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Authors: Jenaro Prieto

Tags: #Relato

El socio (19 page)

BOOK: El socio
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Con una calma irritante, Davis se sacó las gafas y comenzó a limpiarlas meticulosamente con el extremo del pañuelo.

—¿Conoce usted estos anteojos, Míster Pardo? Son los mismos que me quebró en Valparaíso, cuando usted tomó mi nombre para… hacer esa escritura.

—¡Basta! —gritó Julián fuera de sí—. ¡Tomar su nombre! ¡Infame!

¿Cuándo has tenido tú algún nombre?

—No me trate usted de tú.

—¿También exiges cortesías? Has muerto a mi hijo, me has quitado a mi mujer, me has engañado, y ¿quién eres? Un engendro de mi imaginación, ¡una mentira! Tú no existías antes…, yo te he creado… Te inventé un nombre, te presté mi herencia, te hice ganar dinero a manos llenas… Tú pretendiste arrebatármelo. Me defendí…

Para librarme de tus robos tuve que hacer una escritura falsa. ¡No lo niego! Y tú seguías persiguiéndome, atribuyéndote la gloria de todos mis esfuerzos, postergándome, haciéndome pasar por tu subordinado… Hasta tus vicios te los he costeado. ¿Recuerdas a Madame Duprés? Un día vino a decirme que la habías dejado con un hijo… Yo pagué por ti. Entonces sedujiste a Anita…, y luego a mi mujer…, y me arruinaste…, y una noche como ésta, subiste como un ladrón hasta la pieza en que dormía el niño y…

—¡Oh! Y usted quiso matarme a mi también…, ¿recuerda el duelo?

—Sí; quise matarte y lo deseo todavía.

Julián había tomado el revólver, y de pie junto a la mesa, lo miraba trémulo de ira.

Davis se sonrió.

—Es inútil que dispare, Míster Pardo… Usted mismo acaba de decir que me ha inventado, que soy un producto de su imaginación, "una creación del arte", si no encuentra un poco petulante el nombre. Y las creaciones del arte no mueren, Míster Pardo. ¡Son los autores los que mueren! Consulte
su biblioteca
. No es muy abundante, pero le queda aún algunos libros clásicos, los clásicos no se venden. Edipo, Hamlet, Don Quijote…, seres inventados, seres que están libres del asesinato… Usted puede cometer otros delitos, puede quedarse con lo ajeno, puede falsificar una escritura…

Julián no pudo dominarse y disparó. Apuntó al pecho de Davis y la bala debió atravesarlo; pero él continuó impertérrito su frase.

—Puede falsificar una escritura, puede calumniar, puede agredir…, y no obstante, jamás podrá matar a un personaje creado por su mente… ¡Somos inmortales! Consulte su biblioteca.

Julián permaneció un momento inerte, atónito, con la mano crispada en la empuñadura del revólver. Por su cerebro desfilaban en loca confusión Edipo, Aquiles, Dido, Hamlet, Don Quijote…, seres fantásticos, irreales y que, no obstante, se agitan, hablan, peroran, suben al tablado y conmueven con sus acentos a los vivos… Y ¿qué fue de sus autores? Cervantes es un puñado de cenizas, Sófocles menos que una sombra… Shakespeare… ¿no se pone en duda, ya, hasta que Shakespeare escribiera? Y Homero…, ¿quién se atreve a asegurar que el viejo Homero haya existido?

Davis, con un gesto de profunda indiferencia, continuaba limpiando las gafas.

—Viviré más que usted, seguramente…

Julián creía ver los libros agitarse en un rincón, y entreabrir sus páginas como una delgada boca, para decirse unos a otros: el señor Davis dice la verdad: las creaciones de la imaginación viven más que los hombres.

—Sin duda —se decía Pardo— los dioses mitológicos, los héroes, los protagonistas, gozan de fueros especiales. Pero Davis no es eso, ciertamente. Es un ser miserable, ridículo, grotesco: una mentira…

—Sí, Míster Pardo, soy una mentira…, una mentira que ha crecido y tomado cuerpo y se ha vuelto en contra suya, como todas las mentiras; pero existo… ¡Oh! ¡No hay nada más difícil que matar una mentira!

Y del cúmulo de libros, un pequeño volumen de Oscar Wilde corroboró con una voz atiplada:
"Los únicos personajes reales son los
que nunca han existido…"

¿Cómo matarlo? ¿Cómo?

Julián se oprimió la cabeza con ambas manos y, encarándose con Davis, exclamó:

—¡Me vengaré! ¡Quedarás ente todos como un asesino!

—¡Oh! Puede usted hacer lo que quiera, Míster Pardo. Estoy libre de esas miserias terrenales…

Julián no respondió. Tomó la pluma entre los dedos temblorosos, y con una letra extraña, la misma echada atrás con que firmaba Walter Davis, escribió:

Señor Pardo:

Usted me ha herido; pero yo sabré buscar la ocasión oportuna…, y estoy seguro de que le pesará…Yo no perdono.

Fechó la carta el 25 de marzo —cuatro días después del desafío—, guardó el papel en un cajón y miró por última vez a Davis.

Seguía arrellanado en el sillón y cargaba su pipa…

Entonces Julián tomó el revólver y lo apoyó sobre su sien derecha…

El examen médico legal puso de manifiesto que, tomando en cuenta la forma y dirección de la herida, era menos probable que se tratara de un suicidio que de un asesinato. El hallazgo de otra bala en la pared vino a confirmar la hipótesis. El descubrimiento de un anónimo amenazador la hizo indiscutible. Los peritos grafólogos declararon que la letra de ese anónimo correspondía exactamente a la de Davis. Se sabía, pues, el nombre del culpable; faltaba sólo dar con él.

Desde entonces la policía busca a Davis…

El autor

JENARO PRIETO
(1889-1946) Estudió derecho y obtuvo el título de abogado, profesión que jamás ejerció.

Cautivado por el periodismo, dedicó gran parte de su vida a las columnas del Diario Ilustrado.

El Socio
, publicado por primera vez en 1929, no es la primera novela de Jenaro Prieto, pero sí la que lo consagró como escritor humorístico de gran imaginación. Esta novela ha sido calificada entre las más ingeniosas novelas chilenas y por ello se ha señalado a Jenaro Prieto como uno de los pocos humoristas que han producido las letras nacionales.

En
El Socio
el autor muestra una disposición a caricaturizar situaciones creadas por pequeñeces humanas y por contradicciones sociales. En el fondo, es una fina sátira a la despersonalización derivada de la vida de los negocios.

El éxito alcanzado por
El Socio
rápidamente rebasó las fronteras nacionales y ha sido publicado en Italia, Francia, Yugoslavia, España y se le ha llevado al cine en producciones en México y en Francia.

Por las características de los personajes, los hechos en que se ven involucrados y el humor empleado en su desarrollo,
El Socio
es una novela en plena vigencia en el día de hoy.

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