Yo he encontrado esas fuerzas.
Ahora más que nunca podremos comprobar que ser consciente y persistente da sus frutos. En el mundo actual, el bruto, el ignorante y el mafioso ocupan altos cargos políticos, sociales o manipulan las finanzas. Hace mucho tiempo que el sabio no dirige al pueblo.
La antigua y sabia humanidad fue instruida por mensajeros, por profetas, por enviados, pero no hemos realizado sus enseñanzas. Hemos progresado en la materia de una manera asombrosa, pero no así en el plano espiritual o humanístico.
Sabemos por el legado del antiguo y sabio pueblo maya que nuestro sistema solar se acerca hacia el centro cósmico. Todo se compacta, se une y se busca. Allí hay esperanza, ya que dentro del inconsciente colectivo del propio hombre algo no está bien, algo va a cambiar. Las religiones han fracasado, la esperanza de encontrar una salida moral, ética o espiritual se ha perdido. Si se palpa el sentimiento de nuestras sociedades, la desesperanza ha dado paso a un sentimiento común de dejación, de soledad, de apatía. Las enfermedades psicológicas, como la depresión y el suicidio, están aumentando en forma alarmante.
Yo soy un científico espiritual que ha hallado la búsqueda de su vida. El mundo de la Atlántida puede estar frente a nuestros ojos hoy mismo, y lo que es más importante: su sabiduría y la respuesta a las preguntas existenciales que siempre nos hemos hecho. ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Quién fue el primer hombre?
El desarrollo de todas las civilizaciones se ha basado en la premisa de la observación del Universo y las estrellas: los ciclos lunares, los solsticios y equinoccios solares, la observación de planetas cercanos al nuestro, como Marte y Venus.
No puedo evitar la tendencia a mirar las estrellas cuando se oculta el Sol.
Millones y millones de soles brillando a la vez me llevan a preguntarme por qué con tantas estrellas el ser humano no se rinde ante tanta belleza. Creo que es porque estamos programados e hipnotizados para olvidar nuestro origen.
Si tenemos en cuenta que sólo la Vía Láctea se compone de unos veinte millones de soles, no quiero ni pensar el resultado de la suma de todas las galaxias. He llegado a la conclusión de que tiene que haber un principio opuesto a la luz, algo inhibitorio de la misma, un éter que extingue la vida.
El calendario maya, cuya medida del tiempo es absolutamente precisa y aparte asombrosa, nos está diciendo que desde el año 1999 hemos comenzado a vivir en el "tiempo del no tiempo". Estamos a punto de vivir el momento en que se cierra un ciclo de 5,125 años. Será exactamente en el año 2012 cuando lleguemos al punto de inflexión hacia una era nueva y el ser humano se vea cara a cara consigo mismo y con un nuevo periodo energético.
Sabemos que dentro de nuestro ADN existe un potencial extraordinario, pero se encuentra dormido. Si podemos dejar que la nueva energía nos afecte, accederíamos a un nuevo amanecer en la genética, la vibración para la gente se elevaría. La raza podría evolucionar, o por el contrario, si no lo hacemos, perecer.
Los mayas nos revelaron que cada 25,625 años completamos una rueda evolutiva. En este tiempo recorremos un camino elíptico que nos aleja y luego nos acerca al Centro Cósmico, de donde emana el auténtico poder de la vida: La Luz de La Fuente Creadora. Y será a partir del 21 de diciembre de 2012 cuando tengamos la posibilidad de introducirnos en el nuevo sendero que progresiva y lentamente nos acercará a una etapa de esperanza y de progreso para la humanidad, un ciclo de oro como el que experimentó la Atlántida.
Para los mayas, estos 13 años de 1999 al 2012 son tremendamente importantes. Estamos, según ese calendario, en el último
katún
o periodo de la era.
Los mayas nos dejaron a nosotros, los habitantes del planeta Tierra de hoy, un mensaje escrito, símbolos en piedra y un lenguaje metafísico que contiene siete profecías, una parte de peligro y adaptación, y una parte de anhelo de cambio. El mensaje de peligro profetiza sobre lo que va a pasar en estos tiempos que vivimos, el mensaje positivo nos habla sobre los cambios que debemos de realizar en nosotros mismos para impulsar a la humanidad hacia la evolución y el cambio.
Estamos ante la posibilidad de que sea un periodo nuevo, la era de la mujer, la era de la madre, la era de la sensibilidad, la era de la diosa.
Todos nosotros, de una manera u otra, sentimos que estamos comenzando a vivir los tiempos del Apocalipsis. Todos sentimos la guerra; guerra por el petróleo, guerra por territorios, guerra por la paz.
Cada día hay más erupciones volcánicas, la polución generada por nuestra tecnología se ha vuelto alarmante, hemos debilitado la capa de ozono que nos protege de las radiaciones solares, hemos contaminado al planeta con nuestros desechos industriales y basuras. La devastación de los recursos naturales ha mermado las fuentes de agua, se afecta el aire que respiramos; el clima ha cambiado y las temperaturas han aumentado de una manera impresionante. Esto estaba predicho hace muchos años.
Estamos paralizados y nos acostumbramos frente a lo que vemos: los glaciares y nieves se derriten, grandes inundaciones se suceden en todo el mundo; enormes tornados y huracanes afectan varias partes del globo. Incluso puede haber una paralización y caos informático, la pobreza y las crisis generalizadas por los efectos del caos económico se sienten en casi todos los países del mundo. Todos buscamos respuestas y un camino seguro para los tiempos que vivimos. Estos problemas nos indican que no estamos viviendo en armonía.
No debemos escuchar sólo la campana de las estadísticas o de la ciencia. También muchas religiones elaboraron profecías acerca de lo que está pasando. La Biblia anunció que cuando todos estos hechos sucedieran al mismo tiempo, estarían llegando los tiempos del Apocalipsis, de la revelación de la Verdad.
Si hay algo de verdad en la sabiduría de los antiguos, se percibirá que es el inicio del ciclo en que el ser humano de buena voluntad y los iniciados se replegarán hacia la unidad, con la consecuente tendencia a la unión de todos los cuerpos y la energía. La luz que hay en toda materia se fusionará y se hará más fuerte; planetas con planetas, galaxias con galaxias, espíritus con espíritus, cuerpos con cuerpos, todos se harán un solo cuerpo, una sola unidad.
Respetables representantes de todas las naciones, lo que no nos vence nos hace más fuertes; he tenido, luego de incansables años de búsqueda, algo para compartir. Y hoy estoy feliz de decirles que lo he hallado.
Lo que hoy les presentaré para su sorpresa y para que den a conocer entre sus naciones son dos hallazgos trascendentes y nunca vistos. Lo que tengo en mis manos y quiero dejar en manos de la humanidad es la prueba científica de nuestro origen, de nuestro verdadero origen y de lo que puede sucedernos muy pronto. Es paradójico que ahora entendamos de dónde venimos realmente, cuando estamos amenazados frente a una posible desaparición como especie dentro de escasos meses.
Tanto mi propio trabajo como el de mi desaparecido amigo, Nikos Roussos, probarán esta noche que la humanidad está frente a un cambio de vida o muerte, y que lo que se consideraba un mito y una ilusión filosófica y literaria era realmente una prueba divina.
Aquiles Vangelis, Discurso para Naciones Unidas, 28 de octubre de 2012.
—¡Alexia! —gritó Adán, a viva voz—. ¡He encontrado algo muy importante! ¡El discurso que tu padre pensaba dar dentro de tres meses en las Naciones Unidas!
Alexia no estaba en la sala. Se hallaba en la habitación contigua, desde donde le respondió:
—¡Yo también he encontrado algo en su laptop!
Adán caminó rápidamente hacia la otra sala y, al entrar, la vio absorta frente a la pantalla de la computadora, mirando a su padre hablar en un video. Sus pupilas brillaban como dos antorchas.
—¿Qué es eso? —preguntó Adán, asombrado de ver al arqueólogo en el monitor.
Se le veía entusiasmado y lleno de energía. Alexia giró un poco la computadora para que Adán también lo viera bien.
—No sé si es el mismo discurso que has encontrado tú. Por seguridad, solía grabar en video una copia.
—Aquí dice que lo daría en Naciones Unidas, en octubre —Adán le mostró los papeles que acababa de leer. A Alexia se le abrieron los ojos más de lo habitual.
—En el video dice que lo diría en Londres.
—¿En Londres? Pero, ¿qué hay en Londres? —Adán no lograba ver la razón de elegir la capital británica. Alexia mostró ahora una sonrisa esclarecedora, y aquel gesto pareció iluminar toda la sala.
—Mi padre quiere que todo el mundo se entere de lo que descubrió —su voz ahora sonaba poderosa—. Mi querido Adán, en Londres serán los próximos Juegos Olímpicos.
Ambos buscaban más archivos en la computadora de Aquiles.
—Tu padre ha pensado difundir su descubrimiento en las Naciones Unidas y en los Juegos Olímpicos de Londres. Si hiciera eso la noticia correría como un reguero de pólvora, no habría mejor publicidad.
Alexia seguía con sus ojos atentos delante de la pantalla, abría carpetas que decían: El Salón de los Espejos, Los tres días de oscuridad, El Sol rojo, El origen del hombre, La isla de la Serpiente, El secreto de Adán.
—Los Juegos Olímpicos se realizarán en Londres en menos de una semana, se llevarán a cabo del 27 de julio al 12 de agosto, estamos a tan sólo un par de días.
Alexia lo sabía en carne propia ya que los preparativos eran monumentales. Al vivir en Londres, se topaba con los juegos en todo momento ya que, desde hacía un año, la publicidad no se ocupaba de otra cosa que de promocionar el mega evento internacional.
—¡Una semana! —exclamó Adán—. Tu padre esperaba poder resolver todo para esa fecha. ¿Qué es lo que haremos? ¿Mostrar simplemente un video? No estamos logrando nada para encontrarlo a él.
Alexia le clavó sus expresivos ojos con resignación. Adán no lograba descifrar nada.
—Sigo creyendo que deberíamos llamar a la policía —insistió.
—¡Ni se te ocurra! —le contestó Alexia.
—Podrían ayudarnos.
—Sería más un dolor de cabeza que otra cosa —argumentó ella.
Adán arqueó una ceja.
—Pero nosotros no logramos ver cuál es la clave, estamos tratando de saber qué descubrió para que nos lleve hacia sus captores, pero.
—Si te ha llamado a ti como experto en sexualidad, lo que le falta tiene algo que ver con el sexo o con las religiones.
—Alexia, ¿qué hay respecto al sexo que no se haya dicho? Ya sabemos que las religiones son recelosas con respecto al cuerpo y al sexo. Es donde más han hecho énfasis para reprimir a la gente.
—Quizá es justo por eso, quizá. Mi padre me comentó varias veces que había hipótesis de ciertos rituales sexuales atlantes que incluían el acto sexual, la meditación y ciertas técnicas especiales de respiración, de esta forma, decía él, tenían mayor poder y lograban despertar facultades paranormales y creativas superdotadas expandiendo su conciencia.
Adán asintió lentamente más como si reflexionara sobre aquellas palabras que como una afirmación.
—¿Qué quieres decir? ¿Piensas que tu padre descubrió algo que no comprende respecto a la sexualidad?
—¿Y qué tal si ha encontrado alguna prueba trascendente de que el sexo no es lo que nos han dicho? Él estaba tras la Atlántida y los secretos del origen del hombre. Y todos los seres humanos hemos venido al mundo a través de un acto sexual.
—Eso está más que claro —dijo él—, pero ¿tú crees que descubrió otra forma de venir al mundo? —esta última frase la dijo con la timidez de un niño, como si toda su reconocida profesionalidad y múltiples conocimientos no contaran.
Ella negó con la cabeza en silencio. Tocó el misterioso cuarzo de su cuello, emanaba un extraño calor.
Dejó de prestarle atención a la computadora, dio un respingo sobre la silla y se giró hacia él. Su rostro estaba ahora encendido.
—No, Adán —su VOZ mostraba inteligencia y sagacidad—, yo creo que lo principal no tiene que ver con la profecía y con la Atlántida., lo que descubrió mi padre y que lo tenía tan emocionado es algo que tiene que ver con el sexo, mejor dicho con la forma en que llegó al mundo el primer hombre.
Alexia y Adán, por un lado, y el arqueólogo Vangelis junto con sus captores, por otro, no podían estar conscientes de lo que estaba sucediendo en esos momentos alrededor del planeta.
Todas las agencias mundiales de noticias, los canales televisivos, periódicos, cadenas de prensa, locutores de radio y periodistas en general estaban dando la nueva mala noticia.
El Sol, el astro que fue venerado por todas las culturas desde los egipcios, hindúes, griegos, atlantes, mayas y los pueblos y tribus americanas, africanas y asiáticas, misteriosamente se había vuelto totalmente rojo.
Los titulares anunciaban que era como si el astro rey estuviera bañado en sangre. Una bola incandescente, como un volcán en erupción, de un rojo intenso con llamaradas amarillas y rojas, despistaba a meteorólogos y científicos.
En la BBC, un comentarista alarmaba a la población por el suceso, con una actitud más sensacionalista que pragmática. "No eleven sus ojos al Sol, el riesgo de quemaduras oculares es grave." Mientras tanto, la CNN daba la alarma con titulares que alertaban sobre el riesgo de tomar el Sol, observarlo, y recomendaban beber mucha agua. La noticia se dispersó por todo el planeta como arena entre los dedos. La alarma general causó tensión y pánico en algunas personas.
Ante el primer síntoma de miedo, los devotos de las religiones mayoritarias sintieron el impulso de ponerse a rezar. Los ateos e incrédulos, sobre todo los más pesimistas, quisieron ir contracorriente y muchos de ellos miraron al Sol con consecuencias graves, algunos fueron hospitalizados. La gente que se hallaba en playas, disfrutando el verano griego, tuvo que dejar obligatoriamente su confortable sitio frente al mar e ir en busca de sombra; ya que estar bajo el Sol era como estar en el infierno. Inmerso en su labor, el cardenal Tous estaba perdiendo la compostura debido a la impaciencia, el calor de aquella vieja casa y la insubordinación de Aquiles. Quería ser respetado aunque el profesor Vangelis no se diera cuenta de quién era él.
Tous se colocó detrás del arqueólogo y le apoyó las manos en los hombros.
—Es la última vez que se lo pregunto, profesor.
"Debo ganar tiempo", pensó Aquiles, quien se encontraba totalmente deshidratado y con las manos entumecidas por las ataduras que no le permitían el paso de la sangre.