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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia, Ensayo

El secreto del universo (39 page)

BOOK: El secreto del universo
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Los creyentes en la vida después de la muerte responden a esto diciendo que estas historias han sido avaladas por personas de los más diversos orígenes, incluyendo a indios no cristianos, lo que les induce a creer que son objetivamente ciertas… Yo me niego a aceptar este argumento por dos razones:

1. Las historias sobre la vida después de la muerte están extendidas por todo el mundo. Casi todas las religiones hablan de una vida después de la muerte, y los misioneros cristianos y los medios de comunicación occidentales han difundido
nuestras
teorías sobre el tema por todas partes.

2. Por otra parte, una persona que ha sufrido alucinaciones del tipo que sea, una vez recuperada, cuando quizá todavía se siente débil y confusa, se ve obligada a describirlas, y qué fácil debe de resultarle procurar que su descripción se ajuste a las expectativas de quien le interrogue, que, por lo general, es un entusiasta de la vida después de la muerte, deseoso de obtener la información adecuada.

La experiencia de innumerables casos de juicios sumarísimos demuestra que un ser humano, aun estando bajo juramento y corriendo el riesgo de ser castigado, confundirá los recuerdos, incurrirá en contradicciones y testificará cosas absurdas. También sabemos que un abogado astuto puede conseguir con sus preguntas casi cualquier testimonio de un testigo, por muy honrado, sincero e inteligente que éste sea. Esa es la razón de que el reglamento sobre los testimonios y los interrogatorios tenga que ser tan estricto.

Por tanto, como es natural, tendría que encontrarme ante una evidencia muy convincente para llegar a atribuir alguna importancia a las declaraciones de una persona muy enferma que ha sido interrogada por un creyente ansioso.

Pero, en ese caso, ¿a qué viene lo que he afirmado más arriba: que tiene que haberse producido algún cambio en el tránsito de la vida a la muerte, un cambio que determina una diferencia que no es una simple cuestión de átomos y moléculas?

Esta diferencia no está relacionada con la sangre ni con la respiración, pero tiene que estar relacionada con
algo
.

Y así es. Hay algo que estaba allí en la vida y que deja de estarlo en la muerte, y ese algo
es
inmaterial y representa una sutil diferencia: la diferencia más sutil posible.

El tejido vivo no está formado solamente por moléculas complejas, sino por estas moléculas complejas
dispuestas de manera compleja
. Si esa disposición empieza a ser alterada, el cuerpo enferma; si la alteración es suficientemente grave, el cuerpo muere. Entonces se pierde la vida, aunque todas las moléculas sigan estando allí y sigan intactas.

Lo explicaré con una analogía. Supongamos que levantamos una complicada estructura con miles de pequeños ladrillos. Esta estructura tiene la forma de un castillo medieval, con torres y almenas y rastrillos y mazmorras y todas esas cosas. Quienquiera que observe la construcción terminada, verá el castillo, aunque esté demasiado lejos como para ver los ladrillos.

Imaginemos ahora que desciende una mano gigante y derriba todos los ladrillos con los que está construido el castillo, reduciéndolo todo a un montón de escombros. Los ladrillos siguen estando ahí, todos y cada uno de ellos. Todos ellos sin excepción siguen intactos.

Pero ¿dónde está el castillo?

El castillo no existía más que en virtud de la disposición de los ladrillos, y al destruir esta disposición el castillo desaparece. El castillo surgió de la nada al apilar los ladrillos y se desvanece en la nada cuando se descompone la estructura formada por estos ladrillos.

Después de mi concepción, las moléculas de mi cuerpo se sumaron a otras moléculas, disponiendo el conjunto de manera cada vez más complicada y además única, distinta a la disposición de las moléculas de cualquier otro ser vivo. En este proceso poco a poco me fui desarrollando hasta convertirme en un ente consciente al que llamo «yo» y que existe únicamente en virtud de esta disposición. Cuando esta organización se pierde para siempre, en el momento de mi muerte, ese «yo» también se perderá para siempre.

Y a mi me parece de lo más conveniente. Ninguna de las concepciones del Cielo y el Infierno que conozco me han parecido adecuadas para lugar de residencia de una mentalidad civilizada y racional: prefiero la nada.

NOTA

Hasta la estupidez parece estar gobernada por las modas. En este articulo hablo de Elisabeth Kübler-Ross y de su pretensión de que las personas moribundas experimentan sensaciones que pueden interpretarse como si unos ángeles bajaran para conducirlas hasta el cielo, o algo así.

En aquel momento parecía que esta nueva estupidez sobre la otra vida, fundamentada en algo que
recordaba
vagamente a un razonamiento científico, podría llegar a hacer furor y a producir una oleada de misticismo sobre el cielo y el infierno. Escribí este articulo para luchar contra esta posibilidad, entre otras cosas.

No obstante, esta modalidad concreta de creencias estúpidas parece haberse extinguido, lo cual es un alivio. Pero la estupidez en general no se extingue así como así. Casi parece como si existiera una ley de conservación de la estupidez según la cual la estupidez no se destruye; sólo se transforma. Por tanto, la estupidez de Kübler-Ross se ha limitado a cambiar de forma y, ¡abracadabra!, se ha transformado en las necesidades de Shirley MacLaine.

EL PALACIO FLOTANTE DE CRISTAL

El mes pasado (en el momento de escribir esto) Janet, mi mujer, y yo atravesamos el Atlántico en el Queen Elizabeth 2; pasamos un día en Southampton y volvimos a atravesarlo en dirección opuesta.

Lo hicimos por varias razones. Di un par de charlas en cada viaje, a Janet le encantan los barcos y ambos nos encontrábamos en un remanso de paz, alejados de las preocupaciones diarias. (Tanto es así que conseguí escribir un pequeño libro durante mi estancia a bordo; pero esa es otra historia.)

Sin embargo, hubo algo en este viaje que fue una decepción para mi. Yo siempre había creído que hay una palabra que es absolutamente tabú en cualquier trasatlántico. Se puede decir que algo es «muy grande», «enorme», «monstruoso» o «gigantesco», pero
nunca
se puede decir que algo es… Bueno, un adjetivo que empieza por «t».

Estaba equivocado. Una noche actuó un cómico en el barco, y en un momento de la actuación dijo:

—Muchachos, espero que todos ustedes acudan al gran banquete que se va a celebrar mañana. Vamos a celebrar el aniversario del
Titanic
.

¡Me quedé de una pieza! Dios sabe que nunca me he distinguido por el buen gusto de mi desenfadado humor, pero me pareció que había ido demasiado lejos. De haber sabido lo que iba a decir, es muy posible que hubiera intentado organizar un comité para procurar alimento a los pobres y esforzados tiburones tirando al cómico por la borda.

¿Hubo alguien más que reaccionara igual que yo?

¡No señor! El chiste fue saludado con una carcajada general; yo fui el único que me quedé callado (que yo sepa).

¿Por qué se reían? Me puse a pensar en ello y un articulo empezó a tomar forma en mi mente. Aquí lo tienen.

Comenzaremos por San Brandan, un monje irlandés del siglo VI.

En aquella época Irlanda podía enorgullecerse de ser la nación más avanzada culturalmente del mundo occidental.

Las provincias romanas del oeste de Europa, abatidas y decadentes, vivían una época de tinieblas, pero en Irlanda (que nunca formó parte del Imperio romano) ardía la luz del conocimiento, y fue la única nación occidental que conservó la sabiduría de los antiguos griegos. La isla disfrutó de una edad de oro que duró tres siglos, hasta que las invasiones de los vikingos y las posteriores incursiones de los ingleses extinguieron su luz.

De esta edad de oro datan una serie de expediciones extraordinarias emprendidas por los irlandeses, que llegaron hasta Islandia y posiblemente incluso más allá. (Es probable que durante un siglo existiera una colonia irlandesa en Islandia, que ya había desaparecido cuando los vikingos desembarcaron allí en el siglo IX.) Uno de los exploradores cuyo nombre conocemos es San Brandan.

Hacia el 550 San Brandan se dirigió hacia el norte desde la costa oeste de Irlanda, y parece ser que exploró las islas del norte de la costa escocesa: las Hébridas, las Orcadas y las Shetland. Es posible que llegara aún más al norte, hasta las islas Feroe, a unos 750 kilómetros al norte del extremo septentrional de Irlanda. Es casi seguro que fue el primer navegante en aventurarse tan al norte.

El viaje de San Brandan era bastante notable para la época, pero en los años posteriores fue magnificado por la tradición. En el año 800 se escribió un relato de ficción basado en sus viajes que tuvo mucho éxito. En cierto modo era una especie de relato de ciencia-ficción primitivo, porque el autor recurrió a su fértil imaginación, aunque tuvo buen cuidado de utilizar las historias contadas por el viajero como armazón de su relato (del mismo modo que los autores modernos de ciencia-ficción utilizan las teorías científicas para los mismos fines).

Por ejemplo, en la historia se cuenta que San Brandan vio un «palacio flotante de cristal».

¿Hay algún elemento en la exploración de los océanos que explique el origen de esta fantasía en concreto?

Desde luego. Un iceberg. Suponiendo que mi interpretación sea correcta, se trata de la primera mención de un iceberg en la literatura mundial.

En los siglos posteriores, cuando el mar del Norte fue explorado sistemáticamente, los icebergs llegaron a ser un espectáculo frecuente. ¿De dónde venían?

Como es natural, el mar tiende a congelarse cerca de los polos, y en los meses de invierno el océano Ártico está cubierto de una capa de hielo más o menos compacto. Pero este hielo marino no es demasiado espeso. El espesor medio es de 1,5 metros, aunque en algunas partes puede llegar a tener hasta 4 metros.

Es muy posible que algunos fragmentos de este hielo marino se desprendan en primavera, cuando suben las temperaturas, y se dirijan flotando hacia el Sur; pero estos fragmentos no son demasiado impresionantes. Son grandes láminas de hielo que sobresalen unos 40 centímetros por encima del nivel del mar.

No son nada en comparación con los icebergs del Ártico, que alcanzan alturas de hasta 30 metros. Existen informes sobre un iceberg que tenia una altura récord: 170 metros sobre el nivel del mar; casi la mitad de la altura del Empire State Building. Si contamos la parte sumergida, ese pedazo de hielo puede haber medido cerca de 1,6 kilómetros de un extremo al otro.

Un trozo de hielo tan enorme sólo pudo haberse formado en tierra firme.

En el mar, el agua en estado líquido que hay por debajo de la capa de hielo actúa como un sumidero de calor que impide que éste llegue a tener demasiada densidad, incluso en el más crudo invierno polar. En tierra firme, la superficie sólida, que tiene menos capacidad que el agua para conservar el calor, y en la que no hay corrientes que traigan sustancias más calientes de otros lugares, alcanza temperaturas muy bajas, por debajo de la de congelación, y no se produce la fusión. La nieve se va acumulando de año en año y puede formar capas de hielo de enorme espesor.

El hielo de larga duración se forma y se va espesando en las cumbres montañosas de todo el mundo. También se forma a nivel del mar en las regiones polares. Groenlandia es la mayor extensión de tierra del Ártico dentro de los límites de la zona polar, y es en esta inmensa isla donde el hielo es más espeso y ocupa mayor extensión.

La placa de hielo de Groenlandia ocupa todo el interior de la isla y tiene unos 2.500 kilómetros de longitud de norte a sur, y unos 1.100 kilómetros de anchura, de este a oeste.

El área de la placa de hielo de Groenlandia es de un poco más de 1.800.000 kilómetros cuadrados; es decir, se trata de un bloque de hielo que tiene un área 2,6 veces mayor que la del Estado de Texas. El máximo espesor de esta placa de hielo es de 3,3 kilómetros. Pero a lo largo de la mayor parte de la costa groenlandesa existe una franja de tierra que en algunos lugares tiene más de 300 kilómetros de anchura.

(Fue en esta franja de tierra del suroeste de Groenlandia donde los testarudos vikingos se asentaron durante cuatro siglos, del 980 al 1380.)

Cada año se deposita más nieve en la placa de hielo de Groenlandia, de la que apenas se funde nada durante los meses cálidos (y la nieve fundida tiende a congelarse de nuevo al invierno siguiente); no obstante, la placa de hielo no aumenta de espesor eternamente. La razón es que el hielo cede al ser sometido a presiones.

A medida que la placa de hielo aumenta de espesor, su propio peso tiende a aplastarla y extenderla. Las enormes presiones ejercidas sobre el hielo lo fuerzan a desplazarse en forma de glaciares, una especie de ríos sólidos que se arrastran lentamente por el lecho de los valles hasta llegar al mar. Estos glaciares groenlandeses se mueven a una velocidad máxima de 45 metros por día; una velocidad enorme si la comparamos con la de los glaciares corrientes de montaña (empujados por fuerzas mucho menores).

Cuando los glaciares groenlandeses llegan al mar, el hielo no se funde de manera perceptible. Ni el sol groenlandés ni los fríos mares que rodean la isla desprenden calor suficiente como para tener efectos de importancia. La punta del glaciar se parte («se desprende»), y grandes bloques de hielo caen al mar. Estos bloques de hielo son los icebergs. (A propósito,
berg
es «montaña» en alemán.)

En las aguas del Ártico se desprenden unos 16.000 icebergs por año. Aproximadamente, el 90 por 100 se forman a partir de los glaciares groenlandeses que desembocan en el mar en la bahía de Baffin, que baña la costa oeste de la isla.

El glaciar más grande del mundo, el Humboldt, se encuentra en el noroeste de Groenlandia, en la latitud 80° N. En el punto en que toca la costa tiene 80 kilómetros de anchura, pero está demasiado frío como para desprender icebergs a una velocidad récord. Más al sur, a unos dos tercios de la longitud de la costa oeste de Groenlandia, el glaciar Jakobshavn desprende 1.400 icebergs al año.

Al tener una densidad de 0,9, la mayor parte de un iceberg está por debajo de la superficie. La cantidad exacta de hielo sumergido depende de su pureza. Por lo general, el hielo contiene una gran cantidad de burbujas de aire que le dan un aspecto lechoso, mientras que el hielo puro es transparente; estas burbujas reducen su densidad. Por otra parte, los glaciares, en su camino hacia el mar, van reuniendo gravilla y fragmentos de rocas que pueden quedarse en el interior de los icebergs desprendidos, aumentando su densidad total. En general, entre el 80 y el 90 por 100 del iceberg está sumergido.

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