El patrimonio nacional permitía el patronazgo político del partido oficial: en cada elección, el candidato pedía y Pemex disponía; el candidato solicitaba y Pemex desviaba; el candidato exigía la promoción y el sindicato armaba la triangulación.
Pemexgate sólo puso sobre la mesa lo que miles de mexicanos creían que ocurría debajo de ella: el
PRI
transfería dinero de la empresa a los bancos y después a las rifas y después a las esposas y después a los comités distritales. Desde la campaña presidencial de Francisco Labastida, Pemex comenzaba a oler mal. Ya varios personajes había denunciado las mordazas y las amenazas, las desviaciones y las irregularidades. Ya despertaba sospechas que el ex director de Administración de Pemex fuera el vice coordinador de la campaña de Francisco Labastida. Ya flotaban preguntas sobre los recursos destinados para enfrentar demandas judiciales y cubrir incumplimientos laborales. Ya desataba dudas que dirigentes petroleros cobraran sueldos en Pemex al mismo tiempo que desempeñaban cargos públicos. Ahora el país sabe que aprovechando el rubro de “servicios generales” Pemex permitió que el sindicato petrolero triangulara dinero con fines electorales.
Gracias al
PRI
la impunidad se volvió una costumbre. El
PRI
inauguró un sistema para compartir el poder basado en la protección política a sus miembros, al margen de las leyes que violaban, los estudiantes que asesinaban, los desfalcos que cometían, los robos que encabezaban, los desvíos que ordenaban. La lista es larga y escandalosa: Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo, Carlos Salinas de Gortari, Raúl Salinas de Gortari, Mario Marín, Arturo Montiel, Jorge Hank Rhon, Roberto Madrazo, Emilio Gamboa, José Murat, Ulises Ruiz. Y para protegerse a sí mismos promulgaban leyes a modo, saltaban de puesto en puesto, intimidaban a periodistas, negociaban amparos, compraban apoyos y corrompían jueces.
Todos ellos, orgullosos de lo que siguen llamando “la maquinaria del
PRI
”. Esa que sirvió durante 71 años, y todos sabemos lo que es. Todos sabemos cómo funcionaba. Todos hemos sentido su peso. Es el ratón loco, la urna embarazada y la boleta quemada. Es la destrucción de paquetes electorales después de la elección de 1988 y la pérdida de toda prueba. Es la caída del sistema y la complicidad de tantos para permitirlo. Es la voz de Carlos Salinas de Gortari diciendo que no veía y no oía a quienes lo criticaban. Es la imagen del gobierno con los ojos cerrados y los oidos tapados. Es la consigna de ignorar e intimidar a Cuauhtémoc Cárdenas sin respiro durante años. Es la orden de espiar a sus asesores, intervenir sus líneas telefónicas, interrumpir su ascenso. Es el odio personal de Salinas hacia el cardenismo convertido en política pública a lo largo de su sexenio. Es cada anuncio lacrimógeno del Programa Nacional de Solidaridad.
¿Qué es la maquinaria del
PRI
? Es la larga lista de llamadas que se hacían desde la Secretaría de Gobernación en favor del tapado y en contra de sus adversarios. Es la cena de recolección en casa de Antonio Ortiz Mena en 1994, durante la cual Carlos Salinas de Gortari pidió dinero para apoyar la campaña presidencial de Luis Donaldo Colosio. Es la charola que se pasó entre la cúpula empresarial. Es la oferta de 50 millones de dólares que hizo Emilio Azcárraga Milmo para recompensar sus ganancias. Es la mano dura de Hacienda contra los que evadían los pagos al
PRI
. Es el avión particular que se le prestaba al candidato. Es la autoridad que creaba monopolios y que amenazaba con deshacerlos si no demostraban lealtad al presidente en turno. Es el Banco de México rindiendo pleitesía a las directrices económicas de Los Pinos durante 1994.
¿Qué es la maquinaria del
PRI
? Es la orden de ordeñar la obra pública durante el ciclo electoral. Es la telenovela tabasqueña de Roberto Madrazo y las trece cajas que documentan cuánto pagó para comprar su elección a la gubernatura de Tabasco en 1994. Es la famosa fotografía de un hombre con pistola presionando a priístas durante la elección primaria del
PRI
en ese mismo año. Es el cheque de Procampo y la promesa de Progresa. Es la distribución de despensas y la repartición de pollos. Es la torta y el refresco al final del mitin. Es el operador que ofrece vacunas a cambio de votos. Es el gobernador que manda a los maestros a marchar a la capital para desquiciarla.
¿Qué es la maquinaria del
PRI
? Es la simbiosis partido-gobierno que —en la elección del año 2000— le ofreció a Francisco Labastida el Campo Marte como estacionamiento particular para su helicóptero. Es la complicidad cotidiana que convertía a funcionarios públicos en asesores de su campaña. Es el servicio civil que —durante décadas— sirvió al partido en el poder. Es la conversión de embajadas y consulados que representaban a México en oficinas de relaciones públicas del
PRI
. Es el veto de embajadores a intelectuales incómodos en eventos en el extranjero. Es la transformación de tecnócratas en talacheros de campañas políticas, sexenio tras sexenio.
¿Qué es la maquinaria del
PRI
? Es la mancuerna con los medios que convirtió a Cuauhtémoc Cárdenas en un hombre invisible en la pantalla y en hombre perseguido en la prensa después de la elección de 1988. Es la censura editorial que llevó a la salida de Lorenzo Meyer de un programa de radio cuando criticó a Ernesto Zedillo durante su sexenio. Es la llamada telefónica que pedía la cabeza de un encuestólogo o un editorialista. Es la amenaza de quitar una concesión radiofónica o no renovarla. Es la presión para cambiar los titulares o los contenidos, o las líneas editoriales.
¿Qué es la maquinaria del
PRI
? Es la participación de intelectuales en giras presidenciales. Es el financiamiento con ataduras, candados y bozales a centros de investigación. Es el esfuerzo por silenciar a quienes han alzado la voz. Es el intento por desacreditar a quienes no se han podido domesticar. Es la amenaza de muerte a conciencias críticas en el sexenio salinista. Es el Estado que ofrece protección a empresarios leales y la supervivencia del más fuerte frente a quienes no lo son. Es el gobierno que abre la puerta de Los Pinos a “los cómodos doscientos” del empresariado nacional pero les cobra cara la entrada. Es el
dictum
de Carlos Hank González que se vuelve punto de partida para la participación en el gobierno: “Un político pobre es un pobre político”.
Dentro de la mitología política del país el profesor Carlos Hank González ocupa un lugar privilegiado. Hombre leyenda y Maquiavelo mexicano, al profesor se le considera como un ejemplo paradigmático del viejo político. En realidad es más que eso: el profesor enseñó una forma de construir y de ejercer el poder. Y dado que los dinosaurios de la clase política todavía no están en extinción, el
PRI
como una forma de vida y de hacer política sigue coleando. Las lecciones de Hank que se enumeran abajo continúan transmitiéndose de generación en generación: de Echeverría a López Portillo, de López Portillo a Carlos Salinas, y de Salinas en adelante: lecciones traspasadas, aprendidas, emuladas incluso por los miembros de otros partidos:
1)
Mano de hierro, guante de terciopelo
. Una de las lecciones más importantes del manual hankista de la política es la caballerosidad. El autoritarismo funciona mejor cuando se aplica de buenas maneras, y cuando se ejerce con aparente suavidad. El buen político es aquel que controla con una mano y seduce con la otra; aquel que destruye a su enemigo sin tocarse el corazón pero con una sonrisa en los labios. Ser político es ser actor, y la mejor obra de teatro que logra montar Carlos Hank González es la de su propia trayectoria: el humilde profesor, que con base en el sudor de su frente se convierte en el poder económico detrás de varios tronos, y desde allí multiplica los panes y los peces para después repartirlos con generosidad.
Carlos Hank González.
El profesor enseña que el verdadero poder se ejerce en silencio, en los pasillos y en las antesalas… no en el barullo de la contienda electoral o de la lucha partidista. Sabe que las fuentes de su poder no son públicas. El buen político no necesita recurrir a la violencia verbal o física, ni enfrentarse a la socieded porque obtiene lo que quiere haciendo la corte. La política se hace entre las élites, no frente a la opinión pública. El buen político, según la escuela del hankismo, no debe ni necesita rendir cuentas. Antes que todo es un evasor.
2)
Enriquécete y vencerás
. Para el profesor y sus discípulos, la política es patronazgo: un andamiaje de clientelas, favores, contratos y concesiones que sostiene y alimenta a una amplia franja de la clase política del país. Probablemente la supervivencia política del profesor, sexenio tras sexenio, se debió a su capacidad no sólo para enriquecerse, sino también para enriquecer a los demás. En entrevista con la revista
Época
, el profesor narra que en 1949 instaló su primera fábrica “pequeñita” en Atlacomulco, después compró un camión, luego armó otra fábrica con un amigo, y finalmente obtuvo las concesiones de Pemex para transportar gasolina. Lo demás es historia. De camión en camión, y de amigo en amigo, construyó un imperio bajo el sol. Obtuvo ventajas económicas de sus puestos políticos y amasó poder político gracias a su influencia económica. Compró casas y presidentes, campañas y candidatos, obras de arte y enemigos.
El profesor Hank es uno de los arquitectos más influyentes del
PRI
como una fórmula de protección política. El acceso privilegiado a Los Pinos le permitió erigirse en paraguas protector de todos aquellos adiestrados en el arte de canalizar el presupuesto público a los bolsillos privados. En el pasado los grandes negocios priístas se hacían a través de las empresas paraestatales; actualmente se hacen en los aeropuertos y en las aerolíneas y en las carreteras que transportan el 60 por ciento de la cocaína que ingresa a Estados Unidos. En el pasado, el Estado rentista permitía la simbiosis político-empresario; en el presente, el Estado acorralado no logra desmantelarla.
3)
Por encima de la ley, la amistad
. En una entrevista con el periodista estadounidense Tom Gjelten de
National Public Radio
, Hank declaró que en México “la amistad es casi una religión”. Argumentó que los dirigentes del
PRI
eran sus “amigos” y no temía que hubiera nadie dentro de su partido que lo atacara o que lo rechazara. Enfatizó sus excelentes relaciones con el gobierno y con el presidente Zedillo. Al hacerlo simplemente reiteró uno de los credos principales del culto hankista/priísta: la amistad como complicidad. Protege y serás protegido. Encubre y serás encubierto. Ayuda y serás ayudado.
Durante los últimos cuarenta años, el amiguismo que acuñó el profesor Hank le permite a los priístas prosperar dentro de la ley, al margen de la ley, incluso fuera de la ley. La trayectoria de Hank está sembrada de rumores, pero no de demandas penales que hayan prosperado. En 1982 la Procuraduría General de la República se declaró inexplicablemente incompetente para investigar la denuncia del
PAN
contra Hank por irregularidades financieras cometidas durante su regencia. En 1994 la historia se repitió: su discípulo el Procurador Pérez Treviño lo exoneró nuevamente de una acusación por delitos electorales.
4)
Averigua el talón de Aquiles de amigo s y enemigos
. La última regla política para sobrevivir en el priísmo que Carlos Hank ayudó a concebir es amasar información: averiguar de qué pie cojea quién, y de qué tamaño es la cola que todos tienen. Dicen que el profesor le pagaba las tarjetas de crédito a José López Portillo porque el ex presidente tenía problemas de liquidez; cuentan que le organizaba cenas a Carlos Salinas con los grandes empresarios del país porque el expresidente necesitaba apoyos de gran capital; sugieren que Hank le financiaba la campaña a Ernesto Zedillo porque era un candidato demasiado débil para andar solo. Sexenio tras sexenio el profesor se volvió indispensable porque sabía demasiado.
Por ello el hankismo como doctrina y como práctica está lejos de extinguirse. Muchos de los hombres del profesor permanecen en posiciones clave del sistema político. Para sus alumnos de todas las edades es fuente de inspiración, y sus lecciones se siguen al pie de la letra en distintos ámbitos: en el Congreso, en el
PRI
, en los gobiernos estatales. La política como complicidad e intimidación caballerosa es el pan nuestro de cada día.
El
PRI
está acostumbrado a gobernar al país a bolsazos de dinero. Con cajas de contratos. Con pilas de prestaciones. Tejiendo redes clientelares entre una población acostumbrada a ellas. Promoviendo el patronazgo en un país que entiende la política así.
Siguiendo las instrucciones del patriarca: enriquécete a ti mismo y a tu equipo, pinta bardas e inaugura puentes, bautiza todo con tu nombre o el de tu esposa, haz amistades y colócales por encima la ley. Compra, intimida, píntate el pelo y vencerás. Arturo Montiel y Roberto Madrazo y Ulises Ruiz y Mario Marín y Fidel Herrera y Manlio Fabio Beltrones y Enrique Peña Nieto y tantos priístas más, descendientes del mismo padre político.
Paso a paso, gesto tras gesto, golpe bajo tras golpe bajo, los líderes del
PRI
muestran lo que es el partido. Un vehículo para el enriquecimiento personal y familiar. Una fuente de recursos públicos que acaban en bolsillos privados. Una forma de vida disfrazada de partido político. Un estilo personal de gobernar que asegura un estilo extravagante de vida. Sexenio tras sexenio. Clan tras clan. Camarilla tras camarilla. Décadas de desviar, malversar, sacar con sifón para pagar casas y coches, comidas y cenas, constructoras y condominios, vinos y cavas, ranchos y caballos, vacaciones y los boletos de primera clase que entrañan. A costa del país que dicen gobernar. A costa de los contribuyentes que dicen representar.