El Último Don (33 page)

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Authors: Mario Puzo

Tags: #Intriga

BOOK: El Último Don
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—Queremos el veinte por ciento de los beneficios de la película —dijo Bantz. La distribuiremos en el país y en el extranjero y seremos socios si hubiera una segunda parte.

—Bobby —dijo Skippy Deere en tono exasperado, no podrá haber una segunda parte porque todos los protagonistas han muerrto cuando termina la película.

—Pues bueno, los derechos de una parte anterior —dijo Bantz.

—Parte anterior, segúnda parte, todo eso son idioteces —dijo Molly. Lo tendréis todo, pero no percibiréis un porcentaje superior al diez por ciento. Ganaréis una fortuna con la distribución y no correréis ningún riesgo. Lo tomáis o lo dejáis.

Elí Marrion ya no aguantaba más. Se levantó, echó los hombros hacia atrás y dijo con voz serena y mesurada:

—El doce por ciento. Trato hecho. Hizo una pausa, mirando a Cross. No es tanto por el dinero. Es que la película me parece estupenda y no quiero descartarla. Además tengo curiosidad por ver lo que ocurrirá. ¿Sí o no? —preguntó, dirigiéndose a Molly.

—Sí, —contestó Molly Flanders, sin mirar tan siquiera a Cross para pedir su aquiescencia.

Al final Elí Marrion y Bobby Bantz se quedaron solos en la sala de reuniones. Permanecieron en silencio. A lo largo de los años habían aprendido que ciertas cosas no se podían expresar en voz alta.

—Aquí hay una cuestión moral —dijo Marrion finalmente. Nos hemos comprometido a mantener el acuerdo en secreto.

—Elí —dijo Bantz, si crees que no debemos hacerlo, podría efectuar una llamada.

Marrion lanzó un suspiro.

—Entonces perderíamos la película. Este Gross es nuestra única esperanza. Además, si se enterara de que la filtración procedía de ti, podría haber algún peligro.

—Sea lo que sea ese hombre, no se atreverá a tocar la LoddStone —dijo Bantz. Lo que más me preocupa es la posibilidad de que se introduzca en el negocio.

Elí Marrion se moría de cansancio. Era demasiado viejo como para preocuparse por futuros desastres a largo plazo. El gran desastre universal estaba más cerca.

—No hagas la llamada —le dijo. Tenemos que cumplir el acuerdo. Y, además, no sé si estaré entrando en la segunda infancia pero me encantaría ver lo que este mago se saca del sombrero.

Al finalizar la reunión, Skippy Deere regresó a su casa y efectuó una llamada a Jim Losey para pedirle que se reuniera con él. Cuando Losey acudió a verle, Skippy le hizo jurar que guardaría el secreto y le contó lo ocurrido.

—Creo que tendrías que vigilar a Cross —le dijo. Puede que descubras algo interesante.

Por su parte Cross de Lena regresó a Las Vegas, y en su suite de la última planta del hotel reflexionó sobre el nuevo rumbo que había tomado su vida. ¿Por qué había corrido aquel riesgo? Lo más importante eran las ganancias, no sólo económicas sino personales. Pero lo que él estaba examinando era la razón subyacente, la visión de Athena Aquitane enmarcada por las verdes aguas del océano, su cuerpo en constante movimiento, la idea de que algún día quizás ella lo conocería y amaría, no para siempre sino sólo por un instante. ¿Qué le había dicho Gronevelt? Las mujeres nunca son más peligrosas que cuando necesitan ser salvadas por los hombres. Guárdate, guárdate mucho de las bellezas en apuros, le había aconsejado Gronevelt.

Pero él apartó aquella idea de su mente. Mientras contemplaba el Strip de Las Vegas, aquella cinta de luces de colores y las multitudes que se movían en medio de las luces como si fueran hormigas que transportaran montones de dinero para ocultarlos en algún enorme escondrijo, analizó por primera vez el problema de una forma fríamente aséptica.

Si Athena Aquitane era tan angelical como parecía, ¿por qué estaba pidíendo de hecho, ya que no de palabra, que el precio de su regreso a la película fuera que alguien matara a su marido? Eso tenía necesariamente que estar más claro que el agua para todo e mundo. La protección que le habían ofrecido los estudios mientras durara el rodaje de la película no tenía demasiado valor porque ella caminaría hacia su muerte. En cuanto finalizara la película y Athena se quedara sola, Skannet iría a por ella.

Elí Marrion, Bobby Bantz y Skippy Deere conocían el problema y sabían cuál era la respuesta, aunque nadie se atrevía a expresarla en voz alta. Para unas personas como ellos, el riesgo era demasiado elevado. Habían subido tan alto y vivían tan bien que tenían demasiadas cosas que perder. Para ellos las ganancias no eran equiparables al riesgo. Podrían asumir la pérdida de la película porque sólo sería una pequeña derrota, pero no podían permitirse el lujo de caer desde el nivel más alto de la sociedad al más bajo. Aquel riesgo sería mortal.

No se podía por menos que reconocer además que habían tomado una decisión inteligente. Ellos no eran expertos en tales menesteres y podían cometer errores. Mejor considerar los cincuenta millones de dólares como una pérdida de puntos de sus acciones en Wall Street.

En cuanto a Cross, se planteaban dos problemas esenciales. El primero de ellos era la eliminación de Boz Skannet de tal forma que no afectara negativamente ni a la película ni a Athena. El segundo, más importante aún, era la obtención del visto bueno de su padre Pippi de Lena y de la familia Clericuzio, pues Cross sabía que ellos no tardarían demasiado en descubrir sus manejos.

Cross de Lena intercedió por la vida de Big Tim por muchas y variadas razones. En primer lugar porque cada año dejaba en la caja del Xanadú entre quinientos mil y un millón de dólares, y en segundo lugar porque en su fuero interno lo apreciaba por su amor a la vida y sus extravagantes payasadas.

Tim Snedden, llamado
el Buscavidas
, era el propietario de una cadena de pequeñas galerías comerciales que se extendían por todo el norte del estado de California. Era también uno de los grandes jugadores de Las Vegas, y por regla general se hospedaba en el Xanadú. Le encantaban las apuestas deportivas y tenía una suerte extraordinaria. El Buscavidas hacía elevadas apuestas. A veces se jugaba cincuenta mil dólares en el fútbol y diez mil en el béisbol. Se creía muy listo porque perdía las pequeñas apuestas pero ganaba invariablemente las grandes. Cross se dio cuenta enseguida.

El Buscavidas era muy alto y corpulento. Medía casi metro noventa y cinco y pesaba más de ciento cincuenta kilos. Su apetito corría parejo con su físico y comía todo lo que se le ponía por delante. Se jactaba de haberse sometido a un bypass parcial del estómago, gracias al cual la comida pasaba directamente a través de su aparato digestivo y él nunca engordaba. Le hacía mucha gracia y lo consideraba una especie de estafa a la naturaleza. Porque el Buscavidas era un artista innato de la estafa, y de ahí le venía el apodo.

En el Xanadú daba de comer a sus amigos con su invitación de cortesía y causaba unos enormes estragos en el servicio de habitaciones. Procuraba incluir en su cuenta de gastos gratuita los servicios de las prostitutas y las compras que hacía en las tiendas de regalos, y cuando perdía y llenaba la caja de mareadores, aplazaba los pagos hasta su siguiente visita al Xanadú en lugar de hacerlos efectivo dentro del plazo de un mes, como hubiera hecho un caballero del juego.

A pesar de su suerte en las apuestas deportivas, el Buscavidas era mucho menos afortunado en los juegos de casino. Era muy hábil, conocía las probabilidades y sabía hacer apuestas, pero se dejaba arrastrar por su exuberancia natural y perdía todo lo que ganaba en el deporte y mucho más. No fue por tanto por el dinero sino por motivos estratégicos a largo plazo por lo que los Clericuzio empezaron a interesarse por él. Puesto que el objetivo último de la familia era la legalización de las apuestas deportivas en todo el territorio de Estados Unidos cualquier escándalo de juego relacionado con los deportes podía ser perjudicial para su objetivo. Por eso se ordenó una investigación sobre la vida de Big Tim Snedden, el Buscavidas. El resultado fue tan alarmante que Pippi y Cross fueron convocados al Este para asistir a una reunión en la mansión de Quogue. Fue la primera operación de Pippi a su regreso de Sicilia.

Pippi y Cross viajaron juntos al Este. Cross temía que los Clericuzio ya se hubieran enterado de su acuerdo cinematográfico sobre la película Mesalina y que su padre se enojara por no haber sido consultado, pues aunque a sus cincuenta y siete años Pippi ya estaba retirado, seguía siendo consigliere de su hijo el bruglione.

Así pues, durante el vuelo Cross le reveló a su padre los pormenores de su acuerdo cinematográfico y le aseguró que seguía apreciando sus consejos, pero que no había querido comprometerlo con los Clericuzio. Le expresó también su inquietud por el hecho de que lo hubieran llamado al Este, temiendo que el Don se hubiera enterado de sus planes en Hollywood.

Pippi lo escuchó sin decir ni una sola palabra, y después lanzó un suspiro de desagrado.

—Eres todavía demasiado joven —le dijo. No puede ser por lo de la película. El Don nunca deja sentir el peso de su mano con tanta rapidez. Siempre espera a ver lo que ocurre. Al parecer Giorgio lo dirige todo, eso es lo que piensan por lo menos Petie, Vincent y Dante. Pero se equivocan. El viejo es mucho más listo que todos nosotros, y no te preocupes por él. Siempre es muy justo en estas cosas. Preocúpate más bien por Giorgio y Dante. Pippi hizo una breve pausa, como si no deseara hablar de los asuntos de la familia ni siquiera con su hijo. ¿Te has dado cuenta de que los hijos de Giorgio, Vincent y Petie no saben nada sobre los negocios de la familia? El Don y Giorgio han decidido que los chicos se dediquen a actividades estrictamente legales. El Don también lo tenía previsto para Dante, pero Dante es demasiado listo, lo descubrió todo y quiso entrar. El Don no se lo pudo impedir. Piensa que todos nosotros, Giorgio, Vincent, Petie, tú, yo y Dante somos la retaguardia que está luchando para que el clan de los Clericuzio pueda alcanzar algún día la seguridad. Ése es el proyecto del Don. Es su fuerza lo que lo hace tan grande. Es posible por tanto que incluso se alegre de tu huida, pues eso es lo que él esperaba que hiciera Dante. Porque de eso se trata, ¿verdad?

—Creo que sí, —contestó Cross.

No se atrevía a confesarle su terrible debilidad ni siquiera a su padre, que lo hacía por el amor de una mujer.

—Apuesta siempre a largo plazo como Gronevelt —le dijo Pippi. Cuando llegue el momento, díselo directamente al Don y procura que la familia saque algo del acuerdo, Pero vigila a Giorgio y a Dante. A Vincent y a Petie les importará una mierda.

—¿Por qué a Giorgio y a Dante? —preguntó Cross.

—Porque Giorgio es un tipo muy ambicioso —contestó Pippi, y porque Dante siempre te ha tenido envidia y tú eres mi hijo. Además está chiflado.

Cross se sorprendió. Era la primera vez que oía a su padre criticar a algún miembro de la familia Clericuzio.

—¿Y por qué a Vincent y a Petie les dará igual?

—Porque Vincent ya tiene sus restaurantes, y Petie su negocio de la construcción y el Enclave del Bronx. Vincent quiere disfrutar de su vejez, y a Petie le gusta la marcha. Además los dos te aprecian y me respetan. Hicimos trabajos juntos cuando eramos jóvenes.

—Papá, ¿no estás enfadado porque no te pedí el visto bueno? —preguntó Cross.

Pippi lo miró con expresión burlona.

—No me vengas ahora con tonterías —le dijo. Tú sabías muy bien que tanto el Don como yo no lo aprobariamos. Bueno, ¿cuándo vas a liquidar a ese Skannet?

—Todavía no lo sé —contestó Cross. Es muy complicado. Tiene que ser una confirmación para que Athena sepa que ya no tiene que preocuparse por él. Sólo así podrá volver a la película.

—Deja que yo te lo planifique —dijo Pippi ¿y si esa Athena no velve al trabajo? Entonces perderías los cincuenta millones.

—Volverá —le contestó Cross. Ella y Claudia son íntimas amigas, y Claudia dice que volverá.

—Mi querida hija —dijo Pippi. ¿Sigue empeñada en no verme?

—No creo —contestó Cross, pero podrías dejarte caer por el hotel cuando ella esté allí.

—No —dijo Pippi. Si esa Athena no vuelve a la película cuando tú hayas hecho el trabajo, tendré que organizarle una comunión, por muy estrella del cine que sea.

—No, no —dijo Cross. Tendrías que ver a Claudia, ahora está mucho más guapa.

—Me parece muy bien —dijo Pippi. De niña era más fea que un demonio. Como yo.

—¿Por qué no haces las paces con ella?

—No me permitió asistir al entierro de mi ex mujer, y no me aprecia. ¿Para qué? Es más, cuando yo me muera quiero que le prohibas asistir al entierro. Era una chiquilla inaguantable.

—Tendrías que verla ahora —dijo Cross.

—Recuérdalo —dijo Pippi. No le digas nada al Don. Esa reunión es para otra cosa.

—¿Cómo puedes estar tan seguro?

—Porque primero hubiera querido hablar conmigo para ver como me iba de la lengua —contestó Pippi..

Como era de esperar, Pippi no se equivocaba.

En la mansión, Giorgio, Don Domenico, Vincent, Petie y Dante los estaban esperando en el jardín junto a las higueras. Antes de hablar de negocios almorzaron todos juntos, como de costumbre.

Giorgio expuso los hechos. Una investigación había revelado que el Buscavidas Snedder estaba amañando ciertos partidos universitarios en el Medio Oeste, y que probablemente defraudaba en los ingresos de las apuestas sobre los partidos de fútbol y baloncesto profesionales. Lo hacía sobornando a los directivos y a ciertos jugadores, lo cual era muy complicado y peligroso. Si se descubrían sus manejos se armaría un escándalo tan tremendo que asestaría un golpe casi mortal a los esfuerzos que estaba haciendo la familia Clericuzio en favor de la legalización de las apuestas deportivas en Estados Unidos, y al final se descubriría todo.

—La policía dedica más esfuerzos a un fraude deportivo que a un asesino en serie —dijo Giorgio. El porqué no lo sé. ¿Qué más da quién gane o pierda? Es un delito que no hace daño a nadie más que a los corredores de apuestas, a quienes de todos modos la policía aborrece. Si el Buscavidas amañara todos los partidos del Notre Dame para que el equipo ganara siempre; todo el país estaría encantado.

—¿Pero por qué perdemos el tiempo con eso? —preguntó Pippi con impaciencia. Manda que alguien le dé un toque de advertencia.

—Ya lo hemos intentado —dijo Vincent, pero el tipo es muy especial. No sabe lo que es el miedo. Se le ha avisado y lo sigue haciendo.

Lo llaman
Big Tim
, y el
Buscavidas
, y a él le encantan todas esas mierdas. Nunca paga las facturas, incluso se niega a liquidar las contribuciones de sus negocios, lucha cóntra las autoridades de California y no quiere pagar los impuestos sobre las ventas de las tiendas de sus galerías comerciales. Incluso les escatima el pago de las pensiones a su ex mujer y a sus hijos. Es un ladrón innato y no hay manera de hacerle entrar en razón.

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