CAPÍTULO 63
Del reino de Ergimul y de la ciudad de Singuy
Es preciso que retornemos de nuevo a la ciudad de Campion, de la que se hizo mención más arriba, para describir otras provincias comarcanas. Después de salir de la ciudad de Campion se marcha al oriente durante cinco jornadas; en aquel camino se oyen de noche muchas voces de demonios. Después de esas cinco jornadas, se encuentra el reino de Ergimul, que está en la gran provincia de Tanguth, reino que está sometido al Gran Kan. Viven allí cristianos nestorianos, idólatras y otros que guardan la ley de Mahoma. Hay en él muchas ciudades y aldeas. Al siroco entre oriente y mediodía se va a la provincia de Talchay, pero antes se da con la ciudad de Singuay, tributaria del Gran Kan, donde moran igualmente cristianos nestorianos, idólatras y secuaces de la ley de Mahoma. Hay allí bueyes salvajes hermosísimos, grandes como elefantes; cubre por todas partes su cuerpo un pelaje blanco, salvo en el dorso, y allí, esto es, en el lomo, les nacen pelos negros de tres palmos de longitud. Muchos de estos bueyes son mansos y están domados y acostumbrados a llevar grandes cargas; otros se uncen al arado y por su maravillosa fortaleza llevan a cabo en breve tiempo mucha faena en la labranza. En esta tierra existe el mejor almizcle que hay en el mundo, que se extrae de un animal que es hermoso en extremo y tiene el tamaño de un gato, pelos gruesos como un ciervo y patas como un gato; cuenta con cuatro dientes, a saber, dos arriba y dos abajo, de tres dedos de longitud; junto al ombligo tiene, entre la carne y la piel, una vejiga llena de sangre, y aquella sangre es el almizcle, que exhala tanto aroma; y de estos bichos hay allí cantidad infinita. Los habitantes de la región son idólatras y rijosos, observantes de la ley de Mahoma y tienen cabello negro. Los hombres son barbilampiños y sólo les crece pelo en las comisuras de los labios; su nariz es pequeña y su cabello negro. Las mujeres son hermosas y muy blancas; los hombres buscan esposas antes bellas que nobles, pues un varón linajudo y poderoso se casa con una mujer pobre si es agraciada, y le da dote a la madre. Viven allí muchos comerciantes y numerosos artesanos. Tiene esta provincia XXV jornadas de longitud, y es muy fértil. Hay allí faisanes el doble de grandes que en Italia, y tienen la cola de diez o nueve palmos de longitud y, como mínimo, de ocho o siete; hay también faisanes que se asemejan en tamaño a los nuestros, y otras muchas aves bellísimas de diversas especies, con plumas hermosas y adornadas de diversos y muy hermosos colores.
CAPÍTULO 64
Sobre la provincia de Egrigaya
Después de andar ocho jornadas más allá de la provincia de Ergimul al oriente se avista la provincia de Egrigaya, en la cual hay muchas ciudades y aldeas. Es tierra de la gran provincia de Tanguth, cuya ciudad más principal es Colatia. Sus habitantes son idólatras, salvo algunos cristianos nestorianos, que tienen allí tres basílicas. Están sometidos al Gran Kan. En la ciudad de Colatia se tejen paños que se llaman chamelotes de lana blanca y de pelo de camello, los más hermosos que se hacen en el mundo, que los mercaderes llevan a las demás provincias.
CAPÍTULO 65
De la provincia de Tenduch y Gog y Magog y de Ciagomor
Tras abandonar la provincia de Egrigaya se llega al oriente a la provincia de Tenduch, donde hay ciudades y muchas aldeas, en la que solía residir aquel gran rey de gran nombradía en todo el mundo que llamaban los latinos Preste Juan. Aquella provincia es tributarla del Gran Kan, aunque todavía reina allí uno de la estirpe de aquel monarca que aún se titula Preste Juan, cuyo nombre es Jorge. Todos los Grandes Kanes, después de la muerte de aquel rey que mató Chinchis en combate, han entregado sus hijas como esposas a aquellos soberanos. Aunque haya allí algunos idólatras y otros que viven según la ley del miserable Mahoma, con todo la mayor parte del pueblo de la provincia observa la fe cristiana y se llaman cristianos y señorean en toda la región; entre ellos hay sin embargo un pueblo que tiene los hombres más bellos y más sagaces en los negocios que pueda haber en toda la comarca. En aquellas partes están las regiones que se llaman Gog y Magog; a Gog lo denominan en su lengua Ung, a Magog Mungul. En estos lugares hay parajes en los que se encuentra lapislázuli, del que se hace azul finísimo. En esta provincia se hacen paños de oro y de seda de diversas maneras hermosos en extremo. Hay allí una ciudad donde se fabrican armas de todo tipo, finísimas y muy buenas para las necesidades del ejército. En las montañas de esta comarca hay grandes minas de plata. Abunda allí también la caza por la multitud de fieras salvajes; la región de la sierra se llama Edidisti. A tres jornadas de esta ciudad se halla la ciudad de Ciangomor, en la cual se alza un enorme palacio donde habita el Gran Kan cuando visita la ciudad, pues va a menudo allí porque en los lagos vecinos se encuentran cisnes, grullas, faisanes, perdices y pajarería infinita. El rey, en efecto, recibe gran placer en la captura de las aves con sus gerifaltes y sus herodii o halcones. Las grullas son allí de cinco clases. La primera especie de grullas tiene las alas grandes y son negras por completo, como cuervos; la segunda tiene las alas mayores que las demás, y hermosas; las plumas de sus alas están llenas de ojos redondos de color y resplandor dorado, tal como son entre nosotros las colas del pavo real; tienen los ojos de colores diversos, a saber, blanco, negro y azul. La tercera especie la forman grullas semejantes a las nuestras de Italia. La cuarta se compone de grullas pequeñas, provistas de plumas largas y bellísimas, entreveradas de rojo y negro. La quinta especie corresponde a grullas de color gris, que tienen los ojos rojos y negros, y son muy grandes junto a esta ciudad está un valle en el cual se guardan en diversas cabañas perdices en grandísimo número, que vigilan hombres dedicados a este menester, para que el rey disponga de caza abundante cuando llegue a la ciudad susodicha.
CAPÍTULO 66
De la ciudad de Ciandu y del bosque del rey que está junto a ella y de las fiestas de los tártaros
A tres jornadas de la ciudad de Ciagamor se encuentra al aquilón la ciudad de Ciandu, que edificó el Gran Kan Cublay, en la cual hay un palacio de mármol muy grande y hermoso, cuyas salas y habitaciones están adornadas de oro y pintadas con gran variedad junto al palacio se extiende el bosque del rey, cercado en derredor de muros de mármol que tienen XV millas de perímetro. En ese bosque hay fuentes y ríos y muchas praderas; está poblado de ciervos, gamos y cabras, para que sirvan de alimento a los gerifaltes y los halcones del rey cuando los guardan en su muda. A veces hay al tiempo en una muda doscientos y más gerifaltes, y el monarca los visita en persona todas las semanas. A menudo caza allí el soberano, y lleva a la grupa del caballo que monta un leopardo domesticado, que azuza contra un cervatillo o un gamo; y cuando el leopardo le ha traído la presa, la entrega a los gerifaltes; de esta suerte se deleita a menudo en este pasatiempo. En medio del bosque tiene el rey una casa bellísima hecha de cañas y dorada totalmente por fuera y por dentro y adornada con pinturas diversas, que están cubiertas de barniz con tal esmero que no puede borrarlas la lluvia. Toda la casa está compuesta con tanto refinamiento del arte, que se puede levantar y posar, montar y deshacer sin que sufra menoscabo. Cuando se monta y se dispone a manera de tienda, se sustenta sobre doscientas y más cuerdas tensas. Las cañas con las que se fabrica la casa tienen XV pasos de longitud y más de tres palmos de grosor; con ellas se hacen las columnas, las viguetas y el cierre. También por encima está cubierta toda la casa de estas cañas; parten las cañas por los nudos, y ese pedazo se divide por la mitad, y de cada parte se hacen dos tejas, que dispuestas sobre la casa la protegen de la lluvia y desaguan el agua por debajo. El Gran Kan habita en aquel lugar durante tres, meses al año, a saber, junio, julio y agosto, ya que tiene allí gran templanza el aire y el verano carece de calores; durante esos meses permanece alzada la casa, que en los restantes se guarda desmontada plegada. El día XXVIII de agosto parte el Gran Kan de la ciudad de Ciandu y se dirige a un lugar para ofrecer a los dioses un solemne sacrificio, pensando que, gracias a él, tanto él como sus mujeres y todos los animales que posee se conservarán sanos y salvos. Cuenta el rey, en efecto, con grandes manadas de caballos blancos, en las que hay más de diez mil yeguas blancas. En el día de la fiesta se prepara leche de yeguas en gran abundancia en vasos muy preciados, y el propio monarca con sus manos vierte mucha leche aquí y allá en honor de sus dioses; y dicen los magos que los dioses beben la leche derramada y que conservan y acrecientan por tal sacrificio cuanto le pertenece al rey. Después del sacrificio diabólico bebe el soberano leche de las yeguas blancas; y no se permite a ningún otro beber en aquel día sino a los que son de su estirpe y a un pueblo de esta región que se llama Oriath, a quien le concedió Chinchis Kan tal privilegio en honor de una gran victoria que consiguió aquel pueblo. En honor de Chinchis se celebra por tanto esta fiesta para siempre jamás en el día XXVIII de agosto. Los caballos y las yeguas blancas son tenidos en tanta reverencia por el pueblo, que ningún viandante, cuando cruza la llanura donde están sus pastos, se atreve a transitar hasta que haya pasado todo el ganado. En esta provincia comen la carne de los hombres que han sido ejecutados por la justicia pública, pero rehúsan comer la carne de los fallecidos por enfermedad. Tiene el Gran Kan magos que con maña diabólica hacen que el aire se cubra de tinieblas, mientras que sobre el palacio del rey brilla la luz hacen también a menudo, cuando el rey se sienta a yantar, que los vasos de oro se eleven por arte del demonio de la mesa situada en medio de la sala y se posen sin la menor ayuda humana ante el monarca en su mesa; dicen que pueden hacer esto por virtud de su santidad. Cuando estos magos celebran fiestas a sus ídolos, reciben del rey carneros que tienen la testuz negra, lináloe e incienso, para ofrecer a sus dioses un sacrificio bien oliente; y ofrendan su carne cocida a los ídolos con cánticos y gran algazara y vierten ante ellos el caldo de la carne, y sostienen que así mueven a clemencia a sus dioses para que se dignen dar fertilidad a las tierras.
CAPÍTULO 67
De algunos monjes idólatras
En aquella región hay muchos monjes consagrados al culto de los ídolos. Existe allí un gran monasterio, que por su tamaño parece una ciudad pequeña, en el cual viven cerca de dos mil monjes que sirven a los ídolos. Contra la costumbre de los seglares, se pelan la cabeza y las barbas y se ponen atuendos más a tono con la religión. Estos entonan grandes cánticos en las festividades de sus dioses y encienden en su templo abominable gran cantidad de candelas. Además de éstos, hay en otros parajes de aquella región muchos y diversos monjes gentiles, de los cuales unos tienen muchas mujeres, otros por el contrario guardan castidad en honor de sus dioses y llevan una vida muy estricta y no comen sino espelta mezclada con agua; se visten de paño muy grosero y áspero de color negro y duermen sobre jergones muy duros. Hay también otros monjes paganos que observan una regla más relajada. Los que viven de forma tan austera a estos otros monjes los tildan de herejes, diciendo que no veneran a sus dioses como es debido.
Empieza el libro segundo de micer Marco de Venecia.
CAPÍTULO 1
Del poder de Cublay, el muy gran rey de los tártaros
En el contenido de este libro segundo trataré de mostrar la grandeza de Cublay, el muy gran rey de los tártaros, que consta que vive hasta el tiempo de redactarse este libro. Su pujanza en riquezas, en dominio de tierras y en señorío de multitud de pueblos es evidente que excede a lo que se pueda contar de cualquier otro rey o príncipe de todo el tiempo pasado, como se verá de manera paladina en los capítulos siguientes. Desciende este Cublay Kan, es decir, «señor de señores», del linaje del rey Chinchis, y es el sexto Kan, como se desprende de lo dicho arriba. Comenzó a reinar en el año de nuestro Señor Jesucristo de MCCLVI y alcanzó el reino por su sabiduría y valor, pues algunos de sus hermanos y parientes trataron de impedir que reinara, aunque por derecho le correspondía el trono. Es varón esforzado en las armas, robusto en virtud, aventajado en consejo y avisado y prudente en el gobierno del ejército y del pueblo. Antes de recibir la corona del reino salía a menudo a la guerra y en todo se portaba como bueno; sin embargo, desde que la ciñó, no ha marchado sino una vez en campaña, pero envía a la lucha a sus hijos y barones.
CAPÍTULO 2
De cómo Nayam se atrevió a alzarse contra Cublay
La causa por la que salió sólo una vez a combate desde su coronación es ésta. En el año del Señor de MCCLXXVI un tío paterno suyo, de nombre Nayam, de treinta años de edad, que gobernaba muchas regiones y pueblos, pensó, trastornado por su mocedad, en levantarse de repente contra Cublay con un gran ejército. Para ello requirió a un rey llamado Caidú, que era sobrino de Cublay, pero que le tenía gran aborrecimiento; éste, dando su consentimiento a la rebelión, prometió que marcharía en persona con él al frente de cien mil soldados. Acordaron reunirse con sus ejércitos en una llanura para invadir después a una y de improviso las tierras del Kan. Nayam, congregados cuatrocientos mil soldados, llegó al lugar convenido, donde esperó la llegada del rey Caidú.
CAPÍTULO 3
De cómo el rey Cublay se preparó para hacerles frente
Entretanto, el rey Cublay se enteró de cuanto habían tramado, y, sin dejarse intimidar en lo más mínimo por semejante conspiración, juró que nunca más llevaría la corona si no se vengaba de aquella traición y felonía. En veintidós días reunió CCCLX mil jinetes y cien mil peones de las tropas próximas a la ciudad de Cambalú. La razón por la que no juntó un mayor ejército fue que quiso atacar de repente por sorpresa, pues si se hubiese detenido más tiempo en alistar un ejército más numeroso, hubiese llegado la nueva a Nayam, y quizá por ello hubiesen retrocedido o hubiesen trasladado su campo a un lugar más seguro. Por este motivo no quiso avisar a los ejércitos que había enviado a conquistar diversas ciudades y provincias, ya que hubiese podido congregar en pocos meses tan gran muchedumbre de jinetes y de infantes que, por el pasmo que produciría esa hueste innumerable, parecería cosa increíble. Mientras, el rey ordenó que se tomasen todos los caminos con toda diligencia, de suerte que Nayam no pudiese saber de antemano sus preparativos y su llegada; así, pues, los que iban y venían eran retenidos por los centinelas del rey, por lo que Nayam no pudo enterarse previamente de su ataque. Consultó el rey Cublay a los astrólogos sobre el resultado de su expedición, y ellos a una le respondieron que triunfaría con honra sobre sus enemigos.