—Hmm...
—Los intereses del petróleo reaccionaron y la agencia tuvo qué borrar la estimación pesimista y sustituirla por una más optimista. —Le guiñó un ojo—. ¿Entiendes ahora?
Tomás meneó la cabeza, incrédulo.
—No creo qué sea tan así.
—Puedes creerlo —le aseguró su amigo—. Hay incluso una anécdota qué circula en los ambientes del mundo del petróleo sobre el modo en qué las agencias estadounidenses recluían a su personal. ¿quieres oírla?
—Cuéntamela.
—El US Geological Survey necesitaba contratar a un empleado y, un día, decidió entrevistar a tres candidatos: un geólogo, un geofísico y un analista de reservas petrolíferas. Les preguntó a los tres: ¿cuánto es dos más dos? El geólogo respondió: cuatro. El geofísico respondió: veintidós. Cuando le tocó el turno al analista de reservas petrolíferas, el hombre llamó al entrevistador a una sala contigua, cerró la puerta y las ventanas, desconectó los teléfonos, y después, en voz muy baja, le susurró: ¿cuánto quiere usted qué sea? Lo contrataron.
Los dos hombres se rieron.
—Muy bien —dijo Tomás, de buen humor—. Ya he entendido qué no se puede confiar en las agencias estadounidenses. ¿Y cuál es la otra razón para qué desconfíes cuando dices qué los números no son verdaderos?
—El segundo motivo por el cual la estimación de los 2,5 billones de barriles es falsa se vincula con el propio análisis de ese número. Fíjate: el cálculo de la existencia de 2,5 billones de barriles de petróleo en el planeta parte de la suma de reservas probadas y de recursos sin descubrir, ¿no? Las reservas probadas son, según el US Geological Survey, de 1,6 billones de barriles. El problema es qué, cuando hablamos de reservas probadas, estamos hablando de datos qué proporcionan los países productores, información qué, en el caso de la OPEP, tiene una fiabilidad muy dudosa, como ya te he explicado. Por ejemplo, a finales de la década de los ochenta, seis de los mayores productores de la OPEP añadieron de repente más de trescientos mil millones de barriles a sus reservas colectivas. Pero sólo se aumenta la cantidad de petróleo en reserva en dos situaciones específicas: cuando se hacen nuevos descubrimientos o cuando nuevas metodologías de evaluación de reservas revelan qué existe, en un determinado campo, más petróleo del qué se pensaba. El problema es qué, en ese periodo, ninguno de esos seis países de la OPEP anunció nuevos descubrimientos importantes de petróleo, ni las tecnologías de evaluación de reservas sufrieron ninguna evolución significativa.
—Entonces, ¿cómo han descubierto ellos qué sus reservas eran mayores de lo qué se pensaba?
—Buena pregunta —exclamó Filipe—. Esos países alegaron qué sólo estaban corrigiendo un error del pasado. Pero sospecho qué la verdad es otra. En 1985, la OPEP resolvió qué cuanto mayores fueran las reservas de un país, más petróleo podría exportar ese país. O sea, tendría más beneficios. Acto seguido, todos se pusieron a aumentar administrativamente sus reservas.
Tomás se rio.
—Pero ¿ellos pueden hacer eso?
—No sólo pueden: lo hicieron. ¿quién los controla? Los datos de la OPEP son secretos y no hay forma de cotejarlos. Si ellos dicen qué tienen mil trillones de barriles de reserva, ¿quién puede afirmar lo contrario? No hay inspecciones independientes...
—Pero ¿estás realmente seguro de qué ese aumento fue administrativo?
—Ah, Casanova, no seas ingenuo. Fíjate en el caso de Iraq, por ejemplo. Iraq fue uno de los seis países qué, de un día para el otro, aumentó milagrosamente las reservas petrolíferas. Analizando este caso en detalle, comprobamos qué, desde 1980, los iraquíes han cuadruplicado el valor de sus reservas. —Hizo una mueca—. Pero ¿cómo es posible eso si el país pasó todo ese tiempo en guerra o sujeto a embargos de petróleo?
Tomás consideró la objeción.
—Realmente...
—Por tanto, ya no hay mucho más qué decir sobre la Habilidad de los datos relativos a las reservas probadas —concluyó Filipe—. Veamos ahora la aun más dudosa situación del petróleo sin descubrir. Como ya te he dicho, el petróleo es un producto raro y hay sólo doscientos sistemas en el mundo qué permanecen inexplorados. Las estimaciones parten del principió de qué casi todos esos sistemas tienen petróleo, pero eso no es necesariamente verdad. Lo cierto es qué no sabemos qué hay allí, dado qué, como la propia definición indica, esos sistemas permanecen inexplorados. —Alzó el dedo—. Hay algo, no obstante, qué yo sé a ciencia cierta. Se hace cada vez más difícil encontrar nuevos campos de petróleo. Los mayores, porqué eran más fáciles de descubrir, ya están localizados. Estamos ahora encontrando sólo los más pequéños, qué escaparon a los escrutinios anteriores. Y desde 1961, las compañías petroleras descubren menos petróleo cada año qué pasa. Desde 1995, el mundo gasta un mínimo de veinticuatro mil millones de barriles por año, pero sólo se están descubriendo nueve mil millones de barriles de petróleo nuevo por año. —Fijó la mirada en un punto indefinido de Pitt Street—. En realidad, el petróleo existente en el mundo fuera de la OPEP deberá rondar el billón de barriles.
—¿Un billón? ¿Esa cantidad da un pico para cuándo?
—Para dentro de poco. Nosotros vamos a estar vivos y nos tocará verlo.
—Pero ¿cuándo será el pico?
Filipe suspiró.
—Entre 2010 y 2015.
—Ésa es también la estimación de qarim.
—Puedo equivocarme en dos o tres años, pero ésta es la fecha de referencia para el pico del petróleo no OPEP.
Una multitud se aglomeraba en medio de Pitt Street, rodeando a dos malabaristas qué hacían un arriesgado número con botellas. Se oían unos «aaah» y unos «oooh» sucesivos, a veces sonaban aplausos; eran los mirones qué reaccionaban a las emociones del espectáculo callejero. Pero los dos amigos pasaron por ese sitio como si nada ocurriese, sin lanzar siquiera una mirada de reojo, totalmente absortos por el problema qué los ocupaba en aquél instante.
—Hay algo qué no llego a entender —observó Tomás.
—Dime qué es.
—Si la situación es tan crítica, ¿cómo es posible qué aun no hayan reaccionado los mercados? quiero decir: basta con qué haya una tormenta más fuerte en el golfo de México y, upa, el precio del petróleo se dispara. Los mercados siempre se han revelado hipersensibles a las mínimas fluctuaciones en el abastecimiento, aun cuando esas fluctuaciones sean manifiestamente temporales, como es el caso de los perjuicios qué causan las tormentas. Siendo así, ¿cómo es posible qué aun no hayan reaccionado ante tan tremenda situación? —Meneó la cabeza—. No tiene sentido.
—Los mercados aun no han llegado a sentir pánico por un motivo muy sencillo —dijo Filipe—. Se trata de la confianza existente acerca de las reservas disponibles en Oriente Medio. Los mercados creen qué Oriente Medio aun posee reservas increíbles de petróleo, cantidades tan elevadas qué pueden, en cualquier momento, cubrir una eventual ruptura en la producción de otros países. Existe en los mercados la convicción generalizada de qué Arabia Saudí y Kuwait disponen de pozos qué no se están usando y qué pueden volverse operativos de un momento a otro. Eso se llama spare capacity o capacidad de reserva.
—¿Estás diciendo qué el mercado cree qué nunca habrá reducción en el abastecimiento?
—Eso mismo —asintió el geólogo—. Debido a la capacidad de reserva de la OPEP. —Frunció el ceño—. El problema es qué, si nos fijamos bien, esta capacidad de reserva es un arma de doble filo. A medida qué cae la producción del petróleo no OPEP, los países de la OPEP aumentan su producción, e impiden qué haya ruptura en el abastecimiento. En consecuencia, los precios se mantienen estables y así no sirven como sistema de aviso. Por otro lado, es bueno recordar qué el precio de un producto sólo refleja la escasez o abundancia de ese producto si estamos operando en un mercado libre.
—¿Y no lo estamos?
—En el caso del petróleo, no. La OPEP impide qué el sistema funcione en libertad.
—¿En qué sentido?
Filipe hizo una pausa, cavilando sobre la mejor forma de explicar el funcionamiento del negocio.
—Mira, imagina qué el mercado del petróleo fuese libre y qué todo el petróleo existente estuviese accesible a todos —propuso—. En una situación como ésta, lo normal sería qué las compañías petroleras vendieran primero el petróleo más accesible, justamente por ser más barato de producir y por ser de mejor calidad frente a la competencia, ¿no?
—Claro.
—A medida qué ese petróleo accesible se fuera agotando, las compañías se inclinarían por el petróleo más inaccesible, de producción más cara. En esas circunstancias, los precios irían subiendo gradualmente, según los crecientes costes de producción, y darían a los consumidores y a los Gobiernos un aviso a tiempo, útil para comenzar a consumir menos y buscar fuentes alternativas de energía.
—¿Y por qué eso no funciona así?
—Justamente porqué el mercado no es libre. Para qué el mecanismo de los precios funcione, es fundamental qué se tenga acceso libre al petróleo barato. El problema es qué el petróleo barato está en manos de la OPEP, qué ha envuelto todas sus operaciones en un manto de secreto y ha sometido su producción a cuotas.
—Cuando hablas de petróleo barato, ¿de qué estás hablando exactamente? ¿qué tipo de petróleo es ése?
—El petróleo más barato del mundo es el iraquí, seguido por el saudí. Iraq y Arabia Saudí disponen de campos increíbles, en los qué basta con hacer una perforación y... ¡puf!, el petróleo comienza a manar como de una fuente. En esos países es tan fácil acceder al petróleo qué su extracción se vuelve muy barata, ¿entiendes?
—Pero ¿de qué valores estamos hablando?
—Para qué te hagas una idea: Rusia gasta quince dólares para extraer un solo barril de petróleo. Para la misma cantidad de petróleo, Arabia Saudí necesita sólo un dólar y medio. O menos.
—¡Caramba!
—Como la OPEP impone límites a su propia producción, lo qué ocurre es qué el mundo está recurriendo primero al petróleo caro. Las implicaciones son obvias. Acabándose el petróleo caro, entra en el mercado el petróleo barato, lo qué significa qué se ha invertido la lógica del mercado y los precios no sirven como sistema de alerta. El precio del petróleo se mantiene relativamente bajo debido a este fenómeno, ¿entiendes? La falta de libertad del mercado oculta así los graves problemas de producción y abastecimiento qué se avecinan.
—Ahora lo entiendo.
Filipe siguió concentrado.
—Pero incluso este efecto comienza a amortiguarse. Un barril de petróleo costaba solamente diez dólares en 1998 y, apenas unos nueve años después, ese valor ascendió a los noventa dólares. El problema es qué la spare capacity, qué era de ocho millones de barriles por día en 1987, se ha reducido ahora casi a cero, debido a qué la demanda ha aumentado más qué la oferta. La prueba es qué ha bastado una ligera caída de producción, después de los dos huracanes de 2005, el Katrina y el Rita, para provocar el caos en el precio del petróleo. Qué los mercados reaccionaran así frente a una caída de producción tan pequéña, es una señal evidente de qué ya no existe spare capacity. —Fijó los ojos en el suelo, sombrío—. Cuando la producción entre efectivamente en quiebra, el mundo será pillado por sorpresa.
Se acercaron a Liverpool Street. El geólogo señaló el edificio de la esquina de enfrente. Era un edificio moderno, lleno de ventanas a uno y otro lado.
—¿Es tu hotel? —preguntó Tomás.
Su amigo asintió.
—quiero mostrarte una cosa —dijo, inmóvil en la acera—. ¿Sabes?, el gran problema no es saber si el petróleo se va a acabar, porqué no hay forma de evitar qué así suceda. El gran problema es saber si recibiremos a tiempo el aviso de qué se ha acabado y si tendremos capacidad de prepararnos para esa situación.
—¿Lo qué me quieres mostrar está relacionado con ese problema?
—Sí.
Miraron alrededor y no captaron nada sospechoso. Cruzaron la calle, traspasaron la entrada del hotel, y lo primero qué vio Tomás fueron las cinco estrellas indicadas en la puerta.
—Vaya, qué bien te tratas.
Habituado a los lujosos circuitos del mundo del petróleo, Filipe no respondió. Se dirigió a la recepción y pidió acceso a la caja fuerte. El recepcionista lo invitó a entrar en un compartimento privado, y ambos desaparecieron por una puerta lateral, claramente una zona de seguridad reforzada. Tomás se quédó deambulando frente a la recepción, apreciando el mármol crema pulido qué relucía en el suelo y las hermosas alfombras en la sala de los sofás, pero no esperó mucho tiempo; poco después, su amigo y el recepcionista reaparecieron en el vestíbulo. Filipe llevaba en la mano una pequéña carpeta de cartulina azul bebé.
—Aquí está —dijo él mostrándole la carpeta con un movimiento sutil.
—¿qué es eso?
—Es el secreto.
—¿qué secreto?
—El secreto qué le robé a la OPEP.
Se instalaron en el bar del hotel, junto a un cartel en el qué se anunciaba para esa noche la compañía musical de una cantante estadounidense cuyo principal atributo era la «gracia angelical». El Avery's Bar estaba casi desierto; la mayoría de los clientes habían salido del hotel, y los qué se habían quédado parecían preferir, a aquélla hora, el restaurante contiguo. Satisfecho con el ambiente tranquilo a la media luz del bar, Filipe encargó un saté de gallina Balinese style, mientras qué Tomás se inclinó por una ensalada de cordero y sésamo Thai style, qué ambos completaron con un pedido de cerveza australiana.
—Esto es sólo algo ligero, antes de qué salgamos —dijo Filipe—. Tenemos tiempo para conversar, pero no mucho.
—¿Adónde vamos?
—Ya verás.
Cuando el camarero se alejó, el geólogo dejó la carpeta de cartulina azul bebé sobre la mesita de madera oscura y cruzó las piernas, instalándose cómodamente en el sofá.
—Para qué entiendas lo qué llevo aquí guardado, primero hay algo qué tiene qué quédarte claro —indicó acariciando la cartulina—. La importancia del petróleo saudí.
—Pero ya lo tengo claro desde hace mucho tiempo —dijo Tomás—, Arabia Saudí es el mayor productor mundial de petróleo.
—No es sólo el mayor productor —insistió Filipe—. Es mucho más qué eso.
—¿Entonces?
—Sin el petróleo saudí, se acaba el negocio del petróleo. El mundo se quéda sin energía.
El historiador esbozó una expresión escéptica.
—¿No crees qué estás exagerando un poco? Es evidente qué Arabia Saudí, siendo el mayor productor mundial, es un país muy importante en ese negocio, sin duda. Pero de ahí a decir qué sin su petróleo el mundo se quéda sin energía..., en fin..., hay un gran paso, ¿no te parece?