El sol sangriento (20 page)

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Authors: Marion Zimmer Bradley

Tags: #Ciencia ficción, Fantasía

BOOK: El sol sangriento
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—No, y es muy extraño, porque a ti y a Taniquel os entiendo a la perfección.

—Jeff, comprendiste casi todo lo que te dije, ¿verdad? —terció Rannirl.

—Sí, todo, salvo algunas palabras ocasionales —asintió Kerwin.

—¿Y a Mesyr?

—Sí, perfectamente.


Deberías
entender a Auster —dijo Rannirl—. Tiene sangre Ridenow y es el pariente más cercano que tienes aquí, salvo tal vez… —Frunció el ceño—. Jeff, respóndeme con rapidez. ¿En qué idioma estoy hablando?

Kerwin estaba a punto de decir en el idioma que aprendí de niño, en el dialecto de Thendara, pero se detuvo, confundido. No lo sabía.

—Eso es —asintió Kennard con lentitud—. Eso es lo primero que advertí de ti. Te he hablado en tres idiomas diferentes esta noche, y no has vacilado en responderme en cualquiera de ellos. Taniquel te habló en un cuarto. Sin embargo, Auster ha probado a hablarte en dos idiomas que has comprendido cuando te hemos hablado Rannirl y yo, y tú no le has entendido una palabra. Incluso cuando Auster te habló en cahuenga, sólo entendiste una parte. Eres telépata, es cierto. ¿No has sido siempre un lingüista excepcionalmente bueno? —Asintió, sin esperar la respuesta de Kerwin—. Eso me pareció. Captas la idea sin esperar las palabras. Lo que ocurre es que Auster y tú no estáis lo bastante sintonizados como para que captes lo que él dice.

—Tal vez ocurra con el tiempo —dijo confiadamente Elorie—, cuando ambos se conozcan mejor. No saques conclusiones tan rápidas, tío. —Utilizó la palabra que era un poco más íntima que
pariente;
era un término que abarcaba a todos los parientes próximos de la generación de los padres—. De modo que hemos confirmado que posee
laran
básico, telepatía y un alto grado de empatía; el don Ridenow, en medida plena. Probablemente posea también una variedad de talentos menores… Tendremos que localizarlos uno por uno, tal vez en contacto telepático. Jeff… —De alguna manera, pareció volverse hacia él, a pesar de que su mirada estaba fija en la distancia y, aunque él trató de cruzar su mirada con la de ella, Elorie no desvió los ojos—. Tienes una matriz. ¿Sabes cómo usarla?

—No tengo la menor idea.

—Rannirl —indicó ella—. Tú eres el técnico.

—Jeff, ¿me permitirías ver tu matriz? —inquirió Rannirl.

—Por supuesto —respondió Kerwin; y la extrajo, se quitó la cadena del cuello y la entregó a Rannirl.

Protegiendo su mano con un pañuelo de seda, el hombre la tomó. Ante su sorpresa, Kerwin sintió un vago y penetrante malestar cuando aquél asió la piedra entre los dedos. Automáticamente, sin ninguna idea consciente, Kerwin extendió la mano y se la arrebató. El malestar desapareció. Atónito, se quedó mirando con fijeza su propia mano.

—Eso me pareció —asintió Rannirl—. Ha logrado sintonizarse rústicamente con ella.

—¡Nunca me había ocurrido antes! —exclamó Kerwin.

Todavía seguía mirando fijamente la matriz que tenía entre las manos, consternado ante la manera en que había actuado sin pensarlo para protegerse de ese contacto.

—Es probable que ocurriera mientras te guiábamos hasta nosotros —dijo Elorie—. Estuviste mucho tiempo en contacto telepático con el cristal; por eso llegamos a ti. —Extendió sus dedos esbeltos y añadió—: Dámela a mí, si puedes.

Preparándose, Kerwin permitió que Elorie tomara el cristal. Sintió el contacto como si las delicadas manos de la joven se hubieran posado en sus nervios; no era un dolor agudo, pero él era terriblemente consciente del contacto, como si ese roce indefinible pudiera convertirse en agonía de un momento a otro… o en un placer intolerable.

—Soy Celadora —explicó ella—. Una de las habilidades que estoy obligada a tener es la de manejar matrices que no están sintonizadas conmigo. ¿Taniquel?

Kerwin sintió que su conciencia hipersensible del contacto se esfumaba cuando Taniquel tomó la matriz de manos de Elorie. Taniquel sonrió y dijo:

—Esta prueba no sirve: Jeff y yo estamos en estrecho contacto telepático en este momento. Te parece tenerla tú mismo, ¿no es cierto?

Jeff asintió.

—¿Corus? —llamó Taniquel, y la entregó al joven.

Kerwin se estremeció de manera incontrolable ante la intensa sensación de pinchazos que experimentó en todo el cuerpo cuando Corus tomó la matriz. Corus también se estremeció, como si el contacto le hiciera daño, y entregó con rapidez el cristal a Kennard.

El contacto de Kennard no fue muy doloroso, aunque Kerwin era extremadamente consciente de él, de una manera desagradable. El malestar se alivió un poco, mientras Kennard sostenía el cristal en su mano, hasta convertirse en una sensación de calidez que no era desagradable, pero que seguía siendo una intrusión, una intimidad no deseada. Kerwin sintió alivio cuando Kennard le pasó la piedra a Neryssa.

Una vez más esa sensibilidad terriblemente exacerbada, casi dolorosa, disminuyó un poco cuando Neryssa tomó el cristal. Kerwin percibió el cálido aliento de la mujer sobre la piedra, algo que no tenía sentido, ya que la mujer se hallaba casi en el otro extremo de la habitación.

—Estoy habituada al trabajo de monitor —dijo ella con suavidad—. Puedo hacer lo mismo que Tani: resonar al unísono con el campo magnético de tu cuerpo, aunque no tan bien como ella, pues nosotros dos no estamos en un contacto telepático tan estrecho. Hasta ahora, bastante bien. Sólo queda Auster.

Auster jadeó y soltó la matriz como si fuera una brasa encendida. Kerwin sintió el dolor como un
shock
de sus nervios; sintió que Taniquel se estremecía bajo su mano como si también ella sintiera el dolor. Neryssa miró el cristal caído sin aventurarse a tocarlo e indicó:

—¿Tani? ¿Podrás…?

El dolor desapareció cuando Tani acunó la matriz en su mano. Kerwin exhaló un suspiro profundo y trémulo. También Auster estaba pálido y tembloroso.

—¡Por los infiernos de Zandru! —exclamó. Y la mirada que lanzó a Kerwin no era ahora de malevolencia sino más bien de temor—. Lo siento, Kerwin, juro que no lo hice deliberadamente.

—Lo sabe, lo sabe —le tranquilizó Taniquel.

Soltó la mano de Jeff y se dirigió hacia Auster, rodeándole la cintura y acariciándole con suavidad una mano. ¿Cómo podía desprenderse de un contacto emocional tan íntimo con él y acercarse tan directamente a ese… a ese Auster… y empezar a preocuparse por
él?
Con celosa atención, observó cómo Taniquel tranquilizaba a Auster, cómo desaparecían las arrugas de su enjuto rostro, y cómo se calmaba poco a poco.

Elorie miró a Kerwin a los ojos mientras él guardaba su matriz.

—Evidentemente, está sintonizada contigo —reconoció—. Primera lección para el adecuado manejo de una matriz: nunca, ni siquiera con
kirian
, como ahora, permitas que nadie la toque, salvo dentro de tu propio círculo y exclusivamente cuando estés seguro de que están en contacto telepático contigo. Todos nosotros nos esforzamos por lograr el máximo de sintonía, incluso Auster, y, según parece, funcionó, salvo con él. Pero, si la hubiera tocado algún ajeno, podrías haber sufrido un
shock
verdaderamente doloroso.

Kerwin se preguntó qué sería un
shock
verdaderamente doloroso, si Elorie pensaba que el que había recibido de Auster no lo era. Lanzó una mirada llameante a Taniquel y Auster, sintiéndose furioso y abandonado.

Rannirl esbozó su sonrisa sardónica y dijo:

—Todo esto, tan sólo para descubrir lo que ya podríamos haber supuesto esta mañana cuando vimos que Kerwin tenía sangre en la cara: que ellos dos no simpatizan y que no pueden contactarse.

—Tendrán que hacerlo —repuso Elorie con voz tensa—. ¡Los necesitamos a ambos y no podemos permitir aquí esa clase de fricciones!

—Dije que accedería a la decisión de la mayoría —replicó Auster, con los ojos cerrados—. Todos conocen lo que siento al respecto, pero lo prometí y dije que haría todo lo que pudiera. Lo dije en serio.

—Eso es todo lo que cualquiera podría esperar de ti —lo tranquilizó Taniquel.

—Me parece justo —acotó Kennard—. ¿Qué sigue ahora?

—Puede contactarse con el círculo si lo ayudamos —intervino Rannirl—, pero… ¿puede
usar
su matriz? Intentemos una prueba de estructura.

De pronto, Kerwin volvió a sentir aprensión, pues Kennard se veía tenso y concentrado. Taniquel volvió a acercarse para tomarle la mano.

—Si logró sintonizar su propia matriz —opinó—, tal vez pueda captar la estructura espontáneamente.

—Y tal vez los cerdos vuelen —cortó Kennard con sequedad—. Haremos la prueba, aunque creo que sería confiar demasiado en nuestra suerte esperar que él lo logre espontáneamente. Permíteme tu copa, Tani. —La puso boca abajo sobre una mesita baja—. Jeff, toma el cristal… No, no me lo des —dijo con rapidez, al advertir que Kerwin intentaba dárselo—. Es sólo una prueba. —Señaló la copa—. Cristalízala. —Kerwin le miró sin comprender—. Hazte en tu mente un claro cuadro de esa copa haciéndose pedazos. Con cuidado, no dejes que estalle: nadie quiere cortarse con vidrios voladores. Utiliza la matriz para ver su estructura cristalina.

De pronto, Kerwin recordó que Ragan había hecho algo semejante, en el café del espaciopuerto. Si Ragan había podido hacerlo, no debía de ser tan difícil. Miró con fijeza la copa, luego el cristal, como si una intensa concentración pudiera forzar el proceso de su mente, y sintió una curiosa agitación…

—No —dijo Kennard con aspereza—, no le ayudes, Tani. Sé cómo te sientes, pero debemos estar seguros.

Kerwin miró el cristal. Los ojos empezaron a dolerle y se le nubló un poco la vista.

—Lo siento —masculló—. No me doy cuenta de cómo es.

—Inténtalo —insistió Taniquel—. ¡Jeff, es tan simple! Terranos, niños, cualquiera puede aprenderlo… ¡Es tan sólo un truco!

—Estamos perdiendo el tiempo —dijo Neryssa—. Tendrás que darle la estructura, Ken. No puede hacerlo espontáneamente.

Kerwin los miró con suspicacia, pues Kennard tenía una expresión sombría.

—¿Y ahora qué?

—Tendré que mostrarte cómo se hace. Como la técnica es no verbal, tendré que entrar directamente. Soy un Alton, y ésa es nuestra técnica especial, la de forzar el contacto telepático. —Vaciló. A Kerwin le pareció que todos le miraban con aprensión. Se preguntó qué ocurriría ahora—. Mira mi dedo —ordenó Kennard.

Lo puso cerca de la nariz de Kerwin; éste lo miró, alarmado, preguntándose si desaparecería o algo así y qué clase de demostración del poder psi sería
ésta;
siguió observando mientras Kennard retiraba el dedo lentamente. Después sintió que las manos del otro le rozaban las sienes y después…

No recordó nada más.

Movió la cabeza, atontado. Estaba tendido sobre los almohadones, con la cabeza apoyada en el regazo de Taniquel. Kennard lo miraba con amistosa preocupación. Kerwin sentía rara la cabeza, como si tuviera resaca.

—¿Qué demonios me hiciste? —preguntó.

Kennard se encogió de hombros.

—Nada, en realidad. La próxima vez no lo recordarás conscientemente, pero será más fácil. —Le entregó la copa—. Aquí tienes. Cristalízala.

—Ya lo
intenté…

Con rebeldía, mientras Kennard le observaba, fijó la vista en la matriz. De repente, la copa que estaba frente a él se hizo difusa, extraña. Ya no era tan sólo un liso pedazo de vidrio, sino que le parecía verla diferente. No era vidrio en absoluto; el vidrio era amorfo. La copa era de cristal, y dentro de ella podía ver curiosas tensiones y movimientos. Era consciente de que el cristal matriz que tenía en la mano latía de manera extraña, como una tensión emocional, un equilibrio…

Los cristales están situados en un plano
, pensó; y percibió de repente el plano; mientras se tornaba claro en su mente, oyó un ligero
crac
. Su nueva visión se nubló y desapareció. Él miró hacia abajo, incrédulo, a la copa que yacía ante él sobre los cojines en dos mitades, partida limpiamente por el centro como con un cuchillo afilado.
Surrealista
, pensó. Algunas pálidas gotas de
kirian
mojaban los almohadones. Cerró los ojos. Cuando volvió a abrirlos, todo seguía allí.

Kennard asintió con satisfacción.

—No está mal para ser un primer intento. No demasiado simétrico, pero bastante bien. Tu percepción molecular se agudizará con la práctica. ¡Por los infiernos de Zandru, tus barreras son muy fuertes! ¿Te duele la cabeza?

Kerwin empezó a negar con la cabeza, pero entonces advirtió que debía responder que sí. Se tocó las sienes con cuidado. Los grises ojos de Elorie se cruzaron con los suyos por un momento, fríos y remotos.

—Defensas mentales —dijo— contra una tensión intolerable. Típica reacción psicosomática. Te dices:
si siento dolor, no me harán más daño y me dejarán tranquilo
. Y a Kennard le disgusta hacer daño a la gente; se detuvo para no dañarte más. El dolor es la mejor defensa contra la invasión mental. Por ejemplo, si alguien trata de leerte el pensamiento y no hay apaciguador telepático, la mejor defensa es simplemente morderte el labio hasta que sangre. Muy pocos telépatas pueden atravesar eso. Podría darte algunas explicaciones técnicas, acerca de vibraciones simpáticas y células nerviosas, pero ¿para qué? Se las dejaré a los técnicos.

Se dirigió hacia el armario donde se guardaban las bebidas, extrajo tres tabletas verdes y chatas de un pequeño frasco y se las puso en la mano, con habilidad, sin tocarlo.

—Tómalas. En una o dos horas se te pasará. Cuando tengas más práctica no las necesitarás, porque podrás trabajar directamente en los canales, pero por ahora…

Muy obediente, Kerwin ingirió las píldoras, mirando todavía con incredulidad la copa partida por la mitad en línea recta.

—¿De veras hice eso?

—Bueno, ninguno de nosotros lo hizo —respondió Rannirl con sequedad—. Y supongo que sabes que hay pocas posibilidades de que todas las moléculas pierdan tensión siguiendo por azar una línea como ésa. Decir que tienen una posibilidad en cien trillones sería ser generoso.

Kerwin recogió las dos mitades y palpó el afilado borde de fractura. Trató de formular alguna explicación que diera satisfacción a la mitad terrana de su mente, jugando con frases como
percepción subliminal de la estructura atómica…
¡Demonios! ¡Por un minuto había
visto
la manera en que los cristales se mantenían unidos por medio de una estructura de tensiones y fuerzas vivientes! Recordó que en la escuela había aprendido que los átomos eran sólo uniones móviles de electrones, que cada objeto sólido estaba formado en realidad por espacio vacío ocupado por fuerzas infinitesimales en estasis. Sintió vértigo.

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