En el principio fue la línea de comandos (13 page)

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Por lo que yo sé, Debian es la única distribución de Linux que tiene su propia constitución
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, pero lo que realmente me convenció fue su impresionante base de datos de errores
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, que es una especie de Archivo de Indias interactivo del error, la falibilidad y la redención. Es la simplicidad misma. Cuando tuve un problema con Debian a principios de enero de 1997, mandé un mensaje describiendo el problema a [email protected]. De inmediato, a mi problema se le asignó un número de informe de fallo (#6518) y un nivel de gravedad (las opciones disponibles eran: crítico, grave, serio, importante, normal, menor, arreglado y petición de características [
wishlist
]) y se reenvió a las listas de correo por las que merodea la gente de Debian. En veinticuatro horas había recibido cinco emails que me decían cómo solucionar el problema: dos de Norteamérica, dos de Europa y uno de Australia. Todos estos emails me daban la misma sugerencia, que funcionó, e hizo que mi problema se desvaneciera. Pero al mismo tiempo se envió una transcripción de este intercambio a la base de datos de fallos de Debian, de tal modo que si otros usuarios tenían el mismo problema más adelante, podrían buscar y hallar la solución sin tener que realizar un nuevo y redundante informe de fallo.

Compárese esto con la experiencia que tuve cuando traté de instalar Windows NT 4.0 en el mismo ordenador cerca de diez meses después, a finales de 1997. El programa de instalación sencillamente se detuvo a mitad del proceso sin emitir ningún mensaje de error. Fui al sitio web de Microsoft y traté de buscar documentos de ayuda que abordasen mi problema. El motor de búsqueda no funcionaba en absoluto; no hizo nada. Ni siquiera me dio un mensaje que me dijera que no funcionaba.

Al final decidí que mi placa base debía de ser defectuosa; era una marca y modelo ligeramente inusuales y NT no soportaba tantas placas base como Linux. Siempre ando buscando excusas por muy endebles que sean para comprar nuevo hardware, así que compré una nueva placa base compatible con Windows NT, lo cual quería decir que llevaba el logotipo de Windows NT impreso en la caja. La instalé en mi ordenador, arranqué Linux y traté de instalar Windows NT de nuevo. De nuevo la instalación falló sin ningún mensaje de error y ninguna explicación. Para entonces ya habían transcurrido un par de semanas y pensé que tal vez el motor de búsqueda del sitio web de Microsoft estaría funcionando. Lo intenté, pero seguía sin funcionar.

Así que creé una nueva cuenta de ayuda Microsoft, me registré e informé del incidente. Di el número de ID de mi producto cuando me lo pidieron y empecé a seguir las instrucciones en una serie de pantallas de ayuda. En otras palabras, estaba enviando un informe de fallo igual que en el sistema Debian. Solamente que la interfaz era más elegante —yo escribía mi queja en pequeños cuadros de edición de texto en formularios web, haciéndolo todo a través del GUI, mientras que con Debian se envía un telegrama en forma de email—. Sabía que cuando terminara de enviar el informe de fallo, se convertiría en propiedad intelectual de Microsoft, y otros usuarios no podrían verlo. Muchos usuarios de Linux se negarían a participar en tal proceso por motivos éticos, pero yo quise probar como experimento. Sin embargo, finalmente nunca pude enviar mi informe de fallo, porque la serie de páginas web enlazadas que estaba rellenando acabó por llevarme a una página completamente en blanco: un callejón sin salida.

Así que volví atrás, hice click en los botones de «ayuda telefónica» y acabaron por darme un número de teléfono de Microsoft. Cuando marqué este número, me respondió una serie de pitidos punzantes y un mensaje grabado de la compañía de teléfonos que decía «Lo sentimos, el número que ha marcado no existe».

Probé de nuevo con la página de búsqueda: seguía sin funcionar. Luego probé PPI (Pago Por Incidencia) de nuevo. Esto me llevó a otra serie de páginas web hasta que acabé en una que decía: «Atención: no hay ninguna página web que corresponda a su petición.»

Probé de nuevo, y acabé llegando una pantalla de Pago Por Incidencia que decía: «NO HAY INCIDENCIAS. No hay ninguna incidencia sin usar en su cuenta. Si desea adquirir una incidencia de ayuda, haga click en OK: entonces podrá pagar por anticipado por una incidencia... » El precio por incidencia era de 95 dólares.

El experimento empezaba a resultar bastante caro, así que renuncié a abordarlo desde el PPI y decidí intentarlo con las «Preguntas Frecuentes» (FAQ,
Frecuently Asked Questions
) en el sitio web de Microsoft. Ninguna de las preguntas habituales disponibles tenía nada que ver con mi problema, salvo una titulada «Tengo problemas al instalar NT», que parecía escrita por publicistas, no por ingenieros.

Así que me rendí, y hasta el día de hoy no he instalado Windows NT en ese ordenador. Para mí, el camino de menor resistencia era simplemente usar Debian Linux.

En el mundo del software de fuente abierta, los informes de fallo son una información útil. Hacerlos públicos es un servicio para los demás usuarios y mejora el sistema operativo. Hacerlos públicos sistemáticamente es tan importante que personas altamente inteligentes invierten tiempo y dinero en mantener bases de datos de fallos. En el mundo de los sistemas operativos comerciales, sin embargo, informar de un fallo es un privilegio por el que hay que pagar mucho dinero. Pero si lo pagas, resulta que el informe de fallo debe ser confidencial... ¡de otro modo, cualquiera puede beneficiarse de tus noventa y cinco pavos! Y sin embargo, nada impide a los usuarios de NT el montar su propia base de datos de fallos pública.

Este es, en otras palabras, otro rasgo del mercado de sistemas operativos que sencillamente carece de sentido a menos que se examine en su contexto cultural. Lo que Microsoft está vendiendo a través del Pago Por Incidente no es tanto un apoyo técnico como la ilusión continuada de que sus clientes están llevando a cabo una especie de transacción racional de negocios. Es una especie de tasa rutinaria de mantenimiento para sostener la fantasía. Si la gente quisiera realmente un sistema operativo sólido, usarían Linux, y si realmente quisieran apoyo técnico encontrarían un modo de obtenerlo; los clientes de Microsoft quieren otra cosa.

En el momento en que escribo esto (enero de 1999), la base de datos de Debian Linux contiene cerca de 32.000 fallos. Casi todos fueron solucionados hace mucho tiempo. Hay doce fallos «críticos» todavía en pie, el más antiguo de los cuales fue enviado hace 79 días. Hay 20 fallos «graves» en pie, el más antiguo de los cuales tiene 1166 días. Hay 48 fallos «importantes» y cientos de fallos «normales» y menos importantes.

Igualmente, BeOS (al que llegaré en un momento) tiene su propia base de datos de errores
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con su propio sistema de clasificación, incluyendo tales categorías como «No es un fallo», «Característica reconocida» y «No se va a arreglar». Algunos de estos fallos no son nada más que hackers de Be desfogándose, y se clasifican como «Input reconocido». Por ejemplo, encontré uno que se envió el 30 de diciembre de 1998. Está en mitad de una larga lista de fallos, entre uno llamado «El ratón funciona de modo muy raro» y otro llamado «El cambio de marco BView no afecta si BView no va unida a una BWindow». Este se titula:

R4: A BeOS le falta un cabeza de turco megalómano para centrar y mantener bajo control la furia del programador

y dice lo siguiente:

Be Status: Input Reconocido BeOS

Versión: R3.2

Componente: desconocido

 

Descripción Completa:

El BeOS necesita un megalómano egomaníaco sentado en su trono para darle un personaje humano que a todo el mundo le encante odiar. Sin esto, el BeOS languidecerá en el ámbito impersonificable de los sistemas operativos que la gente nunca consigue manejar. Se puede juzgar el éxito de un sistema operativo no por la calidad de sus características, sino por lo infames y detestados que son sus líderes.

Creo que esto es un efecto colateral de la camaradería entre programadores en condiciones penosas. Después de todo, a la desdicha le encanta la compañía. Creo que hacer que el BeOS sea menos accesible conceptualmente y mucho menos fiable requerirá que los programadores se unan, desarrollando el tipo de comunidad en la que los extraños se hablan, algo así como en un supermercado antes de una enorme tormenta de nieve.

Siguiendo el mismo programa, probablemente resulte necesario desplazar el cuartel general del BeOS a un clima mucho menos agradable. El incómodo ambiente general generará esta actitud, y realmente no hay mejor receta para el éxito. Yo sugeriría Seattle, pero creo que ya está ocupado.

Podría intentarse Washington DC, pero definitivamente no un sitio como San Diego o Tucson.

Por desgracia, el sistema de informes de fallo de Be elimina los nombres de las personas que informan de los fallos (¿para protegerles de la venganza?), así que no sé quién escribió esto.

Así que pareciera que estoy pregonando la superioridad técnica y moral de Debian Linux. Pero como casi siempre sucede en el mundo de los sistemas operativos, es más complicado. Tengo Windows NT instalado en otro ordenador y el otro día (enero de 1999), cuando tuve un problema con él, decidí probar con la ayuda técnica de Microsoft otra vez. Esta vez el motor de búsqueda sí que funcionaba (aunque para llegar a él tuve que identificarme como «avanzado»). Y en vez de hacerme las inútiles preguntas habituales, localizó cerca de doscientos documentos (yo estaba usando unos criterios de búsqueda muy vagos) que eran obviamente informes de fallos —aunque se llamaban de otro modo—. Microsoft, en otras palabras, tiene montado un sistema que es funcionalmente equivalente a la base de datos de fallos de Debian. Tiene un aspecto diferente, claro, pero contiene datos técnicos y no disimula la existencia de errores.

Como he explicado, vender sistemas operativos por dinero es una posición bastante insostenible, y el único modo en que Apple y Microsoft lo consiguen es llevando los avances tecnológicos adelante lo más agresivamente que pueden, y haciendo que la gente crea en, y pague por, una imagen particular: en el caso de Apple, la de un librepensador creativo y, en el caso de Microsoft, la del respetable tecnoburgués. Igual que la Disney, están haciendo dinero vendiendo una interfaz, un espejo mágico. Tiene que estar pulido y perfecto o toda la ilusión se arruinará y el plan de negocios se desvanecerá como un espejismo.

En consecuencia, hasta hace poco la gente que escribía manuales y creaba sitios web de apoyo técnico al cliente para sistemas operativos comerciales se veía impedida, por los departamentos legales o de Relaciones Públicas de sus empresas, en admitir, aunque fuera indirectamente, que el software podría contener fallos o que la interfaz podría sufrir el problema del doce parpadeante. No podían tratar las dificultades reales de los usuarios. Los manuales y sitios web eran por tanto inútiles, y hacían que incluso los usuarios seguros de sí mismos en el terreno técnico se preguntaran si se estaban volviendo sutilmente locos.

Cuando Apple tiene este tipo de comportamiento corporativo, uno quiere creer que realmente lo hacen lo mejor que pueden. Todos queremos darle a Apple el beneficio de la duda, porque el malvado Bill Gates les hizo morder el polvo, y porque tienen unas buenas Relaciones Públicas. Pero cuando lo hace Microsoft, uno casi no puede evitar convertirse en un paranoico de las conspiraciones. ¡Obviamente nos están ocultando algo! ¡Y además son tan poderosos! ¡Están tratando de volvernos locos!

Este modo de tratar con los clientes está tomado directamente del totalitarismo centroeuropeo de mediados del siglo XX. A uno le vienen los adjetivos
kafkiano
y
orwelliano
a la mente. No podía durar, no más que el Muro de Berlín, así que ahora Microsoft tiene una base de datos de fallos públicamente disponible. Se llama de otro modo, y lleva un rato encontrarla, pero está ahí.

En otras palabras, se han adaptado a la estructura de dos niveles eloi/morlock de la sociedad tecnológica. Si eres un eloi, instalas Windows, sigues las instrucciones, esperas que todo vaya bien y sufres mudamente cuando se rompe. Si eres un morlock, vas al sitio web, le dices que eres «avanzado», encuentras la base datos de fallos y obtienes la verdad directamente de algún anónimo ingeniero de Microsoft.

Pero una vez que Microsoft ha dado este paso, surge la cuestión, de nuevo, de si tiene algún sentido estar en el negocio de los sistemas operativos en absoluto. Los clientes pueden estar dispuestos a pagar 95 dólares por informar a Microsoft de un problema si, a cambio, les dan un consejo que ningún otro usuario va a obtener. Esto tiene el útil efecto secundario de mantener a los usuarios mutuamente alienados, lo cual contribuye a mantener la ilusión de que los fallos son raras aberraciones. Pero una vez que los resultados de esos informes de fallo están abiertamente disponibles en el sitio web de Microsoft, todo cambia. Nadie va a soltar 95 dólares por informar de un problema cuando lo más probable es que algún otro tipo ya lo haya hecho, y las instrucciones para solucionar el fallo aparezcan de forma gratuita en un sitio web público. Y a medida que crece el tamaño de la base de datos de fallos, acaba convirtiéndose en una clara admisión, por parte de Microsoft, de que sus sistemas operativos tienen tantos fallos como los de sus competidores. Eso no es ninguna vergüenza; como mencioné, la base de datos de fallos de Debian contiene 32.000 informes hasta ahora. Pero pone a Microsoft al mismo nivel que los demás y hace mucho más difícil que sus clientes —que
quieren creer
— crean.

Memento Mori

Una vez que la máquina Linux ha terminado de escupir su telegrama de inicio en jerga, me insta a que introduzca un nombre de usuario y una contraseña. En este momento la máquina todavía está ejecutando la interfaz de línea de comandos, con letras blancas sobre fondo negro. No hay ventanas, menús ni botones. No responde al ratón; ni siquiera sabe que el ratón está ahí. En este punto, sin embargo, ya es posible ejecutar un montón de software. Emacs, por ejemplo, existe tanto en versión línea de comandos como en versión gráfica (de hecho hay dos versiones GUI, que reflejan una especie de cisma doctrinal entre Richard Stallman y algunos hackers que se hartaron de él). Lo mismo puede decirse de muchos otros programas Unix. Muchos no tienen siquiera una GUI, y muchos de los que la tienen pueden ejecutarse desde la línea de comandos.

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