El libro de Marco Polo (16 page)

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Authors: Marco Polo

Tags: #Aventuras, Histórico

BOOK: El libro de Marco Polo
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CAPÍTULO 10
De la isla de Jana la Grande

Dejando atrás la provincia de Ziamba se navega entre el mediodía y el siroco d millas y se llega a Jana la Grande, que tiene de circunferencia tres mil millas. En esta isla hay un rey que no es tributarlo de nadie. Allí hay extraordinaria abundancia de pimienta, nuez moscada, espique, galanga, cubeba, clavo y otras especias. Acuden a ella muchos mercaderes, ya que obtienen grandes ganancias. Todos los habitantes de la isla son idólatras. El Gran Kan no ha podido todavía sojuzgarla.

CAPÍTULO 11
Sobre la provincia de Laach

Dejando atrás la isla de Jana se navega entre el mediodía y el garbino siete millas y se arriba a dos islas, que se llaman Sandur y Candur DC millas más allá se encuentra la provincia de Laach, que es grande y rica a maravilla. Tiene rey propio y lengua propia, sin pagar tributo a nadie salvo a su soberano, ya que es muy áspera y no puede ser invadida por nadie. Los habitantes de la región son idólatras. En esta comarca crecen brasiles domésticos y grandes como limones, que son muy buenos. También hay muchos elefantes. Asimismo hay porcelana que se utiliza como moneda, de la cual se ha dicho arriba. A esta provincia acuden pocos de otras partes, porque la región dista de ser pacífica.

CAPÍTULO 12
De la isla de Pentain

Después de partir de Laach se navega quinientas millas al mediodía, y se encuentra la isla de Pentain, que es también una región muy salvaje; hay allí bosques de árboles de gran aroma y mucho provecho. Entre la provincia de Laach y Pentain en un compás de XL millas no se encuentra más profundidad en el mar que cuatro pasos, por lo que es preciso que los navegantes alcen el gobernalle o timón. Después se llega al reino de Malciur, donde hay muchas especias en grandísima abundancia. Hay allí también lengua propia.

CAPÍTULO 13
De la isla que se llama Jana la Chica

A cien millas al siroco más allá de Pentain se encuentra la isla que se llama Jana la Chica, que tiene de boj dos mil millas. Hay allí ocho reinos, cada uno con su rey, y también tienen lengua propia. Todos los habitantes de esta isla son idólatras. Asimismo hay abundancia de toda suerte de especias, de las que nunca se ha visto su par aquende el mar. Esta región está situada tan al mediodía, que no se puede divisar desde ella la estrella polar, es decir, la que se llama en romance «tramontana». Yo, Marco, estuve en seis reinos de esta isla, a saber, en el reino de Ferlech, Bosman, Samara, Dragoyam, Lambri y Farfut, pero no estuve en los otros dos. Por tanto, hablaré en primer lugar del reino de Ferlech.

CAPÍTULO 14
Del reino de Ferlech

A causa de los mercaderes sarracenos, de los que acude gran muchedumbre al reino de Ferlech, los habitantes de aquel reino que pueblan la región costera han recibido la ley del miserable Mahoma; en cambio, los que moran en las montanas no tienen ley, sino que viven como bestias y consideran como dios y adoran la primera cosa con la que tropiezan al levantarse por la mañana. Comen la carne de todos los animales, puros e impuros, y también la carne humana.

CAPÍTULO 15
Del reino de Bosman

El reino de Bosman tiene lengua propia. Los hombres son muy bestiales; dicen que están sometidos al Gran Kan, pero no le rinden tributo. Sin embargo, alguna vez le envían joyas de animales salvajes. Hay allí unicornios muy grandes, que son poco menores que elefantes. El unicornio tiene pelo de búfalo, pata parecida a la del elefante y cabeza como el jabalí, que siempre lleva inclinada hacia el suelo; hace su cubil con preferencia en lodazales y es animal muy sucio. En medio de su frente sobresale un único cuerno, muy grueso y negro; tiene la lengua espinosa, erizada de grandes y gruesas púas, con las que causa muchas heridas a hombres y animales. En este reino hay muchos monos de diversas clases: unos son pequeños y tienen la cara parecida a la humana e incluso en el resto de sus miembros se conforman mucho con el hombre. Los cazadores los atrapan y les quitan los pelos, dejando sólo los del mentón y los de otras partes a semejanza humana. Después, los depositan una vez muertos en una pequeña caja y los conservan en especias para que no se pudran; a continuación los secan y los venden a los mercaderes, que los llevan por diversas partes del mundo y hacen creer a muchos que hay hombres así de pequeños. También se hallan en este reino muchos azores negros como cuervos, que cazan las aves a maravilla.

CAPÍTULO 16
Del reino de Samara

Después del reino de Bosman se encuentra en la misma isla el reino de Samara. En ese reino yo, Marco, residí dos meses con mis compañeros, porque no alcanzamos a tener tiempo favorable para la navegación. Así, pues, descendimos en tierra y allí construimos una fortaleza de madera con empalizada, en la que pasábamos la mayor parte del tiempo por temor al pueblo bestial de aquella región, que come con sumo gusto carne humana. En este reino no aparece la estrella polar que se llama en romance «tramontana», ni tampoco se ven las estrellas de la Osa Mayor que el vulgo llama «El Carro». Los habitantes de aquel reino son idólatras y muy bestiales en sus costumbres y muy salvajes. Hay allí peces muy sabrosos en grandísima cantidad. No crece el trigo, sino que hacen el pan de arroz. No tienen viñas, pero hacen vino de la siguiente manera: hay allí muchos árboles pequeños que se asemejan a las palmas, cada uno de los cuales tiene cuatro ramas por lo general; en una determinada época del año hacen una incisión en las ramas y atan a cada corte una orza, en la que recogen el jugo que rezuma el árbol como se destila el aguardiente. Ese líquido fluye con tan gran abundancia, que entre el día y la noche se llena la orza sujeta a la rama. Una vez vaciadas, vuelven a poner las orzas en las ramas, y así se prolonga esta vendimia muchos días. Después riegan con agua el pie del árbol, cuando ya ha dejado de gotear, y a poco vuelve a manar de nuevo el jugo, aunque no es de tanto valor como el primero. De este líquido hacen uso como vino y cosechan gran cantidad; es de sabor muy agradable y tiene color blanco y tinto, igual que el vino. En esta región hay en gran abundancia nueces de la India, que son grandes y buenísimas. Los habitantes de esta región se sirven como comida de todas las carnes sin distinción.

CAPÍTULO 17
Del reino de Dragoyam

El reino de Dragoyam, en el que se adoran ídolos, tiene rey propio y también lengua propia. Sus hombres son muy salvajes. Existe en él la costumbre siguiente: cuando alguien enferma de gravedad, sus parientes llevan ante él a magos y encantadores y les preguntan si podrá sanar; aquéllos responden sobre su salvación o su muerte según la contestación que reciban de los demonios. Si dicen que el paciente no puede convalecer, llaman a los que mejor y con más presteza saben matar a los enfermos, y tapan su boca de suerte que pierda la respiración. Una vez muerto, trocean su carne y la cuecen Y, reuniéndose todos sus parientes, la comen con toda su medula. Dicen, en efecto, que si su carne se pudriese y se convirtiese en gusanos, ellos morirían de hambre y el alma del difunto sufriría por esta razón un gravísimo castigo. A los huesos los sepultan en las cavernas de los montes, para que no los puedan tocar ni los hombres ni las bestias. Cuando los habitantes de aquella región capturan a algún extranjero, si no pueden pagar rescate, lo matan y se lo comen.

CAPÍTULO 18
Del reino de Lambri

Otro reino de la isla susodicha se llama Lambri, en el que hay muchas especias a maravilla. Allí crecen brasiles en grandísima abundancia. Cuando han crecido, los trasplantan y por tres años los dejan en tierra, y después los arrancan con las raíces. Estos brasiles, yo, Marco, los llevé conmigo a Venecia y los hice plantar, pero no lograron brotar porque requieren una tierra muy caliente. Los habitantes de este reino son idólatras. En esta región hay una cosa muy de maravillar: existen muchos hombres que tienen cola como los perros, de un palmo de longitud; estos hombres con rabo no habitan en las ciudades, sino en los montes. Hay también muchos unicornios y otros muchos animales a maravilla.

CAPÍTULO 19
Del reino de Farfur

El sexto reino de aquella isla se llama Farfur, donde nace el mejor alcanfor que se pueda encontrar en parte alguna; se trueca con oro al peso. Hacen pan de arroz y carecen de trigo. Abundan en leche de la que se alimentan por lo general. Tienen vino de los árboles, sobre el que se habló en el reino de Samara. En esta región crecen muchos árboles de gran grosor, que tienen corteza muy, fina; debajo de la corteza hay una harina buenísima en extremo, con la que preparan delicados manjares de los que yo, Marco, comí muchas veces. En los otros dos reinos de la isla no estuve, así que nada diré sobre ellos.

CAPÍTULO 20
De la isla de Necuran

Partiendo de la isla de Jana por la parte del reino de Lambri, se avanza por mar ciento cincuenta millas y se da con dos islas, Necuran y Angaman. El pueblo de la isla de Necuran no tiene rey. Viven muy bestialmente. Sus habitantes, hombres y mujeres, van desnudos y no se cubren ninguna parte del cuerpo y son idólatras. Hay allí bosques de árboles de sándalo rojo, de nueces de la India y de clavo, y tienen abundancia de brasiles y de diversas clases de especias.

CAPÍTULO 21
De la isla de Angaman

La otra isla se llama Angaman, y es grande. Su pueblo adora ídolos y vive muy bestialmente. Los hombres son salvajes y cruelísimos. Se alimentan de arroz, leche y carne. No hacen ascos a carne alguna, pues comen carne humana. Sus hombres son muy monstruosos, pues hay unos que tienen cabeza de perro y ojos parecidos a los caninos. Allí se encuentra abundancia de todas las especias. Hay también diversos y variados frutos cerca de las partes marítimas, muy disparejos de los nuestros.

CAPÍTULO 22
De la gran isla de Seilán

Partiendo de la de Angaman se encuentra, a mil millas al garbino, la isla de Seilán, que es una de las mejores y mayores islas del mundo, y tiene dos mil cuarenta millas de perímetro. Sin embargo, fue mayor otrora, ya que, como es común fama en aquellas partes, su boj comprendía en tiempos tres mil seiscientas millas. Pero el viento que sopla reciamente desde la tramontana batió la isla a lo largo de muchos años con enorme ímpetu y tanta fuerza que, al derrumbarse buen número de los acantilados costeros, se sumió mucho territorio y el mar comió la mayor parte de la tierra. Esta isla tiene un rey riquísimo, que no es tributario de nadie. Sus habitantes son idólatras y todos van desnudos, hombres y mujeres, aunque cada cual tapa sus vergüenzas con un pañezuelo. No tienen grano alguno salvo arroz. Se alimentan de carne, arroz y leche. Tienen abundancia de semillas de ajonjolí, de las que hacen aceite. Tienen los brasiles mejores del mundo, que crecen allí. También tienen vino de los árboles de los que se dijo arriba en el reino de Samara. En esta isla se encuentran las piedras preciosas que se llaman rubíes, que no se hallan en otras partes. Hay asimismo muchos zafiros, topacios, amatistas y muchas otras piedras preciosas. Su rey posee el más bello rubí que jamás se haya visto en el mundo, pues es de un palmo de longitud y de anchura como el brazo de un hombre; es resplandeciente en extremo y carece de toda impureza, de suerte que semeja fuego ardiente. El Gran Kan Cublay le envió mensajeros pidiéndole que le entregase la piedra susodicha, por la que él estaba dispuesto a darle el precio de una ciudad; él respondió que la piedra era de sus antepasados y que no la daría jamás a ningún hombre. Los habitantes de esta isla no son esforzados, sino muy medrosos. Cuando tienen guerra con alguien, llaman de otras partes a soldados mercenarios y sobre todo a sarracenos.

CAPÍTULO 23
Del reino de Maabar

Más allá de la isla de Seilán se encuentra a XL millas Maabar, que se llama India la Grande. No es isla, sino tierra firme. En esta región hay cinco reyes. Es una comarca nobilísima y rica a maravilla. En la primera parte de esta provincia hay un monarca de nombre Seudeba, en cuyo reino hay perlas en abundancia extraordinaria; en efecto, en el mar de esta región se forma un brazo de mar o ensenada entre tierra firme y una isla, en el que la profundidad del agua no sobrepasa los diez o doce pasos y algunas veces los dos; allí se encuentran las perlas susodichas. Varios mercaderes hacen compañía entre sí y tienen naves grandes y pequeñas y contratan a hombres, que se sumergen en el fondo del agua y cogen los ostiones en los que están las perlas. Cuando estos pescadores no pueden aguantar más, suben a la superficie y otra vez descienden debajo del agua y así continúan todo el día. En aquel golfo hay peces tan grandes que podrían matar a los que bucean en el mar; pero los mercaderes se han precavido de este peligro de la siguiente manera: contratan los negociantes a unos magos llamados abrayanna, que con sus ensalmos y arte diabólica hechizan y aturden aquellos peces de suerte que no pueden dañar a nadie. Como esta pesca se realiza de día y no de noche, aquellos magos pronuncian los conjuros de día y por la tarde los deshacen para la noche; temen, en efecto, que alguien a hurtadillas sin permiso de los mercaderes se zambulla en el mar y coja las perlas. Los ladrones, a su vez, no se atreven a meterse en el agua por miedo, y no se encuentra a nadie más que sepa hacer sortilegios semejantes, salvo aquellos abrayanna que están tomados a sueldo por los negociantes. Esta pesca tiene lugar a lo largo de todo el mes de abril hasta mediados de mayo; para entonces se ha recogido una inmensa cantidad de perlas, que después los mercaderes distribuyen por el mundo. Los negociantes que hacen esta pesca y la arriendan del rey le dan sólo la décima parte de todas las perlas; a los encantadores que embrujan los peces les dan la vigésima parte del total; también se provee de manera muy satisfactoria para los pescadores. Desde la mitad de mayo en adelante no se encuentran más allí, pero en otro lugar que dista de éste CCC millas hay perlas en el mar durante todo el mes de setiembre hasta mediados de octubre. El pueblo de esta provincia va desnudo en cualquier estación; sólo un pañezuelo cubre sus vergüenzas; incluso el rey de este reino anda en cueros como los demás, pero lleva al cuello un collar de oro engastado por doquier en zafiros, esmeraldas, rubíes y otras piedras preciosísimas, collar que es de valor sin ponderación. Igualmente cuelga de su pescuezo un hilo de seda en el cual hay ciento cuatro piedras preciosas, a saber, perlas muy gruesas y rubíes; es preciso, en efecto, que todos los días pronuncie en honor de sus dioses ciento cuatro oraciones por la mañana y otras tantas igualmente por la tarde. Trae también el soberano en cada brazo y en cada pie tres ajorcas que están todas ellas cubiertas de gemas; en los dedos de las manos y de los pies lleva el rey piedras preciosas. Esta pedrería que el soberano luce continuamente sobre sí vale una ciudad espléndida, pues de las perlas que allí se cogen el monarca elige para sí las mejores y más gruesas. Tiene además el susodicho rey d mujeres, y a uno de sus hermanos le quitó su esposa y aquél, por temor a su ira, disimuló la afrenta.

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