El jardín de Rama (41 page)

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Authors: Arthur C. Clarke & Gentry Lee

Tags: #Ciencia ficción

BOOK: El jardín de Rama
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—Me pregunto si es incluso posible —interrumpió ahora Katie— que discurramos sobre algunos temas más triviales como por ejemplo, ¿dónde está toda la gente joven de mi edad? Hasta ahora no creo haber visto más de dos colonos que tengan entre doce y veinticinco años.

—La mayor parte del grupo joven está a bordo de la
Niña
—respondió Kenji—. Debe de arribar dentro de tres semanas, con la mayor parte de la población colonial. Los pasajeros de la
Pinta
fueron cuidadosamente seleccionados para comprobar la veracidad del vídeo que recibimos.

—¿Qué es veracidad? —preguntó Katie.

—Verdad y exactitud —dijo Nicole—. O algo así. Era una de las palabras favoritas de tu abuelo. Y… hablando de tu abuelo, él también estaba realmente convencido de que a los jóvenes siempre se les debía permitir
escuchar
la conversación de los adultos pero no interrumpirla… Esta noche tenemos muchas cosas que discutir con los Watanabe. Ustedes cuatro no tienen por qué quedarse…

—Quiero salir y ver las luces —dijo Benjy—. ¿Vendrías conmigo, por favor, Ellie?

Ellie Wakefield se puso de pie y tomó a Benjy de la mano. Los dos dijeron «buenas noches» con cortesía y fueron seguidos a través de la puerta por Katie y Patrick.

—Salimos a ver si podemos encontrar algo emocionante para hacer —dijo Katie, mientras se iban—. Buenas noches, señor y señora Watanabe. Mamá, volveremos dentro de unas dos horas, más o menos.

Nicole meneó la cabeza cuando el último de sus hijos dejó la casa.

—Katie estuvo tan alterada desde que arribó la
Pinta
—dijo a modo de explicación—, que apenas si duerme de noche. Quiere conocer y conversar
con todo el mundo
.

El biot Lincoln, que ya había terminado con la cocina, estaba discretamente parado al lado de la puerta, detrás de la silla de Benjy.

—¿Querrían algo para beber? —les preguntó Nicole a Kenji y Nai, haciendo un ademán en dirección del biot—. No tenemos algo tan delicioso como las bebidas a base de frutas frescas que ustedes trajeron de la Tierra pero Linc puede elaborar en un santiamén algunas mescolanzas sintéticas interesantes.

—No, gracias —dijo Kenji, negando con la cabeza—. Pero recién me acabo de dar cuenta de que hemos pasado toda la velada hablando sobre la increíble odisea de ustedes. Por cierto que deben de tener preguntas para hacemos a nosotros. Después de todo, en la Tierra transcurrieron cuarenta y cinco años desde que se lanzó la
Newton
.

Cuarenta y cinco años
, pensó repentinamente Nicole.
¿Es eso posible? ¿Puede ser que Genevieve realmente tenga casi sesenta años?

Nicole recordaba con claridad la última vez que había visto a su padre y a su hija en la Tierra. Pierre y Genevieve la habían acompañado hasta el aeropuerto de París. Su hija la abrazó con tremenda fuerza hasta la última llamada para abordar y después alzó la mirada, llena de intenso amor y orgullo, hacia Nicole. Los ojos de la muchacha estaban llenos de lágrimas. Genevieve no había podido decir nada.
Y, durante esos cuarenta y cinco años, mi padre murió. Genevieve se convirtió en una mujer mayor, hasta en abuela quizá… mientras y o estuve vagando por el tiempo y el espacio. En un país de maravillas
.

Los recuerdos eran demasiado poderosos para Nicole. Respiró hondo y se calmó. Todavía había silencio en la sala de estar de los Wakefield cuando Nicole regresó al presente.

—¿Está todo bien? —preguntó Kenji con sensibilidad. Nicole asintió con la cabeza y se quedó mirando los ojos sinceros y de mirada suave de su nuevo amigo. Durante un breve instante imaginó que estaba hablando con su compañero de vuelo de la
Newton
, Shigeru Takagishi.
Este hombre está lleno de curiosidad, como lo estaba Shig. Puedo confiar en él. Y habló con Genevieve hace sólo unos años
.

—La mayor parte de la historia general de la Tierra se nos explicó, en pedacitos y fragmentos, durante nuestras muchas conversaciones con los demás pasajeros de la
Pinta
—dijo Nicole, después de un prolongado silencio—. Pero no sabemos absolutamente nada sobre nuestras familias salvo lo que ustedes nos dijeron brevemente esa primera noche. Tanto a Richard como a mí nos gustaría saber si ustedes recuerdan detalles adicionales que se pudieran haber omitido en nuestras primeras conversaciones.

—A decir verdad —dijo Kenji—, esta tarde repasé mis diarios personales y volví a leer las anotaciones que hice cuando estaba efectuando las investigaciones preliminares para mi libro sobre la Newton. El hecho más importante que olvidé mencionar en nuestra discusión anterior fue cuánto se parece Genevieve a su padre, por lo menos de la boca para abajo. El rostro del rey Henry era llamativo, como estoy seguro usted recordará. Cuando adulta, el rostro de Genevieve se alargó y se empezó a parecer al de él de modo muy marcado… Aquí, mire estas fotos. Logré encontrar un par de fotografías de los tres días que pasé en Beauvois almacenadas en mi base de datos.

Ver las fotografías de Genevieve abrumó a Nicole. Las lágrimas acudieron presurosas a sus ojos y le bañaron las mejillas. Las manos le temblaban cuando sostuvo las dos fotografías de Genevieve y del marido, Louis Gastón.

Oh, Genevieve
, lloró Nicole para sus adentros,
cómo te extraño. Cómo me hubiera gustado tenerte en mis brazos, aunque más no fuera que por un instante
.

Richard se inclinó sobre el hombro de Nicole para ver las fotos. Al hacerlo, la acarició suavemente con las manos.

—Ciertamente se parece algo al príncipe —comentó tiernamente—, pero creo que se parece mucho más a la madre.

—Genevieve también fue sumamente atenta —añadió Kenji—, lo que me sorprendió si se tiene en cuenta lo mucho que debió de haber sufrido durante toda la conmoción con los medios de prensa en 2238. Respondió a mis preguntas con mucha paciencia. Yo pretendía hacer de Genevieve una de las piezas principales del libro sobre la
Newton
hasta que mi editor me disuadió por completo de ese proyecto.

—¿Cuántos de los cosmonautas de la
Newton
siguen vivos? —preguntó Richard, manteniendo la conversación mientras Nicole contemplaba las fotografías.

—Únicamente Sabatini, Tabori y Yamanaka —repuso Kenji—. El doctor David Brown tuvo una apoplejía generalizada y seis meses después murió en circunstancias un tanto fuera de lo común. Estimo que fue en 2208. El almirante Heilmann murió de cáncer en 2214, más o menos. Irina Turgenyev sufrió un colapso nervioso total, víctima del síndrome de “Regreso a la Tierra” identificado en algunos de los cosmonautas del siglo XXI. Finalmente, se suicidó en 2211.

Nicole todavía estaba luchando con sus emociones.

—Hasta hace tres noches —le dijo a la Watanabe cuando la sala volvió a estar en silencio—, ni siquiera le había dicho a Richard, ni a nuestros hijos, que Henry era el padre de Genevieve. Mientras viví en la Tierra, sólo mi padre supo la verdad. Henry lo pudo haber sospechado pero no lo sabía con seguridad. Después, cuando usted me habló sobre Genevieve, me di cuenta de que yo debía ser la que se lo contara a mi familia. Yo…

La voz de Nicole se fue debilitando y en sus ojos aparecieron más lágrimas. Se secó el rostro con uno de los pañuelos de papel que le alcanzó Nai.

—Lo siento —dijo Nicole—. Nunca soy así. Es tan sólo que produce tal conmoción ver una fotografía y recordar tantas cosas…

—Cuando vivíamos en Rama Dos y después en El Nodo —dijo Richard—, Nicole era un modelo de estabilidad. Era una roca. No importaba con qué nos topáramos o si era algo fuera de lo común, Nicole permanecía inconmovible. Los niños, Michael O'Toole y yo, todos dependíamos de ella. Resulta sumamente extraño verla…

—Suficiente —exclamó Nicole, después de secarse el rostro. Hizo la fotografía a un lado—. Pasemos a otros temas. Hablemos sobre los cosmonautas de la
Newton
, Francesca Sabatini en particular. ¿Obtuvo lo que quería? ¿Fama y fortuna más allá de todo parangón?

—Bastante —dijo Kenji—. Yo no había nacido durante su apogeo, en la primera década del siglo, pero aún ahora sigue siendo muy famosa. Fue una de las personas a las que hace poco entrevistaron en televisión, en relación con la importancia de volver a colonizar Marte.

—Nicole inclinó el torso hacia adelante, desde la silla:

—No les dije eso durante la cena, pero estoy segura de que Francesca y Brown le dieron una droga a Borzov para producirle los síntomas de apendicitis. Fue ella, deliberadamente, la que me dejó en el fondo de ese pozo en Nueva York. Esa mujer carecía de escrúpulos por completo.

Kenji permaneció en silencio durante varios segundos.

—Allá por 2208, poco antes de que el doctor Brown muriera, tuvo períodos ocasionales de lucidez, dentro de su estado general de incoherencia. Durante uno de esos períodos le concedió una entrevista extraordinaria al cronista de una revista, durante la cual confesó haber tenido responsabilidad parcial en la muerte de Borzov, y la implicó a Francesca cuando usted desapareció. La
Signora
Sabatini dijo que todo el artículo era “pura palabrería, la enloquecida efusión de un cerebro enfermo”, demandó a la revista por cien millones de marcos y, finalmente, llegó a un cómodo acuerdo fuera de la corte. La revista despidió al cronista y formalmente le pidió disculpas.

—Francesca siempre vence al final —señaló Nicole.

—Casi resucité toda la cuestión hace tres años —continuó Kenji—, cuando estaba haciendo las investigaciones para mi libro. Como habían transcurrido más de veinticinco años, todos los datos provenientes de la misión Newton pertenecían al dominio público y, en consecuencia, estaban disponibles para cualquiera que los pidiera. Encontré el contenido de su computadora personal, incluido el datacubo que debió de haber venido de Henry, esparcido por toda la telemetría de corriente lenta. Quedé convencido de que la entrevista con el doctor Brown ciertamente había contenido elementos de veracidad.

—¿Entonces qué pasó?

—La fui a entrevistar a Francesca, en su palacio de Sorrento. Muy poco después, dejé de trabajar en el libro…

Kenji vaciló durante un instante:
¿debo decir más?
, se preguntó. Miró fugazmente a su afectuosa esposa:
no
, se dijo,
éste no es el momento ni el lugar
.

—Lo siento Richard.

Él estaba casi dormido cuando oyó la suave voz de su esposa en el dormitorio.

—¿Eh? —dijo Richard—. ¿Dijiste algo, querida?

—Lo siento —repitió Nicole. Rodó hasta quedar con su cuerpo junto al de él y debajo de las sábanas tomó la mano de Richard—. Debí haberte contado lo de Henry, años atrás… ¿Todavía estás enojado?

—Nunca estuve enojado —dijo Richard—. Quizá sorprendido e incluso asombrado, pero no enojado. Tuviste tus razones para mantenerlo en secreto. —Le apretó la mano—. Además, eso fue allá en la Tierra, en otra vida. Si me lo hubieras dicho cuando nos conocimos, podría haber tenido importancia Me podría haber sentido celoso y, casi con seguridad, me habría sentido inferior. Pero no ahora.

Nicole se inclinó y le dio un beso.

—Te amo, Richard Wakefield —le dijo.

—Y yo te amo a ti —le respondió él.

Kenji y Nai hicieron el amor por primera vez desde que dejaron la
Pinta
y ella se durmió de inmediato. Kenji todavía estaba sorprendentemente alerta. Permaneció tendido en la cama, despierto, pensando en la velada transcurrida con los Wakefield.

Por algún motivo, una imagen de Francesca Sabatini se le apareció en el pensamiento.
La más hermosa mujer de setenta años que haya conocido
, fue su primer pensamiento,
y qué vida tan fantástica
.

Kenji recordó con claridad aquella tarde de verano, cuando su tren había ingresado en la estación de Sorrento. El conductor del taxi eléctrico había reconocido la dirección de inmediato.


Capisco
—había dicho, agitando las manos y conduciendo en dirección a
il palazo Sabatini
.

Francesca vivía en un hotel reciclado, que daba hacia la bahía de Nápoles. Era una estructura de veinte habitaciones que alguna vez le había pertenecido a un príncipe del siglo XVII. Desde el despacho en el que esperaba a que apareciera la
Signora
Sabatini, Kenji podía ver un funicular que transportaba bañistas, descendiendo por un abrupto precipicio hacia las azules aguas que estaban abajo.

La
Signora
llegó media hora más tarde de lo previsto y en seguida se mostró impaciente porque la entrevista terminara. Dos veces Francesca le informó a Kenji que únicamente había accedido a hablar con él porque su editor le había dicho que se trataba de un “destacado escritor joven”.

—Francamente —dijo Francesca en su excelente inglés—, a esta altura de las circunstancias encuentro que toda discusión sobre la
Newton
es sumamente aburrida.

Su interés por la conversación aumentó considerablemente cuando Kenji le habló sobre los “nuevos datos”, los archivos de la computadora personal de Nicole, que se habían enviado a la Tierra por telemetría, en “modalidad lenta”, durante las semanas finales de la misión. Francesca quedó en silencio, casi pensativa, cuando Kenji comparó las anotaciones personales que Nicole había realizado con la “confesión” hecha por el doctor David Brown al cronista de una revista, en 2208.

—Lo subestimé, señor —dijo Francesca con una sonrisa, cuando Kenji le preguntó si no creía ella que resultaba una “notable coincidencia” que el diario de Nicole en la
Newton
y la confesión de David Brown tuvieran tantos puntos de concordancia. Francesca nunca contestó esas preguntas en forma directa. En cambio, se puso de pie en el despacho, insistió en que Kenji se quedara para la velada y le dijo que hablarían más tarde.

Cerca del crepúsculo, una nota llegó a la habitación que Kenji ocupaba en el palacio de Francesca, en la que se le decía que debía usar saco y corbata. Un robot llegó a la hora fijada y lo condujo a un magnífico comedor, con paredes cubiertas con murales y tapices, arañas refulgentes que pendían del alto cielo raso, y delicadas tallas en todas las molduras. La mesa estaba puesta para diez comensales. Francesca ya estaba ahí, parada cerca de un pequeño robot que servía la mesa, en un costado de la enorme habitación.


Kon ban wa, Watanabe-san
—dijo Francesca en japonés, al tiempo que le ofrecía una copa de champagne—. Estoy renovando las salas principales de estar, por lo que me temo que tomaremos nuestro cóctel aquí. Todo es muy
gauche
, como dirían los franceses, pero habrá que tolerarlo.

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