Hay perras cuya autoestima está literalmente por los suelos, como en el caso de Pinky. Están atrapadas por su inseguridad. En lugar de pelear o escapar, se paralizan, se esconden, tiemblan… simplemente no son capaces de hacer lo que necesiten hacer. No mejoran solas. Necesitan nuestra ayuda.
Los canes con baja autoestima necesitan desesperadamente encontrar un líder. Quieren que se les diga lo que deben hacer. A veces sólo en ese momento consiguen relajarse, como en el caso de Pinky. Esa clase de perra responde bien a la imposición de reglas y límites. El poder de la manada las ayudará a mejorar rápidamente. Estar con más perras es una terapia muy efectiva en el caso de animales con baja autoestima, pero el tiempo que permanezcan en la manada debe ser seguido muy de cerca al principio por el instinto natural de la perra de atacar a las débiles. Poco a poco mejoran, pero necesitan la guía firme de su líder humano de la manada.
Una última cuestión sobre la autoestima. La autoestima de una perra doméstica no debe ser tampoco muy alta. En la naturaleza sólo el líder de la manada puede pasearse con la cola alta y sacando pecho, proyectando su energía dominante sobre los demás. ¡Y si es usted el líder de la manada ante su perra, el único que tendrá derecho a sacar pecho en la casa será usted! Cuando llego a una casa en la que los humanos andan como de puntillas junto a la perra, cuando el animal es un toro y todo el mundo intenta evitarlo, entonces sé que el animal en cuestión debería sentirse algo menos orgulloso de sí mismo. El líder de la manada debería bajarle un poco los humos. Eso no quiere decir en ningún caso que se deba maltratar físicamente al animal o humillarlo de ningún modo. Y no olvide que a él nunca le importará que sea usted su líder. Puede que al principio se resista algo, principalmente con el fin de ver hasta dónde puede llegar, pero no se lo tomará a mal una vez que le haya demostrado que su energía es más fuerte que la de él.
Todas las dificultades que he presentado aquí pueden evitarse si usted no olvida que su perra es eso, una perra, no un ser humano, y si le concede la importancia debida a trabajar para llenar la vida de su perra como ella llena la suya. En el capítulo 7 describiré el sencillo método que sigo yo para crear una perra feliz y equilibrada, pero antes quiero tratar los casos más graves en los que se solicita mi ayuda: casos de agresividad en «zona roja».
Imagínese lo siguiente: vuelve usted a casa, a su piso, tras haber hecho algo de compra. El ascensor se detiene en su planta y las puertas se abren silenciosas. Lo primero y lo último que ve son dos presas canarios de casi sesenta kilos que se sueltan de la correa de su ama y se abalanzan contra usted.
Así terminó la vida de Diane Whipple, una joven de 33 años entrenadora de lacrosse que vivía en San Francisco, en enero de 2001. Los dueños de los perros han sido condenados por asesinato involuntario y han pasado cuatro años en la cárcel. Puede que ésta sea la muerte más famosa por ataque de perro en Estados Unidos, pero no es la única ni mucho menos. De media, dieciocho personas mueren al año por ataques de perros
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. Gastamos más de ciento sesenta y cinco millones de dólares en tratar al casi millón de mordeduras graves que ocurren cada año
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. Las mordeduras de perros son responsables del 44 por ciento de los traumatismos faciales que se atienden en los hospitales de Estados Unidos
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. Y trágicamente, el 60 por ciento de las víctimas de mordeduras en la cara son niños
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. La mayoría de los perros responsables de las mordeduras engrosarán las estadísticas: son parte de los dos millones setecientos mil animales que son sacrificados en los refugios cada año
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No olvide que los animales no premeditan esos ataques. No son «asesinos natos», y tampoco se han transformado de la noche a la mañana en asesinos. A diferencia de un asesino humano sentenciado a muerte por sus crímenes, ninguno de estos animales distingue entre el bien y el mal, y no tienen el concepto de arrebatar la vida a nadie, ya sea animal o humano. Como he dicho antes, no hay moralidad en el reino animal; sólo supervivencia. Si los perros recurren a la violencia es porque actúan movidos por el instinto de supervivencia que les empuja a luchar o huir. Las agresiones peligrosas no son la causa, sino el resultado de un problema de comportamiento del animal. Y en un número mayor de casos de lo que cabría esperar el comportamiento agresivo de un can ha sido deliberadamente exacerbado e incluso animado por los mismos humanos que supuestamente son sus cuidadores.
En la naturaleza los perros son predadores y están programados para defender físicamente sus territorios. Pero la agresión contra los humanos u otros perros nunca debería permitirse en los canes domésticos que viven con nosotros. En ningún caso. Si vamos a ser los líderes de nuestros perros, la primera norma de la manada debe ser «¡Prohibidas las agresiones violentas!».
Mi reputación como especialista en comportamiento canino proviene de la rehabilitación de las razas más imponentes de perros: pitbull, rottweiler, bóxer y pastor alemán. Me encantan los perros fuertes y musculosos aunque hay que reconocer que no son adecuados para cualquiera. Desgraciadamente cuando la dueña de un perro no puede manejar a animales tan llenos de energía y fuerza, ella misma, el animal y a veces cualquier inocente que se tope con ellos puede sufrir.
Tengo la convicción de que más del 90 por ciento de las agresiones en zona roja se pueden evitar. La mayoría de casos en que se requiere mi intervención es precisamente ése el motivo: comportamiento agresivo. Y en los más de veinte años que llevo trabajando con perros sólo he conocido dos casos en zona roja que no podían rehabilitarse para vivir con humanos. Basándome en mi propia experiencia, quizá el 1 por ciento de todos los perros que han acudido a mí con problemas de agresividad tienen un desequilibrio mental o su convivencia con humanos los ha dañado de tal modo que no pueden reinsertarse con garantías en la sociedad. El resultado de estas situaciones es que estamos conduciendo a la muerte a muchos animales que no se lo merecen porque su único delito ha sido encontrarse con una cuidadora inadecuada.
La primera vez que me encontré con un animal en zona roja fue en Estados Unidos. Antes había visto perros rabiosos, perros que se peleaban los unos con los otros, pero, cuando uno de los canes establecía su dominancia consiguiendo que el otro se tirara al suelo ante él, la contienda casi siempre terminaba ahí. En la naturaleza el comportamiento amenazador suele bastar para evitar la agresión. A menos que un animal sea débil y deba ser ejecutado por la manada, mantener las agresiones al mínimo es algo que beneficia al grupo en sí. Antes de llegar a Estados Unidos nunca había visto un perro que no detuviera su comportamiento agresivo, bien fuera tirando al otro perro al suelo, persiguiendo o asustando a una persona, una vez que le hubieran propinado un mordisco de advertencia. Pero la zona roja es una cuestión completamente distinta. Se trata de matar, ya sea a otro animal o a un ser humano. No tiene nada que ver con la dominancia ni con la territorialidad. La intención del perro es asaltar a su objetivo hasta acabar con él. Hasta arrebatarle la vida.
Un can en zona roja no te escucha ni aunque lo sujetes. No importa si ese perro ha sido tu compañero de toda la vida ni que duerma en tu misma cama. Una vez que se le enciende esa luz roja en el cerebro es como si tú dejaras de existir. El animal forcejeará contigo y preferiría morir que cesar en el ataque. Puedes golpearle o gritarle, que no te oirá. Nada le afecta. Su misión es matar y está por encima de cualquier dolor que puedas infligirle, y de hecho gritar o golpear a un perro en ese estado sólo acelerará o intensificará su estado letal. Es un perro con una fijación… pero una fijación mortal.
Que un animal alcance esa zona roja no es algo que ocurra de la noche a la mañana. Por eso resulta tan trágico que sea evitable.
«Nunca me hubiera imaginado que fuese capaz de hacer algo así. ¿Cómo anticiparse a semejante cosa, a algo tan grotesco? ¿Cómo puedes anticiparte al hecho de que un perro que conoces, que es amable, cariñoso y tranquilo, pueda hacer algo tan horrible, tan brutal y espantoso?
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»
Éstas son las palabras que Marjorie Knoller pronunció en su propia defensa en el juicio por asesinato de Diane Whipple. Irónicamente, Marjorie y su compañero Robert Noel parecían ser los únicos en su barrio de San Francisco que no habían «anticipado» un comportamiento tan «grotesco» en su pareja de presas canarios cruzados con mastín, Bane y Hera. Ambos animales estaban ya en zona roja cuando los dos abogados los adoptaron y, en palabras de un veterinario que les envió una carta de advertencia sobre sus animales, ambos eran «una bomba de relojería» a punto de estallar.
La historia de esa absurda y evitable muerte empezó con un interno de la prisión de Folsom a quien Marjorie y Robert defendían, y a quien pertenecían los animales que, quién sabe por qué, acabaron adoptando. El interno estaba intentado poner en marcha desde la cárcel un negocio ilegal de cría de presa canario. Razas tan poderosas como los presas canario, el mastín napolitano y los pitbull son explotadas por su fuerza extrema y sus tendencias territoriales, y desgraciadamente se encuentran condenados a llevar una existencia de «gladiadores» en peleas ilegales de perros o como guardas de lugares en los que se trafica con drogas, laboratorios de fabricación de sustancias estupefacientes y otras actividades delictivas.
En el caso de San Francisco los dos presas, Bane y Hera, había estado al cuidado de una mujer que tenía una granja cerca de la cárcel. Los animales atacaron y mataron varios pollos, una oveja y un gato, y la mujer decidió que no quería saber más de ellos; muerta de miedo los ató en un rincón remoto de la propiedad, lo cual sólo sirvió para aumentar su frustración y su agresividad. Por fin el recluso convenció a sus dos abogados de ciudad de que adoptasen a los perros.
Con la experiencia de matar animales indefensos en la granja Bane y Hera estaban ya en la zona roja. Nadie los corrigió después de lo que hicieron. Se limitaron a desterrarlos al rincón. Los dos perros acabaron en la ciudad a cargo de unos dueños inexpertos, encerrados en un piso de un solo dormitorio, lo cual siguió acrecentando su frustración. Recibieron mucho afecto de sus nuevos dueños, pero el modo en que se lo devolvían, saltando sobre ellos, era sólo otra forma de dominación. Parece ser que los sacaban a menudo a pasear, pero los perros iban siempre delante, arrastrando prácticamente a sus dueños y dominándolos durante todo el paseo. Tras la tragedia varios testigos dijeron que habían visto a Marjorie Knoller persiguiendo prácticamente a los perros, que tiraban de sus correas totalmente fuera de control.
En la ciudad no había ovejas o pollos sobre los que desatarse. Los índices bajos de energía que presentían provenían siempre de seres humanos. Cuando entraban en el ascensor de su casa, lo único que tenían que hacer era gruñir para que nadie se atreviera a entrar. La gente se hacía a un lado cuando veía a aquellos dos formidables animales en la calle, una relación causa efecto que hacía crecer su sentido de la dominación. Para ellos un humano que proyectaba temor no era distinto a un pollo o una oveja que les temiera. El miedo es siempre miedo. Es debilidad. Energía débil. Nadie había puesto coto a su comportamiento agresivo y dominante cuando atacaron a los animales en la granja, y seguían sin hacerlo. Los perros no tenían ni idea de por qué la mujer de la granja los había apartado; sólo sabían que un comportamiento dominante y agresivo era el modo de sobrevivir y de conseguir lo que querían. ¿Por qué iban a cambiar?
Ojalá se pudiera dar marcha atrás al reloj y que esta historia no llegara al mismo final. Empezaría preparando a estos perros desde el primer día para hacerles comprender que la agresión no es aceptable. Punto. Hacer algo así con una raza tan fuerte de perro requiere grandes cantidades de trabajo y energía. Lo ideal sería que esta clase de animal realizase entre cuatro y ocho horas de ejercicio y actividades primarias al día. Deberían haber sido socializados desde que eran cachorros para aceptar a otros animales y a otros perros como miembros del clan, y por supuesto a los humanos (y muy especialmente a los niños) como líderes de la manada. Nunca se les debería haber animado a participar en juegos de tira y afloja o de pelea. A medida que el perro se hace mayor, siempre va a terminar ganando en esa clase de juegos, lo que va a hacer crecer la percepción que el animal tiene de su propia dominancia. Sus amos nunca deberían haber usado el dolor como forma de castigo. Estos animales hubieran necesitado un humano excepcionalmente fuerte, firme y sereno como líder de su manada.
Para aquellos que aducen que la culpa recae sobre la raza del perro, es cierto que los presas, los mastines napolitanos, los pitbull y los rottweiler fueron criados en sus inicios para ser los «gladiadores» caninos, pero son animales y perros antes que razas. Esa misma intensa energía puede ser dirigida y canalizada hacia otras actividades. Los humanos también eran gladiadores en el pasado, pero en la actualidad esa energía se ha canalizado en el baloncesto, el béisbol, el fútbol y el jockey. Los presas canarios se criaron originalmente para ser perros de guarda, pero en España también se les dieron labores de pastoreo. Y un perro pastor no mata al ganado al que defiende. Los presas y sus parientes han demostrado ser magníficos perros de exposición. Su energía física y psicológica se ha volcado en un espléndido comportamiento en las exhibiciones.
La raza no tiene por qué determinar necesariamente el comportamiento de un perro, pero los canes de gran energía tienen necesidades especiales y necesitan también de personas especiales, dedicadas y responsables. Desgraciadamente esos dos abogados no estaban preparados para hacerse cargo de unos animales así. Llevaron a los perros a recibir clases de obediencia, pero, como usted ya sabe a estas alturas, aprender a responder a órdenes no sirve para eliminar el miedo, la ansiedad el nerviosismo, la dominancia o la agresividad de un perro.
Los dueños dijeron que «adoraban» a sus animales, pero, como ya hemos visto, el afecto no es lo que nuestros perros necesitan de nosotros por encima de todo. También necesitan reglas y límites, y, según declaró un testigo en el juicio, daba la impresión de que los dueños de los perros eran negligentes o, siendo generosos, poco firmes con las reglas. Un vecino al que uno de los perros mordió dijo que el único comentario que hizo Robert Noel después del incidente fue: «Mmm… qué interesante». Otros testigos declararon haber visto a los dos perros atacar a otros perros un par de días antes del asesinato. Una mujer que se dedicaba de modo profesional a pasear los perros de otras personas testificó que cuando le sugirió a Noel que pusiera bozal a sus perros él la mandó al cuerno y la insultó.