El diablo de los números (10 page)

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Authors: Hans Magnus Enzensberger

Tags: #Matemáticas

BOOK: El diablo de los números
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—Tranquilo. Tu gran calculadora lo hará. Sólo tienes que pulsar: siete entre once.

No hizo falta que se lo repitieran.

—¡Qué está pasando! —exclamó—. Siempre 63, y 63 y otra vez 63. Es probable que continúe así para siempre.

—Sin duda; pero esto aún no es nada. ¡Prueba con seis entre siete!

Robert tecleó:

—¡Siempre vuelven a aparecer las mismas cifras! —exclamó—: 857 142, y vuelta a empezar. ¡El número gira en círculos!

—Sí, son unas criaturas fantásticas, los números. ¿Sabes?, en el fondo no hay números normales. Cada uno de ellos tiene sus propios rasgos, sus propios secretos. Nunca acaba uno de conocerlos. La serpiente de nueves tras el cero y la coma, por ejemplo, que no termina nunca y sin embargo es prácticamente lo mismo que un simple uno. Además, hay otros muchos que se portan de forma mucho más testaruda y se vuelven completamente locos detrás de su coma. Son los números irrazonables. Se llaman así porque no se atienen a las reglas del juego. Si te apetece y tienes aún un momento te enseñaré cómo lo hacen.

Cada vez que el diablo de los números era tan sospechosamente cortés, es que volvía a tener en la manga una terrible novedad. Robert había llegado a saberlo, pero sentía demasiada curiosidad como para renunciar.

—Está bien —dijo.

—¿Recuerdas lo que pasaba con los saltos? ¿Lo que hacíamos con el dos y con el diez? Diez por diez por diez igual a mil, y para abreviar:

Y lo mismo con el dos.

—Claro. Si hago saltar el dos, resulta:

etcétera, hasta el aburrimiento, como pasa siempre en tus jueguecitos.

—Entonces —dijo el anciano—, ¿dos elevado a cuatro?

—Dieciséis —exclamó Robert—. ¡Ya te lo he dicho!

—Impecable. Ahora haremos lo mismo, pero al revés. Saltaremos hacia atrás, por así decirlo. Yo digo dieciséis, y tú saltas uno hacia atrás.

—¡Ocho!

—¿Y si digo ocho?

—Cuatro —dijo Robert—. Es evidente.

—Ahora tienes que tomar nota de cómo se llama este truco. No se dice:
saltar hacia atrás
, se dice:
sacar un rábano
. Como cuando sacas una raíz del suelo.

»Entonces: el rábano de cien es diez, el rábano de diez mil es cien. ¿Y cuál es el rábano de veinticinco?

—Veinticinco —dijo Robert— es cinco por cinco. Así que cinco es el rábano de veinticinco.

—Si sigues así, Robert, un día serás mi aprendiz de brujo. ¿Rábano de cuatro?

—El rábano de cuatro es dos.

—¿Rábano de 5929?

—¡Estás loco! —gritó Robert. Ahora era él quien perdía la compostura—. ¿Cómo quieres que la calcule? Tú mismo has dicho que calcular es cosa de idiotas. Con eso ya me atormentan en el colegio, no necesito soñarlo además.

—Mantén siempre la calma —dijo el diablo de los números—. Para esos pequeños problemas tenemos nuestra calculadora de bolsillo.

—Tiene gracia lo de calculadora
de bolsillo
—dijo Robert—. Esa cosa es tan grande como un sofá.

—En cualquier caso, tiene una tecla en la que pone:

»Seguro que enseguida te das cuenta de lo que significa.

—Rábano —exclamó Robert.

—Correcto. Así que prueba:

Robert probó, y enseguida apareció la solución en el respaldo del sofá:

—Magnífico. ¡Pero ahora viene lo bueno! Pulsa √2, ¡pero agárrate bien!

Robert pulsó y leyó:

—Espantoso —dijo—. No tiene ningún sentido. Una auténtica ensalada de números. No me oriento en ella.

—Nadie se orienta en ella, mi querido Robert. De eso se trata. El rábano de dos es precisamente un número irrazonable.

—¿Y cómo voy a saber qué sigue detrás de las últimas tres cifras? Porque ya me sospecho que sigue siempre.

—Cierto. Pero, por desgracia, tampoco yo puedo ayudarte en eso. Sólo averiguarás las próximas cifras matándote a calcular hasta que tu calculadora se ponga en huelga.

—¡Qué absurdo! —dijo Robert, completamente enloquecido—. Y eso que ese monstruo parece tan sencillo cuando se escribe así:

—Y lo es. Con un bastón puedes dibujar cómodamente √2 en la arena.

Trazó unas cuantas figuras en la arena con su bastón.

—Mira:

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