En el principio fue la línea de comandos (16 page)

BOOK: En el principio fue la línea de comandos
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Mi BeBox ya empieza a estar viejo, como les pasa a todos los ordenadores cada dos años o así y, antes o después, tendré que sustituirlo por un ordenador Intel. Incluso después de eso, sin embargo, podré seguir usándolo. Porque, inevitablemente, alguien ya ha llevado Linux al BeBox.

En cualquier caso, BeOS tiene una interfaz gráfica extremadamente bien pensada, construida sobre un marco tecnológico sólido. Se basa desde el principio en modernos principios del software orientado a objetos. El software del BeOS consiste en entidades cuasi independientes de software llamadas objetos, que se comunican enviándose mensajes unas a otras. El sistema operativo mismo está compuesto de tales objetos, y funciona como una especie de oficina de correos o Internet a través de la cual se mandan mensajes de objeto a objeto. El sistema operativo tiene múltiples hilos, lo cual quiere decir que como todos los demás sistemas operativos modernos puede caminar y mascar chicle a la vez; pero les da a los programadores un montón de poder sobre la generación y eliminación de hilos, o subprocesos independientes. También es un sistema operativo multiprocesador, lo cual significa que se le da inherentemente bien ejecutarse en ordenadores con más de una CPU (Linux y Windows NT también hacen esto con eficacia).

Para este usuario, un punto fuerte de BeOS es su aplicación incrustada «Terminal», que permite abrir ventanas equivalente a las ventanas xterm de Linux. En otras palabras, la interfaz de línea de comandos está disponible si la quieres. Y debido a que BeOS sigue cierto estándar llamado POSIX, puede ejecutar la mayor parte del software GNU. Es decir, que la inmensa cantidad de software de línea de comandos desarrollado por los de GNU funciona en una ventana terminal de BeOS sin problemas. Esto incluye las herramientas de desarrollo de GNU —el compilador y el enlazador—. E incluye todos los programitas de utilidades. Estoy escribiendo esto usando una especie de moderno editor de texto llamado Pe, escrito por un holandés llamado Maarten Hekkelman, pero cuando quiero averiguar cuánto he escrito, paso a una ventana terminal y ejecuto wc.

Como sugiere el informe de fallo que cité antes, la gente que trabaja para Be, y los programadores que escriben el código de BeOS, parecen divertirse más que sus homólogos en otros sistemas operativos. También parecen ser más diversos en general. Hace un par de años fui a una universidad local para asistir a la conferencia de unos representante de Be. Fui porque asumí que el auditorio estaría desierto, y me pareció que merecían un público de al menos una persona. De hecho, acabé de pie en el pasillo, pues había cientos de estudiantes llenando la sala. Era como un concierto de rock. Uno de los dos ingenieros de Be en el escenario era negro, lo cual desgraciadamente es algo muy raro en el mundo de la alta tecnología. El otro denunció animadamente el
cruft
, y cantó las loas de BeOS por sus cualidades libres de
cruft
, y de hecho acabó diciendo que en diez o quince años, cuando BeOS se volviese tan cruftoso como MacOS y Windows95, sería hora de tirarlo y crear un nuevo sistema operativo a partir de la nada. ¡Dudo que esto fuera política oficial de Be, pero impresionó a todo el mundo en la sala! A finales de los ochenta, el MacOS fue, durante un tiempo, el sistema operativo de los artistas en la onda y los hackers —y BeOS parece tener el potencial para atraer a la misma gente hoy—. Las listas de correo de Be están llenas de hackers con nombres como Vladimir y Olaf y Pierre, poniéndose a parir unos a otros en quebrado tecnoinglés.

La única pregunta real acerca de BeOS es si está condenado o no.

Últimamente, Be ha respondido a la cansina acusación de que están condenados con la aseveración de que BeOS es un «sistema operativo multimedia» fabricado para los creadores de contenidos multimedia, y por tanto no entra en competición con Windows. Esto es un poco ingenuo. Por volver a la analogía de los concesionarios de coches, es como si el dueño de la tienda de batmóviles afirmara que en realidad no compite con los demás porque su coche puede ir tres veces más rápido y además puede volar.

Be tiene una oficina en París y, como mencioné, la conversación en las listas de correos sobre Be tiene un sabor fuertemente europeo. Al mismo tiempo se han esforzado mucho por hallar un nicho en Japón, e Hitachi acaba de empezar a meter BeOS en sus PC. Así que, si tuviera que lanzar una predicción, yo diría que están jugando al go mientras Microsoft juega al ajedrez. Por el momento, se mantienen lejos de la posición abrumadoramente fuerte de Microsoft en Norteamérica. Están tratando de asentarse en los bordes del tablero, por así decir, en Europa y Japón, donde la gente puede estar más abierta a sistemas operativos alternativos, o al menos puede ser más hostil a Microsoft, que en los Estados Unidos.

Lo que mantiene a Be trabado en este país es el hecho de que a la gente inteligente le da miedo parecer imbécil. Corres el riesgo de parecer ingenuo cuando dices: «He probado BeOS, y esto es lo que opino.» Parece mucho más sofisticado decir: «Las probabilidades de que Be encuentre un nicho en el mercado altamente competitivo de los sistemas operativos se aproximan a cero.» Es, en jerga técnica, un problema de mente compartida. Y en el negocio de los sistemas operativos, la mente compartida es algo más que una mera cuestión de RP; tiene efectos directos sobre la tecnología misma. Todos los enredos periféricos que pueden enchufarse a un ordenador personal —las impresoras, escáneres, interfaces de PalmPilot y Lego Mindstorms— precisan de unos elementos de software llamados controladores o drivers. Igualmente, las tarjetas de vídeo y (en menor medida) los monitores necesitan drivers. Incluso los diferentes tipos de placas madre en el mercado se relacionan con el sistema operativo de diferentes maneras, y se precisa un código distinto para cada una. Todo este código específico para el hardware no sólo ha de escribirse, sino también probarse, mejorarse, actualizarse, mantenerse, y repararse. Debido al hecho de que el mercado del hardware se ha vuelto tan enorme y complicado, lo que realmente determina el destino de un sistema operativo no es lo bueno que sea técnicamente, ni cuánto cueste, sino la disponibilidad del código específico del hardware. Los hackers de Linux tienen que escribir ese código ellos mismos, y han mantenido una rapidez asombrosa. Be, Inc. tiene que escribir todos sus propios
drivers
, aunque a medida que BeOS ha ido ganando impulso programadores independientes han empezado a contribuir con
drivers
, que están disponibles en el sitio web de Be.

Pero Microsoft lleva ventaja, de momento, porque no tiene que escribir sus propios
drivers
. Cualquier fabricante de hardware que lance hoy día una nueva tarjeta de vídeo o un nuevo periférico al mercado sabe que será invendible a menos que incluya el código específico del hardware que haga que funciones con Windows, y así todos los fabricantes de hardware han aceptado la carga de crear y mantener su propia biblioteca de
drivers
.
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Mente compartida

La afirmación del gobierno de los EE.UU. de que Microsoft tiene el monopolio del mercado de sistemas operativos puede ser la aseveración más obviamente absurda jamás presentada por la mente legal. Linux, un sistema operativo técnicamente superior, se regala, y BeOS está disponible por un precio nominal. Esto es sencillamente un hecho, que hay que aceptar te guste o no Microsoft.

Microsoft es realmente grande y rica, y si hay que creer a algunos de los testigos del Gobierno, no son muy agradables. Pero la acusación de monopolio sencillamente carece de sentido.

Lo que realmente está pasando es que Microsoft se ha hecho, de momento, con cierta ventaja: dominan la competición por la mente compartida, así que cualquier fabricante de hardware o software que quiera ser tomado en serio se siente obligado a fabricar un producto que sea compatible con sus sistemas operativos. Dado que los fabricantes de hardware escriben
drivers
compatibles con Windows, Microsoft no tiene por qué escribirlos; a todos los efectos, los fabricantes de hardware están añadiendo nuevos componentes a Windows, convirtiéndolo en un sistema operativo más capaz, sin cobrar a Microsoft por sus servicios. Es una buena posición en la que estar. El único modo de combatir a tal adversario es tener un ejército de programadores altamente competentes que escriban drivers equivalentes de forma gratuita, que es lo que hace Linux.

Pero la posesión de esta ventaja tecnológica es diferente de un monopolio en cualquier sentido normal de la palabra, porque aquí el dominio no tiene nada que ver con los resultados técnicos o el precio. Los antiguos monopolios de barones ladrones eran monopolios porque controlaban físicamente los medios de producción y/o distribución. Pero en el negocio del software, los medios de producción son los hackers que escriben código, e Internet es el equivalente a los medios de distribución, y nadie afirma que Microsoft controle eso.

Aquí, por el contrario, el dominio se encuentra en las mentes de la gente que compra software. Microsoft tiene poder porque la gente cree que lo tiene. Hace mucho dinero. A juzgar por los recientes procedimientos judiciales en ambos Washingtons, pareciera que este poder y este dinero impelieron a algunos ejecutivos muy peculiares a trabajar para Microsoft, y que Bill Gates debiera haber realizado tests de saliva antes de darles tarjetas de identidad de Microsoft.

Pero este no es el tipo de poder que encaja con cualquier definición normal de la palabra monopolio, y no es regulable legalmente. Puede que los tribunales ordenen a Microsoft que haga las cosas de otro modo. Incluso puede que partan la compañía.
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Pero en realidad no pueden hacer nada respecto del monopolio de la mente compartida, a menos que agarren a cada hombre, mujer y niño en el mundo desarrollado y los sometan a un largo proceso de lavado de cerebro.

El dominio de la mente compartida es, en otras palabras, una cosa muy rara, algo que los creadores de las leyes antimonopolio nunca podrían haberse imaginado. Se parece a uno de esos desquiciados fenómenos modernos de teoría del caos, algo relacionado con la complejidad, en la que un montón de entidades independientes pero conectadas (los usuarios de ordenadores del mundo), tomando sus propias decisiones, según una pocas reglas elementales, generan un enorme fenómeno (el dominio total del mercado por una sola compañía) que no tiene sentido por ningún análisis racional. Tales fenómenos están llenos de puntos pivotales ocultos y enmarañados con extraños bucles de retroalimentación, y no pueden entenderse: los que lo intentan acaban

1. Volviéndose locos

2. Rindiéndose

3. Desarrollando teorías desquiciadas, o

4. Convirtiéndose en consultores sobre teoría del caos muy bien pagados.

Puede que haya una o dos personas en Microsoft lo bastante tontas para creer que el dominio de la mente compartida es una posición estable y duradera. Tal vez eso explica alguno de los chiflados que han contratado en el sector de negocios, los fanáticos que jueces enfurecidos constantemente llevan a los tribunales. Pero la mayoría de ellos deben de tener la inteligencia para comprender que fenómenos como estos son desquiciantemente inestables, y que no se puede decir qué suceso extraño y aparentemente irrelevante podría hacer que el sistema pasara a una configuración radicalmente diferente.

Por expresarlo de otro modo, Microsoft puede estar segura de que el juez Thomas Penfield Jackson no emitirá una orden para que se reprogramen sumariamente los cerebros de todos los habitantes del mundo desarrollado. Pero no hay modo de predecir cuándo la gente decidirá, en masa, reprogramar sus propios cerebros. Esto podría explicar parte del comportamiento de Microsoft, como su política de tener reservas extrañamente grandes de dinero, y la angustia extrema que les entra cuando aparece algo como Java.

Nunca he visto el interior del edificio de Microsoft donde están todos los altos ejecutivos, pero tengo la fantasía de que en los pasillos, a intervalos regulares, hay grandes cajas rojas de alarma atornilladas a las paredes. Cada una contiene un gran botón rojo protegido por un cristal. Un martillo de metal cuelga por una cadena junto a él. Encima hay un gran cartel que dice:

ROMPER EL CRISTAL EN CASO DE DESPLOME

DE LA CUOTA DE MERCADO

No sé qué sucede cuando alguien rompe el cristal y aprieta el botón, pero seguro que sería interesante averiguarlo. Me imagino bancos arruinándose en todo el mundo mientras Microsoft retira sus reservas, y paquetes de billetes de cien envueltos en plástico cayendo del cielo. Sin duda, Microsoft tiene un plan. Pero lo que realmente me gustaría saber es si, a cierto nivel, sus programadores respirarían aliviados si la carga de escribir la Única Interfaz Universal para Todo fuera súbitamente retirada de sus hombros.

El meñique derecho de Dios

En su libro
La vida del cosmos
, que todo el mundo debería leer, Lee Smolin da la mejor descripción que he leído nunca de cómo nuestro universo emergió de un equilibrio sorprendentemente preciso de diferentes constantes fundamentales. La masa del protón, la fuerza de la gravedad, el ámbito de la fuerza nuclear débil y unas pocas docenas más de constantes fundamentales determinan por completo qué tipo de universo surgirá de un Big Bang. Si estos valores hubieran sido incluso ligeramente diferentes, el universo habría sido un enorme océano de gas tibio o un nudo caliente de plasma o alguna otra cosa básicamente poco interesante —pura filfa, en otras palabras—. El único modo de obtener un universo que no sea filfa —que tenga estrellas, elementos pesados, planetas y vida— es calcular bien los números básicos. Si hubiera algún ordenador, en algún lugar, que pudiera escupir universos con valores aleatoriamente escogidos para sus constantes fundamentales, por cada universo como el nuestro produciría 10
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universos fallidos.

Aunque no me he sentado a hacer el cálculo, a mí esto me parece comparable a la probabilidad de hacer que un ordenador Unix haga algo útil entrando en un ttye introduciendo líneas de comando cuando te has olvidado de todas las opciones y palabras clave. Cada vez que tu meñique pulsa la tecla ENTER, lo estás intentando. En algunos casos el sistema operativo no hace nada. En otros casos borra todos tus archivos. En la mayoría de los casos simplemente te da un mensaje de error. En otras palabras, obtienes muchas filfas. Pero a veces, si lo haces todo bien, el ordenador rumia durante un rato y luego produce algo como emacs. De hecho, genera complejidad, que es el criterio de Smolin para la propiedad de resultar
interesante
.

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