Elminster en Myth Drannor (32 page)

BOOK: Elminster en Myth Drannor
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—Ahh... ahhh... ¿hongos? —exclamó el perplejo elfo, presa del pánico. Galan hizo una mueca, sacudió la cabeza, y volvió a repetir el gesto.

—Eh... ¿la comida? —inquirió entonces el otro con timidez. Galan asintió despacio y con energía, ofreciendo a su invitado una sonrisa retorcida.

Una serie de setas salieron volando por los aires cuando el granjero empezó a hurgar en una esquina de la plataforma; maldijo entre lloros, farfulló disculpas, y corrió hacia el otro extremo, del que salieron despedidos nuevos hongos.

Galan cogió el fardo envuelto en tela, lo alzó, y luego devolvió la bolsa con las joyas al granjero. Las gemas eran artículos delicados; eran demasiadas en Cormanthor las que llevaban hechizos rastreadores, o incluso encantamientos que podían activarse para hacer daño cuando se les ordenara hacerlo desde una distancia segura. No, las monedas eran mucho más seguras.

El elfo prorrumpió en lágrimas y cayó de rodillas para dar las gracias ruidosamente a Corellon, y el volumen de sus alabanzas fue tal que Galan se sintió muy tentado de acabar con él allí mismo.

En lugar de ello, señaló con la espada, indicando que el granjero debía regresar al interior de su cueva de hongos inmediatamente. El lloroso elfo no interpretó su gesto, de modo que el otro tuvo que lanzar un sonoro gruñido.

En medio del repentino y total silencio que siguió repitió el gesto, balanceando la espada; y entonces se produjo un húmedo y violento impacto mientras volvía a bajarla. Galan abrió la boca para proferir un juramento sobresaltado al ver el trozo de estirge que caía por un lado de su arma, y escuchar el golpe sordo del resto al caer al suelo no muy lejos, pero el granjero soltó tal ensordecedor torrente de alabanzas que el único Goadulphyn vivo —cabeza de la casa, heredero, campeón, miembro decano, y todo lo demás— decidió que ya no podía soportarlo más (era peor que Athtar) y se dirigió de nuevo al norte. Abriría el fardo y comería cuando estuviera bien lejos de todo territorio en el que residieran cultivadores de hongos tan terriblemente simples.

Avanzó renqueante durante un buen rato, sacudiendo la cabeza, antes de encontrar un árbol lo bastante viejo y grande para sostener todo el conocimiento de Corellon. Se dirigió directamente a él y murmuró lleno de asombro:

—Realmente gozáis de un curioso sentido del humor, Sagrados Padre y Madre, ¿no es así?

El árbol no contestó; pero, a la sazón, Corellon probablemente ya sabía que era poseedor de un gran sentido del humor. Así pues, Galan se acomodó y devoró la comida del granjero con entusiasmo. Corellon no puso objeciones.

—¡Herederos masacrados como aves lajauva en primavera! ¡
Armathor
que rompen y arrojan al suelo sus armas como protesta! ¿Qué va a ser de Cormanthor? —Lord Ihimbraskar Crepúsculo Apacible volvía a chillar, el rostro enrojecido y los ojos aun más rojos. Una sirviente inmovilizada por el terror ante su repentina y rugiente aparición se encontró incómodamente en el camino de su señor.

A decir verdad, lo mismo le sucedió a lord Crepúsculo Apacible, y todavía sostenía su fusta para pegasos. El látigo de cuero restalló dos veces, tres, y luego lanzó un salvaje revés que envió a la sollozante criada corriendo pasillo abajo, la bandeja de pastas que sostenía caída y olvidada.

—¡Oh, dioses! —susurró Duilya estremeciéndose—. ¿Realmente tengo que pasar por esto?

Sí, Duilya... ¡o serás la siguiente que hará pedacitos con ese látigo!

Duilya suspiró.

No te apures; nosotras estamos aquí. Haz lo que acordamos.

—¡Es el Ungido, ése es el culpable! —rugió Crepúsculo Apacible—. Eltargrim debe de haber adquirido ideas curiosas mientras correteaba por todo Faerun, tumbando mozas humanas cada noche y escuchando durante demasiado tiempo sus insolentes...

Los habituales desvaríos matutinos de lord Crepúsculo Apacible se apagaron para convertirse en silenciosa expresión de sorpresa. Allí estaba su sillón favorito, y sobre la mesa situada a su lado —la mesa que debiera haber sostenido un vaso de
thrymm
de color rubí y una joya visualizadora con escenas de la juerga de la noche anterior— había una botella llena de su mejor jerez
tripleshroom
.

Su esposa estaba sentada en su sillón, ataviada con un vestido que habría desbocado su corazón si Duilya hubiera tenido cuarenta veranos menos, hubiera estado el doble de delgada de lo que estaba, y hubiera sido sólo un poquitín menos conocida. Ella no parecía haber advertido su presencia.

Mientras Ihimbraskar observaba, balanceándose ligeramente de un lado a otro y respirando con dificultad, ella tomó un vaso vacío del suelo a su lado, lo miró con indiferencia, y lo colocó a un lado.

Luego, con toda tranquilidad, quitó el tapón de la botella de jerez, la alzó a la luz de la mañana y murmuró algo elogioso; entonces se bebió
todo
el contenido, despacio y sin pausa, los ojos cerrados y la garganta moviéndose rítmicamente.

La furia contenida de lord Crepúsculo Apacible se esfumó, mientras descubría lo hermosa que era la garganta de su esposa. No creía haberse dado cuenta de ello anteriormente.

Ella depositó la botella vacía —sí, vacía; ¡se había bebido todo el contenido!— sobre la mesa, el rostro sereno, y dijo en voz alta:

—Es tan bueno, que creo que tomaré otra.

Estiraba ya la mano hacia la campanilla cuando su esposo recuperó la voz y la serenidad. Aferrándose con fuerza a ambas cosas, dio rienda suelta a su ahora ya intensa cólera.

—¡Duilya! ¿Qué es lo que, por todos los fosos de los idiotas adoradores de arañas, crees que estás haciendo? —tronó.

Mientras hacía sonar la campanilla, su esposa giró aquel estúpido rostro, por lo general graznante, sonrió casi con timidez, y saludó:

—Buenos días, mi señor.

—¿Bien? —rugió él, adelantándose a grandes zancadas—. ¿Qué significa todo esto? —Indicó la botella con su fusta y lanzó una furibunda mirada a su esposa.

Ella tenía la frente ligeramente fruncida, y parecía estar escuchando algo.

Lord Crepúsculo Apacible la agarró por los hombros y la zarandeó.

—¡Duilya! —bramó directamente a su rostro—. Contéstame, o...

Con el rostro enrojecido, alzó el látigo y lo mantuvo en alto con mano temblorosa, listo para golpear. A su espalda, la estancia se llenó de sirvientes ansiosos.

Duilya levantó la cabeza con una sonrisa, y se abrió la parte delantera del vestido. El nombre de su esposo estaba blasonado con joyas sobre sus desnudos pechos. «Ihimbraskar» subía y bajaba mientras él lo contemplaba boquiabierto.

En medio de aquel estupefacto silencio ella anunció, entonces, con toda claridad:

—¿No preferiríais hacer eso en nuestro dormitorio, señor? Donde tenéis espacio para daros un buen impulso. —Le dedicó una sonrisita y añadió—: Aunque debo confesar que prefiero cuando os limitáis a poneros mis vestidos y dejáis que sea yo quien utiliza el látigo.

Lord Crepúsculo Apacible, que había empezado a volverse morado, ahora se tornó lívido. Uno de los criados lanzó un bufido de júbilo contenido; pero, cuando su señor giró en redondo con mirada enfurecida para contemplarlos a todos ellos, éstos le ofrecieron una hilera de rostros inexpresivos y dijeron en ronco coro:

—¿Llamó, gran señora?

—Así es —Duilya sonrió con dulzura—, y os doy las gracias por vuestra pronta llegada. Naertho, deseo otra botella de jerez
tripleshroom
en mi mesita de noche, enseguida. No hacen falta vasos. El resto de vosotros, prestad atención por favor, por si mi señor necesita alguna cosa.

—¿Necesitar alguna cosa? —gruñó lord Crepúsculo Apacible, girándose otra vez—. Sí, e inmediatamente... ¡Una explicación, pécora, de tu... eh... —agitó las manos frenéticamente, sin saber qué decir, en tanto que los criados lanzaban exclamaciones ahogadas ante su insultante uso de la palabra «pécora», y luego finalizó casi con desesperación—... comportamiento!

—Desde luego —dijo Duilya y, por un instante, pareció atemorizada. Echó una rápida mirada a los sirvientes y, tras aspirar con fuerza, alzó la barbilla, casi como si siguiera silenciosas instrucciones, y siguió con voz resuelta—: Noche tras noche vais a fiestas y dejáis vuestra casa abandonada. Ni una vez me habéis llevado con vos... ni a cualquiera de vuestras criadas, si es que preferís que no presencie lo que hacéis allí. Jhalass y Rubrae... son mucho más jóvenes y hermosas que yo; ¿por qué no presumir de ellas y permitir que disfruten de las mismas diversiones que vos?

Los sirvientes la contemplaban ahora con ojos tan desorbitados como lord Crepúsculo Apacible. Duilya se recostó en el sillón y cruzó las piernas tal y como él acostumbraba hacer, y dijo, señalándose.


Esto
es todo lo que veo de vos por las mañanas, señor, junto con gran cantidad de gritos y gruñidos. Así que decidí probar estas juergas vuestras, para averiguar qué atracciones pueden poseer. —Arrugó la nariz—. Pero, aparte de producirme una insoportable urgencia por hacer ciertas necesidades, no encuentro que el jerez de
tripleshroom
tenga un sabor tan extraordinario que tengáis que salir cada noche para acabaros una botella de él. Tal vez otra botella me convenza de lo contrario, de modo que he pedido que se lleve otra junto a mi cama... lugar al que nos vamos ahora, señor.

Su esposo volvía a tener el rostro morado, y temblaba, pero su voz era suave cuando inquirió:

—¿Vamos? ¿Por qué?

—Beber cada noche no es excusa para pasarse toda la mañana dando trompicones como un idiota, ridiculizando el honor de la Casa, y dejándome abandonada, noche tras noche, y día tras día. Somos
compañeros
, mi señor, y ya es hora de que me tratéis como tal.

Ihimbraskar Crepúsculo Apacible alzó la cabeza como lo hace un ciervo, para tomar aliento antes de beber en un estanque del bosque. Cuando volvió a bajarla parecía casi tranquilo.

—¿Podéis ser más específica sobre lo que queréis que haga al respecto, señora? —preguntó con dulzura.

—Que os sentéis y habléis —le espetó ella—. Aquí. Ahora. Sobre el Ungido y las muertes y todo ese alboroto sobre el humano.

—¿Y se puede saber qué sabes tú sobre ello? —le preguntó su señor, en pie todavía. Se dio una palmadita en la palma de la mano con suavidad con la fusta.

Duilya señaló una silla vacía. Lord Crepúsculo Apacible la miró, y luego volvió la mirada despacio hacia ella. Su esposa mantuvo el brazo inmóvil, indicando la silla.

Él se encaminó despacio hacia el asiento, colocó una bota encima, y apoyó su peso en ella.

—Habla —indicó en tono quedo. Había algo en sus ojos, mientras la contemplaba, que no había estado allí antes.

—Sé, señor, que vos... y otros caballeros como vos... sois la espina dorsal de Cormanthor —dijo Duilya, clavando sus ojos en los de él. Sus labios temblaron unos instantes, como si fuera a echarse a llorar, pero tomó aire con energía y siguió diciendo con cautela—: Sobre vuestros hombros descansa y viaja nuestra grandeza y esplendor. No penséis ni por un instante que no os venere por el trabajo que hacéis, y el honor que habéis obtenido.

Uno de los criados cambió de postura, pero la estancia se había quedado muy silenciosa.

—Ihimbraskar —continuó lady Crepúsculo Apacible—, no quiero perder tal honor. No quiero perderos. Los caballeros y sus casas están desenvainando las espadas, arrojando hechizos, y desafiando abiertamente a su Ungido por un humano. Temo que alguien atraviese con su espada a mi señor Crepúsculo Apacible.

Lord y lady quedaron silenciosos unos instantes, los ojos de uno clavados en los del otro, y entonces Duilya continuó, y sus palabras resonaron en la silenciosa habitación.

—No hay
nada
que merezca eso. Ningún humano se merece luchas encarnizadas, derramamiento de sangre y un Cormanthor desgarrado. Estoy aquí sentada, un día tras otro, charlando con otras damas y contemplando cómo se desarrolla la vida del reino. Nunca me preguntáis qué he visto y oído ni comentáis nada conmigo. Me desperdiciáis, señor. Me tratáis como una silla... o como a un payaso, de quien hay que reírse por sus perifollos, ¡cuando os jactáis ante vuestros amigos sobre cuántas monedas he derrochado en mi última adquisición de joyas y vestidos!

Se puso en pie, se sacó el vestido, y se lo tendió.

—Yo soy más que esto, Ihimbraskar. ¿Veis?

Los ojos del elfo parpadearon veloces; su esposa se acercó rápidamente a él, vestido en mano, y dijo rebosante de pasión:

—Soy vuestra amiga, señor. Soy la persona que os aguarda en casa y en quien podéis confiar, alguien con quien compartir los chistes rudos y con quien discutir. ¿Habéis olvidado lo que es compartir ideas... no besos o pellizcos, sino
ideas
, con una elfa? Venid conmigo ahora, y os enseñaré cómo hacerlo. Tenemos un reino que salvar.

Dio media vuelta, y abandonó la habitación con paso decidido. Lord Crepúsculo Apacible la observó alejarse, balanceando las caderas desnudas y todo lo demás, y luego se volvió y dijo a los criados.

—Ah... ya habéis oído a mi esposa. A menos que llamemos, por favor no nos molestéis. Tenemos mucho de que hablar.

Se volvió en dirección a la puerta por la que lady Duilya había salido, dio dos veloces pasos, y luego giró otra vez para mirar a los sirvientes, arrojó la fusta sobre la mesa, y añadió:

—Una cosa más. Eh... recibid mis disculpas.

Se dio la vuelta y abandonó la estancia, corriendo a toda velocidad; los criados permanecieron muy silenciosos hasta que estuvieron seguros de que no podía oírlos.

Sus vítores y animadas conversaciones se acallaron otra vez cuando Naertho penetró en la habitación. Llevaba una segunda botella de jerez de
tripleshroom
.

—¡Los señores dijeron que era para nosotros! —comentó con voz ronca.

Cuando el atónito grito de alegría que aquello provocó se hubo apagado, el sirviente miró por la ventana en dirección a los árboles, con ojos muy brillantes, y añadió:

—Gracias a ti, Corellon. ¡Tráenos humanos cada luna, si es que han de provocar cosas como ésta!

En un estanque de un jardín privado, cuatro damas se abrazaron entre sí y derramaron lágrimas de felicidad. Sus vasos de jerez
tripleshroom
flotaban, intactos y olvidados, a su alrededor.

13
A la ventura en Cormanthor

Durante un tiempo, Elminster se convirtió en algo parecido a un fantasma, y erró sin que nadie se apercibiera de su presencia por el corazón mismo de Cormanthor.

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