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Authors: Neil Strauss

Tags: #Ensayo, Biografía

El método (The game) (11 page)

BOOK: El método (The game)
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Volví hasta donde me esperaba Cara de Pan con su amiga: una chica serbia. Salimos a la calle y fuimos cogidos de la mano hasta su coche, que estaba casi a quince minutos. Al principio, yo estaba bastante nervioso. Después me tranquilicé.

¿De qué hablamos? De nada en especial. De chorradas, como el frío que hacía y cosas por el estilo. Estaba clarísimo que ése iba a ser un encuentro de una sola noche. Cuando por fin llegamos al coche, la chica serbia dijo que tenía hambre y que quería comprar una pizza. Esto es lo que estaba pensando yo:

Extramask: ¿Ahora? ¡Qué tía más gilipollas! Soy virgen y quiero echar un polvo ya. Si quieres una pizza, búscate otro coche que te lleve, joder.

Afortunadamente, Cara de Pan se pasó la pizzería. Al final, dejamos a su amiga en su casa y yo me cambié al asiento de delante. Durante varios minutos estuve callado mientras observaba el cuerpo de Cara de Pan, que era más bien del montón, pensando en que pronto le estaría metiendo mano.

Después volvimos a hablar sobre cosas sin importancia. Antes, cuando le había preguntado qué estudiaba en la universidad, ella me había contestado que ya me lo diría después. Ante su enojo, se lo pregunté hasta tres veces; me daba igual que a ella la molestara. No entendía por qué no quería contestarme.

Cuando por fin me lo dijo resultó ser una chorrada. Estaba matriculada en no sé qué asignatura de estudios genéricos. Después me dijo que tenía un sueño. Yo le pregunté cuál era, aunque la verdad es que no me importaba.

Cara de Pan: Quiero ser agente de policía.

Extramask (pensando: «Serías la peor policía del mundo. Nunca llegarás a ser policía»): ¿Y por qué no lo intentas?

Cara de Pan: Bla, bla, bla…

Por fin llegamos a su casa. Vivía en un ático con otra chica. Tenía un cuarto inmenso con una pantalla de televisión Trinitron gigante. Me dijo que pusiera algo de música mientras ella iba al baño. Yo puse una emisora de hip-hop.

Ella salió del baño en pijama. Yo la lancé al suelo y me la tiré por detrás. No… Es broma.

Ella salió del baño en pijama y me preguntó si yo quería ir al baño. Aunque no necesitaba ir, le dije que sí, pues supuse que eso formaba parte del ritual. Recordad que yo todavía era virgen; no tenía ni idea de cómo funcionaba todo esto. Así que entré en el baño y me quedé allí quieto, de pie, sin hacer nada. Ni me lavé la polla ni nada. Lo único que se me ocurrió fue llamar a Vision y decirle que estaba a punto de follar, pero después pensé que eso hubiera sido una tontería.

No sabía si debía desnudarme antes de salir. Al final decidí que no y salí exactamente igual que había entrado. Lo cierto es que me hubiera sentido ridículo saliendo completamente desnudo con una erección de aquí te espero.

Ella había apagado las luces y me esperaba tumbada en la cama. Yo me acerqué y empecé a besarla. Le besé el cuello y los lóbulos de las orejas. Hasta que ella me cogió una mano y la apoyó sobre su teta derecha. Así que empecé a frotársela mientras la besaba. Después empecé a frotarle la entrepierna (por encima del pantalón del pijama). Ella gemía y todo eso, así que me quité los pantalones; pero me dejé los calzoncillos puestos.

Seguro que no esperabais que os lo contara con tanto detalle, ¿verdad, capullos?

Así que la estaba besando y frotando al mismo tiempo. La verdad es que no era nada fácil. No conseguía concentrarme en las dos cosas al mismo tiempo. Pero seguí intentándolo.

Hasta que ella empezó a frotarme la polla, poniéndome cada vez más cachondo.

Cara de Pan: Métemela, Extramask.

Extramask: Vale.

Así que me quité los calzoncillos. Allí estaba, de rodillas, en su cama, con una erección de campeonato; ya os lo imagináis.

Cara de Pan: Ponte un condón. Si quieres, yo tengo uno.

Extramask: He traído los míos.

De nuevo, recordad que yo todavía era virgen y lo cierto es que no tenía ni idea de cómo ponerme un condón.

Extramask: Pónmelo tú. Eso me pone cachondo.

Cara de Pan: Vale.

Pero Cara de Pan no conseguía ponerme el condón. Al final decidió ir a por uno de los suyos. Mientras los buscaba, yo conseguí ponerme el mío. ¡Y, entonces, por fin, follamos!

Follamos y follamos y follamos y follamos y follamos y follamos.

Y unos quince minutos después, yo estaba pensando: «Esto de follar es una mierda. ¿Tanto rollo para esto? Esto es una mierda. Quiero irme». Y de verdad quería irme. Y pensaba: «¿Y todo este esfuerzo para esta mierda?».

Porque lo cierto es que llevaba quince minutos tirándomela al estilo misionero, pero no sentía nada.

Ella no paraba de gemir y todas esas cosas, y yo empujaba y empujaba, como una máquina. Así que decidí cambiar de postura, a ver qué tal, como en las películas pomo.

Ella se puso encima, pero yo, que siempre había soñado con ese momento, sólo podía pensar en lo que me dolía la polla. «Joder, cómo me duele la polla. Como siga así, se me va a partir en dos».

No aguanté ni dos minutos antes de volver a cambiar de postura. Esta vez hice que se pusiera a cuatro patas, al estilo perruno; pensaba que eso resultaría interesante. Así que se la iba a meter por detrás, pero no conseguía atinar con la raja. Ahí estaba, pescando por todas partes sin encontrar la raja. Fue horrible, igual que lo de follar. Yo buscaba y buscaba, pero no conseguía encontrarle la raja. Y ella empezó a gemir. Y yo pensaba: «Deja de gemir. Deja de gemir de una puta vez, china. ¡Joder, lo digo en serio!». La verdad es que sus gemidos no ayudaban nada.

Cuando por fin conseguí metérsela, volvió a salirse a los dos empujones. Y ella cada vez gemía más. Así que decidí volver a cambiar de postura y, por alguna razón, opté por que ella volviera a ponerse encima. Una mala elección. Os juro que creía que se me iba a romper la polla. Aguanté unos cuatro minutos antes de volver a la postura del misionero y arremetí y arremetí.

Ella me lo estaba pidiendo.

Y yo decía cosas como:

—¿Te gusta así?

—¡Di cómo me llamo!

—¿Te gusta así?

Recordad que yo estaba muerto de aburrimiento.

Y media hora después:

Cara de Pan: ¿Ya?

Extramask (pensando: «¿Ya qué? Supongo que le parecerá poco. Cómo me gustaría que todo esto hubiera acabado ya»).

Así que me quité el condón y me puse uno nuevo.

Cara de Pan: ¿Qué estás haciendo?

Extramask: Me estoy poniendo un condón nuevo.

Cara de Pan: ¿Por qué?

Extramask: No lo sé. ¿No querías que siguiera?

Cara de Pan: No.

Por mí, mejor. Yo estaba encantado de parar.

Así que nos quedamos tumbados y de vez en cuando nos besábamos un poco. Ella quería acurrucarse contra mí. La verdad es que a mí no me apetecía, pero la abracé.

Desde luego, fue una equivocación. Lo que debería haber hecho era arrancarme el condón y cascármela hasta conseguir correrme en su cara y en su puta televisión Trinitron.

Cara de Pan: Descansa cinco minutos. Después te pediré un taxi.

Extramask: ¿Qué? ¿Cinco minutos? ¿Es que quieres echarme?

Cara de Pan: No, no quería que sonara así. Sólo lo decía porque a veces sienta bien descansar cinco minutos al acabar.

Extramask: ¡Qué manía con los cinco minutos!

Cara de Pan: Olvídalo. Tú sólo intenta relajarte.

Extramask: Pero ¿por qué exactamente cinco minutos?

Cinco minutos después, ella llamó un taxi.

Hablamos un poco mientras esperábamos. Me dijo que al verme en la discoteca se había dado cuenta de que yo tenía mucha energía. Eso le había gustado.

Cara de Pan: ¿Qué vas a hacer ahora? (Eran las tres y media de la madrugada.)

Extramask: Voy a ir a buscar a mis amigos a otra disco. (Me puse a dar saltos en una demostración de energía.)

Cara de Pan: ¿Vas a seguir de marcha?

La idea no parecía gustarle. Y lo cierto es que yo no tenía la menor intención de seguir de marcha. Sólo era algo que le había dicho para hacerla rabiar. Porque me molestaba que estuviera intentando deshacerse de mí tan rápido. Yo también quería irme, pero no quería que ella me echara.

Cuando llegó el taxi, nos besamos, unas tres veces, y me fui.

No le pedí el teléfono porque:

  1. No quería volver a follar con ella.
  2. Era obvio que nuestro encuentro era de una sola noche.

Por si acaso, apunté su dirección al irme; por si me dejaba algo en su apartamento. Siempre sería mejor tenerlo que no tenerlo.

Y eso es todo. Por fin he conseguido mi primer
completo
. Ya no soy virgen. Ha sido una experiencia horrible y, al acabar, me he sentido un poco sucio y utilizado.

Lo cierto es que, en suma, me siento más o menos igual que cuando era virgen. Pero creo que esto me ayudará inconscientemente en mis sargeos. Ya no soy virgen. Así que, ahora, cuando hable con una chica pensaré: «Y a mí qué me importa. Ya no te necesito para dejar de ser virgen».

EXTRAMASK

CAPÍTULO 5

¿Cómo se besa a una chica?

Apenas diez centímetros separan vuestras caras. Estáis tan cerca que casi no tendríais ni que moveros para besaros. Y, aun así, son los diez centímetros más difíciles con los que te has enfrentado en tu vida. Pues, en ese momento, el hombre debe renunciar a su orgullo, a su ego, a su autoestima y a todo aquello por lo que tan duro ha trabajado durante años y esperar, sí, esperar, que ella no eluda el beso ofreciéndote una mejilla o, lo que sería peor todavía, diciéndote que prefiere que seáis amigos.

Yo salía todas las noches para acumular experiencia para cuando hiciera de
ala
en el taller de Mystery. No tardé en encontrar una
técnica
que funcionaba; al menos hasta cierto punto. Que me rechazasen era algo que ya no me preocupaba. Sabía cómo aproximarme a un grupo y cómo debía reaccionar ante casi cualquier contingencia para conseguir un número de teléfono y la perspectiva de un nuevo encuentro.

Todas las noches, al volver a casa, repasaba los acontecimientos, buscando algo que pudiera hacer mejor. Si una aproximación había fallado, estudiaba la manera de mejorarla: ángulos de acercamiento, medios giros, tiempos muertos, límites de tiempo… Cuando no conseguía un número de teléfono no le echaba la culpa a la chica por ser fría o antipática, como hacían muchos otros en la Comunidad. Me culpaba a mí mismo y analizaba cada palabra, cada gesto, cada reacción; hasta que encontraba un error de táctica.

Una vez leí en un libro que se llama
Introducción a la
PNL
que el fracaso no existe realmente como tal, sino que es algo que confundimos con la posibilidad de aprender una lección. Yo quería aprender la lección ahora para no equivocarme luego al llevarla a la práctica con Mystery. Pronto tendría que demostrar mi valía ante los alumnos de Mystery, igual que lo había hecho Sin ante mí. Un solo fracaso bastaría para desacreditarnos permanentemente a Mystery y a mí.

Además, tenía otro problema. Aunque pudiera conseguir el número de teléfono de cualquier mujer mediante una
frase de entrada
, unos
negas
y mi gran autoestima, no tenía ni idea de lo que debía hacer después. Nadie me lo había enseñado todavía.

Sí, es cierto que, técnicamente hablando, conocía los términos de la táctica del beso de Mystery: «¿Te gustaría besarme?». Pero, llegado el momento, era incapaz de decirlo. Después de pasar tanto tiempo creando lazos con una chica (ya fuera durante media hora en una discoteca o durante varias horas en un
segundo encuentro
), me aterrorizaba la idea de romper la buena comunicación y la confianza que tanto me había costado ganar. A no ser que ella me diera una señal inconfundible de que yo le atraía sexualmente, temía que, si la besaba, pensaría que yo era igual que todos los demás.

El típico pensamiento de un
TTF
. Lamentable. Tenía que deshacerme de ese chico bueno que habitaba en mi interior, empeñándose en estropearme los planes. Pero, desgraciadamente, no iba a tener tiempo de hacerlo antes de viajar a Belgrado.

CAPÍTULO 6

Había aprendido varios trucos de prestidigitación, un principio de magia llamado equivoque, los fundamentos de la adivinación mediante la lectura de runas vikingas y a hacer desaparecer un cigarrillo encendido. Desde luego, había sido el vuelo más productivo de mi vida. Y, ahora, Mystery y yo estábamos en Belgrado, en la que probablemente fuese la peor época del año en esa ciudad. Marko nos llevó a su apartamento conduciendo por calles cubiertas de hielo y de nieve en un Mercedes plateado de 1987 que tenía la mala costumbre de calarse cada vez que él metía la segunda marcha.

Sentado en el asiento de delante, con el pelo sucio recogido en una coleta, Mystery hurgó entre el contenido de su mochila hasta encontrar un abrigo negro de tela demasiado fina. En el tercio inferior del abrigo, que prácticamente le llegaba hasta los pies, la tela original había sido sustituida por una tela negra cubierta de estrellas. Parecía el tipo de prenda que alguien llevaría a una feria renacentista. Además, Mystery llevaba un gran anillo de plástico sobre el que él mismo había pintado un ojo.

Lo cierto era que, en el fondo, Mystery no era más que un pardillo cuya mayor ambición consistía en transformarse a sí mismo en un apuesto mago todas las noches.

—Vas a tener que afeitarte la cabeza —me dijo al tiempo que me observaba de arriba abajo.

—No, gracias —le dije yo—. ¿Y si luego resulta que tengo un cráneo raro o manchas en la cabeza? Mi padre tenía una mancha muy rara en la piel.

—Mírate. Llevas gafas. Tienes que ponerte un gorro para disimular esa inmensa calva que tienes. Y estás pálido como un muerto. Y, por tu aspecto, apostaría a que no has ido a un gimnasio desde el parvulario. Las cosas te han ido bien hasta porque eres listo y aprendes rápido, pero el aspecto también importa. Te llamas Style, así que empieza a comportarte com si tuvieras algo de estilo. Ponte las pilas; afeítate la cabeza, opérate la vista, apúntate a un gimnasio…

Desde luego, Mystery era un pardillo de lo más insistente.

Se volvió hacia Marko.

—¿Sabes dónde hay una peluquería?

Desgraciadamente, sabía dónde había una. Marko aparcó delante de un pequeño edificio y nos llevó a una peluquería. Mystery me sentó en una silla, le dijo a Marko que le indicase al viejo peluquero serbio que me rapase al cero y luego supervisó todo el proceso, asegurándose de que no me quedara ni un solo pelo en el cráneo.

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