Siguiendo esta línea argumental, podríamos esperar que los adeptos actuales de las viejas creencias entendieran que los «extra-terrestres» son como hadas, dioses o demonios. En realidad hay varias sectas contemporáneas —los «raelianos», por ejemplo— que mantienen que los dioses, o Dios, vendrán a la Tierra en un ovni. Algunos abducidos describen a los extraterrestres, por repulsivos que sean, como «ángeles» o «emisarios de Dios». Y los hay que todavía creen que son demonios.
En
Comunión,
Whitley Strieber escribe un relato de primera mano de «abducción por extraterrestre»:
Fuera lo que fuera, era de una fealdad monstruosa, sucia, oscura y siniestra. Desde luego eran demonios. Tenían que serlo... Todavía recuerdo aquella cosa en cuclillas, tan horriblemente fea, con los brazos y piernas como las extremidades de un gran insecto, con sus ojos mirándome fijamente.
Según dicen, ahora Strieber admite la posibilidad de que esos terrores nocturnos fueran sueños o alucinaciones.
Entre los artículos sobre ovnis en
La Enciclopedia de noticias cristianas,
una recopilación fundamentalista, se encuentran: «Obsesión fanática anticristiana» y «Los científicos creen que los ovnis son obra del diablo». El Proyecto de Falsificaciones Espirituales de Berkeley, California, advierte que los ovnis son de origen demoníaco; la Iglesia Acuaria de Servicio Universal de McMinnville, de Oregón, dice que todos los extraterrestres son hostiles. Una carta publicada en el periódico en 1993 sobre «comunicaciones de conciencia cósmica» nos informa de que los ocupantes de los ovnis consideran que los humanos somos como animales de laboratorio y quieren que los adoremos, pero suelen desanimarse ante el padrenuestro. Algunos abducidos han sido expulsados de sus congregaciones religiosas evangélicas; sus historias se parecen demasiado al satanismo. Un panfleto de 1980,
La explosión del culto,
de Dave Hunt, revela que:
los ovnis... es evidente que no son físicos y parecen ser manifestaciones demoníacas de otra dimensión con el fin de alterar la manera de pensar del hombre... las supuestas entidades «ovni» que al parecer se han comunicado físicamente con humanos Siempre han predicado las mismas cuatro mentiras que la serpiente presentó a Eva... esos seres son demonios y se preparan para la llegada del Anticristo.
Cierto número de sectas mantienen que los ovnis y las abducciones por extraterrestres son premoniciones de «tiempos finales».
Si los ovnis vienen de otro planeta u otra dimensión, ¿son enviados por el mismo Dios que nos ha sido revelado en cualquiera de las religiones principales? No hay nada en el fenómeno de los ovnis, arguye la denuncia fundamentalista, que exija la creencia en el Dios único y verdadero, mientras que en su mayor parte contradice al Dios retratado en la Biblia y la tradición cristiana. En
La Nueva Era: una crítica cristiana
(1990), Ralph Rath habla sobre ovnis y, como es típico en esta literatura, lo hace con extrema credulidad. De ese modo sirve a su propósito de aceptar la realidad de los ovnis para envilecerlos como instrumentos de Satanás y del Anticristo, en lugar de usar el rasero del escepticismo científico. Esta herramienta, una vez afilada, podría conseguir mucho más que una simple erradicación limitada de la herejía.
El autor fundamentalista cristiano Hal Lindsey, en su exitoso libro religioso
Planeta Tierra. Año 2000,
escribe:
He llegado al pleno convencimiento de que los ovnis son reales... Los hacen funcionar seres extraterrestres de gran inteligencia y poder... Creo que esos seres no son sólo extraterrestres sino de origen sobrenatural. Para ser sincero, creo que son demonios... parte de un complot satánico.
¿Y cuál es la prueba para llegar a tal conclusión? Principalmente, los versículos 11 y 12 de San Lucas, capítulo 21, en los que Jesús habla de «grandes señales del cielo» —no se describe nada parecido a un ovni— en los últimos días. Desde luego, Lindsey ignora el verso 32, en el que Jesús deja muy claro que habla de acontecimientos en el siglo I, no en el XX.
También hay una tradición cristiana según la cual no puede existir vida extraterrestre. En
Christian News
del 23 de mayo de 1994, por ejemplo, W. Gary Crampton, doctor en Teología, nos comenta por qué:
La Biblia, ya sea explícita o implícitamente, se refiere a todos los aspectos de la vida; nunca nos deja sin respuesta. La Biblia no afirma ni niega explícitamente en ningún lugar la vida extraterrestre. Sin embargo, implícitamente, las Escrituras niegan la existencia de esos seres, negando así también la posibilidad de los platillos volantes... La Escritura ve la Tierra como el centro del universo... Según Pedro, está fuera de lugar un Salvador «que vaya de planeta en planeta». Ésta es la respuesta a la existencia de vida inteligente en otros planetas. Si existieran, ¿quién los redimiría? Cristo no, desde luego... Se debe renunciar siempre a las experiencias que no se ajustan a las enseñanzas de las Escrituras por falaces. La Biblia tiene un monopolio sobre la verdad.
Pero muchas otras sectas cristianas —la católica romana, por ejemplo— están completamente abiertas, sin objeciones a priori y sin ninguna insistencia, a la realidad de extraterrestres y ovnis.
A principios de la década de los sesenta argumenté que las historias de ovnis se acuñaban principalmente para satisfacer anhelos religiosos. En una época en que la ciencia ha complicado la adhesión aerifica a antiguas religiones, se presenta una alternativa a la hipótesis de Dios: los dioses y demonios de la antigüedad, con el disfraz de la jerga científica y la «explicación» de sus inmensos poderes con terminología superficialmente científica, bajan del cielo para atormentarnos, ofrecernos visiones proféticas y tentarnos con visiones de un futuro de esperanza: una religión misteriosa naciente en la era espacial.
El folclorista Thomas E. Bullard escribió en 1989 que:
las declaraciones de abducciones parecen refritos de tradiciones más antiguas de encuentros sobrenaturales en las que los extraterrestres cumplen el rol funcional de criaturas divinas.
Concluye:
Es posible que la ciencia haya expulsado a fantasmas y brujas de nuestras creencias, pero con la misma rapidez se ha llenado el vacío con extraterrestres que cumplen la misma función. Sólo los atavíos exteriores extraterrestres son nuevos. Todo el temor y los dramas psicológicos del trato con ellos parecen haber encontrado un nuevo camino, donde es tan habitual como en el reino de la leyenda que las cosas, de noche, empiecen a moverse.
¿Es posible que personas de todas las épocas y lugares experimenten ocasionalmente alucinaciones vividas realistas, a menudo con contenido sexual, sobre abducciones por parte de criaturas telepáticas y aéreas que brotan de las paredes... y que los detalles sean suministrados por el lenguaje cultural prevaleciente que emana del
Zeitgeist
? Otras personas que no han vivido la experiencia personalmente la encuentran conmovedora y en cierto modo familiar. La cuentan a más personas. Pronto toma vida propia, inspira a otros para comprender sus propias visiones y alucinaciones y entra en el reino del folclore, el mito y la leyenda. En esta hipótesis, la relación entre el contenido de alucinaciones espontáneas del lóbulo temporal y el paradigma de la abducción por extraterrestres es coherente.
Quizá cuando todo el mundo sabe que los dioses descienden a la Tierra, alucinamos sobre dioses; cuando todos estamos familiarizados con los demonios, son íncubos y súcubos; cuando las hadas son ampliamente aceptadas, vemos hadas; en una época de espiritualismo, encontramos espíritus; y, cuando los viejos mitos se apagan y empezamos a pensar que es plausible la existencia de seres extraterrestres, nuestra imaginería hipnagógica va hacia ellos.
Podemos recordar en detalle décadas después pedazos de canciones o idiomas extranjeros, imágenes y acontecimientos que presenciamos, historias que escuchamos en nuestra infancia, sin tener conciencia de cómo nos llegaron a la cabeza. «En las fiebres agudas, gente completamente ignorante hablaba en lenguas muertas —dice Hermán Melville en
Moby Dick—
; y al investigarse el misterio resultó que en su lejana niñez las habían oído hablar realmente a algunos eruditos». En nuestra vida cotidiana incorporamos sin esfuerzo e inconscientemente normas culturales y las hacemos nuestras.
En las «alucinaciones de órdenes» de la esquizofrenia se encuentra presente una asimilación similar de motivos. Los afectados sienten que una figura imponente o mítica les dice lo que tienen que hacer. Se les ordena que asesinen a un líder político o a un héroe popular, o que derroten a los invasores británicos, o que se lesionen ellos mismos, porque es la voluntad de Dios, de Jesús, del diablo, o de demonios, ángeles y —últimamente— extraterrestres. El esquizofrénico se siente traspasado por una orden clara y profunda de una voz que nadie más puede escuchar y que él ha de identificar de algún modo. ¿Quién podría
emitir
una orden así? ¿Quién
podría
hablar dentro de nuestra cabeza? La cultura en la que hemos nacido y vivido nos ofrece una respuesta.
Pensemos en el poder de la imagen repetitiva en la publicidad, especialmente para televidentes y lectores impresionables. Nos puede hacer creer casi cualquier cosa... hasta que fumar cigarrillos imprime carácter. En nuestra época, los extraterrestres putativos sirven de tema de innumerables historias de ciencia ficción, novelas, telefilmes y películas. Los ovnis son una característica habitual de los semanarios sensacionalistas dedicados al engaño y la mistificación. Una de las películas de cine con mayor recaudación bruta de todos los tiempos trata de extraterrestres muy parecidos a los descritos por los abducidos. Los relatos de abducciones por extraterrestres eran relativamente raros antes de 1975, cuando se emitió por televisión una crédula dramatización del caso Hill; dieron otro salto a la atención pública después de 1987, cuando el relato de primera mano de Strieber, con el retrato en portada de un «extraterrestre» de ojos grandes, se convirtió en éxito de ventas. En contraste, últimamente se oye hablar muy poco de íncubos, elfos y hadas. ¿Dónde han ido a parar?
L
EJOS DE SER GLOBALES
, el localismo de esas historias de abducción por extraterrestres es decepcionante. La gran mayoría proceden de Estados Unidos. Apenas trascienden a la cultura americana. En otros países se habla de extraterrestres con cabeza de pájaro, insecto, reptil, robot, y rubios con ojos azules (el último, es fácil predecirlo, del norte de Europa). Se dice que cada grupo de extraterrestres se comporta de manera diferente. Es evidente que los factores culturales juegan un papel importante.
Mucho antes de que se inventaran los términos «platillo volante» y «ovnis», la ciencia ficción estaba llena de «hombrecillos verdes» y «monstruos con ojos de insecto». De algún modo, durante mucho tiempo, nuestros extraterrestres clásicos han sido seres pequeños y lampiños con grandes cabezas (y ojos). Se los podía ver habitualmente en las revistas de ciencia ficción de la década de 1920 y 1930 (y, por ejemplo, en la ilustración de un marciano que envía mensajes a la Tierra en el ejemplar de diciembre de 1937 de la revista
Short Wave and Televisión).
Quizá el tema venga de nuestros remotos descendientes, tal como los pintara el pionero británico de la ciencia ficción H. G. Wells. Wells argüía que los humanos habían evolucionado de primates de cerebro más pequeño pero más peludos con un aire atlético que superaba con creces el de los académicos Victorianos; extrapolando esta tendencia hacia el futuro lejano, sugirió que nuestros descendientes serían casi lampiños, cotí cabezas inmensas, aunque apenas capaces de andar por sí mismos. Los seres avanzados de otros mundos podrían estar dotados de manera similar.
El típico extraterrestre moderno del que se habla en Estados Unidos en la década de los ochenta y principios de los noventa es pequeño, con la cabeza y los ojos desproporcionadamente grandes, facciones subdesarrolladas, sin cejas ni genitales visibles y con la piel gris suave. A mí me parece tan horripilante como un feto en la duodécima semana de embarazo o un niño muerto de hambre. Es una cuestión interesante por qué tanta gente puede obsesionarse por unos fetos o niños malnutridos e imaginarlos atacándonos y manipulándonos sexualmente.
En años recientes, en Norteamérica, han empezado a surgir extraterrestres distintos del tipo pequeño y gris. Un psicoterapeuta, Richard Boylan, de Sacramento, dice:
Hay tipos de un metro a un metro veinte; los hay de metro cincuenta a metro ochenta; de dos metros a dos cuarenta; hay tipos de tres, cuatro y cinco dedos, almohadillas en las yemas de los dedos o ventosas; hay dedos con membrana interdigital o sin ella; hay ojos grandes en forma de almendra inclinados hacia arriba, hacia abajo u horizontales; en algunos casos, grandes ojos ovoides sin inclinación; hay extraterrestres con pupilas partidas; hay otros tipos de cuerpo diferentes —el llamado tipo mantis religiosa, los reptiloides... Son los que encuentro con más asiduidad. Hay algunos informes de casos exóticos y únicos sobre los que prefiero mostrar cierta cautela hasta disponer de corroboración.
A pesar de esta aparente variedad de extraterrestres, me parece que el síndrome de la abducción ovni retrata un universo banal. La forma de los supuestos extraterrestres muestra una gran falta de imaginación y preocupación por los asuntos humanos. Ni un solo ser presentado en todos esos relatos es más asombroso de lo que sería una cacatúa para quien no ha visto nunca un pájaro. Cualquier libro de texto de protozoología, bacteriología o micología está lleno de maravillas que superan en mucho las descripciones más exóticas de los abductores extraterrestres. Los creyentes toman los elementos comunes de sus historias como pruebas de verosimilitud más que como una prueba de que las han inventado a partir de una cultura y biología compartidas.
Una mente crédula... encuentra el mayor deleite en creer cosas extrañas y, cuanto más extrañas son, más fácil le resulta creerlas; pero nunca toma en consideración las que son sencillas y posibles, porque todo el mundo puede creerlas.
S
AMUEL
B
UTLER
,
Caracteres
(1667-1669)