—Representantes de las casas aliadas con su Imperio les aguardan —anunció—. Recojan sus posesiones. En particular sus artículos de negociación. No volverán aquí, y quizá no seamos capaces de salvar esta nave.
Los humanos se la quedaron mirando sorprendidos.
—¿Qué está Pasando? —demandó Glenda Ruth.
—Se aproxima el Kanato. Hemos formado una alianza con el Comercio de Medina. Sus representantes les esperan. Se llaman a sí mismos Mentor y Lord Byron, y deben garantizarles que aquí han sido bien tratados. Confío en que no habrá dificultad en eso.
—No es problema —dijo Freddy—. Y yo puedo permitirme el lujo de perder el
Hécate
, pero ¿que va a pasarnos a nosotros?
En respuesta Victoria señaló una imagen que había en la pantalla del telescopio. La Ciudad de las Alimañas seguía cambiando, disminuyendo… Glenda Ruth vio que desaparecía rápidamente, dejando protuberancias largas… con naves espaciales más esbeltas que emergían de las ruinas.
—Parecen familiares —comentó.
Freddy se rió.
—¡Son copias exageradas del
Hécate
!
—Subirán a bordo de la más veloz. Huimos. Guerreros retrasarán al Kanato todo lo que puedan, otros tratarán de salvar esta nave y cualquier otra, pero igualaremos velocidades con sus amigos, que parecen hallarse en ~ fortaleza móvil considerable.
—¿Cuán rápido vamos a ir? —inquirió Jennifer.
Victoria frunció el ceño.
—Tanto como podamos. Tres gravedades… gravedades de Paja Uno.
Paja Uno era un mundo más ligero.
—Digamos dos gravedades estándar y media —dijo Freddy—. Terry…
—Terry no puedo soportar eso —afirmó Jennifer.
—No. Victoria, gracias, pero…
—No salvarán a su amigo siendo capturados por el Kanato —repuso Victoria—. Y tal vez ellos no sean tan comprensibles con los beneficios de su cacao. Me temo que en esto no puedo dejar ninguna elección. Sus amigos nos perdonarán por dejar atrás a un humano, herido en actividades en las que él insistió en participar. No serán tan amables si les abandonamos a todos. Vamos.
—Yo me quedo —dijo Jennifer—. Glenda Ruth, tú y Freddy marchaos. Victoria tiene razón, vosotros sois importantes, y es igual cómo haya sucedido, el Imperio no lo aceptará si os perdemos. Pero alguien ha de cuidar de Terry, y podéis decirles que yo insistí. Pollyana…
—Se queda con Jennifer —dijo la pajeña. Su voz era el acento de Jennifer pero con un registro más grave.
—Sea lo que fuere lo que hagamos, ha de ser enseguida —advirtió Victoria—. Un escuadrón de batalla del Kanato se acerca, y sus amigos están impacientes por hablar con ustedes.
—Escuadrón de batalla. ¿Cuán razonables serán? —preguntó Glenda Ruth—. ¿Hablarán?
—Los Mediadores siempre hablarán cuando no haya una lucha activa. A veces también entonces. Desde luego, es otra cuestión si el Mediador de esta expedición habla su lengua. Tendrá a Pollyana para que la ayude.
—Te ayudaré a hablar —afirmó el cachorro de Mediador. Jennifer lo abrazó.
—No intenta convencerme para no quedarme —dijo.
—Esperaba que se quedaría —repuso Victoria—. Entonces, su Terry quizá sobreviviera hasta que Medina pudiera comprarlo de nuevo del Kanato. Sin su ayuda no creo que lo haga.
—Esto no me gusta mucho —comentó Freddy—. ¿Glenda Ruth?
—Victoria, ¿cómo los dejará?
Victoria habló rápidamente con un Guerrero. Éste respondió con brevedad. Victoria contestó:
—Podemos dejarles la Cerbero sin los segmentos de nuestro propio apoyo vital, así como a un piloto Guerrero y motores que les proporcionen media g…; de hecho, deberían tener el motor del
Hécate
de diseño alienígena, para que indique su naturaleza. Jennifer, quizá les pasen por alto, de ser así, Medina les encontrará. Lamento que no podamos permitir que les acompahe el Doctor Doolittle.
—¿Cuáles son sus posibilidades de escapatoria? —insistió Glenda Ruth.
—Malas —intervino Freddy—. El sistema de ocultamiento es bueno, pero la
Cerbero
necesita propulsión para largarse de aquí, y verán eso.
Victoria se encogió de hombros.
—Es probable. Si nos retrasamos mucho más, nada de esto tendrá ya importancia. También dejaré grabaciones en la lengua del comercio, informando al Kanato de que tienen una posesión valiosa que aquellos más poderosos que los Kanes desearán volver a comprar, pero sólo si está ilesa.
—Marchaos, Glenda Ruth —dijo Jennifer—. Es lo mejor que conseguiremos.
—Vamos —instó la Mediadora—. Vengan a conocer a los representantes de sus amigos.
El Guerrero abría el camino; luego iba Joyce; después, Eudoxo, todos en los trajes ceñidos y los cascos. La presión del aire los transportó flotando tubo abajo. Los seguían sus trajes externos de aislamiento, desinflados, con dos pequeños Mensajeros que se ocupaban de ellos.
—El Fyunch(click) de Bury —dijo Eudoxo— nos contó historias de nadar. ¿Es parecido a esto?
—Un poco —repuso Joyce.
Las corrientes impedían que rozara los lados. Flotaba a la deriva como un alga marina, en el flotador de un hombre muerto.
Un complejo industrial pasó junto a ellos, brillantemente iluminado. Allí donde el tubo se curvaba, podía ver a Relojeros siguiéndola, un enjambre de ellos flanqueados por dos Ingenieros.
—Eddie el Loco siempre interpreta mal los ciclos —comentó Eudoxo—. Eddie el Loco trata de impedir el giro, de establecer una civilización que dure para siempre. ¿Qué piensan los humanos de Eddie el Loco, Joyce?
—Supongo que pensamos que está loco. —El silencio la instó a continuar—: Aunque no tan loco. Nuestros ciclos de historia suben y bajan, pero, por lo general, suben. Es una espiral. No nos dedicamos a girar y a girar. Aprendemos.
—De modo que emplean el término sin vergüenza. Punto de Eddie el Loco… nuestro término, pero ustedes no titubean con él. Escuadrón de Eddie el Loco. Joyce, ¿usted ha estudiado al Escuadrón de Eddie el Loco?
—Mis puntos de vista están grabados, Eudoxo, y usted no puede disponer de las grabaciones. Asuntos de la Marina. —¿Cómo demonios se había enterado Eudoxo de eso? ¿Había un agujero que Chris no había taponado? Por decirlo de ese modo.
—Somos aliados. Parece injusto que nosotros no podamos conocer aquello que ustedes le han contado a todos los habitantes del Imperio.
—Injusto. Sí, lo es, pero sigue sin ser una decisión mía, Eudoxo. Pronuncié un juramento.
—Sí, desde luego —dijo la pajeña—. Joyce, a nadie le gusta el servicio. El bloqueo. El Escuadrón se está viniendo abajo, ¿no? La apertura de la Hermana no es algo malo para ustedes, pero ¿cómo pueden sus compañeros esperar crear estabilidad aquí?
Buena pregunta, y Joyce no lo sabía. Sin embargo, el Imperio tenía algo que ver con el Instituto, pensó, que ella debía mantener en secreto. Pero la Mediadora se hallaba detrás de ella, su visión era de los pies de Joyce, no de su cara.
—Paja Uno les envió embajadores —continuó Eudoxo Un Guardián y dos Mediadores. Han dispuesto de treinta años para estudiarlos. Nosotros hemos estudiado a miles de millones de nosotros durante millones de años. ¿Qué han podido ser capaces de averiguar que nosotros no conseguimos?
—Eudoxo, no se supone que yo hable de esto.
—Los Imperiales le han contado muy poco, ¿verdad, Joyce? Como si no confiaran en usted para guardar secretos.
—Así es. De modo que esto no tiene mucho sentido, ¿no?
—Sin embargo, usted es una especialista en opinión pública. Se la escucha por todo el Imperio. Joyce, es obvio que su Imperio está unido como ¡más lo han estado los pajeños, aunque no todas las familias son obedientes. ¿Posee su Imperio el poder para aniquilarnos? ¿Es ése su verdadero plan?
—¡No, no planeamos eso!
—¿Está segura? ¿No hay armas secretas? Ah, mas a usted no se lo contarían. Joyce, mire delante y hacia arriba.
La bola de lentejuela comprimida era un punto más grande entre las estrellas. Emitía chispas violetas. Joyce enfocó la cámara y habló para tener continuidad.
—Naves espaciales vienen a nuestro encuentro, trayendo a los rehenes humanos capturados por el grupo que nuestros aliados pajeños llama Tártaros de Crimea. Los humanos son Glenda Ruth Fowler Blaine. El honorable Frederick Townsend. Jennifer Banda del Instituto Blaine. Y un tripulante ingeniero, Terry Kakumi… Eudoxo, ¿cuándo podremos hablar con ellos, con la gente que estaba en aquella nave? ¿Obtuvieron alguna imagen de las ratas de la guerra? ¿Qué son las ratas de la guerra?
—A su debido tiempo. Cuando lleguen sus amigos. Por ahora… debería mostrarle los motores.
Joyce alzó los ojos. La bola contraída y sus chispas se ponían en el horizonte, y el resplandor violeta blanquecino de los motores de Base Seis apaMcía a la vista delante.
—Sí —dijo Joyce—. Por favor.
Eudoxo habló a su mano. Joyce recordó que los Mediadores gobernaban todo el transporte. Y a veces juzgaban… El viento que los impulsaba casi murió; luego, el tubo se bifurcó, y la presión los hizo flotar hacia la izquierda.
—Sabíamos que Glenda Ruth Blaine debía ser la hija de Sally Fowler y Roderick Blaine, y que el honorable Frederick Townsend debía ser el hijo de otro amo poderoso; sin embargo, desconocemos el Instituto Blaine.
—Es una escuela, pero lleva a cabo investigación.
—Ah. ¿El Instituto fue responsable del bloqueo?
—No, eso fue política Imperial. Aunque Lord y Lady Blaine ayudaron a establecer dicha política al mismo tiempo que fundaban el Instituto. Y el tío de Lady Blaine. Pero el bloqueo se proclamó antes de que yo naciera. —En vez de enviar una flota de exterminio. La Mediadora aún no podía verle la cara bien—. No puede imaginarse el impacto que tuvieron ustedes en el Imperio. Sólo su existencia.
—¿Tiene hijos?
—No. Todavía no.
—¿Los tendrá?
—Dejémoslo en «todavía no».
—Tampoco yo, por supuesto. ¡Pero veo el impacto pajeño del que habla en el Imperio que la educó para no quedarse embarazada hasta que le apeteciera! —Joyce sintió como si tuviera abrasadas las orejas—. No importa —añadió Eudoxo—. Podría adivinar la reacción del Imperio, sabiendo que nosotros hemos solucionado su motivo innato para hacer la guerra y, luego, inventamos el nuestro propio.
—¿Cómo?
—Los Mediadores impiden los malentendidos —explicó Eudoxo—. Los pajeños lucharán por territorio, poder y recursos para sus descendientes, pero si existe un modo de evitar la lucha, los Mediadores lo descubrirán. Ustedes luchan porque los mensajes están muy mal redactados.
—Oh. E inventaron el suyo, sí, por supuesto. Si no quedan embarazados, se mueren. Y los Mediadores no se quedan embarazados. —Debería cerrar mi cara y darle unas vacaciones, pensó Joyce.
—El Instituto, ¿es considerado un éxito?
—Recibe a las mejores mentes del Imperio.
—Sí. Pero semejantes estructuras siempre se congelan, ¿verdad? Envejecen y ya no pueden reaccionar más, como la Flota de Bloqueo.
—Oh… por lo general. —Aunque no había oído decir eso del Instituto Blaine—.
Osificado
es la palabra que quiere.
—De modo que estudian a pajeños y nada más, y aún no se ha osificado. ¿Estudiarán maneras de matar a pajeños?
—¡No sea absurda! Usted ha conocido a Chris Blaine. Sus padres son dueños del Instituto. ¿Qué cree?
—Creo que él tiene secretos, algunos terribles —repuso Eudoxo.
«Yo también. Quizá sea mejor que pare con esto. Pero… ella no puede verme la cara; entonces, ¿qué está leyendo?
»Sin embargo, soy una reportera, soy tan buena en controlar mi cara como cualquier político o jugador de póquer. Pero me meten en un globo plateado y dejan que me vuelva complaciente y luego me sacan de él, y quien me enseñó alguna vez a controlar los músculos de mis malditos pies?»
—Joyce, es importante. ¿Qué les dijo? —preguntó Renner.
—Nada en absoluto —contestó ella, y se rió—. Mire, no tiene por qué preguntando. Lo grabé todo. Tenga.
—Gracias. Blaine, echémosle un vistazo a esto.
Las voces eran idénticas: la de Joyce Trujillo, reconocible en todo el Imperio. El único modo de distinguirlas era por medio del contexto. Aquí hablaba la alienígena: «Creo que él tiene secretos, algunos terribles».
Chris Blaine frunció el ceño.
—No lo sé. Pero fíjense en el contexto, justo después de que Eudoxo preguntara si el Instituto se dedicaba a descubrir maneras de matar a pajeños. Si leo bien a Eudoxo… es una pena que la cámara no la enfocara mucho…
—¿Cómo podría haberlo hecho?
—Lo sé, Joyce. Ahora bien, si leo esto bien, Eudoxo está convencida de que Joyce no cree que el Instituto sea para extinguir a los pajeños, aunque eso no ha eliminado todas las suspicacias.
—¿Algo que podamos hacer al respecto?
—Pensaré en ello. Dispongo de algunas grabaciones generales sobre el Instituto, la mayoría material de promoción, pero quizá ayuden. Se las daremos a Eudoxo.
—Mejor revísalas antes.
—Señor, ya lo hice. No hay nada del Imperio que ahora no sepan. Me demoré por si me equivocaba, aunque en este momento…
—De acuerdo, parece razonable. ¿Algo más?
—Sólo el mensaje a Weigle. Debería salir mientras la India aún quiera y pueda entregarlo.
—Esto tendría que bastar —indicó Chris Blaine. Sostenía un cubo de mensajes—. Todos los datos Alderson que podemos encontrar, incluyendo el material de Alejandría. El almirante no tendrá problemas en localizar el nuevo punto de Eddie el Loco. Ahora es su turno, capitán. Recuerde, recalque el deber. No le colme de lisonjas.
Renner cogió el cubo.
—Gracias. Llevará un rato, y he de estar solo. —Aguardó hasta que los Otros se hubieran marchado; luego, insertó el cubo en la grabadora y comenzó a dictar—. Y ésa es la situación tal como la vemos —concluyó—. Los pajeños están a punto para una alianza. Es peligroso, pero quizá nunca dispongamos de una oportunidad mejor.
»No creo que tengamos el poder para exterminar a los pajeños. Hay demasiados, demasiadas familias independientes, diseminadas por todas las rocas, las lunas y los cometas.
»No podemos exterminarlos, y jamás esperamos mantener el bloqueo para siempre, y ahora necesitamos dos bloqueos. Mi evaluación es que sería mejor que intentáramos establecer una alianza utilizando la Lombriz de Eddie el Loco para ayudar a controlar la procreación pajeña. Desde luego, desconocemos cuál será la reacción pajeña a la lombriz, y no lo sabremos hasta dentro de otras cuarenta a cincuenta horas. No considero que yo deba esperar tanto. Ahora mismo el Comercio de Medina y la India están cooperando para enviarle esto, y poseen los medios para hacer que el mensaje cruce. Sólo Dios sabe qué puede pasar en cincuenta horas.