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Authors: Herbert Marcuse

El hombre unidimensional (13 page)

BOOK: El hombre unidimensional
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Al censurar el inconsciente e implantar la consciencia, el superego también censura al censor, porque la conciencia desarrollada registra el acto malo prohibido no sólo en el individuo sino también en su sociedad. Al contrario, la pérdida de consciencia debido a las libertades satisfactorias permitidas por una sociedad sin libertad, hace posible una
conciencia feliz
que facilita la aceptación de los errores de esta sociedad. Es el signo de la autonomía y la comprensión declinantes. La sublimación exige un alto grado de autonomía y comprensión; es una mediación entre el consciente y el inconsciente, entre los procesos primarios Y los secundarios, entre el intelecto y los instintos, la renuncia y la rebelión. En sus formas más logradas, como por ejemplo la obra artística, la sublimación llega a ser el poder cognoscitivo que derrota la supresión inclinándose ante ella.

A la luz de la función cognoscitiva de este modo de sublimación, la desublimación triunfante en la sociedad industrial avanzada revela su verdadera función conformista. Esta liberación de la sexualidad (y de la agresividad) libera a los impulsos instintivos de buena parte de la infelicidad y el descontento que denuncian el poder represivo del universo establecido de la satisfacción. Desde luego, hay una infelicidad general, y la conciencia feliz es bastante débil: una delgada superficie que apenas cubre el temor, la frustración y el disgusto. Esta infelicidad se presta fácilmente a la movilización política; sin espacio para el desarrollo consciente, puede llegar a ser la reserva instintiva de una nueva manera fascista de vida y muerte. Pero hay muchas formas en las que la infelicidad bajo la conciencia feliz puede volverse una fuente de fuerza y cohesión para el orden social. Los conflictos del individuo desgraciado parecen ahora mucho más fáciles de curar que aquellos que provocaron el «malestar de la civilización» de Freud, y parecen estar definidos mucho más adecuadamente en términos de la «personalidad neurótica de nuestro tiempo» que en los de la eterna lucha entre Eros y Tanatos.

La forma en la que la desublimación controlada puede debilitar la rebeldía instintiva contra «el principio de realidad» establecido puede apreciarse mediante el contraste entre la representación de la sexualidad en la literatura clásica y romántica y en nuestra literatura contemporánea. Si uno selecciona de entre las obras que están, en su misma sustancia y forma interior, determinadas por la relación erótica, ejemplos tan esencialmente diferentes como
Fedra
, de Racine,
Las afinidades electivas
, de Goethe,
Las flores del mal
, de Baudelaire,
Ana Karenina
de Tolstoi, la sexualidad aparece consistentemente en una forma altamente sublimada, «mediatizada» y reflexiva; pero dentro de esta forma es absoluta, sin ningún compromiso, incondicional. La dominación de Eros es, desde el principio, también la de Tanatos. La realización es destrucción, no en un sentido moral o sociológico, sino ontológico. Está más allá del bien y del mal, más allá de la moral social y así permanece más allá del alcance del principio de realidad establecido, que este Eros niega y ataca.

En contraste, la sexualidad desublimada es clara en los alcohólicos de O'Neill y los salvajes de Faulkner, en el
Tranvía llamado Deseo
y
La gata sobre el tejado de zinc
, en
Lolita
, en todos los cuentos de orgías en Hollywood y en Nueva York, en las aventuras de las amas de casa de los nuevos suburbios. Todo esto es infinitamente más realista, osado, desinhibido. Es uña y carne de la sociedad en la que los hechos ocurren, pero no es su negación en ningún lado. Lo que ocurre es sin duda salvaje y obsceno, viril y atrevido, bastante inmoral y, precisamente por eso, perfectamente inofensivo.

Liberada de la forma sublimada que es el signo esencial de sus sueños irreconciliables —una forma que es el estilo, el lenguaje en que la historia es contada—, la sexualidad se convierte en un vehículo de los
best-sellers
de la opresión. No se puede decir de ninguna de las mujeres sexuales de la literatura contemporánea lo que Balzac dijo de la prostituta Esther: que la suya era una ternura que florecía sólo en el infinito. Esta sociedad convierte todo lo que toca en una fuente potencial de progreso y explotación, de cansancio y satisfacción, de libertad y opresión. La sexualidad no es una excepción.

El concepto de desublimación controlada implica la imposibilidad de una liberación simultánea de la sexualidad reprimida y de la agresividad, posibilidad que parece incompatible con la noción de Freud de la cantidad fija de energía instintiva disponible para la distribución entre los dos impulsos primarios. De acuerdo con Freud, el fortalecimiento de la sexualidad (libido) implicaría necesariamente un debilitamiento de la agresividad, y viceversa. Sin embargo, si la liberación de la libido, socialmente permitida y favorecida, va a ser la de una sexualidad parcial y localizada, será equivalente a una compresión del hecho de la energía erótica, y esta desublimación será compatible con el crecimiento de formas de agresividad tanto no sublimadas como sublimadas; una agresividad que crece desenfrenada en la sociedad industrial contemporánea.

¿Ha alcanzado un grado de normalización en que los individuos se estén acostumbrando al riesgo de su propia disolución y desintegración en el curso de una prevención nacional normal? O, ¿esta aceptación se debe por completo a su imposibilidad de hacer algo contra ella? En cualquier forma, el riesgo de una posible destrucción realizada por el hombre ha llegado a ser un elemento normal, tanto en el patrimonio mental como en el material de la gente, de forma que ya no sirve para atacar o negar el sistema social establecido. Más aún, como parte de su vida diaria puede incluso ligarlos a este sistema. La conexión económica y política entre el enemigo absoluto y el alto nivel de vida (¡y el nivel deseado de empleo!) es suficientemente transparente, pero también suficientemente racional para ser aceptada.

Asumiendo que el instinto de destrucción (en último término: el instinto de la muerte) es un amplio componente de la energía que alimenta la conquista técnica del hombre y la naturaleza, parece que la creciente capacidad de la sociedad para manipular el progreso técnico también aumenta su
capacidad para manipular y controlar este instinto
, por tanto, para satisfacerlo «productivamente». Entonces la cohesión social será fortalecida en sus más profundas raíces instintivas. El riesgo supremo, e incluso el hecho de la guerra, será afrontado no sólo con una resignada aceptación, sino también con una aprobación instintiva por parte de las víctimas. En este aspecto, también tendremos una desublimación controlada.

La desublimación institucionalizada parece ser así un aspecto de la «conquista de la trascendencia» lograda por la sociedad unidimensional. Del mismo modo que esta sociedad tiende a reducir e incluso a absorber la oposición (¡la diferencia cualitativa!) en el campo de la política y de la alta cultura, lo hace en la esfera instintiva. El resultado es una atrofia de los órganos mentales adecuados para comprender las contradicciones y las alternativas y, en la única dimensión permanente de la racionalidad tecnológica, la
conciencia feliz
llega a prevalecer.

Esta refleja la creencia de que lo real es racional y de que el sistema establecido, a pesar de todo, proporciona los bienes. La gente es conducida a encontrar en el aparato productivo el agente efectivo del pensamiento y la acción a los que sus pensamientos y acciones personales pueden y deben ser sometidos. Y en esta transferencia el aparato asume también el papel de un agente moral. La conciencia es absuelta por la reificación, por la necesidad general de las cosas.

En esta necesidad general, no hay lugar para la culpa. Un hombre puede dar la señal que liquide a cientos y miles de personas y luego declararse a sí mismo libre de todo cargo de conciencia y vivir felizmente después. Los poderes antifascistas que derrotaron al fascismo en el campo de batalla gozan de los beneficios de los científicos, los generales y los ingenieros nazis; tienen la ventaja histórica de los que han llegado después. Lo que empieza como el horror de los campos de concentración se convierte en la práctica de gente enfrenada para vivir en condiciones anormales: una existencia humana subterránea y el consumo diario de alimentos radiactivos. Un sacerdote cristiano declara que no es contrario a los principios cristianos evitar por todos los medios posibles que tu vecino entre a tu refugio contra bombas. Otro sacerdote cristiano contradice a su colega y dice que sí lo es. ¿Quién tiene razón? De nuevo la neutralidad de la racionalidad tecnológica se muestra por encima de la política y otra vez se muestra como espuria, porque, en ambos casos, sirve a la política de dominación,

El mundo de los campos de concentración… no era una sociedad excepcionalmente monstruosa. Lo que vimos allí era la imagen, y en cierto sentido la quintaesencia, de la sociedad infernal en la que nos sumergimos cada día.
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Parece ser que incluso las más horribles trasgresiones pueden ser reprimidas de tal manera que, para todo propósito práctico, han dejado de ser un peligro para la sociedad. O, si su erupción conduce a perturbaciones funcionales en el individuo (como en el caso del piloto de Hiroshima) no perturba el funcionamiento de la sociedad. Una clínica para enfermos mentales se encarga de la perturbación.

La Conciencia Feliz no tiene límites: organiza juegos con la muerte y la desfiguración en los que la diversión, el trabajo de equipo, la importancia estratégica se mezclan para alcanzar la armonía social. La Rand Corporation, que conjuga estudios académicos, investigaciones, lo militar, el clima y la buena vida, informa sobre estos juegos en un estilo de absolvente exactitud, en sus «RANDom News», volumen 9, número 1, bajo el encabezamiento de Más Vale A Salvo Que Arrepentido. Los cohetes están listos, la bomba de hidrógeno espera, los vuelos espaciales avanzan y el problema es «cómo proteger a la nación y al mundo libre». A todo esto, los estrategas militares están preocupados, porque «el coste de aceptar riesgos, de experimentar y cometer un error, puede ser terriblemente alto». Pero en ese momento interviene la Rand; la Rand remedia todo e «invenciones como la Seguridad Rand entran en escena». La escena dentro de la cual entran es inclasificable. Es una escena en la que «el mundo se convierte en un mapa, los proyectiles son meramente símbolos (¡viva el poder tranquilizador del simbolismo!) y las guerras son sólo (sólo) planes y cálculos escritos en un papel…» Dentro de este cuadro, la Rand ha transformado el mundo en un interesante juego técnico y uno puede tomarlo con calma: los «estrategas militares pueden obtener una valiosa experiencia "sintética" sin ningún riesgo».

JUGANDO EL JUEGO

Para comprender el juego uno debe participar, porque la comprensión está «en la experiencia».

Debido a que los jugadores SEGUROS provienen de casi todos los departamentos de Rand tanto como de la Fuerza Aérea, podemos encontrar un físico, un ingeniero y un economista en el equipo Azul. El equipo Rojo incluirá un número igualmente variado de participantes.

El primer día se emplea en un estudio común de en qué consiste el juego y cuáles son las reglas. Cuando los equipos están ya sentados alrededor de los mapas en sus cuartos respectivos, el juego empieza. Cada equipo recibe su declaración política del Director de Juego. Estas declaraciones, generalmente preparadas por un miembro del Grupo de Control, dan una idea de la situación mundial en el momento del juego, alguna información sobre la política del equipo contrario, de los objetivos que debe encontrar el equipo y de su presupuesto. (Las políticas cambian con cada juego para explorar un amplio campo de posibilidades estratégicas.)

En nuestro hipotético juego, el objetivo Azul es mantener una capacidad de disuasión a lo largo de juego; o sea, mantener una fuerza capaz de devolver los golpes a los Rojos para que los Rojos no deseen arriesgarse con un ataque. (El equipo Azul también recibe alguna información sobre la política de los Rojos.)

La política Roja consiste en lograr una superioridad de fuerza sobre los Azules. Los presupuestos de Azules y Rojos son semejantes a los presupuestos actuales de defensa…

Es alentador saber que el juego ha sido jugado desde 1961 en Rand, «abajo, en nuestro sótano laberíntico, en algún lugar bajo la cafetería» y que «listas en las paredes de los cuartos de Rojos y Azules registran las armas disponibles y los materiales que compran los equipos… Cerca de setenta artículos en total». Hay un «Director de Juego» que interpreta las reglas, porque aunque «el libro de reglas completado con diagramas e ilustraciones tiene sesenta y seis páginas», durante el juego se presentan problemas inevitablemente. El Director de Juego también tiene otra importante función: «sin advertir previamente a los jugadores», «puede introducir la guerra para tener una medida de la efectividad de las fuerzas militares en juego. Pero entonces, el tablero anuncia: «Café, Pasteles e Ideas.» ¡Calma! El «juego continúa durante los períodos restantes, hasta 1972 en que termina. Entonces los equipos Rojo y Azul entierran los proyectiles y se sientan juntos para tomar café y pasteles en la sesión
post mortem
. Pero no descansen demasiado: hay «una situación mundial real que no puede trasponerse efectivamente a Seguridad», y ésta es: «la negociación». Se lo agradecemos: la única esperanza que queda en la situación del mundo real está más allá de los alcances de Rand.

Por supuesto, en el campo de la Conciencia Feliz, el sentido de culpa no tiene lugar y el cálculo se encarga de la conciencia. Cuando todo está en la hoguera, no hay otro crimen que el de rechazar la totalidad o no defenderla. El crimen, la culpa y el sentimiento de culpabilidad se convierten en un problema privado. Freud encontró en la psique del individuo los crímenes de la humanidad, en la historia del caso individual la historia de la totalidad. Este nexo fatal es suprimido con éxito. Aquellos que se identifican con la totalidad, que se instalan como líderes y defensores de la totalidad pueden cometer errores, pero no pueden hacer mal! no son culpables. Pueden llegar a sentirse culpables otra vez cuando esta identificación ya no exista, cuando se hayan ido.

4. EL CIERRE DEL UNIVERSO DEL DISCURSO

En el estado actual de la historia, todo escrito político sólo puede confirmar un universo policíaco, del mismo modo que todo escrito intelectual sólo puede instituir un para-literatura, que ya no se atreve a decir su nombre.

Roland Barthes

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