. Me gustaría volver a ponerme la bata y encerrarme en el laboratorio con mis semillas... Les leo menos cuentos pero ayudo a Harriet a dar sus primeros pasos y me... me cuesta seguirla...
»Sería la reacción postraumática, me imagino... Mientras estuviéramos en el andam... ¿andamio?, ¿andamiaje?
—¿De qué? —quiso saber Charles.
—De esa nueva vida...
—Entonces andamiaje, que es un conjunto de andamios, parece que necesitaba usted bastantes...
—Eso. Mientras estábamos en el andamiaje, yo actuaba, plantaba cara, pero ahí, en casa de mis padres, me derrumbé por completo. No había nada que hacer más que aguantar durante diecisiete años y un mes. Mientras estoy allí tengo que sostener a cinco personas, así que le ahorro los detalles de unas vacaciones horrorosas. Porque he adelgazado mucho y me he dejado todas mis cosas en Estados Unidos, cada vez llevo más a menudo la ropa de Ellen y no... no me encuentro nada bien...
»Nos ahogamos en París, los niños se sienten como leones enjaulados, y le doy el primer azote a Samuel, y entonces, de repente, decido alquilar una casita en un pueblecito perdido... Se llama Les Marzeray, y vamos todos los días empujando el carrito de Hattie para hacer la compra y tomarnos un refresco enfrente de la iglesia.
»Aprendo a jugar a la petanca y vuelvo a leer libros que cuentan historias tristes pero inventadas. La de la tienda de comestibles me indica una granja donde podría encontrar huevos e incluso un pollo. El dueño no es muy simpático, pero por intentarlo...
»Los niños van cogiendo colorcito, caminamos mucho, comemos de picnic y dormimos la siesta en los prados. Samuel se extasía ante una burra y su cría, y Alice empieza a hacer un precioso herbario.
It runs in the blood...
Sonrisa.
—Me pasa como a ella, descubro o redescubro la naturaleza de otra manera que a través de la lente de mi microscopio, me compro una cámara desechable y le pido a un turista que me saque una foto con los niños. La primera... Está en la repisa de la chimenea de la cocina, y es lo más valioso que tengo en el mundo... Nosotros cuatro, delante de la fuente junto a la panadería de Les Marzeray, aquel verano... Convalecientes, en equilibrio precario sobre el murete de la fuente, sin atrevernos apenas a sonreír a ese desconocido, pero... vivos...
Lágrimas.
—Perdone —prosigue Kate, frotándose la nariz contra la manga de su jersey—, es el whisky... ¿Qué hora es? Casi la una... Tengo que acostarlos.
Charles, que se sentía con el corazón un poco apretado por todo lo que le había contado Kate, le propuso a Nedra llevarla en brazos.
La niña no quiso.
Yacine caminaba junto a él, silencioso. Sentía un poco de náuseas. Harriet y Camille los seguían, arrastrando sus sacos de dormir.
Hacía demasiado frío para dormir al raso...
* * *
Kate llevó de nuevo al perro a la cocina y desapareció en el piso de arriba después de preguntarle a Charles si podía reavivar el fuego.
Charles se angustió un momento, pero no, hombre, tan torpe no podía ser... Fue a buscar unos leños a la leñera, enjuagó las copas y fue a instalarse, él también, al calorcito de la abuelita de hierro fundido. Se agachó, acarició al perro, acarició el esmalte de la cocinera, abrió todos los hornos y levantó las dos tapaderas.