El diccionario del Diablo (The Devil's Dictionary en inglés) es una recopilación de 998 definiciones formuladas en fórmulas asesinas, corrosivas y sin piedad para el género humano, escrito de 1881 a 1906 por Ambrose Bierce. Inicialmente, ha sido publicado en fragmentos en diversos periódicos durante más de veinte años, al finalizar se recopiló una versión completa en 1911. El contenido buscaba diversos argumentos escritos a modo satírico. El libro fue conocido desde la Guerra de Secesión.
Ambrose Bierce
El diccionario del Diablo
ePUB v1.1
Molcajete Salsero2012-07-10
Titulo original:
El diccionario del Diablo
Ambrose Bierce, 1911.
Esta obra es de dominio público en los
países donde la duración es de 70 años
después de la muerte del autor y en los Estados Unidos
(publicación antes de 1923).
Diseño portada: Molcajete Salsero
Editor original: Molcajete Salsero (v1.0 a v1.x)
Corrección de erratas: Ledo.
ePub base v2.0
s
. y
adj
. El que no tiene
favores que otorgar. Desprovisto de fortuna. Amigo de la verdad y
el sentido común.
s
. Acto mediante el cual un
soberano demuestra percibir la alta temperatura del
trono.
s
. Templo del dios Estómago, al
que rinden culto y sacrificio todos los hombres auténticos. Las
mujeres sólo prestan a esta antigua fe un sentimiento vacilante. A
veces ofician en su altar, de modo tibio e ineficaz, pero sin
veneración real por la única deidad que los hombres verdaderamente
adoran. Si la mujer manejara a su gusto el mercado mundial, nuestra
especie se volvería graminívora.
s
. Seres de escaso mérito que
entorpecen el suelo de un país recién descubierto. Pronto dejan de
entorpecer; entonces, fertilizan.
adj
. Repentino, sin ceremonia,
como la llegada de un cañonazo y la partida del soldado a quien
está dirigido. El doctor Samuel Johnson, refiriéndose a las ideas
de otro autor, dijo hermosamente que estaban «concatenadas sin
abrupción».
adj
. Independiente,
irresponsable. Una monarquía absoluta es aquella en que el soberano
hace lo que le place, siempre que él plazca a los asesinos. No
quedan muchas: la mayoría han sido reemplazadas por monarquías
limitadas, donde el poder del soberano para hacer el mal (y el
bien) está muy restringido; o por repúblicas, donde gobierna el
azar.
s
. Persona de carácter débil,
que cede a la tentación de negarse un placer. Abstemio total es el
que se abstiene de todo, menos de la abstención; en especial, se
abstiene de no meterse en los asuntos ajenos.
s
. Declaración de fe en
manifiesta contradicción con nuestra opiniones. Adj. Cada uno de
los reproches que se hacen a este excelente diccionario.
adj
. Dícese del que habla
cuando uno quiere que escuche.
s
. Escuela antigua donde se
enseñaba moral y filosofía. Escuela moderna donde se enseña el
fútbol.
s
. Acontecimiento inevitable
debido a la acción de leyes naturales inmutables.
adj
. Lo que se encuentra en la
sorprendente condición de aquel cruzado que, distraído, tironeó de
un mechón de sus cabellos, varias horas después de que una
cimitarra sarracena, sin que él lo advirtiera, le rebanara el
cuello, según cuenta Joinville.
s
. Armonía.
s
. Instrumento en armonía con
los sentimientos de un asesino.
s
. Miembro de una tribu de
salvajes que viven más allá del estrecho de las Finanzas; son muy
temidos por sus devastadoras incursiones.
v.t. Afirmar la culpa o
indignidad de otro; generalmente, para justificarnos por haberle
causado algún daño.
s
. Sabiduría deshuesada para
dentaduras débiles.
s
. Secuaz que todavía no ha
obtenido lo que espera.
s
. Arte de desentrañar lo
oculto. Hay tantas clases de adivinación como variedades
fructíferas del pelma florido y del bobo precoz.
s
. En política, ingeniosa
abstracción destinada a recibir las bofetadas o puntapiés que
merecen el primer ministro o el presidente. Hombre de paja a prueba
de huevos podridos y rechiflas.
s
. Reconocimiento cortés de
la semejanza entre otro y uno mismo.
v
.
t
. Confesar. Admitir los
defectos ajenos es el deber más alto que nos impone el amor de la
verdad.
s
. Reproche suave o
advertencia amistosa que suele acompañarse blandiendo un hacha de
carnicero.
s
. Testimonio que da el Homo
Creator de la sólida construcción y elegante acabado del Deus
Creatus. Forma popular de la abyección que contiene un elemento de
orgullo.
v
.
t
. Venerar de modo
expectante.
s
. Proceso de aclimatación que
prepara el alma para otro mundo más duro.
s
. Sabiduría
predigerida.
s
. Negro que vota por nuestro
partido.
s
. Estadista que sacude los
frutales del vecino… para desalojar a los gusanos.
s
. Bebida mística usada
secretamente por nuestros novelistas y poetas más populares para
regularizar la imaginación y narcotizar la conciencia. Se la
considera rica en obtusita y letargina y debe ser preparada en una
noche de niebla por una bruja gorda de la Ciénaga
Lúgubre.
s
. Sustancia nutritiva con que la
generosa Providencia engorda a los pobres.
s
. El Supremo Ser Mahometano por
oposición al Supremo Ser Cristiano, Judío, etc.
s
. Momento en que los hombres
razonables se van a la cama. Algunos ancianos prefieren levantarse
a esa hora, darse una ducha fría, realizar una larga caminata con
el estómago vacío y mortificar su carne de otros modos parecidos.
Después orgullosamente atribuyen a esas prácticas su robusta salud
y su longevidad; cuando lo cierto es que son viejos y vigorosos no
a causa de sus costumbres sino a pesar de ellas. Si las personas
robustas son las únicas que siguen esta norma es porque las demás
murieron al ensayarla.
s
. En política internacional la
unión de dos ladrones cada uno de los cuales ha metido tanto la
mano en el bolsillo del otro que no pueden separarse para robar a
un tercero.
s
. Entidad espiritual que ha
provocado recias controversias. Platón sostenía que las almas que
en una existencia previa (anterior a Atenas) habían vislumbrado
mejor la verdad eterna, encarnaban en filósofos. Platón era
filósofo. Las almas que no habían contemplado esa verdad animaban
los cuerpos de usurpadores y déspotas. Dionisio I, que amenazaba
con decapitar al sesudo filósofo, era un usurpador y un déspota.
Platón, por cierto, no fue el primero en construir un sistema
filosófico que pudiera citarse contra sus enemigos; tampoco fue el
último. «En lo que atañe a la naturaleza del alma» dice el
renombrado autor de Diversiones Sanctorum, «nada ha sido tan
debatido como el lugar que ocupa en el cuerpo. Mi propia opinión es
que el alma asienta en el abdomen, y esto nos permite discernir e
interpretar una verdad hasta ahora ininteligible, a saber: que el
glotón es el más devoto de los hombres. De él dicen las Escrituras
que «hace un dios de su estómago». ¿Cómo entonces no habría de ser
piadoso, si la Divinidad lo acompaña siempre para corroborar su fe?
¿Quién podría conocer tan bien como él el poder y la majestad a que
sirve de santuario? Verdadera y sobriamente el alma y el estómago
son una Divina Entidad; y tal fue la creencia de Promasius, quien,
no obstante, erró al negarle inmortalidad. Había observado que su
sustancia visible y material se corrompía con el resto del cuerpo
después de la muerte, pero de su esencia inmaterial no sabía nada.
Esta es lo que llamamos el Apetito, que sobrevive al naufragio y el
hedor de la mortalidad, para ser recompensado o castigado en otro
mundo, según lo haya exigido en éste. El Apetito que groseramente
ha reclamado los insalubres alimentos del mercado popular y del
refectorio público, será arrojado al hambre eterno, mientras aquel
que firme, pero cortésmente, insistió en comer caviar, tortuga,
anchoas, paté de foi gras y otros comestibles cristianos, clavará
su diente espiritual en las almas de esos manjares, por siempre
jamás, y saciará su divina sed en las partes inmortales de los
vinos más raros y exquisitos que se hayan escanciado aquí abajo.
Tal es mi fe religiosa, aunque lamento confesar que ni Su Santidad
el Papa, ni su Eminencia el Arzobispo de Canterbury (a quienes
imparcial y profundamente reverencio) me permiten
propagarla».
s
. Parte de un buque de guerra
que se encarga de hablar, mientras el mascarón de proa se encarga
de pensar.
s
. Sitio donde antiguamente el
sacerdote arrancaba, con fines adivinatorios, el intestino de la
víctima sacrificial y cocinaba su carne para los dioses. En la
actualidad, el término se usa raramente, salvo para aludir al
sacrificio de su tranquilidad y su libertad que realizan dos tontos
de sexo opuesto.
s
. Deseo obsesivo de ser
calumniado por los enemigos en vida, y ridiculizado por los amigos
después de la muerte.
adj
. Capaz de robar con igual
habilidad un bolsillo derecho que uno izquierdo.
s
. Barco lo bastante grande como
para llevar a dos con buen tiempo, pero a uno solo en caso de
tormenta.
s
. Magnanimidad del Estado para
con aquellos delincuentes a los que costaría demasiado
castigar.
s
. Insania temporaria curable
mediante el matrimonio, o alejando al paciente de las influencias
bajo las cuales ha contraído el mal. Esta enfermedad, como las
caries y muchas otras, sólo se expande entre las razas civilizadas
que viven en condiciones artificiales; las naciones bárbaras, que
respiran el aire puro y comen alimentos sencillos, son inmunes a su
devastación. A veces es fatal, aunque más frecuentemente para el
médico que para el enfermo.
s
. Epoca de la vida en que
transigimos con los vicios que aún amamos, repudiando los que ya no
tenemos la audacia de practicar.
s
. Relato generalmente falso.
La veracidad de las anécdotas que siguen, sin embargo, no ha sido
exitosamente objetada: Una noche el señor Rudolph Block, de Nueva
York, se encontró sentado en una cena junto al distinguido crítico
Percival Pollard. Señor Pollard —dijo—, mi libro Biografía de una
Vaca Muerta, se ha publicado anónimamente, pero usted no puede
ignorar quién es el autor. Sin embargo, al comentarlo, dice usted
que es la obra del Idiota del Siglo. ¿Le parece una crítica
justa?
—Lo siento mucho, señor —respondió amablemente el
critico—, pero no pensé que usted deseara realmente conservar el
anonimato.
El señor W.C. Morrow, que solía vivir en San José,
California, acostumbraba escribir cuentos de fantasmas que daban al
lector la sensación de que un tropel de lagartijas, recién salidas
del hielo, le corrían por la espalda y se le escondían entre los
cabellos. En esa época, se creía que merodeaba por San José el alma
en pena de un famoso bandido llamado Vásquez, a quien ahorcaron
allí. El pueblo no estaba muy bien iluminado y de noche la gente
salía lo menos posible de su casa. Una noche particularmente
oscura, dos caballeros caminaban por el sitio más solitario dentro
del ejido, hablando en voz baja para darse coraje, cuando se
tropezaron con el señor J.J. Owen, conocido periodista:— ¡Caramba
Owen! —dijo uno—. ¿Qué le trae por aquí en una noche como ésta? ¿No
me dijo que este era uno de los sitios preferidos por el ánima de
Vásquez? ¿No tiene miedo de estar afuera?
—Mi querido amigo —respondió el periodista con voz
lúgubre— tengo miedo de estar adentro. Llevo en el bolsillo una de
las novelas de Will Morrow y no me atrevo a acercarme donde haya
luz suficiente para leerla.
El general H.H. Wolherspoon, director de la Escuela de
Guerra del Ejército, tiene como mascota un babuino, animal de
extraordinaria inteligencia aunque nada hermoso. Al volver una
noche a su casa el general descubrió con sorpresa y dolor que Adán
(así se llamaba el mono, pues el general era darwinista) lo
aguardaba sentado ostentando su mejor chaquetilla de
gala.
—¡Maldito antepasado! —tronó el gran estratega— ¿Qué haces
levantado después del toque de queda? ¡Y con mi uniforme! Adán se
incorporó con una mirada de reproche, se puso en cuatro patas,
atravesó el cuarto en dirección a una mesa y volvió con una tarjeta
de visita: el general Barry había estado allí y a juzgar por una
botella de champán vacía y varias colillas de cigarros, había sido
amablemente atendido mientras esperaba. El general presentó excusas
a su fiel progenitor y se fue a dormir. Al día siguiente se
encontró con el general Barry, quien le dijo:—Oye viejo, anoche al
separarme de ti olvide preguntarte por esos excelentes cigarros.
¿Dónde los consigues? El general Wotherspoon sin dignarse responder
se marchó.
—Perdona por favor —gritó Barry corriendo tras él—Bromeaba
por supuesto. Anda, si no había pasado quince minutos en tu casa y
ya me di cuenta que no eras tú.
adj
. Que no responde a la norma.
En cuestiones de pensamiento y conducta ser independiente es ser
anormal y ser anormal es ser detestado. En consecuencia, el autor
aconseja parecerse más al Hombre Medio que a uno mismo. Quien lo
consiga obtendrá la paz, la perspectiva de la muerte y la esperanza
del Infierno.