Despertó muy poco después del amanecer en la cama de Boruelal. Gurgeh se vistió y salió sigilosamente del recinto universitario.
Recorrió la habitación con la mirada. Los primeros rayos de sol empezaban a caer sobre el paisaje que rodeaba a Ikroh y se abrían paso por el vestíbulo entrando a chorros por las ventanas que daban al fiordo, cruzando la habitación y saliendo por las ventanas orientadas hacia las faldas de las montañas. Los trinos de los pájaros hacían vibrar el fresco aire del amanecer.
No había nada más que llevarse, ni una sola cosa más que recoger. La noche anterior había ordenado a los robots de la casa que transportaran el baúl lleno de ropa a la
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, pero ahora se preguntaba por qué se había tomado esa molestia. El trayecto en la nave de guerra sería bastante corto y no tendría que cambiarse muchas veces de ropa, y cuando llegara al VGS podía encargar todo lo que deseara. Decidió llevarse consigo unos cuantos adornos personales e hizo que la casa transmitiera copias de todas sus imágenes fijas y en movimiento a la memoria de la
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. Lo último que hizo fue quemar la carta que había escrito para confiarla a la custodia de Boruelal y remover las cenizas en la chimenea hasta convertirlas en polvo finísimo. No quedaba nada más que hacer.
–¿Listo? –preguntó Worthil.
–Sí –dijo Gurgeh. Tenía la cabeza despejada y ya no le dolía, pero se sentía un poco cansado y estaba seguro de que aquella noche no le costaría nada conciliar el sueño–. ¿Aún no ha llegado?
–Ya está en camino.
Estaban esperando a Mawhrin-Skel. La unidad había recibido la notificación oficial de que su caso iba a ser revisado como favor especial a Gurgeh, y se le comunicó que había muchas posibilidades de que acabara consiguiendo un puesto en Circunstancias Especiales. Mawhrin-Skel había enviado un acuse de recibo, pero no se había presentado. Iría a verles cuando Gurgeh estuviera a punto de partir.
Gurgeh se sentó para esperar su llegada.
La unidad bajó por la chimenea unos minutos antes de la hora fijada para la salida y quedó flotando sobre los morillos.
–Mawhrin-Skel... –dijo Worthil–. Justo a tiempo.
–Creo que voy a ser reincorporado al servicio activo –dijo la más pequeña de las dos unidades.
–Así es –dijo Worthil con voz jovial.
–Estupendo. Estoy seguro de que mi amiga, la UOR
Cañonera diplomática
, seguirá mi carrera futura con gran interés.
–Naturalmente –dijo Worthil–. Ya me imaginaba que lo haría.
Los campos de Mawhrin-Skel emitieron un destello rojo y anaranjado. La unidad fue hacia Gurgeh. Sus placas grises brillaban y los rayos del sol que invadían la habitación hacían que sus campos resultaran casi invisibles.
–Gracias –dijo Mawhrin-Skel–. Te deseo un buen viaje y mucha suerte.
Gurgeh se reclinó en el sofá y alzó los ojos hacia la diminuta unidad. Pensó en varias réplicas posibles, pero no utilizó ninguna de ellas. Lo que hizo fue ponerse en pie, tirar de los faldones de su chaqueta y volverse hacia Worthil.
–Creo que estoy listo –dijo.
Mawhrin-Skel les observó salir de la habitación, pero no intentó seguirles.
Gurgeh subió a bordo de la
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.
Worthil le mostró los tres tableros primarios del Azad que ocupaban tres de las protuberancias del efector dispuestas alrededor de la parte central de la nave, y le acompañó al hangar del módulo instalado en la cuarta protuberancia y a la piscina que el astillero había instalado en la quinta porque la premura con que se les avisó hizo que no se les ocurriera nada mejor y no les gustaba la idea de dejarla vacía. Los tres efectores del morro seguían allí, pero estaban desconectados y desaparecerían cuando la
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atracara en el muelle del
Bribonzuelo
. Worthil le enseñó sus aposentos, y Gurgeh los encontró más que aceptables.
La hora de la partida llegó con una sorprendente rapidez y Gurgeh se despidió de la unidad de Contacto. Tomó asiento en la sección de espera y observó como la pequeña unidad se alejaba flotando por el corredor que llevaba hasta la compuerta de la nave. Después se volvió hacia la pantalla y le ordenó que mostrara una imagen del exterior. El pasillo provisional que unía la nave a la galería de tránsito de Ikroh empezó a retroceder y el largo tubo que formaba parte de las entrañas de la nave fue retrayéndose hasta quedar encajado en el casco.
Un instante después la imagen de la base de la Placa empezó a encogerse sin ningún sonido o aviso previo. La nave siguió alejándose y la Placa se confundió con las otras tres Placas que formaban aquel lado del Orbital, pasó a ser un segmento más de una línea bastante gruesa que fue empequeñeciéndose rápidamente hasta convertirse en un puntito, y la estrella del sistema de Chiark apareció con toda su brillantez detrás del puntito. La luz de la estrella se fue debilitando muy deprisa y Gurgeh comprendió que su viaje al Imperio de Azad acababa de empezar.
¿Siguen ahí?
Una pequeña nota acerca del texto dirigida a quien pueda interesar (vamos, sean un poco pacientes conmigo).
Aquellos de ustedes que tengan la desgracia de no estar leyendo o escuchando esto en marain quizá utilicen un lenguaje carente del número o tipo de pronombres personales necesarios, por lo que será mejor que dé algunas explicaciones sobre este aspecto de la traducción.
Como sabe cualquier escolar el marain –el lenguaje quintaesencialmente maravilloso de la Cultura (eso es lo que les dirá la Cultura)– posee un pronombre personal que abarca a los varones, las hembras, los sexos intermedios, neutros, infantes, unidades, Mentes, otras máquinas conscientes y a todas las formas de vida que se las hayan arreglado para exhibir cualquier cosa remotamente parecida a un sistema nervioso y los rudimentos del lenguaje (o una buena excusa para no tener ninguna de las dos cosas). Naturalmente, hay ciertas formas de especificar el sexo de una persona en marain, pero no se utilizan en las conversaciones cotidianas. En el lenguaje-como-arma-moral-orgulloso-de-serlo arquetípico el mensaje es que sólo hay una cosa importante, chavales, y es el cerebro; las glándulas sexuales casi nunca merecen que nos tomemos la molestia de hacer una distinción.
Por lo tanto en los pasajes que siguen Gurgeh se conforma con pensar en los azadianos igual que pensaría en cualquier (ver lista un poco más arriba)... Pero ¿y vosotros, oh desafortunados, posiblemente brutales, probablemente efímeros e indudablemente mucho menos dotados ciudadanos de alguna sociedad que no pertenece a la Cultura, y me refiero especialmente a quienes han sido injustamente tratados por la providencia en cuanto al número de sexos (y os advierto que los azadianos usarían términos bastante más fuertes)?
¿Cómo nos referiremos al triunvirato de sexos azadianos si no queremos utilizar vocablos alienígenas de aspecto chocante o frases-no-palabras tan rechinantes como incómodas?
Calma, calma. He escogido utilizar los pronombres naturales y obvios para designar al macho y a la hembra, y he optado por referirme a los intermedios –o ápices– con el término pronominal que mejor indique el puesto que ocupan dentro de su sociedad, y siempre en relación al equilibrio de poder sexual existente en la vuestra. En otras palabras, la traducción exacta depende de si vuestra civilización (voy a permitirme la posibilidad de errar en aras de la generosidad terminológica) está dominada por los machos o por las hembras.
(Naturalmente, quienes puedan afirmar sin faltar a la veracidad que su civilización no está dominada por ninguno de los dos sexos tendrán su propio término adecuado.)
Bueno, creo que ya hemos hablado bastante del asunto.
Veamos... Hemos sacado a Gurgeh de la Placa Gevant en el Orbital de Chiark y le hemos hecho subir de forma más bien apresurada a una nave militar a la que se ha despojado de su armamento y que se dirige hacia una cita con el Vehículo General de Sistemas
Bribonzuelo
el cual viaja en dirección a las Nubes.
Puntos A Meditar:
¿Comprende Gurgeh lo que ha hecho y lo que puede ocurrirle? ¿Ha empezado a sospechar que quizá se le haya engañado? ¿Y sabe en qué jaleo se ha metido?
¡Por supuesto que no!
¡Y eso hace que todo resulte mucho más divertido!
Gurgeh había viajado en muchos cruceros durante su existencia y en el más largo de ellos, hacía ya unos treinta años, había llegado a alejarse varios miles de años luz de Chiark, pero pocas horas después de haber subido a la
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ya estaba empezando a sentir el abismo de años luz que la nave iba interponiendo entre él y su hogar de una forma tan molesta como palpable y que no había previsto..., y la nave seguía acelerando. Gurgeh estuvo un rato sentado delante de la pantalla que mostraba a la estrella de Chiark brillando con un resplandor entre blanco y amarillo que iba disminuyendo de intensidad a cada momento que pasaba, pero su sensación de estar muy lejos de ese astro era todavía más fuerte de la que habría podido esperarse iba a producir lo visto en la pantalla.
Antes nunca había captado la falsedad de aquellas representaciones, pero estar sentado en la algo anticuada zona de espera y relaciones sociales con los ojos clavados en la pantalla rectangular de la pared hizo que no pudiera evitar la sensación de que se había convertido en un actor o una pieza minúscula de los circuitos de la nave. Gurgeh empezó a tener la sensación de que formaba parte de la imagen del Espacio Real que flotaba ante sus ojos, y de que era tan falso como ella.
Quizá fuera por el silencio. No sabía por qué, pero había esperado ruidos. La
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estaba abriéndose paso a través de algo llamado el ultraespacio con una aceleración cada vez mayor; la velocidad de la nave se aproximaba a su límite máximo con una rapidez que aturdió el cerebro de Gurgeh apenas la vio expuesta en forma de números sobre la pantalla mural. Ni tan siquiera sabía qué era el ultraespacio. ¿Sería lo mismo que el hiperespacio? Intentó consolarse pensando que por lo menos había oído hablar del hiperespacio, aunque sabía muy poco sobre ese... lo que fuera. La terrible velocidad a que se desplazaba no impedía que la nave estuviera sumida en un silencio casi absoluto, y Gurgeh empezó a experimentar una sensación tan extraña como enervante, como si la vieja nave de guerra que había pasado todos aquellos siglos protegida de los estragos del tiempo aún no se hubiera despertado del todo y los acontecimientos que tenían lugar dentro de su esbelto casco siguieran rigiéndose por un tiempo distinto y más lento compuesto a partes iguales de sueños y realidad.
La nave no parecía tener muchas ganas de iniciar una conversación con él. En circunstancias normales eso no habría molestado a Gurgeh, pero ahora se convirtió en otro factor que aumentaba su sensación de incomodidad. Salió de su camarote y fue a dar un paseo por el angosto corredor de cien metros de longitud que llevaba hasta la parte central de la nave. El corredor de paredes desnudas apenas si tenía un metro de anchura y el techo estaba tan bajo que Gurgeh podía tocarlo sin necesidad de estirarse. Gurgeh creyó oír un leve zumbido que parecía venir de cuanto le rodeaba. Llegó al final del corredor y se metió por otro cuyo suelo parecía inclinarse en un ángulo de por lo menos treinta grados, pero que se niveló apenas puso los pies en él (causándole un fugaz momento de mareo). El corredor terminaba en la protuberancia de un efector que el astillero había utilizado para instalar uno de los tableros de juego principales.
El tablero se extendía ante él con un torbellino de formas geométricas y colores cambiantes. Era un auténtico paisaje que ocupaba más de quinientos metros cuadrados, con las hileras de pirámides de niveles amontonados formando un territorio tridimensional que aumentaba todavía más aquella extensión. Gurgeh fue hacia el inmenso tablero y se preguntó si no habría aceptado enfrentarse con un hueso demasiado duro de roer.
Recorrió la vieja protuberancia del efector con la mirada. El tablero ocupaba algo más de la mitad del suelo y reposaba sobre las planchas de metalispuma instaladas por el astillero. La mitad del volumen espacial se encontraba bajo los pies de Gurgeh. Una sección transversal del espacio destinado al efector habría tenido forma más o menos circular, y las planchas y el tablero describían un diámetro a través de ese círculo para acabar confundiéndose con el casco de la nave que se extendía más allá de la protuberancia. El techo de un gris metalizado se curvaba suavemente sobre su cabeza a unos doce metros de distancia.
Gurgeh fue hacia una escotilla y se adentró en el cuenco tenuemente iluminado que había debajo del suelo de metalispuma. Aquel espacio saturado de ecos estaba aún más vacío que el de arriba. La eliminación del armamento había sido llevada a cabo sin dejar rastro de los sistemas, y sólo había unas cuantas compuertas y algunos agujeros poco profundos esparcidos por la superficie del cuenco. Gurgeh se acordó de Mawhrin-Skel y se preguntó qué habría sentido la
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cuando le arrancaron las garras.
–Jernau Gurgeh.
Gurgeh se volvió al oír su nombre y vio un cubo consistente en una estructura casi esquelética de componentes que venía flotando hacia él.
–Hemos alcanzado nuestro Punto de Agregación Terminal y estamos viajando a una velocidad aproximada de ocho coma cinco kiloluces en el ultraespacio uno positivo.
–¿De veras? –preguntó Gurgeh.
Contempló el cubo de medio metro de arista y se preguntó qué piezas serían sus ojos.
–Sí –dijo la unidad controlada a distancia–. Llegaremos a nuestra cita con el VGS
Bribonzuelo
aproximadamente dentro de ciento dos días a contar desde este momento. Estamos recibiendo instrucciones del
Bribonzuelo
sobre cómo se juega al Azad y la nave me ha ordenado que le diga que pronto estará en condiciones de empezar a jugar. ¿Cuándo desea empezar?
–Bueno... Preferiría esperar un poco –dijo Gurgeh. Manipuló los controles de la escotilla y el campo le hizo subir lentamente hasta llegar a la zona iluminada. La unidad le siguió–. Antes quiero instalarme –dijo–. Necesito hacer un poco más de trabajo teórico antes de empezar a jugar.
–Muy bien. –La unidad empezó a alejarse, pero se detuvo–. La nave desea advertirle de que sus procedimientos habituales incluyen la vigilancia interna y continua de todo el volumen contenido dentro del casco, lo cual hace que su terminal resulte innecesaria. ¿Le parece satisfactorio o preferiría que los sistemas de observación internos fueran desactivados y utilizar su terminal para ponerse en contacto con la nave?