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Authors: César Millán & Melissa Jo Peltier

Tags: #Ensayo

El encantador de perros (22 page)

BOOK: El encantador de perros
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Diane Whipple, la víctima inocente, también había recibido un mordisco de uno de los perros, y desde aquel día les tenía un pánico atroz, hasta tal punto que cambiaba de camino con tal de no acercarse a ellos en el edificio. Los propietarios de los perros no sólo no se disculparon tras el incidente, sino que tampoco buscaron ayuda profesional que garantizara que no fuesen un peligro en el futuro. Puesto que no hicieron nada de nada, garantizaron con su pasividad que la siguiente ocasión en que los animales se encontraron con la temerosa Diana Whipple volvió a convertirse en su objetivo.

El ataque que sufrió aquella mujer fue digno de una película de terror. Duró entre cinco y diez minutos, y el forense declaró que sólo las suelas de los zapatos y la parte superior de la cabeza estaban intactas. Murió en el hospital apenas transcurrida una hora del ataque. Dos muertes innecesarias siguieron a la tragedia: la de Bane y Hera. Bane, el macho, recibió la eutanasia el mismo día del ataque. Yo ofrecí mis servicios para rehabilitar a Hera. Aquellos perros no eran asesinos natos, sino que los humanos les habían enseñado a serlo. Pero a pesar de que estoy convencido de que Hera habría podido tener la posibilidad de rehabilitarse la opinión pública ya había sellado su suerte. Aunque hubiese sido capaz de cambiar su comportamiento, nadie habría vuelto a confiar en ella.

Creando un monstruo

Antes he dicho que los líderes de la manada nacen, no se hacen. Los perros en zona roja son el caso opuesto: se hacen, no nacen así. Los humanos transformamos a los perros en monstruos de zona roja. Empezamos ya hace miles de años con la cría de razas destinadas a pelear, buscando determinadas características en ellas y cruzándolos después con ejemplares similares. Los pitbull y los bullterrier se criaron en la era victoriana para la práctica inhumana de las peleas de perros y los encierros. Se los elegía por su capacidad de morder la pata de un toro con fuerza y sin que la presión de las mandíbulas se rebajase en ningún momento. Los rottweiler son los descendientes de los perros romanos de pastor. Viajaron con el ejército romano cuando éste se extendió por toda Europa, guardando a sus ingentes rebaños de ganado de los ataques de lobos y otras alimañas
[7]
. Durante la invasión de Bretaña en el año 55 a.C. Julio César describió cómo los ancestros de los mastines peleaban al lado de sus amos. Aquellos perros mostraban tanto valor que se los llevaron a Roma y allí los enfrentaron a otros perros, a toros, leones, tigres e incluso gladiadores humanos en el Circo Máximo
[8]
. Aquellos antiguos mastines eran los ancestros de Bane y Hera, los presas canarios que mataron a Diane Whipple.

Criábamos aquellos perros para ser guerreros, pero bajo su armadura son sólo perros, unos con armas más poderosas que otros. No empiezan su vida como seres agresivos y peligrosos; podemos socializarlos desde cachorros para que se lleven bien con niños, humanos e incluso gatos y otros animales. Aunque combatir lo llevan en la sangre, necesitan que se les guíe para que aflore ese instinto. En la Norteamérica contemporánea las peleas de perros son ilegales, pero son mucho más habituales de lo que cabría esperar. Las criadoras de pitbull creen que el único modo de preservar la «pureza» de la línea americana de pitbull terrier es demostrar su coraje, es decir, su capacidad para luchar hasta la muerte. Por ello organizan eventos en los que lanzan a sus perros a un ring y eliminan a los que consiguen sobrevivir pero no están al nivel que ellas esperan. Los animales que pierden bien son asesinados por sus propietarias o abandonados en la calle. A veces tienen suerte y los recoge alguna organización de rescate. Normalmente son los servicios de control animal quienes los recogen y acaban sacrificándolos si no consiguen encontrarles una casa, normalmente por la sencilla razón de que tienen la forma de un pitbull, un presa o un Rottie. Y a veces atacan y matan a otros perros… o a alguna persona.

Últimamente se ha puesto de moda entre los «machos» y los miembros de pandillas llevar perros corpulentos y duros a su lado, que esgrimen como si fuera artillería de cuatro patas. Las peleas ilegales de perros han llegado a convertirse en una actividad popular entre las bandas. En ellas se apuestan fuertes sumas a qué perro quedará vivo al final del combate. Sin embargo, no hay que pensar que las peleas de perros son sólo cosa de bandas y delincuentes. Según el
New York Daily News
en Estados Unidos existe una trama subterránea que organiza peleas de perros en las que miles de dólares cambian de mano.

«Somos como una sociedad secreta en el último deporte no sistematizado que queda», presume la persona cuyas palabras recoge el artículo. «Tenemos aficionados de todas las clases sociales: celebridades, gente de Wall Street y gente corriente también»
[9]
. No importa de dónde provengan esos animales; lo verdaderamente estremecedor es que a quienes les gusta semejante deporte sangriento llevan a veces a sus hijos, lo que crea un círculo vicioso de brutalidad. Están insensibilizando a la nueva generación ante la crueldad hacia los animales, y hacia la violencia en general.

Las criadores de pitbull, presa canario, mastín napolitano y otros perros para peleas transforman a esos inocentes perros en asesinos abusando de ellos. Cuando son jóvenes, no se les permite ser cachorros; tienen que ser guerreros constantemente. Empiezan golpeándolos en la cabeza a una edad temprana, dándoles comida con salsa picante, haciéndolos rabiar, dejando que los ataquen perros de más edad… todo porque creen que así se harán duros. Los golpean y los pinchan hasta que consiguen que enseñen los dientes, y en ese punto dejan de hacerlo. De ese modo aprenden a enseñar los dientes como acto de supervivencia. Compran pollos y dejan que el perro los persiga, alabando su comportamiento. Después atan al pollo para que el perro pueda aprender a matar, y el animal no tiene elección posible. Cuando dejan de serles útiles, se desprenden de ellos como si fueran basura, a veces abandonándolos en algún descampado o simplemente en la cuneta de cualquier carretera. Ésa es la razón de que puedan verse tantos perros de razas fuertes, pitbull, cruces de pitbull, bóxer, rottweiler, mastines y pastores alemanes en los refugios. Muchas veces se considera imposible encontrarles casa y terminan durmiéndolos. Mi Centro de Psicología Canina es el hogar de muchos perros que fueron considerados causas perdidas antes de que llegasen a mis manos para ser rehabilitados. Algunos de estas «causas perdidas» están ahora viviendo felices con familias o son grandes trabajadores para la policía o para organizaciones de búsqueda y rescate.

Para quienes se dedican a criar pitbull y otras razas destinadas a actividades ilegales todo se reduce a cuestión de imagen. Creen que pasearse con un perro musculoso lleno de cicatrices, con las orejas destrozadas y una cadena al cuello les confiere el aspecto de chicos duros y ganan automáticamente el estatus de tipos malos. Por suerte para sus perros, o al menos para aquellos que sobreviven y llegan a tener la oportunidad de ser rehabilitados, esos «tipos duros» suelen ser malos entrenadores y peores dueños. Primero, al empezar a maltratarlos a una edad temprana, el animal queda más traumatizado por la pelea que deseoso de mantenerla. Se vuelve temeroso, ansioso y tenso, de modo que pelea sólo por temor o por la innata respuesta de luchar o huir.

La ineficacia de sus dueños es la razón de que la rehabilitación de esos animales suela ser un éxito. En primer lugar, intento imbuir calma en ellos. El animal reconoce inmediatamente que esta situación es mucho mejor que la anterior por la que estaban pasando. A diferencia de los humanos, que tenemos la capacidad (o la maldición) de mantenerlos para siempre sometidos a abusos, los animales siempre tienden al equilibrio. Automáticamente su cerebro dice «por fin puedo descansar». Es un alivio para ellos salir por fin del estado de tensión constante. Siguen siendo pitbull, en efecto, pero ante todo son perros, y los perros no tienen razones naturales para matarse entre sí, de modo que, cuando bloqueo esos genes, la verdadera naturaleza del perro puede florecer. El cerebro deja de enviar señales de pitbull, que quedan reemplazadas por las de perro.

Razas y agresiones

Aunque no existe una raza determinada en los animales en zona roja, es cierto que, estadísticamente, los pitbull son responsables de la mayoría de mordeduras ocurridas en Estados Unidos; en concreto de 41 de las 144 víctimas mortales habidas desde el año 2000, según la National Canine Research Foundation (Fundación Nacional de Investigación Canina). Los rottweiler ocupan el segundo puesto, con veintitrés ataques. Estas cifras son el motivo de que se hayan prohibido los pitbull en doscientas ciudades en todo el territorio nacional, incluidas Miami, Cincinnati y Pawtucket, Rhode lsland
[10]
. En algunos estados las propietarias de una vivienda no pueden asegurarla o tienen que pagar grandes primas si son dueñas de determinadas razas. Por ejemplo, la aseguradora Allstate no cubre viviendas en las que haya pitbull, akita, bóxer, chow chow, doberman, rottweiler, presa canario o híbridos de lobo
[11]
. Aunque el hecho de tener que pagar primas más altas pueda ser un modo de estimular la responsabilidad de los dueños de un perro, opino que la prohibición de determinadas razas no es la solución al problema. [Resulta interesante que la American Kennel Club (Organización Americana de Criadores) ni siquiera reconozca al pitbull como una raza en sí misma]. Marcar a una determinada raza con la etiqueta de proscrita es un parche fácil y rápido, pero no la solución para evitar mordeduras y ataques.

Lo cierto es que cualquier raza de perro puede llegar a constituir un caso en zona roja. Es la energía del can y el tamaño de la víctima los que determinan la extensión del daño. Otras razas también han atacado a personas. Por ejemplo, en el año 2000, un pequeño ejemplar cruce de pomerania mató a una niña de seis semanas en el sur de California. En 2005 un husky siberiano, raza que suele considerarse menos agresiva, atacó a una niña de 7 años en Rhode Island con resultado fatal
[12]
. El responsable de tales hechos suele ser el dueño, y no la raza, y mucho menos el animal en sí. Del mismo modo, casi todos los perros pueden llegar a ser compañeros obedientes y buenos aunque provengan de una raza considerada «agresiva». No hay que olvidar que la agresión no es el estado natural del perro, sino el resultado de un desequilibrio. Todo se centra en los lazos y la relación que unan al perro con el líder de su grupo y la capacidad de éste de mostrarse sereno y firme.

TABLA 1

Emily en zona roja

Uno de los episodios más impresionantes del programa
Dog Whisperer
trataba el caso de una pitbull de 6 años llamada Emily que se hallaba en zona roja. Este caso ilustraba, entre otras muchas cosas, que, cuando creamos un estereotipo de una raza esperando siempre de ella lo peor, el resultado suele ser que creamos lo que más tememos.

Nadie podría imaginarse un cachorro más bonito que Emily. Desde su nacimiento resultó ser una cachorra pequeña para su raza, con una capa blanca lechosa moteada en marrón. Cuando Jessica, una adolescente, comprobó que una de esas manchas tenía la forma exacta de un corazón, supo que Emily era especial. Son características tan encantadoras como ésta lo que nos hacen encariñarnos con un animal y animarnos a llevárnoslo a casa a veces sin comprender de verdad hasta dónde llega nuestra responsabilidad para con el animal.

Jessica se enamoró de Emily a primera vista y, actuando por impulso, se la llevó a casa. Vivía con su padre, Dave, quien siempre había permitido que su hija se saliera con la suya mientras crecía. No quería que la niña tuviese un perro y, cuando supo que el can que había elegido era un pitbull, se opuso todavía más. Siempre había oído que los pitbull eran animales peligrosos e incontrolables, pero Emily, de cachorra, era el animal más encantador que había visto nunca, así que, como suele ocurrir, cedió a los deseos de su hija.

Resultó que, como Dave nunca había impuesto a su hija ni reglas ni límites, Jessica tampoco se los impuso a Emily. Al mismo tiempo Dave veía crecer a Emily con cierto temor. «Algún día llegará a ser un animal peligroso», se decía consciente o inconscientemente y, aunque quería mucho a la perra, no podía quitarse ese pensamiento de la cabeza. Como he intentado ilustrar en este libro, las ideas que tenemos sobre un determinado animal se transforman en energía… energía que ese animal recoge. Nuestras impresiones acaban transformándolos en lo que son. No es que se trate de un truco de prestidigitador, sino que la energía se comunica de mil formas distintas: en el modo en que acariciamos a un perro, el modo en que nos ocupamos de él, los olores y las emociones que les transmitimos. Durante su etapa de cachorro Emily vivió con un dueño que se estaba preparando para tenerle miedo. Andaba como de puntillas junto a ella sin poder dejar de pensar que cuando fuera mayor sería un enorme y malvado pitbull, y mientras tanto permitiendo que corriera desenfrenada por toda la casa, que ladrase ferozmente a otros perros cuando iban de paseo y que los dominase a él y a su hija en cualquier actividad y en todos los sentidos.

Emily creció también en una casa en la que nunca tenía contacto con otros miembros de su especie. Eso les ocurre a muchos perros. A algunos canes dulces, despreocupados y de media o baja energía no les afecta. Pueden tener 5 años la primera vez que van a un parque de perros y actuar como si llevasen conociéndose de toda la vida. Pero muchos perros no son animales despreocupados. Muchos de ellos, especialmente los que han pasado por un refugio, son como Emily. Se muestran muy sensibles, irritables y extremadamente receptivos a la energía de sus dueños. La primera vez que llevaron a Emily a dar un paseo se mostró agresiva con todos los perros que se le acercaron. Y Jessica y Dave siempre la consolaron haciéndole mimos cada vez que el animal mostraba ese comportamiento agresivo, por lo que Emily dedujo que su papel era el de proteger a la familia.

Cuando yo conocí a Emily, tenía 6 años y era un animal dulce con sus compañeros humanos siempre que no le pidieran algo. Sin embargo, con los demás perros estaba tan en zona roja como sea posible estarlo. Tan sólo con oler a otro perro cerca de ella cuando salía de paseo se volvía loca. Ladraba, daba tirones de la correa e intentaba atacar. Tan fuerte tiraba que había estado a punto de ahogarse, pero el dolor no le afectaba… síntoma claro de perro en zona roja, que son capaces de hacerse daño a sí mismos en su frenesí por matar. Dave tenía miedo de que Emily no sólo hiriera a otro perro, sino a cualquier persona que se interpusiera entre ella y ese perro. Preocupados por el temperamento de Emily, dejaron de sacarla de paseo. Durante años la dejaron corretear por su modesto jardín, donde su frustración y su agresividad siguieron creciendo. Dave y Jessica habían creado el mismo monstruo que tanto temían: un pitbull muy peligroso.

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