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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia, Ensayo

El secreto del universo (37 page)

BOOK: El secreto del universo
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Claro que se podría objetar que por muy útiles que puedan ser los explosivos, mayor aún es el daño que pueden hacer. Se puede objetar que los hombres son incapaces de elegir el bien y evitar el mal, y que, por tanto, hay que prohibirles totalmente el uso de explosivos, como si fueran un hatajo de idiotas.

En ese caso, recordemos los avances médicos que comenzaron con el descubrimiento de la vacuna hecho por Jenner en 1798, la enunciación de la teoría de los gérmenes productores de enfermedades de Pasteur en 1860, y así sucesivamente. Todos ellos han doblado la esperanza de vida del hombre, lo cual es bueno, y han provocado la explosión demográfica, lo cual es malo.

Que yo sepa, casi nadie protesta contra los avances de la medicina. Incluso hoy en día, cuando tanta gente se siente preocupada por los peligros de los adelantos científicos y tecnológicos, no sé de nadie que proteste por las investigaciones de las causas de la artritis, las enfermedades vasculares, los defectos congénitos y el cáncer.

Y, sin embargo, la explosión demográfica es el peligro más inmediato al que tiene que enfrentarse el género humano. Si evitamos el desencadenamiento de una guerra nuclear, combatimos la polución, aprendemos a economizar nuestros recursos naturales y progresamos en todos los campos de la ciencia, aun así seremos destruidos en cuestión de algunas décadas si no logramos poner freno a la explosión demográfica.

De todas las locuras humanas, la peor de todas es permitir que la tasa de mortalidad descienda más rápidamente que la de natalidad.

Así que, ¿quién está a favor de la abolición de los avances médicos y del retorno a una tasa de mortalidad alta? ¿Quién marchará al grito de «¡Vivan las epidemias!»? (Claro que es posible que consideren que las epidemias no están mal si se producen en otro continente; pero tienen la mala costumbre de propagarse.)

¿Optaremos entonces por hacer una selección? ¿Por conservar los avances médicos y algunos otros nobles ejemplos de los progresos científicos y abandonar el resto de la tecnología? ¿Por irnos a vivir a una granja, en el inocente esplendor del campo, y olvidarnos de la malvada ciudad y de sus máquinas?

Pero las granjas tampoco tienen que disponer de maquinaria: nada de tractores a motor, nada de segadoras, gavilladoras y todo eso. No deben utilizar fertilizantes y pesticidas sintéticos, producidos por una tecnología avanzada. No han de utilizar maquinaria de riego, presas modernas y esas cosas. Han de prescindir de las cepas mejoradas genéticamente que necesitan una gran cantidad de fertilizantes y mucha irrigación. Tiene que ser
así
o volveremos a vernos atrapados por todo el mecanismo de la industrialización.

Pero en ese caso toda la agricultura mundial no podría abastecer más que a unos mil millones de personas, y resulta que en la actualidad hay cuatro mil millones de personas sobre la Tierra.

Habría que eliminar al menos a tres mil millones de personas de la superficie de la Tierra para que ésta se convirtiera en un planeta de felices granjeros. ¿Algún voluntario? No vale ofrecer a otros como voluntarios; ¿hay alguien que se ofrezca a ser eliminado
él mismo?…
Me lo imaginaba.

En el articulo de Toynbee que he citado antes con referencia a las necesidades espirituales, también decía: «La razón por la que la ciencia consigue responder a estas preguntas es que estas preguntas no son las más importantes. La ciencia no se ha ocupado de las preguntas fundamentales de la religión, o, si se ha ocupado de ellas, no ha encontrado respuestas genuinamente científicas.»

¿Qué es lo que quiere el profesor Toynbee? Gracias a los progresos de la ciencia hemos acabado con la esclavitud; hemos proporcionado más seguridad, salud y bienestar material a más gente de la que se podía soñar en los siglos anteriores a la ciencia; hemos puesto el arte y el ocio a disposición de cientos de millones de personas. Todo ello como resultado de responder a preguntas que «no son las más importantes». Es posible que así sea, profesor, pero yo soy una persona humilde y estas preguntas sin importancia me parecen bastante buenas si esas son sus consecuencias.

¿Y cómo ha respondido la religión a sus «preguntas fundamentales»? ¿Cuáles son sus respuestas? Cabría preguntarse si la mayoría de la humanidad es más moral, más virtuosa, más honrada y bondadosa gracias a la existencia de la religión, o si el estado de la humanidad no será más bien una prueba del fracaso de miles de años de mera charla sobre la bondad y la virtud.

Cabría preguntarse si algún colectivo determinado de personas seguidoras de una determinada religión ha dado pruebas de ser más moral y virtuoso o más bondadoso que otros grupos de personas seguidores de otras religiones o, si vamos a eso, que no sean seguidores de ninguna religión determinada, ya sea ahora o en el pasado. Nunca he oído hablar de indicios de este tipo. Si el historial de logros de la ciencia no fuera mejor que el que puede presentar la religión, hace mucho que la ciencia habría desaparecido.

El emperador está desnudo, pero el temor supersticioso parece impedir que se llame la atención sobre ello.

Resumamos, entonces…

Es posible que no les guste el camino que han tomado la ciencia y la tecnología modernas, pero es el único posible.

Pueden nombrar cualquier problema de los que sufre el mundo actual; puedo afirmar que, aunque
es posible
que la ciencia y la tecnología no puedan solucionarlo,
es seguro
que ninguna otra cosa lo hará. así que ustedes eligen: o la posible victoria con la ciencia y la tecnología, o la derrota cierta sin ellas.

¿Qué es lo que prefieren?

NOTA

Últimamente resulta de buen tono culpar a la ciencia y a los científicos de todos nuestros problemas. así, fueron los científicos los que descubrieron la fisión nuclear, y, por tanto, ellos tienen la culpa de la existencia de las bombas atómicas y de los peligros de una guerra nuclear. Fueron los científicos los que sintetizaron los plásticos que no son biodegradables, los gases venenosos y las sustancias tóxicas que contaminan el mundo, etcétera, etcétera.

Sin embargo, fueron los científicos los que, a mediados de 1945, horrorizados por las bombas atómicas, rogaron que no se utilizaran contra las ciudades, y fueron los políticos y generales los que insistieron en hacerlo y los que se salieron con la suya. ¿Cuál es la razón entonces de que un cierto número de científicos abandonara asqueado el campo de la física nuclear, y que otros tuvieran que luchar contra sus impulsos suicidas, mientras que no he oído hablar en mi vida de ningún político ni general que perdiera el sueño por esta decisión? ¿Por qué los científicos son considerados unos malvados y los políticos y generales unos héroes?

Claro que
hay
científicos que me parecen unos malvados, y políticos y generales que me parecen unos héroes, pero en ambos casos no representan más que una pequeña parte del total. Así que, si el tono de este articulo les parece un poco amargo, espero que no les haya sorprendido.

LA DIFERENCIA MÁS SUTIL

Como en estos artículos hablo de muchos temas distintos, y siempre me las doy de entendido y sabihondo de una manera insufrible, probablemente mis amables lectores agradecerán que de vez en cuando les confiese mi estupidez. Lo haré con mucho gusto, ya que puedo elegir entre un montón de ejemplos.

Por ejemplo, hace unas dos semanas estaba escuchando una conferencia de un detective privado sobre su profesión. Era joven, atractivo, inteligente y muy buen orador. Era un placer escucharlo.

Habló de cómo había contribuido a la liberación de un destacado malhechor demostrando que la policía había realizado un registro ilegal. Luego explicó que se sentía plenamente justificado al intentar liberar a personas que eran criminales sin ningún asomo de duda porque (1) la Constitución garantizaba su derecho a contar con la mejor defensa posible; (2) si la acusación recurría a tácticas ilícitas, de todas formas los criminales serian liberados tras la apelación, y (3) al insistir en que los procesos sean legales hasta el último detalle, se protege a todo el mundo, incluso a nosotros mismos, de un Gobierno que fácilmente podría caer en la tiranía de no estar sometido a una continua vigilancia.

Yo asentí desde mi asiento. Bien dicho, pensé.

Luego se puso a contar anécdotas humorísticas. Una era sobre un profesional liberal que se había separado de su mujer y vivía con su secretaria. Como quería quitarse a la secretaria de encima, este hombre contrató a un detective privado para que la siguiera y procurara que ella se diera cuenta. Entonces la secretaria le diría a su amante que la estaban siguiendo, y él diría: «Oh, Dios mío, mi mujer nos sigue la pista. Tenemos que separarnos.»

Aunque el detective privado hizo todo lo que estuvo en su mano para que le atraparan, la secretaria se negó a preocuparse por ello, y el pequeño plan fracasó.

Entonces alcé la mano e hice una pregunta tonta por pura estupidez. Dije:

—Comprendo las cuestiones constitucionales relacionadas con ayudar a los criminales. Pero ¿cuál es la cuestión constitucional relacionada con el hecho de ayudar a un tipo a engañar a una pobre mujer con un truco sucio? ¿Por qué lo hizo?

El detective privado me miró asombrado, y respondió:

—Me
pagó
por ello.

Todo el mundo empezó a reírse disimuladamente y a darse codazos, y me di cuenta de que era la única persona de todo el público tan tonta como para necesitar que le explicaran eso.

En realidad, era tan evidente que se estaban riendo de mí que no tuve el valor de hacer la siguiente pregunta, que hubiera sido, de haberme atrevido a formularla:

—Pero si un detective privado está sujeto a la tentación de hacer trabajos sucios por el dinero que gana con ellos, ¿por qué no elige otra profesión?

Supongo que esta pregunta también tiene una respuesta sencilla que yo soy demasiado tonto como para advertir.

Y ahora, tras ponerles en antecedentes sobre mi incapacidad para entender las cosas más sencillas, voy a tratar sobre un tema verdaderamente difícil: la cuestión de la vida y la muerte. Teniendo en cuenta mi confesión, no es necesario que se tomen al pie de la letra nada de lo que digo; basta con que lo consideren mi opinión. Por tanto, si su opinión es distinta de la mía, espero que no tengan reparos en seguir manteniéndola.

¿Qué es la vida y qué es la muerte y cómo las diferenciamos entre si?

Si comparamos a un ser humano vivo con una roca, no hay ningún problema.

Un ser humano está formado por diferentes sustancias químicas íntimamente asociadas a cosas vivas: las proteínas, los ácidos nucleicos, etc., y una roca, no.

Además, en el ser humano se producen una serie de cambios químicos que constituyen su «metabolismo», en los que los alimentos y el oxigeno se transforman en energía, tejidos y sustancias de desecho. Gracias a estas reacciones, el ser humano crece y es capaz de reproducirse, transformando sustancias simples en complejas, en aparente contradicción con la segunda ley de la termodinámica. Una roca no es capaz de hacerlo.

Por último, el ser humano manifiesta una «conducta adaptativa», al esforzarse por conservar la vida, evitar el peligro y buscar la seguridad, tanto mediante el ejercicio consciente de su voluntad como gracias a los mecanismos inconscientes de su constitución fisiológica y bioquímica. Una roca no es capaz de hacer eso.

Pero el contraste entre el ser humano y la roca nos proporciona una distinción demasiado simple entre la vida y la muerte, tan trivial que no nos sirve de mucha ayuda. Tenemos que buscar un ejemplo más complicado. Vamos a observar las diferencias entre un ser humano vivo y otro muerto.

Para hacerlo más difícil todavía, vamos a preguntarnos cuál es la diferencia esencial entre un ser humano un poco antes de su muerte y ese mismo ser humano unos instantes después de su muerte; digamos cinco minutos antes y cinco minutos después.

¿Qué cambios se producen en esos diez minutos?

Todas las moléculas siguen estando ahí: todas las proteínas y todos los ácidos nucleicos. No obstante, hay
algo
que ya no está ahí, ya que mientras los procesos del metabolismo y la conducta adaptativa seguían desarrollándose (aunque muy débilmente) antes de la muerte, después de ésta se detienen por completo.

Se ha desvanecido una chispa de vida. ¿Qué es exactamente?

Una de las primeras conjeturas que se hicieron sobre esta cuestión la relacionaba con la sangre. Es fácil suponer que existe una relación especial entre la sangre y la vida, una relación más estrecha e íntima que la que existe entre ésta y otros tejidos. A fin de cuentas, cuando se pierde sangre, el organismo se debilita cada vez más y acaba por morir. Es posible entonces que la sangre sea la esencia de la vida; la vida misma, en realidad.

Hay vestigios de esta opinión en la Biblia, que en algunos lugares llega a identificar vida con sangre.

Por ejemplo, después del diluvio Noé y su familia, los únicos supervivientes de la gran catástrofe, reciben instrucciones divinas sobre lo que pueden comer y lo que no pueden comer. En esta alocución dietética Dios dice: «Sólo carne que contenga en si su vida, su sangre, no comeréis» (
Génesis
, 9, 4).

En otro pasaje sobre la nutrición. Moisés afirma que Dios se ha mostrado aún más explícito y ha llegado a decir: «Sólo has de perseverar firme en abstenerte de la sangre, pues la sangre es la vida, y no has de comer la vida con la carne» (
Deuteronomio
, 12, 23). También se encuentran declaraciones parecidas en
Levítico
, 17, 11, y
Levítico
. 17, 14.

Parece ser que la vida es el don de Dios y no puede ser comida, pero una vez eliminada la sangre, el resto está muerto en esencia y siempre ha estado muerto y puede ser comido.

Desde este punto de vista, las plantas no están verdaderamente vivas, porque no tienen sangre. No viven; se limitan a vegetar y a suministrar alimentos.

Por ejemplo, en
Génesis
, 1, 29-30, se citan las palabras de Dios dirigidas a los seres humanos que acaba de crear: «Mirad, os entrego todas las hierbas que portan semillas sobre la faz de la tierra, y todos los árboles frutales que engendran semillas os servirán de alimento, y a todas las bestias salvajes, todas las aves del cielo y todo cuanto se arrastra sobre la tierra con aliento vital señalo de comida toda hierba verde.»

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