s
. Evidencia que tiene un matiz
más de plausibilidad que de inverosimilitud. Testimonio de dos
testigos creíbles, opuesto al de uno solo.
v
.
i
. En asuntos literarios,
situarse en la base de un cono de críticos.
s
. Animal (Porcus Omnívorus)
estrechamente emparentado con la raza humana por el esplendor y
vivacidad de su apetito, que, sin embargo, es menos amplio, pues
retrocede frente al cerdo.
s
. Lugar donde los barcos que
escapan a la ira de las tormentas quedan expuestos a la furia de
los aduaneros.
s
. Método número 947 (según
la clasificación de Mibleshaw) de obtener dinero con engaños.
Consiste en «leer el carácter» en las líneas de las manos. El
carácter puede realmente leerse de este modo, ya que cada mano
exhibida al quiromántico lleva escrita en sus líneas la palabra
«tonto». El engaño consiste en no decirlo en voz alta.
s
. En un cuerpo deliberativo,
número de miembros suficiente para hacer su voluntad. En el Senado
norteamericano, se forma quórum con el presidente de la Comisión de
Finanzas y un mensajero de la Casa Blanca; en la Cámara de
Representantes, bastan el presidente del cuerpo y el
demonio.
s
. El que con una varita
adivinatoria busca metales preciosos en el bolsillo de un
tonto.
adj
. Desprovisto de ilusiones,
salvo las que nacen de la observación, la experiencia y la
reflexión.
s
. El conservadorismo de
mañana inyectado en los negocios de hoy.
s
. Reptil de patas comestibles. El
primero que las menciona en la literatura profana, es Homero, al
relatar la guerra entre las ranas y los ratones. Los escépticos han
dudado de que Homero fuese el autor de esa obra, pero el erudito,
ingenioso e industrioso doctor Schliemann resolvió para siempre la
cuestión al desenterrar los huesos de las ranas muertas. Una de las
formas de persuasión moral que se ejercieron sobre el Faraón, a
quien le gustaban en «fricassée», observó, con verdadero estoicismo
oriental, que él podía aguantar el flagelo tanto tiempo como las
ranas y los judíos; esto obligó a modificar el programa. La rana es
una cantante diligente, de buena voz, aunque mal oído. El libreto
de su ópera favorita, escrito por Aristófanes, es breve, sencillo y
eficaz: brikikixkoax; la música pertenece, al parecer, al eminente
compositor Richard Wagner.
s
. Previsión sin industria.
Poder ejercido económicamente.
s
. Animal cuyo camino está
sembrado de señoras desmayadas. Así como en Roma los cristianos
eran arrojados a los leones, siglos antes, en Otumwee —la más
antigua y famosa ciudad del mun do— las mujeres herejes eran
arrojadas a los ratones. EI historiador JakakZotp, nico otumwés
cuyos escritos han llegado a nosotros, dice que esas mártires
enfrentaban la muerte con mucha agitación y poca dignidad.
Inclusive pretende (llevado por la malicia del fanatismo) disculpar
a los ratones, declarando que las infortunadas mujeres perecían,
algunas de fatiga, otras rompiéndose el cuello al caer, y algunas
por falta de reconstituyentes. Pero si «la historia romana es nueve
décimos de mentira», no podemos aspirar a una proporción menor de
esa figura retórica en los anales de un pueblo capaz de crueldad
tan increíble con bellas mujeres; corazón duro habla por lengua
mentirosa.
adj
. Accesible al contagio de
nuestras opiniones. Receptivo a la persuasión, la disuasión, la
evasiva.
v.t. Pesar probabilidades en la
balanza del deseo.
s
. El sueño de un filósofo
loco. Lo que queda en el filtro cuando se filtra un fantasma. El
núcleo de un vacío.
adv. Aparentemente, quizá;
posiblemente.
s
. El que propone un nuevo
desgobierno, sin conseguir implantarlo.
s
. Adivinanza, realizada por el
médico, de lo que prolongará mejor la situación con menor daño para
el paciente.
s
. Persona que se distingue de
un civil por su uniforme, y de un soldado, por su modo de
caminar.
v.t. Traer nuevamente a la
memoria, con algunos agregados, algo que previamente se
ignoraba.
s
. Suspensión de
hostilidades. Tregua armada para desenterrar a los
muertos.
v
.
t
. Buscar una excusa
para una decisión ya tomada.
s
. Clase especial de aburrimiento
que alivia una fatiga general.
s
. Virtud sólida que solía
encontrarse entre los Pantidoodles, habitantes del sector
meridional de la península de Oque. Misioneros que volvían de allí
hicieron varios tibios intentos por introducirla en Europa, más, al
parecer, la expusieron con escasa convicción, como se desprende del
único sermón conocido del piadoso obispo Rowley, del que damos un
pasaje característico: «Ahora bien, la rectitud consiste no sólo en
un santo estado de ánimo, ni siquiera en cumplir los ritos
religiosos y obedecer la letra de la ley. No basta ser piadoso y
justo; es necesario conseguir que los otros alcancen el mismo
estado; y el medio justo para ese fin es la compulsión. Porque así
como mi injusticia puede hacer daño a otro, del mismo modo la
injusticia de éste puede perjudicar a un tercero, cosa que
manifiestamente debo impedir, así como evito mi propio mal. En
consecuencia, si quiero ser recto, debo impedir, por la fuerza si
es necesario, que el prójimo acometa esas injuriosas empresas de
las que yo mismo, gracias a una mejor disposición y a la ayuda del
Cielo, me abstengo.»
s
. En política
norteamericana, nuevo tiro de dados que se acuerda al jugador
contra quien están cargados.
s
. Exención de castigo que
consiguen los pecadores asesinando al Dios contra el que pecaron.
La doctrina de la Redención es el misterio fundamental de nuestra
santa religión, y quien crea en ella no perecerá, sino que gozará
de vida eterna para tratar de comprenderla.
adj
. Superfluo; innecesario;
de trop
Dijo el Sultán: «Hay prueba, y abundante, de que este
perro infiel es redundante.» Y el Gran Visir, de faz inexpresiva:
«Al menos su cabeza es excesiva». Habid Solimán.
«El señor Debs es un ciudadano redundante». Theodore Roosevelt.
(Eugene Debs. líder ferroviario norteamericano, candidato
presidencial en 1912, perseguido por Theodore Roosevelt. y
encarcelado por Woodrow Wilson).
s
. Ley que se somete a voto
popular para establecer el consenso de la insensatez
pública.
s
. Proceso mental que nos da
una visión más clara del pasado y nos permite eludir peligros que
no volveremos a enfrentar.
s
. Dicho vulgar, proverbio. He
aquí algunos ejemplos:
Cuida los centavos, que los pesos se despilfarran
solos.
Mejor tarde que antes de ser invitado.
Predicar con el ejemplo es mejor que seguirlo.
No dejes para mañana lo que pueda hacer otro.
El que ríe menos ríe mejor.
Hablando del lobo, termina por enterarse.
De dos males, trata de ser el menor.
Querer es poder decir «No quiero».
s
. Uno de los más importantes
órganos del cuerpo femenino, admirablemente previsto por la
naturaleza para el reposo de la infancia, aunque se usa
principalmente en las festividades rurales para sostener platos de
pollo frío y cabezas de machos adultos. El macho de nuestra especie
tiene un regazo rudimentario, imperfectamente desarrollado y que en
modo alguno contribuye a su bienestar sustancial.
s
. Mujer que gobierna el reino
cuando hay un rey, y por medio de quien el reino es gobernado
cuando no lo hay.
s
. Receptáculo destinado a
recibir objetos sagrados, tales como fragmentos de la verdadera
cruz, costillas de santos, las orejas de la burra de Balaam, los
pulmones del gallo que incitó a Pedro al arrepentimiento, etcétera.
Los relicarios son generalmente de metal y tienen una cerradura
para impedir que el contenido se derrame y obre milagros en
momentos inoportunos. Cierta vez, una pluma del Angel de la
Anunciación escapó mientras se pronunciaba un sermón en la basílica
de San Pedro y cosquilleó de tal modo en las narices de la
congregación, que todos despertaron y estornudaron tres veces, con
gran vehemencia. La «Gesta Sanctorum» refiere que un sacristán de
la catedral de Canterbury sorprendió la cabeza de San Dionisio en
la biblioteca. Reprendida por el severo custodio, respondió que
estaba buscando un cuerpo de doctrina. Este chiste de mal gusto
enfureció tanto al diocesano, que el ofensor fue públicamente
anatematizado, arrojado a una fosa y reemplazado por otra cabeza de
San Dionisio, traída de Roma.
s
. Hija del Temor y la
Esperanza, que vive explicando a la Ignorancia la naturaleza de lo
Incognoscible.
—¿Cuál es tu religión, hijo? —preguntó el arzobispo de
Reims.
—Perdón, monseñor. —replicó Rochebriant— Me siento
avergonzada de ella.
—¿Entonces, por qué no te vuelves ateo?—¡Imposible! El
ateísmo me avergonzaría.
—En ese caso, señor, debería usted convertirse al
protestantismo.
s
. Muerte del esfuerzo y
cuna de la repugnancia.
s
. Máquina de gran valor moral
para el hombre, que mitiga su preocupación por el futuro al
recordarle cuánto tiempo le queda.
s
. Hombre que reafirma con un
martillo que acaba de despojar una cartera con la
lengua.
s
. Grado de distinción
intermedio entre la notoriedad y la fama, algo más soportable que
la primera, y un poco menos intolerable que la segunda. A veces es
conferido por una mano inamistosa y desconsiderada.
s
. Patrón de medida natural y
racional de la respetabilidad.
Otros criterios comúnmente aceptados son artificiales,
arbitrarios y falaces. Porque como ha dicho con justicia Sir
Sycophas Chrysolater, «la propiedad (moneda, tierras, casas o
mercancías, o todo lo que nos pertenece por derecho para satisfacer
nuestras necesidades) así como los honores, títulos, privilegios y
posición, o el conocimiento y favor de personas respetables o
capaces, no tienen otro uso y funciones reales que el de obtener
dinero. Luego, todas las cosas valen en la medida en que favorecen
ese objetivo, y sus poseedores deben asumir un rango acorde con tal
definición. En consecuencia, ni el propietario de un castillo
improductivo —por grande y antiguo que sea—, ni el que ejerce una
dignidad honoraria, ni el favorito, sin fortuna, de un rey, son
estimados en un mismo nivel con quien acrecienta diariamente su
fortuna; y aquellos cuyo patrimonio es estéril no pueden aspirar en
justicia a un honor más grande que el de los pobres e
indignos».
v
.
t
. Ceder un honor a cambio
de una ventaja. Ceder una ventaja a cambio de otra ventaja
mayor.
s
. Satisfacción que se da por
un mal cometido, y que se deduce de la satisfacción experimentada
al cometerlo.
s
. Insulto prudente al
contestar. Practicada por señores que tienen una repugnancia innata
por la violencia, junto con una fuerte tendencia a ofender. En una
guerra de palabras, táctica del indio norteamericano.
s
. Reproducción de
una obra de arte por el artista original. Se la llama así para
distinguirla de la «copia», que está hecha por otro artista. Cuando
ambas están ejecutadas con la misma habilidad, la réplica es más
valiosa, pues se supone que es más bella de lo que
parece.
s
. Periodista que a fuerza de
suposiciones se abre un camino hasta la verdad, y la dispersa en
una tempestad de palabras.
v.i. Dejar de
fastidiar.
s
. Miembro de la Cámara
Baja en este mundo, sin esperanza visible de ascenso en el
próximo.
s
. En teología, condición de
un mortal sin suerte condenado antes de nacer. La doctrina de la
reprobación fue predicada por Calvino; el regocijo que ella le
causaba se veía un poco empañado por su convicción, triste y
sincera, de que si bien algunos están predestinados al infierno,
otros lo están a la salvación.
s
. Nación en que, siendo la
cosa que gobierna y la cosa gobernada, una misma, sólo hay
autoridad consentida para imponer una obediencia optativa. En una
república, el orden se funda en la costumbre, cada vez más débil,
de obedecer, heredada de nuestros antepasados que cuando eran
realmente gobernados se sometían porque no tenían otro remedio. Hay
tantas clases de repúblicas como grados entre el despotismo de
donde provienen y la anarquía adonde conducen.
s
. Entidad administrativa
manejada por una incalculable multitud de parásitos políticos,
lógicamente activos pero fortuitamente eficaces.
s
. Misa de difuntos que (según
nos aseguran los poetas menores) entona la brisa sobre las tumbas
de sus favoritos. A veces, para variar el entretenimiento, les
canta una elegía.
s
. Compra de lo que no pertenece
al vendedor, ni puede pertenecer al comprador. Es la más
improductiva de las inversiones.
s
. y
adj
. El que no puede
irse.
s
. Fruto amoroso de una
calva y una cuenta bancaria.
s
. Aparato ajustado sobre la
nariz y la boca de un londinense para filtrar el universo visible
en su paso hacia los pulmones.
adj
. Dícese de un
sencillo ciudadano norteamericano cuando se atavía como un duque en
su logia masónica, o cuando afirma su importancia en el Esquema de
las Cosas como unidad elemental de un desfile. Los Caballeros del
Dominio estaban tan resplandecientes en sus casacas de oro y
terciopelo que sus patrones difícilmente los hubieran reconocido.
(«Crónicas de las Clases»).