Read Enciclopedia de las curiosidades: El libro de los hechos insólitos Online
Authors: Gregorio Doval
Tags: #Referencia, Otros
S
e cuenta que en 1787 el general ruso Grigori Alexandrovich Potemkin (1739-1791), a la sazón gobernador de Crimea y el resto de las provincias meridionales de la Gran Rusia, con motivo de una visita de la zarina Catalina II a la región, mandó remozar urgentemente todas las calles y los parajes que iba a recorrer la comitiva real. Para ello, dispuso no sólo el adecentamiento de fachadas y caminos, sino incluso la construcción de una serie de aldeas fantasmas, del más próspero aspecto que fuera posible improvisar, en cuyas falsas calles obligó a que se agolpara el pueblo, vestido con sus mejores galas y que, a golpes de órdenes militares, vitorease a la soberana a su paso con el mayor fervor. Estas poblaciones, compuestas únicamente por fachadas falsas (sin casas detrás), cumplieron su cometido, y la zarina
comprobó
con su mayor agrado la prosperidad económica y el altísimo grado de adhesión con la corona de las gentes de esta región recién incorporada a su imperio. Desde entonces, se acuñó la expresión las
Aldeas de Potemkin
para designar cualquier maniobra política que trata de ocultar o disfrazar la realidad social a ojos de los dirigentes y, por ende, el exceso de sometimiento de las autoridades locales a los poderes centrales.
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l prestamista y senador romano Marco Licinio Craso (h. 115-53 a. de C.) organizó el primer servicio contra incendios de Roma…, así como una brigada de incendiarios que procurase actividad y negocio a aquél.
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n 1869, al perforar un pozo en una granja del estado norteamericano de Nueva York fue descubierto un «ser humano petrificado» de 3 metros de altura y 1.360 kilos de peso, que fue conocido como
El Gigante de Cardiff
. Tras cierto tiempo en que el fósil fue aceptado y estudiado por investigadores, se pudo comprobar que se trataba de una falsificación. En realidad, resultó haber sido tallado en un bloque de yeso de Iowa un año antes de ser encontrado. No obstante, el gigante fue vendido y revendido hasta alcanzar un precio de 25.000 dólares.
H
ans van Meergeren fue uno de los más famosos y perfectos falsificadores de obras de arte, y especialmente de obras del pintor holandés Jan Vermeer van Delft (1632-1675). Fue descubierto al ser procesado por el gobierno holandés tras la Segunda Guerra Mundial, acusado de sacar un tesoro nacional fuera del país, al venderle un cuadro del pintor flamenco al jefe nazi Hermann Goering. Temeroso de ser condenado, Meergeren confesó su autoría de la obra, hecho que ratificó al falsificar otro cuadro para un jurado de críticos de arte formado al efecto.
L
a Constitución española de Cádiz es un texto constitucional de signo liberal aprobado en 1812 en las Cortes establecidas en Cádiz, en plena Guerra de la Independencia. La constitución fue aprobada el 19 de marzo, día de San José, de ahí que fuera conocida popularmente como
La Pepa
. Cuando los franceses prohibieron que fuera vitoreada en público, los españoles acudieron al subterfugio de exclamar «¡Viva La Pepa!», burlando así la prohibición francesa.
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n las elecciones presidenciales de Liberia de 1928 el presidente Charles D. B. King (1875-1961) fue reelegido por una mayoría de 234.000 votos sobre su oponente. Lo sorprendente y escandaloso del caso es que se ha calculado que el electorado con derecho a voto no llegaba a los 160.000 votantes.
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n las elecciones generales celebradas en Corea del Norte en octubre de 1962, en las que votó el 100% del electorado, el Partido Obrero de Corea obtuvo el 100% de los votos.
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n las elecciones celebradas en Albania en 1982, los candidatos comunistas (los únicos que se presentaban) obtuvieron el 99,999938% de los votos emitidos, al romper la unanimidad uno de los 1.627.968 electores, que votó en blanco.
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l iraquí Elias A. K. Alsabti, un supuesto investigador oncológico, comenzó a ganarse hacia 1970 una importante fama en los Estados Unidos como tino de los más importantes investigadores y divulgadores sobre el cáncer del mundo hasta que se descubrió que la totalidad de sus artículos, editados en publicaciones de segundo rango científico y de divulgación científica, habían sido plagiados de artículos extraídos de las mejores revistas médicas de todo el mundo.
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n 1973, William T. Summerlin, jefe de inmunología de trasplantes del Instituto Sloan-Kettering de Nueva York, aseguró haber conseguido injertar sin rechazo alguno un trozo de piel de ratón negro en un ratón blanco, lo que significaba un gran avance en el campo de su especialidad. Tras recibir los parabienes de toda la comunidad científica, alguien pudo revisar de cerca su
éxito
, llevándose la sorpresa de que el trozo de piel de ratón negro supuestamente injertado en el ratón blanco era en realidad un burdo fraude: el profesor Summerlin había pintado con un simple rotulador negro una zona de la piel del ratón blanco.
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ntes de la aparición de los billetes, las monedas se fabricaban con metales nobles. No era raro que algunos limasen los bordes para vender el polvillo obtenido. Por eso se dispuso su acuñación con bordes estriados que hiciesen obvias estas manipulaciones y, por tanto, las impidiesen.
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n 1912, Charles Dawson descubrió el cráneo humano más antiguo jamás hallado, que fue rápidamente considerado como el famoso
eslabón perdido
, el fósil que demostraba definitivamente la teoría de la evolución. Tras ser dado a conocer por un artículo publicado el 21 de noviembre de 1912 en el periódico británico
Manchester Guardian
, la comunidad científica de todo el mundo recibió con alborozo el descubrimiento de lo que se dio en llamar
El hombre de Piltdown
. Pero en 1953, expertos del Museo Británico descubrieron que el cráneo era en realidad un
puzzle
compuesto por el propio Dawson con trozos de huesos fósiles auténticos, hábilmente montados sobre una mandíbula de mono. Para añadir confusión al asunto, recientes investigaciones, llevadas a cabo por el antropólogo estadounidense Frank Spencer, defienden otra tesis sobre la autoría del fraude. Según él estos restos fueron preparados y enterrados por el prestigioso paleontólogo Arthur Keith —deseoso de que alguna
prueba
ratificase definitivamente sus teorías evolutivas—, allegado a Dawson, al que sorprendió en su buena fe.
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ado que los Reyes Católicos estaban emparentados por lazos de consanguinidad necesitaban para poder casarse una dispensa papal. Ante tal requisito presentaron una supuesta bula firmada por el Papa Pío II, pero que, en realidad, era una falsificación, compuesta por el arzobispo de Toledo. Dos años más tarde, una bula (auténtica) de Sixto IV, fechada el 1° de diciembre de 1471, legitimó a ojos de la Iglesia el matrimonio de los reyes.
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n 1738, el matemático suizo Johann Bernoulli (1667-1748) publicó con fecha falsa (anterior a la real) un cierto desarrollo matemático, que fue conocido como
Las Ecuaciones de Bernoulli
. Cuando su hijo Daniel (1700-1782) publicó las mismas ecuaciones quedó ante la opinión científica internacional como un vulgar plagiador de su padre. Afortunadamente para él, poco tiempo después logró demostrar que, en realidad, el plagiador había sido su padre.
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n el siglo II a. de C., el astrónomo alejandrino Hiparco dio a conocer determinadas teorías astronómicas originales, gracias a lo cual se ganó un puesto entre los más eminentes científicos griegos de su época. Sin embargo, tiempo después quedó demostrado que, en realidad, estas teorías las había copiado de manuscritos babilónicos que habían llegado a su poder. En similar caso estaría, según todos los indicios, Pitágoras, quien también habría conocido su famoso
Teorema
durante su estancia en Babilonia.
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l astrónomo inglés Anthony Hewish (1924) recibió en 1974 el Premio Nobel de Física por su descubrimiento de los
púlsares
. En realidad dicho descubrimiento había sido realizado por Jocelyn Bell, una joven
doctoranda
de su equipo. Lo que ocurrió fue que el descubrimiento fue dado a conocer en un artículo firmado en primer lugar por Hewish, en segundo lugar por Bell y después por otros dos colaboradores, generándose la impresión de que estos tres últimos sólo habían ayudado al profesor que dirigía sus tesis doctorales.
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uando el científico francés Antoine Laurent Lavoisier fue acusado de no haber mencionado en su publicación de 1775 sobre la inexistencia del llamado
flogisto
(un supuesto gas que permitía la combustión), en la que demostró que la combustión es una oxidación (es decir, consiste en la formación de ciertos compuestos con adición de oxígeno), el descubrimiento del oxígeno hecho por Joseph Priestley el año anterior —del que éste le había puesto en conocimiento personalmente—, Lavoisier se defendió afirmando: «Es bien sabido que el que levanta la liebre no es siempre el que la mata».
A
principios del siglo XX, el investigador francés René Blondlot anunció el descubrimiento de los
rayos N
(a los que había dado ese nombre por trabajar en la ciudad de Nancy). Numerosos científicos de todo el mundo recibieron alborozados el nuevo descubrimiento que venía a completar el que recientemente había logrado Roëntgen de los rayos X. Meses después, en una de las demostraciones que Blondlot realizaba de los nuevos rayos sobre cuya real existencia ya comenzaba a surgir dudas, uno de los científicos invitados a ella, aprovechando la oscuridad en que tenía que realizarse necesariamente el experimento, hizo desaparecer una de las piezas esenciales del aparato generador de rayos N. Pese a la evidencia del fracaso del experimento, Blondlot,
ciego
a cualquier error y obsesionado con su maravilloso descubrimiento, continuó relatando las
visibles
cualidades de los nuevos rayos, ante el asombro de los presentes. De esta forma se pudo comprobar que los rayos N no eran más que un sueño inexistente del bienintencionado, pero obsesionado, profesor francés.
E
l psicólogo británico Cyril Burt publicó su primer artículo en 1909 y en él ya defendía una teoría que constituyó el núcleo de su aportación científica: según él, la inteligencia era una cualidad innata al ser humano, de lo que se deducía que la diferencia entre clases sociales provenía de causas genéticas. Para demostrar su teoría fue dando a conocer en los años posteriores distintos trabajos de campo, culminados con una serie de encuestas sociológicas, trabajos de campo y estudios empíricos sobre la evolución de gemelos univitelinos separados al nacer y educados por familias de distinta escala social, que demostraban que su cociente de inteligencia no se veía alterado. De ahí deducía Burt que la pobreza no es más que consecuencia de una desventaja intelectual de raíz genética. Sin embargo, cuando el psicólogo murió a los 88 años, comenzó a abrirse paso la opinión de que algo raro había en aquellas investigaciones supuestamente realizadas dos por colaboradoras de Burt a las que nadie conocía ni encontraba. Finalmente, en 1976, el periodista Oliver Gillie, por encargo de su periódico,
The Sunday Times
, tras larga y ardua investigación, logró demostrar la inexistencia de tales supuestas investigadoras. Este descubrimiento fue el comienzo de una larga serie de ellos que tiraron por tierra todo el trabajo de Burt, dejando a las claras que éste —al que, sin embargo, nadie le negó cierta categoría intelectual— no había hecho otra cosa que tratar de conciliar sus creencias sociopolíticas y su odiosa ideología clasista con los resultados de sus pesquisas científicas y con los datos aportados por unos falsos estudios empíricos nunca realizados.
E
n 1760, apareció en la ciudad escocesa de Edimburgo un libro anónimo titulado
Fragmentos de poesía antigua, recogidos en las Tierras Altas de Escocia y traducidos de la lengua gaélica
. El tomo contenía 16 poemas breves en prosa atribuidos a un legendario guerrero, bardo y poeta del siglo III, de nombre Ossián. El libro obtuvo un extraordinario éxito, no sólo en Escocia e Inglaterra, sino en toda la Europa romántica de la época. El recopilador y traductor de aquellos poemas resultó ser un profesor escocés de 24 años, James MacPherson (1736-1796), quien recibió, en 1761, una subvención de 100 libras esterlinas para marchar a las Tierras Altas escocesas en busca de posibles nuevos fragmentos de la obra de Ossián. MacPherson encontró algo más que fragmentos, publicando ese mismo año un poema épico y más poemas inéditos. Pronto la obra de Ossián fue traducida a muchas de las lenguas europeas, y pronto surgieron imitadores, discípulos, comentaristas y hasta estudiosos de la obra de aquel bardo escocés de catorce siglos atrás. MacPherson murió en 1796 sin haber mostrado a nadie los supuestos manuscritos originales que había traducido, con lo que se comprobó la sospecha de que la obra del tal Ossián, que tanto había influido en la intelectualidad europea, no había existido nunca, salvo en la imaginación de MacPherson, quien no habría hecho otra cosa que recoger antiguos relatos de la tradición oral escocesa y narrarlos al estilo prerromántico de la época.
E
n 1954, el escritor de novelas de ciencia-ficción Lester del Rey escribió una novela corta que comenzaba con la frase: «La primera nave espacial aterrizó en la Luna y el comandante Armstrong salió de ella…». Quince años más tarde, el comandante Neil A. Armstrong se convertía en el primer hombre que pisó suelo lunar.
E
n 1830, el astrónomo y filósofo natural irlandés Dionysius Lardner (1793-1859) sentenció que ninguna embarcación a motor podría cruzar el Atlántico, como algunos
mal informados
de su tiempo sostenían, porque para ello necesitaría consumir más carbón del que podría cargar. No obstante, ocho años después de su profecía, en 1838, el
Great Western
realizó la travesía. Con anterioridad, este mismo profesor de la universidad de Londres había advertido seriamente que si los trenes alcanzaran algún día los 180 kilómetros por hora, sus ocupantes morirían asfixiados, incapaces de poder respirar.
E
n su famosa obra
Los viajes de Gulliver
(1726), el escritor irlandés Jonathan Swift (1667-1745) mencionaba «dos estrellas menores o satélites que giraban alrededor de Marte», describiendo con asombrosa precisión sus proporciones y sus órbitas. Más de siglo y medio después, en 1877, las dos lunas de Marte, bautizadas con los nombres de Fobos y Deimos, fueron descubiertas oficialmente por el astrónomo estadounidense Asaph Hall (1829-1907).