CAPÍTULO 59
De la ciudad de Cinguy, no muy grande, y del gran río de Quian
Después de salir de la ciudad de Sianfu se encuentra a XV millas al siroco la ciudad de Singuy, no muy grande, aunque cuenta con un sinfín de naves, pues está situada a la orilla del río mayor que existe en el mundo, que se llama Quian, que tiene de anchura unas veces diez millas, otras, ocho, otras seis, y más de cien jornadas de longitud. En este río hay más naves que en todo el mar y en todos los ríos aquende el mar, y bajan por él más mercaderías que por todas las tierras en todos los lugares aquende el mar. Yo, Marco, vi en el puerto de esta ciudad de Cinguy alrededor de cinco mil, que navegaban por el curso del río. Las naves gruesas de aquella región están cubiertas de un sobrado y no tienen sino un mástil para el velamen. La carga de cada una asciende por lo general al número y peso de cuatro mil cántaras; algunas, no obstante, transportan XII mil cántaras, entendiendo cántaras a la manera de las naves de Venecia. Por tanto, la carga de las naves oscila entre las cuatro y las XII mil cántaras, subiendo o bajando de estas cantidades según el calado. No se sirven de maromas de cáñamo salvo para el mástil de la nave y la vela, pero fabrican cuerdas con las grandes cañas de que se ha hecho mención arriba, que tienen XV pasos de longitud, con las que traen a veces la nave a la sirga por el río. En efecto, parten las cañas y, atando unos con otros los cabos cortados, hacen sogas muy largas, pues algunas alcanzan CCC pasos de longitud, y son más fuertes que las maromas de cáñamo.
CAPÍTULO 60
De la ciudad de Tanguy
Tanguy es una pequeña ciudad a la orilla del mencionado río al cierzo. Todos los años se recoge allí una inmensa cosecha de grano y de arroz, que después es llevada a la corte del Gran Kan a la ciudad de Cambalú; la trasladan desde ese lugar a Cathay por ríos y lagos. El Gran Kan ha mandado hacer muchos y grandes canales en buen número de parajes, para que las naves puedan pasar de un río a otro y llegar a la provincia de Cathay. También puede irse por tierra desde Mangi a Cathay. La corte del Gran Kan se abastece de trigo gracias sobre todo al que se almacena en el puerto de esta ciudad de Calguy. Frontera a la ciudad de Calguy hay una isla en medio del río; se alza allí un monasterio de monjes gentílicos que tiene muchos ídolos. Residen en él CC o más monjes idólatras; es cabeza y regla de numerosos conventos que sirven a ídolos.
CAPÍTULO 61
De la ciudad de Cigianfu
Cigianfu es una ciudad en Mangi donde se hacen muchos trabajos en oro y en seda. Hay allí dos iglesias de cristianos nestorianos, que construyó el nestoriano Masarchis, que obtuvo del Gran Kan el obispado de esa ciudad el año del Señor de MCCLXVIII.
CAPÍTULO 62
De la ciudad de Thinghinguy y de cómo sus moradores fueron matados por haber dado muerte aún ejército de tártaros
Saliendo de la ciudad se va durante tres jornadas al siroco y durante el camino se encuentran ciudades y villas de grandes mercaderías y oficios mecánicos. Más allá, a tres jornadas, se halla la ciudad de Thinginguy, muy grande y famosa. Hay allí gran abundancia de toda suerte de alimentos. Cuando Bayan, príncipe del ejército del Gran Kan, envió sus huestes a conquistar y sojuzgar las ciudades de Mangi, mandó contra Thinginguy a muchos cristianos que se llaman alanos. Como éstos atacaron con enorme coraje la ciudad, los cercados, vencidos por la valentía de los sitiadores, les abrieron sin condiciones sus puertas. Así, pues, todo el ejército entró pacíficamente en el recinto, sin hacer daño a nadie desde el punto y hora en que decidieron someterse a los mandatos del Gran Kan. Los susodichos alanos que habían conquistado la plaza encontraron en ella vino excelente en abundancia, del que bebieron en tanta cantidad que todos se embeodaron. A la noche, apesantados por el vino, cayeron en tan gran modorra que se durmieron todos hasta el último y no hicieron ninguna vela. Los ciudadanos que los habían recibido de paz, al ver esto, los atacaron mientras dormían y los mataron a todos, de manera que no escapó ninguno. Bayan, al recibir la nueva, envió contra ellos un gran ejército y, después de tomar la ciudad por la fuerza, ordenó que todos sus habitantes fueran pasados a cuchillo en castigo de tamaña traición y perfidia. Y se hizo tal como mandó.
CAPÍTULO 63
De la ciudad de Singuy
Singuy es una ciudad noble, cuya circunferencia abarca lx millas. La habita una muchedumbre sin cuento. La provincia de Mangi es tan populosa que, si el pueblo de la tierra fuera aguerrido en las armas, hubiese debido conquistar y vencer todo el resto del mundo; pero viven allí muchos mercaderes y artesanos y entre ellos muchos médicos y filósofos. En esta ciudad hay vi mil puentes de piedra de tan gran altura, que bajo todos ellos puede pasar con holgura una galera, y bajo muchos pueden pasar al tiempo dos galeras. En los montes de aquella ciudad crece ruibarbo y también jengibre en tanta cantidad, que por un veneciano de plata se pueden comprar ochenta libras de jengibre fresco y buenísimo. Esta ciudad tiene bajo su jurisdicción XVI ciudades de grandes mercaderías y muchos oficios mecánicos, y se hacen por tanto allí muchos paños de seda. Se llama Singuy, es decir «ciudad de la tierra», y otra gran ciudad se llama Quinsay, es decir, «ciudad del cielo». Recibieron este nombre aquellas ciudades porque son las más famosas en las partes de Oriente.
CAPÍTULO 64
De la ciudad nobilísima de Quinsay
Saliendo de la ciudad de Singuy se marcha durante cinco jornadas y se encuentran en el camino muchas ciudades importantes, donde se hacen muy grandes contrataciones. Después se llega a la nobilísima ciudad de Quinsay, que en nuestra lengua quiere decir «ciudad del cielo», que es la ciudad mayor del mundo y la principal en la provincia de Mangi. Yo, Marco, estuve en ella y observé con atención sus cualidades, que referiré de manera sucinta y breve tal y como las vi. Su perímetro abarca en cerco cien millas más o menos. Tiene XII mil puentes de piedra de tanta altura, que las naves por lo general pueden pasar por debajo de ellos. La ciudad está en una laguna, como Venecia, y si careciese de puentes, no habría paso por tierra de un barrio a otro; por esta razón se requiere que haya tantos millares de puentes. Existen en ella XII principales oficios mecánicos, y cada uno cuenta con XII mil tiendas, en las que trabajan los artesanos correspondientes. Cada tienda alberga entre aprendices y maestros a X, XV o XX artesanos, y algunas veces llegan a XL. Es tan grande el número de artesanos y mercaderías, que parece cosa increíble a quien no lo haya visto. Los vecinos de la ciudad llevan una vida muy regalada, * * * y ni ellos ni sus esposas trabajan con sus manos, sino que hacen trabajar a otros criados. En efecto, por una constitución antigua es allí costumbre que cada uno tenga en su propia casa la tienda y el oficio que tuvo su padre; y si es rico, no está obligado al trabajo manual. Las de Quinsay son mujeres muy bellas, criadas por lo general en suma molicie. Al mediodía de la ciudad se extiende un gran lago que ciudad mayor del mundo abarca en cerco XX millas. A las orillas del lago en todo su entorno se levantan numerosos palacios y muchas grandes mansiones de los nobles, de maravillosa factura tanto en su interior como en su fachada. Se encuentran también allí iglesias de ídolos. En el centro del lago hay dos islotes, en cada uno de los cuales se eleva un palacio noble y hermoso en extremo, donde se encuentran los aprestos y la vajilla necesaria para las bodas y los banquetes de gala. Si alguien quiere celebrar un festín en un lugar solemne, se dirige allí, donde puede festejar con boato una comida o una boda. Tiene Quinsay muchas y bellísimas casas. Cuenta asimismo cada barrio con pequeñas torres de piedra construidas para el uso comunal, a fin de que, cuando se produce un incendio fortuito, los convecinos puedan llevar allí sus enseres para que no ardan; en efecto, como muchas casas son de madera, con frecuencia prende el fuego en la ciudad. Sus habitantes adoran ídolos, comen carne de caballo, perro y cualquier animal y pagan en moneda del Gran Kan. En Quinsay se monta mucha guardia por orden del Gran Kan, tanto para que sus moradores no se atrevan a rebelarse como para que no tengan lugar robos y homicidios; en cada puente de la ciudad vigilan diez centinelas noche y día. En su recinto hay un monte sobre el que se eleva una torre; sobre la torre hay tablas de madera; así, cuando se declara un fuego en la ciudad, si alcanzan a verlo los guardianes de la torre, golpean las tablas con porras de palo, para que se oiga de lejos el son a la redonda y acudan todos a prestar auxilio; lo mismo se hace si por alguna razón estalla en la ciudad una reyerta o un disturbio. Todas las calles son calzadas de piedra. Hay en Quinsay alrededor de tres mil tinas muy grandes y bellas en las que se bañan con frecuencia los vecinos, que se cuidan muy mucho del aseo corporal. A XXV millas al oriente mas allá de Quinsay está el mar Océano, y a la vera del mar la ciudad de Ganfu, donde hay un puerto excelente al que afluyen naves sin cuento desde la India y otras regiones. Desde la ciudad hasta el mar corre un río por el que llegan a ella las naves, río que atraviesa también muchas otras comarcas. Esta provincia la dividió el Gran Kan en nueve reinos, dando rey propio a cada uno según le plugo. Todos estos soberanos son muy poderosos y están sometidos al Gran Kan; es preciso que cada año rindan cuenta a los oficiales del Gran Kan de todos los ingresos y gastos de su reino, así como de su gobierno. Uno de aquellos monarcas reside continuamente en la ciudad de Quinsay, y tiene bajo su señorío cx1 ciudades. La provincia de Mangi tiene en total MCC ciudades, y en cada una de ellas está puesta una guarnición del Gran Kan, para que no se atrevan a rebelarse, El número de guardianes es maravilloso e incontable; sin embargo, no son todos tártaros, sino que son de tropas diversas y mercenarios del Gran Kan. En Quinsay y en toda la provincia de Mangi existe la costumbre de que, cuando nace un niño, inmediatamente sus padres hacen anotar el día y la hora de su nacimiento y bajo qué planeta ha nacido, pues en todos sus viajes y sus acciones se guían por el juicio de los astrólogos; por eso precisan saber el día y la hora de su nacimiento. Cuando alguien fallece, sus parientes se visten de jerga de cáñamo y queman con grandes cánticos el cadáver del muerto, así como imágenes de sus servidores y criadas y caballos y dineros, todo lo cual se hace de papel; y creen que el difunto alcanzará en la otra vida tantas cosas como han ardido en imagen. Después tañen con gran regocijo música en sus laúdes, diciendo que los dioses lo reciben con la misma pompa con la que incineran su cuerpo. En Quinsay hay un palacio maravilloso, en el que Facfur, otrora rey de Mangi, tenía su corte; es un gran espacio cercado en cuadro por un muro de gran altura, que abarca en su ámbito x millas. Dentro de esos muros hay vergeles muy hermosos con frutos finos y también fuentes y estanques en los que se crían muchos y sabrosísimos peces. En el centro del recinto se alza un palacio hermosísimo y el mayor que existe en el mundo, pues tiene XX salas todas del mismo tamaño, en cada una de las cuales podrían comer al tiempo diez mil hombres, estando colocados todos los comensales con todo desahogo y como manda el protocolo. Hay también salas pintadas y decoradas con trabajo exquisito, así como alrededor de mil aposentos. En Quinsay hay CC «hogares», por usar la expresión italiana vulgar, es decir, tantas familias, que montan CLX romani en un cálculo somero; cada romani comprende X mil hombres. Por tanto, hay tantas familias en total que su número alcanza la suma de un millón y lx mil. En toda la ciudad hay muchos y muy hermosos palacios, pero sólo hay una iglesia de cristianos nestorianos. En Quinsay y en todo su distrito es preciso que cada cabeza de familia escriba sobre la puesta de la casa su nombre, el de su mujer y los de todos los miembros de su casa y su servidumbre, incluso el número de sus caballos. Cuando muere alguien de la familia o cambia de domicilio, es menester que se borre el nombre del difunto o del que se ha ido, y que asimismo se anote el nombre del recién nacido o de quien se ha añadido a la familia. De esta manera se puede saber fácilmente el número de habitantes que tiene la ciudad. También los mesoneros y los que reciben huéspedes registran en sus cuadernos los nombres de todos los viajeros que se acogen en sus hostales y en qué mes y en qué día han entrado en su posada.
CAPÍTULO 65
De las rentas que recibe el Gran Kan en Quinsay y en la provincia de Mangi
Voy a hablar ahora de los ingresos y rentas que percibe el Gran Kan de la ciudad de Quinsay y de toda la provincia de Mangi. Anualmente ingresa el Gran Kan de la sal que se hace en Quinsay y en sus tierras LXXX romanos de oro; cada romano vale ochenta mil sagios de oro, y cada sagio de oro tiene más peso que el florín. De las otras cosas y mercaderías fuera de la sal recibe tributos inmensos e incalculables. En esta provincia hay más azúcar que en las restantes regiones de todo el mundo. Hay también grandísima abundancia de droguería y especia semejantes, y de cada droga recibe el Gran Kan el tres y medio por ciento. Percibe bien grandes ingresos del vino que se hace de arroz y diversas especias, así como de la carne. De los XII oficios que se realizan en Quinsay y en su distrito obtiene grandes rentas. De la seda, de la que hay en Mangi inmensa abundancia, recibe el diez por ciento cuando se vende; también se le da el diez por ciento en otros muchos géneros. Yo, Marco, oí contar las rentas que percibe el Gran Kan del reino de Quinsay, que es la novena parte de la provincia de Mangi, y montaban anualmente las rentas, sin incluir la sal, quince millones y seiscientos mil sagios de oro.
CAPÍTULO 66
De la ciudad de Tampiguy y otras muchas ciudades
Avanzando más allá de la ciudad de Quinsay al siroco se encuentran sin cesar durante una jornada muchos huertos y excelentes labrantíos. Después de esa jornada se avista la ciudad de Tampiguy, que es grande, noble y muy hermosa. Más allá de la ciudad de Tampiguy se halla a tres jornadas la ciudad de Ungi. Durante dos jornadas al siroco se pasa por ciudades y aldeas que están tan próximas y contiguas, que le parece al viajero atravesar una única ciudad. Hay allí infinita abundancia de todos los alimentos, y asimismo cañas más gruesas que en todo el resto de la región, pues tienen cuatro palmos de anchura y XV pasos de longitud. A dos jornadas de allí está la ciudad de Ghenghuy, grande y bella. Después se camina durante dos jornadas al siroco y se hallan a cada paso ciudades y aldeas. En esta región hay muchos leones feroces y enormes. Esta comarca, así como las demás de Mangi, carece de carneros, pero tiene bueyes, cabras, machos cabríos y cerdos en suma cantidad. Después de otras cuatro jornadas está la ciudad de Ciangian, muy grande, que está emplazada en un monte que parte un río en dos brazos, que después corren en direcciones opuestas. A continuación se camina durante tres jornadas y se encuentra la ciudad de Cinguy, que es la última en el señorío de Quinsay.