De modo que él regresaba a Arilinn. Regresaba, después de todo, para advertirles, tal vez para salvarlos, porque no había duda de que ésta, la mayor de las operaciones de la Torre, era el blanco primordial de los terranos que deseaban el fracaso de Arilinn; que fracasara, para que los Dominios cayeran en manos de los asesores, los ingenieros, los especialistas industriales terranos.
El joven Comyn que controlaba la nave miró con reverencia a Elorie cuando se pronunció el nombre de Arilinn. Parecía que todos ellos sabían lo del tremendo experimento que se llevaba a cabo allí, que podía lograr que Darkover y los Dominios no cayeran en manos del Imperio terrano.
Pero fracasaría. Ellos volaban en la noche para detenerlo antes de que empezara. Si no lo lograban, sería descuido, y el descuido tendría el mismo peso que el fracaso, que era el motivo por el cual estaban intentando este experimento desesperado con una Celadora a medio entrenar. En cualquier caso, significaba el final del Darkover que conocían.
¡Si al menos no hubiera regresado nunca a Darkover!
—No, Jeff —le dijo ella con suavidad—. No es justo que te culpes.
Pero él lo hacía. Si no hubiera regresado, tal vez hubieran encontrado a otro que pudiera ocupar el lugar vacante en Arilinn. Y Auster, sin Jeff como antagonista, tal vez hubiera descubierto la verdad acerca del espía terrano. Sin embargo, ahora todos estaban condenados a depender del éxito o del fracaso del experimento. Si fracasaba —que fracasaría—, todos ellos habían prometido, por la palabra de Hastur, no ofrecer más resistencia a la industrialización terrana, al comercio terrano, a la cultura terrana, al estilo terrano.
Si Kerwin no les hubiera producido esa falsa confianza, el espionaje terrano sólo hubiera ofrecido información sin importancia.
La mano de Elorie estaba helada sobre la suya. Sin preguntarle, Kerwin la envolvió con su capa forrada en piel, recordando, en contra de su voluntad, una de las historias de Johnny Ellers. Podía proteger a Elorie del frío físico con su capa darkovana, pero, ahora que sabía que no tenía más derecho a su ciudadanía terrana que a Arilinn, ¿adónde podría llevarla?
Ella señaló a través de la ventanilla.
—Arilinn —murmuró—. Allí está la Torre. —Luego exhaló un profundo suspiro de consternación y de desesperación, pues alrededor de la Torre se veía una iridiscencia azulada, titilante—. Es demasiado tarde. ¡Ya han empezado!
Kerwin sintió que caminaba como sonámbulo mientras se apresuraban a través de la pista de aterrizaje, con Elorie que parecía caminar en sueños a su lado. Habían fracasado, entonces; era demasiado tarde. La tomó del brazo y le dijo:
—¡Es demasiado tarde! ¡Acéptalo!
Pero ella siguió adelante, y él no podía dejarla ir sola.
Traspusieron el centelleante Velo. Kerwin contuvo el aliento ante el impacto de la tremenda carga de energía que parecía invadir la Torre entera y que irradiaba de la alta habitación donde se constituía el círculo. Aunque incompleto, sí, su poder era increíble. Latía como un pulso extra dentro de Kerwin, que sintió cómo Elorie, a su lado, temblaba.
¿Sería todo esto peligroso para ella ahora?
Impulsado, dominado por la voluntad de ella y por esa fuerza misteriosa, Kerwin ascendió. Permaneció fuera de la cámara matriz, percibiendo lo que ocurría allí adentro.
Para él la barrera de Auster no era más que un muro de bruma. Su cuerpo permaneció fuera de la habitación, pero él estaba adentro; con sentidos que trascendían sus ojos físicos los tocó a todos: a Taniquel, en el asiento del monitor; a Rannirl, sosteniendo con firmeza la visualización del técnico; a Kennard, agachado sobre los mapas; a Corus ocupando el lugar que le correspondía a él… y reuniéndolos, con frágiles hebras de telaraña, un roce poco familiar, como un dolor…
Ella, delgada y frágil, todavía no había emergido de la infancia, pero sin embargo usaba el vestido de una Celadora, carmesí, no la túnica ceremonial sino la suelta con capucha que todos llevaban en la cámara de matriz, sólo que de color carmesí, para que nadie la tocara, ni siquiera por accidente, cuando estuviera dirigiendo la carga de energones. Tenía pelo oscuro, como vidrio negro, todavía trenzado como una niña en torno a su rostro pequeño, pálido, triangular, y temblaba por el esfuerzo.
Percibió su contacto y pareció perpleja, aunque de alguna manera supo que él no era un intruso, que
pertenecía
a este sitio. Rápidamente Kerwin dio una vuelta más al círculo: Rannirl, Corus, Taniquel, Neryssa, Kennard…, Auster…
Auster. Percibió algo, desde fuera del círculo, donde estaba, algo como una palpable cuerda negra, que se extendía más allá de la barrera, la línea que los encadenaba, que impedía que el círculo de la matriz cerrara su anillo de poder.
El vínculo, el vínculo psíquico entre los mellizos, que unía al mellizo de Auster, sin que él lo supiera, a los límites del círculo…
¡Espía!¡Terrano, espía!
Auster había captado su presencia y se había vuelto malignamente hacia él, aunque su cuerpo, inmóvil en el contacto telepático, no se había movido… Pero la tensión agitó la calma del círculo, próximo a disolverse.
Espía y terrano. ¡Pero no yo, hermano!
Kerwin se desplazó al interior del círculo, estableció pleno contacto y proyectó en la mente de Auster el recuerdo de ese cuarto en el que Cleindori, Arnad y Cassilda, habían sido asesinados, llevando esta última en sus entrañas a la hermana de Auster, que nunca había nacido…
Auster gritó violentamente por la angustia. Pero, en cuanto dejó caer la barrera que rodeaba al círculo, Kerwin la atrapó en su propio contacto telepático, la alzó con rapidez en torno al círculo, se quedó dentro y, con un golpe rápido, deliberado, cortó la cuerda negra…
(siseó, ardió, un vínculo cortado)
y rompió ese lazo para siempre.
(A millas de distancia, un hombrecito moreno que se llamaba a sí mismo Ragan cayó con un grito de agonía, para yacer sin sentido durante horas y despertarse sin recuerdo de lo que había ocurrido. Días más tarde, lo encontraron y lo llevaron a Neskaya, en cuya Torre fue curada la herida psíquica y Auster estuvo una vez más en condiciones de recibir a su mellizo desconocido. Pero eso fue más tarde.)
La mente de Auster se tambaleaba. Kerwin le respaldó con un fuerte roce telepático, entrando en contacto profundo.
¡Hazme entrar al círculo!
Hubo un momento de vertiginosa atemporalidad cuando entró en el conocido contacto telepático. Una faceta del cristal, un punto sin cuerpo flotando en un anillo de luz… y enseguida fue uno de ellos.
En lo profundo, debajo de la superficie del mundo yacían esas extrañas sustancias, esos átomos, moléculas, iones conocidos como minerales. Su toque los había elegido por medio de la estructura cristalina de la pantalla matriz; ahora, átomo por átomo y molécula por molécula, los había despojado de impurezas de modo que se hallaban puros y bruñidos en sus lechos rocosos; el sellado anillo de poder habría de levantarlos, por medio de la psicoquinesis, moldeando el círculo como una gran Mano que los llevaría en oleadas al lugar preparado para ellos.
Estaban prestos, esperando, cuando el frágil contacto de la Celadora-niña se debilitó al tratar de unirlos. Kerwin, en profundo contacto con Taniquel, sintió la desesperación de la monitora al percibir el débil toque de la muchacha.
¡No! ¡La matará!
Entonces, cuando el círculo sellado se tambaleaba, a punto de disolverse, Kerwin sintió el roce familiar, seguro, amado.
¡Elorie! ¡No! ¡No puedes!
Soy una Celadora, sólo responsable ante mi propia conciencia. ¿Qué importa? ¿Mi estatus ritual, un viejo tabú que perdió significado generaciones atrás? ¿O mi poder para conducir los energones, mi habilidad como Celadora? Dos mujeres murieron para que yo fuera libre de hacer el trabajo para el que nací, para el que fui entrenada. Cleindori lo demostró, incluso antes de marcharse de Arilinn… ¡Ella hubiera liberado a las Celadoras de leyes que sabía que eran fraudes piadosos, mentiras supersticiosas y sin sentido! Ellos no quisieron escucharla… ¡La llevaron a la muerte! Ahora que los terranos esperan nuestro fracaso…, ¿sacrificarás a Arilinn por un viejo tabú? Si lo consiguen, que Arilinn se rompa y que Darkover caiga en manos de los terranos…, ¡la culpa será vuestra, no mía, hermanos y hermanas!
Entonces, con infinita suavidad (rodeando con un brazo firme los hombros infantiles y sosteniendo con firmeza en equilibrio una copa derramada), Elorie se deslizó dentro del contacto telepático y desplazó suavemente las hebras de telaraña del contacto de la Celadora-niña con su propia y fuerte red, con tanta delicadeza que no hubo
shock
ni daño.
Hermanita, esta carga es demasiado fuerte para ti…
El contacto se cerró repentinamente en un anillo sellado dentro de la pantalla cristalina; el poder centelleó, fluyó… Kerwin ya no era una sola persona. No era humano en absoluto. Era uno con el círculo, parte de un tremendo y ardiente río de metal fundido que surgía hacia arriba, impelido por el latido de un gran poder, que estalló, se derramó y centelleó, engulléndolos…
Lenta, muy lentamente, se enfrió, se endureció y volvió a yacer inerte, esperando el contacto de aquellos que le habían necesitado, esperando las herramientas y las manos que le habían dado forma de herramienta, de energía, de poder, de la vida de un mundo.
Uno a uno, el círculo se aflojó y se disolvió. Kerwin sintió que se separaba del círculo. Taniquel alzó los ojos, centelleantes de amor y triunfo, para darle la bienvenida. Kennard, Rannirl, Corus, Neryssa, todos le rodeaban; Auster, con profunda expresión de consternación en sus ojos de gato, pero limpios de odio, se acercó a recibirle con un rápido abrazo, el saludo de un hermano.
La muchachita, la Celadora de Neskaya, yacía en el suelo; había caído físicamente del asiento de Celadora, y Taniquel se inclinaba sobre ella, con las manos en sus sienes. La niña parecía exhausta, descarnada, desmayada. Taniquel dijo, preocupada:
—Rannirl, ven y llévatela…
¡Elorie!
Kerwin sintió que se le encogía el corazón. Saltó por encima de las sillas para abrir bruscamente la puerta de la cámara. No recordaba cómo había entrado, pero Elorie, por lo que fuera, no había logrado seguirle. Sin embargo, su mente había llegado al anillo de la matriz…, aunque su cuerpo hubiera quedado fuera del cuarto acorazado, sin protección.
Estaba tendida en el suelo del vestíbulo, blanca y sin vida a sus pies. Kerwin se arrodilló a su lado, mientras todo su triunfo, toda su exaltación se disolvía en odio y maldiciones y posaba su mano sobre el inmóvil pecho de la joven.
¡Elorie, Elorie! Impulsada por su conciencia de Celadora, había regresado a salvar la Torre… Pero, ¿habría pagado con su vida?
Había entrado sin preparación, sin protección, en una tremenda operación de matriz. Él sabía que este trabajo agotaba la vitalidad, que la consumía hasta el borde de la muerte. Incluso cuando estaba cuidadosamente protegida y aislada, ¡este trabajo le exigía casi hasta el límite! ¡Incluso protegiendo su vitalidad y sus fuerzas nerviosas por medio de la castidad y del sacrosanto aislamiento, apenas si podía soportarlo! No, no había perdido sus poderes. Pero, ¿sería éste el precio que debía pagar por atreverse a volver a usarlos?
¡La he matado!
Desesperado, se arrodilló junto a ella, casi sin advertir que Neryssa le hacía a un lado.
Kennard la sacudió con furia.
—¡Jeff, Jeff, no está muerta! Todavía no. ¡Queda una esperanza! ¡Pero tienes que permitir que la monitoree, que vea cuán grave está!
—¡Maldición, no la toquéis! ¿Acaso no habéis hecho suficiente ya, demonios…?
—Está histérico —dijo Kennard—. Sujétalo, Rannirl.
Kerwin sintió que los fuertes brazos de Rannirl le rodeaban, sujetándolo; se debatió por acercarse a Elorie, pero Rannirl dijo compasivamente:
—Lo siento,
bredu
. Tienes que dejarnos… ¡Maldición, hermano, quédate quieto o tendré que desmayarte de un golpe!
Al sentir que le quitaban a Elorie por la fuerza, gritó su furia y su desesperación. Después, lentamente, sintiendo el cálido contacto de los otros en su mente, cedió.
Elorie no estaba muerta. Sólo estaban tratando de ayudar. Cedió, inmóvil entre Rannirl y Auster, viendo con el rabillo del ojo que la boca de Rannirl sangraba y que había una magulladura en el rostro de Auster.
—Lo sé —confesó Auster en voz baja—. Tranquilo, hermano adoptivo; harán todo lo posible. Tani y Neryssa están con ella ahora. —Alzó los ojos—. Fracasé. Fracasé,
bredu
. Hubiera caído si no hubieras estado allí. Nunca tuve ningún derecho a estar allí. Soy un terrano, un ajeno. Tú tienes más derecho que yo… —Inesperadamente, ante el horror de Kerwin, Auster cayó de rodillas. Su voz fue apenas audible—. Todo lo que dije de ti era verdad de mí,
vai dom;
tendría que haberme dado cuenta de que me odiaba a mí mismo y que fingía que era a ti a quien odiaba. Todo lo que merezco es la muerte a manos del Comyn. Hay una vida entre nosotros, Damon Aillard. Reclámala como quieras.
Agachó la cabeza y esperó, destruido, resignado a morir.
—Levántate, condenado tonto —dijo Jeff de repente, furioso y poniendo bruscamente de pie a Auster—. Todo lo que ocurre es que alguno de vosotros, retardados… —miró a su alrededor a todos—, tendréis que cambiar algunas de vuestras estúpidas ideas acerca del Comyn, eso es todo. Así pues, Auster nació de padre terrano. ¿Y qué? Tiene el Don Ridenow…
¡porque creció creyendo que lo tenía!
Yo pasé por toda clase de cosas infernales durante el entrenamiento…
¡porque todos creísteis que por mi sangre terrana me resultaría difícil y me lo hicisteis creer a mí!
Sí, el
laran
es hereditario, pero no en la medida que vosotros creéis. Significa que Cleindori tenía razón: la mecánica de matrices es solamente una ciencia que cualquiera puede aprender… ¡y no hay necesidad de rodearla de toda clase de tabúes y rituales! Una Celadora no necesita ser virgen… —Se interrumpió.
Elorie lo creía. ¡Y su creencia podía matarla!
Y, sin embargo, ella sabía; había formado parte de su vínculo con Cleindori. Por eso Cleindori le había dado a él su matriz, aunque su mente infantil casi se hubiera destruido con esa carga: para que algún día otra Celadora pudiera leer lo que Cleindori había descubierto y llevara a Arilinn el mensaje que no habían querido escuchar antes, para que pudiera leer la mente y el corazón y la conciencia de la Celadora martirizada, que había muerto para liberar a otras mujeres jóvenes de la prisión que la Torre de Arilinn construía en torno a sus mentes y sus corazones.