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Authors: José Saramago

Ensayo sobre la lucidez (10 page)

BOOK: Ensayo sobre la lucidez
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Las calles, hasta ahí prácticamente desiertas, cerrado casi todo el comercio, casi vacíos los autobuses que pasaban, se llenaron de gente en pocos minutos. Quienes se habían quedado en casa acudían a las ventanas para ver el concurso, palabra que no quiere decir que las personas caminaran todas en la misma dirección, más bien eran como dos ríos, uno que subía, otro que bajaba, y se saludaban de un lado a otro como si la ciudad estuviera en fiestas, como si fuese festivo local, no se veían por ahí ni ladrones ni violadores ni asesinos, al contrario del malintencionado pronóstico del presidente huido. En algunos pisos de los edificios, aquí, allí, estaban cerradas las ventanas, con las persianas, cuando las había, melancólicamente bajadas, como si un doloroso luto hubiese herido a las familias que residían en su interior. En tales pisos no se habían encendido las alertas luces de la madrugada, como mucho los residentes espiaban tras las cortinas con el corazón encogido, allí vivía gente con ideas políticas muy firmes, personas que habiendo votado, ya sea en la primera convocatoria, ya sea en la segunda, a los suyos de toda la vida, el partido de la derecha y el partido del medio, no tenían ahora ningún motivo que festejar y, muy por el contrarío, temían los desmanes de la masa desinformada que cantaba y gritaba en las calles, el derribo de las sacrosantas puertas del hogar, el agravio de los recuerdos de familia, el saqueo de las platas. Canten, canten, que ya llorarán, se decían unos a otros para infundirse valor. En cuanto a los votantes del partido de la izquierda, quienes no aplaudían en las ventanas era porque habían bajado a la calle, como fácilmente se puede demostrar, en esta en que nos encontramos, dado que una bandera de vez en cuando, como tomando impulso, asoma sobre el caudaloso río de cabezas. Nadie fue a trabajar. Los periódicos se agotaron en los quioscos, todos traían en primera página la arenga del presidente, además de una fotografía realizada en el acto de la lectura, probablemente y a juzgar por la expresión dolorida del rostro, en el momento que decía que estaba hablando con el corazón en la mano. Pocos eran los que perdían su tiempo leyendo lo que ya conocían, a casi todos lo que les interesaba era saber lo que pensaban los directores de los periódicos, los editorialistas, los comentaristas, alguna entrevista de última hora. Los titulares de apertura llamaban la atención de los curiosos, eran enormes, monumentales, otros, en páginas interiores, de tamaño normal, aunque todos parecían producto de la cabeza de un mismo genio de la sintaxis titulativa, esa que exime sin remordimiento alguno de la lectura de la noticia que viene a continuación. Así, los sentimentales como La capital amaneció huérfana, irónicos como La piña les reventó en la cara a los provocadores o El voto blanco les salió negro, pedagógicos como El estado da una lección a la capital insurrecta, vengativos como Llegó la hora del ajuste de cuentas, proféticos como Todo será diferente a partir de ahora o Nada será igual a partir de ahora, alarmistas como La anarquía al acecho o Movimientos sospechosos en la frontera, retóricos como Un discurso histórico para un momento histórico, aduladores como La dignidad del presidente desafía la irresponsabilidad de la capital, bélicos como El ejército cerca la ciudad, objetivos como La retirada de los órganos de poder se realiza sin incidentes, radicales como El ayuntamiento debe asumir toda la autoridad, tácticos como La solución está en la tradición municipalista. Referencias a la estrella maravillosa, la de los veintisiete brazos de luz, fueron pocas y metidas a trochemoche en medio de las noticias, sin la gracia atractiva de un titular, aunque fuera irónico, aunque fuera sarcástico, del tipo Y todavía se quejan de que la electricidad es cara. Algunos de los editoriales, si bien aprobando la actitud del gobierno. Nunca las manos le duelan, exhortaba uno de ellos, se atrevían a expresar ciertas dudas sobre la razonada prohibición de salir de la ciudad impuesta a los habitantes. Es que, una vez más, para no variar, van a pagar justos por pecadores, los honestos por los malhechores, ahí tenemos el caso de honradas ciudadanas y de honrados ciudadanos que, habiendo cumplido escrupulosamente su deber electoral votando a cualquiera de los partidos legalmente constituidos que componen el marco de opciones ideológicas en que la sociedad se reconoce de modo consensual, ven ahora coaccionada su libertad de movimientos por culpa de una insólita mayoría de perturbadores cuya única característica hay quien dice que es no saber lo que quieren, o que, y es nuestro entender, lo saben muy bien y están preparándose para el asalto final al poder. Otros editoriales iban más lejos, reclamaban la abolición pura y simple del secreto de voto y proponían para el futuro, cuando la situación se normalizase, como por las buenas o como por las malas tendrá que suceder algún día, el establecimiento de un cuadernillo de elector, en el cual el presidente del colegio electoral, tras comprobar, antes de introducirlo en la urna, el voto expreso, anotaría, para todos los efectos legales, tanto los oficiales como los particulares, que el portador había votado al partido tal o cual, Y por ser verdad y haberlo comprobado, bajo palabra de honor lo firmo. Si el tal cuadernillo ya existiese, si un legislador consciente de las posibilidades del uso libertino del voto hubiese osado dar este paso, articulando el fondo y la forma de un funcionamiento democrático totalmente transparente, todas las personas que votaron al partido de la derecha o al partido del medio estarían ahora haciendo las maletas para emigrar con destino a su verdadera patria, esa que siempre tiene los brazos abiertos para recibir a quienes más fácilmente puede apretar. Caravanas de automóviles y autobuses, de furgonetas y camiones de mudanza llevando enarboladas las banderas de los partidos y tocando el claxon a compás, pe de de, pe de eme, no tardarían en seguir el ejemplo del gobierno, camino de los puestos militares de la frontera, los chicos y las chicas con el culo asomando por las ventanillas, gritándoles a los peatones de la insurrección, Ya podéis poner las barbas a remojar, miserables traidores. Menuda paliza os vamos a dar cuando volvamos, bandidos de mierda. Hijos de la gran puta que os parió, o, insulto máximo en el vocabulario de la jerga democrática, a voz en grito. Indocumentados, indocumentados, indocumentados, y esto no sería verdad, porque todos aquellos contra quienes gritaban también tendrían en casa o llevarían en el bolsillo su propio cuadernillo de elector donde, ignominiosamente, como marcado a hierro, estaría escrito y sellado Votó en blanco. Sólo los grandes remedios son capaces de curar los grandes males, concluía seráficamente el editorialista.

La fiesta no duró mucho. Es cierto que nadie decidió ir al trabajo, pero la consecuencia de la gravedad de la situación no tardó en aminorar el tono de las manifestaciones de alegría, hubo incluso quien se preguntaba. Alegres, por qué, si nos han aislado aquí como si fuéramos apestados en cuarentena, con un ejército de armas amartilladas, dispuestas a disparar contra quien pretenda salir de la ciudad, dígame por favor dónde están las razones para la alegría. Y otros decían, Tenemos que organizarnos, pero no sabían cómo se hacía eso, ni con quién ni para qué. Algunos sugirieron que un grupo fuese a hablar con el alcalde, ofreciéndole leal colaboración y explicándole que las intenciones de las personas que habían votado en blanco no eran derribar el sistema y tomar el poder, que por otra parte no sabrían qué hacer luego con él, que si votaron como votaron era porque estaban desilusionados y no encontraban otra manera de expresar de una vez por todas hasta dónde llegaba la desilusión, que podrían haber hecho una revolución pero seguramente moriría mucha gente, y no querían eso, que durante toda la vida, con paciencia, habían depositado sus votos en las urnas y los resultados estaban a la vista, Esto no es democracia ni es nada, señor alcalde. Hubo quien defendió la opinión de que deberían ponderar mejor los hechos, que sería preferible dejar al ayuntamiento la responsabilidad de decir la primera palabra, si aparecemos ahora con todas estas explicaciones y todas estas ideas van a suponer que hay una organización política detrás moviendo los hilos, y nosotros somos los únicos que sabemos que no es verdad, hay que tener en cuenta que tampoco el ayuntamiento lo tiene fácil, si el gobierno le ha dejado una patata caliente en las manos, a nosotros no nos conviene calentarla todavía más, un periódico ha dicho que el ayuntamiento debería asumir toda la autoridad, qué autoridad, con qué medios la policía se ha ido, ni siquiera hay quien dirija el tráfico, no podemos esperar que los concejales salgan a la calle a hacer el trabajo de sus subordinados, ya se comenta que los empleados de los servicios municipales de recogida de basura van a entrar en huelga, si esto es verdad, y no nos sorprendamos que tal venga a suceder, que quede claro que se trataría de una provocación, o del ayuntamiento o, más probable, orquestada por el gobierno, intentarán amargarnos la vida de mil maneras, tenemos que estar preparados para todo, incluyendo, o principalmente, lo que ahora nos parezca imposible, la baraja la tienen ellos, y las cartas en la manga también. Otros, de tipo pesimista, aprensivo, creían que la situación no tenía salida, que estaban condenados al fracaso. Esto va a ser como de costumbre un sálvese quien pueda y los demás que se jeringuen, la imperfección moral del género humano, cuántas veces tendremos que decirlo, no es de hoy ni de ayer, es histórica, viene de los tiempos de maricastaña, ahora parece que somos solidarios unos con otros, pero mañana comenzaremos a enzarzarnos, y luego el paso siguiente será la guerra abierta, la discordia, la confrontación, mientras los de fuera disfrutan desde la barrera y hacen apuestas sobre el tiempo que conseguiremos resistir, será bonito mientras dure, sí señor, pero la derrota es cierta y está garantizada, de hecho, seamos razonables, a quién le pasaría por la cabeza que una acción de éstas pudiese salir adelante, personas votando masivamente en blanco sin que nadie lo hubiera ordenado es de locos, por ahora el gobierno todavía no ha salido de su desconcierto e intenta recuperar fuelle, sin embargo la primera victoria ya la tienen, nos han dado la espalda y nos han mandado a la mierda, que es, en su opinión, lo que nos merecemos, y hay que contar también con las presiones internacionales, apuesto a que a esta hora los gobiernos y los partidos de todo el mundo no piensan en otra cosa, no son estúpidos, saben que esto puede ser como un reguero de pólvora, se enciende aquí y explota más allá, de todos modos, y como para ellos somos mierda, vamos a serlo hasta el final, hombro con hombro, y de esta mierda que somos algo les salpicará.

Al día siguiente se confirmó el rumor, los camiones de recogida de basuras no salieron a la calle, los basureros se declararon en huelga total, e hicieron públicas unas exigencias salariales que el portavoz del ayuntamiento de inmediato tachó de inaceptables y mucho menos ahora, dijo, cuando la ciudad está enfrentando una crisis sin precedentes y de desenlace altamente problemático. En la misma línea de acción alarmista, un periódico que desde su fundación se había especializado en el oficio de amplificar las estrategias y tácticas gubernamentales, fueran cuales fueran los colores partidarios, del medio, de la derecha o de los matices intermedios, publicaba un editorial firmado por el director en el que se admitía como muy probable que la rebeldía de los habitantes de la capital pudiera terminar en un baño de sangre si éstos, como todo hacía suponer, no deponían su obstinación. Nadie, decía, se atreverá a negar que la paciencia del gobierno ha llegado hasta extremos impensables, pero no se le podrá pedir, salvo si se quiere perder, y tal vez para siempre, ese armonioso binomio autoridad-obediencia bajo cuya luz florecieron las más felices sociedades humanas y sin el que, como la historia ampliamente ha demostrado, ni una sola habría sido factible. El editorial fue leído, la radio repitió los fragmentos principales, la televisión entrevistó al director, y en eso se estaba cuando, al mediodía exacto, de todas las casas de la ciudad salieron mujeres armadas con escobas, cubos y recogedores y, sin una palabra, comenzaron a barrer las portadas de los edificios donde vivían, desde la entrada hasta el medio de la calle, donde se encontraban con otras mujeres que, desde el otro lado, para el mismo fin y con las mismas armas, habían bajado. Afirman los diccionarios que la portada es la parte de la calle correspondiente a la fachada de un edificio, y nada hay más cierto, pero también dicen, por lo menos lo dicen algunos, que barrer la portada significa desviar de sí cierta responsabilidad, gran equivocación la vuestra, señores filólogos y diccionaristas distraídos, barrer su portada precisamente fue lo primero que hicieron estas mujeres de la capital, como en el pasado también lo habían hecho en las aldeas sus madres y abuelas y no lo hacían ellas, como no lo hacen estas, para desviar de si una responsabilidad, sino para asumirla. Posiblemente por esta misma razón al tercer día salieron a la calle los trabajadores de la limpieza. No venían uniformados, vestían de civil. Dijeron que los uniformes eran los que estaban en huelga, no ellos.

7

Al ministro del interior, que había sido el de la idea, no le sentó nada bien que los trabajadores de los servicios de recogida de basura hubieran regresado espontáneamente al trabajo, actitud que, a su juicio de ministro, más que una muestra de solidaridad con las admirables mujeres que hicieron de la limpieza de su calle una cuestión de honor, hecho que ningún observador imparcial tendría dificultad en reconocer, rozaba, sí, los límites de la complicidad criminal. Apenas le llegó la mala noticia, le ordenó por teléfono al alcalde que los autores del desacato a las órdenes recibidas fuesen conminados rápidamente a obedecer, lo que traducido a palabras claras, significaba volver a la huelga, bajo pena, en caso de que la insubordinación se mantuviera, de procesos disciplinarios sumarios, con todas las consecuencias punitivas contempladas en las leyes y en los reglamentos, desde la suspensión de salario y empleo al despido puro y duro. El alcalde le respondió que las cosas siempre parecen fáciles de resolver vistas desde lejos, pero que quienes están en el terreno, quienes tienen que salvar de hecho los escollos, a ésos hay que escucharlos con atención antes de tomar ninguna decisión, Por ejemplo, señor ministro, suponga que doy orden a los hombres, Yo no supongo, le digo que lo haga, Sí, señor ministro, de acuerdo, pero permítame que sea yo quien suponga, supongamos que soy yo quien doy la orden para que vuelvan a la huelga y que ellos me mandan a freír espárragos, qué haría el ministro en un caso de éstos, cómo los obligaría a cumplir si se encontrase en mi lugar, En primer lugar, a mi nadie me mandaría a freír espárragos, en segundo lugar, no estoy ni estaré nunca en su lugar, soy ministro, no soy alcalde, y, ya que estoy con las manos en esta masa, le hago observar que esperaría de ese alcalde no sólo la colaboración oficial e institucional a la que por ley está comprometido y que me es naturalmente debida, sino también un espíritu de partido que, en este caso, parece brillar por su ausencia, Con mi colaboración oficial e institucional siempre podrá contar, conozco mis obligaciones, pero, en cuanto a espíritu de partido, mejor no hablar, veremos qué va a quedar de él cuando esta crisis llegue a su fin, Está rehuyendo el problema, señor alcalde, No, no estoy rehuyéndolo, señor ministro, lo que necesito es que me diga qué tengo que hacer para obligar a los trabajadores a que vuelvan a la huelga, Es asunto suyo, no mío, Ahora es mi querido colega de partido el que está queriendo rehuir el problema, En toda mi vida política nunca he rehuido un problema, Está queriendo rehuir éste, está evitando reconocer la evidencia de que no dispongo de ningún medio para hacer cumplir su orden, a no ser que pretenda que llame a la policía, si es así le recuerdo que la policía ya no está aquí, abandonó la ciudad con el ejército, ambos por indicación del gobierno, además convengamos que sería muy anormal usar la policía para, por las buenas o por las malas, y más mal que bien, convencer a los trabajadores de declararse en huelga, cuando desde siempre la policía ha sido usada para reventarlas, a base de infiltraciones y otros procesos menos sutiles, Estoy asombrado, un miembro del partido de la derecha no habla así, Señor ministro, dentro de unas horas, cuando llegue la noche, tendré que decir que es de noche, sería estúpido o ciego si afirmara que es de día, Qué tiene eso que ver con el asunto de la huelga, Querámoslo o no, señor ministro, es de noche, noche cerrada, percibimos que está sucediendo algo que va mucho más allá de nuestra comprensión, que excede nuestra pobre experiencia, pero actuamos como si continuara tratándose del mismo pan cocido, hecho con la harina de siempre, en el horno de costumbre, y no es así, Tendré que pensar muy seriamente si no voy a pedirle que presente su dimisión, Si lo hace, me quitará un peso de encima, cuente desde ya con mi más profunda gratitud. El ministro del interior no respondió en seguida, dejó pasar algunos segundos para recuperar la calma, después preguntó, Qué piensa entonces que deberíamos hacer, Nada, Por favor, querido alcalde, no se le puede pedir a un gobierno que no haga nada en una situación coma ésta, Permítame que le diga que en una situación como ésta, un gobierno no gobierna, sólo parece gobernar, No puedo estar de acuerdo con usted, algo hemos hecho desde que esto comenzó, Sí, somos como un pez enganchado al anzuelo, nos agitamos, tratamos de desprendernos, damos tirones del hilo, pero no conseguimos comprender por qué un simple pedazo de alambre curvado ha sido capaz de prendernos y mantenernos presos, quizá nos soltemos, no digo que no, pero nos arriesgamos a que el anzuelo se nos quede atravesado, Me siento realmente perplejo, Sólo se puede hacer una cosa, Cuál, si ahora mismo acaba de decir que no adelantaremos nada hagamos lo que hagamos, Rezar para que dé resultado la táctica definida por el primer ministro, Qué táctica, Dejarlos que se cuezan a fuego lento, dijo él, pero eso mismo puede jugar en nuestra contra, Por qué, Porque serán ellos quienes vigilarán la cocción, Entonces crucémonos de brazos, Hablemos seriamente, señor ministro, está el gobierno dispuesto a acabar con la farsa del estado de sitio, a mandar que el ejército y la aviación avancen, a pasar la ciudad a hierro y fuego, hiriendo y matando a diez o veinte mil personas para dar ejemplo, y luego meter tres o cuatro mil en la cárcel acusándolas de no se sabe qué crimen, cuando precisamente crimen no existe, No estamos en guerra civil, lo que pretendemos, simplemente, es intentar que las personas entren en razón, mostrarles la equivocación en que han caído o las hicieron caer, que eso está por averiguar, hacerles comprender que un abuso sin freno del voto en blanco haría ingobernable el sistema democrático, No parece que los resultados, hasta ahora, hayan sido brillantes. Costará tiempo, pero por fin las personas verán la luz, No le conocía esas tendencias místicas, señor ministro, Querido amigo, cuando las situaciones se complican, cuando son desesperadas, nos agarramos a todo, hasta estoy convencido de que algunos de mis colegas de gobierno, si eso sirviera de algo, no tendrían inconveniente en ir de peregrinación, con una vela en la mano, haciendo promesas al santuario, Ya que habla de eso, hay aquí unos santuarios de otro tipo en los que me gustaría que usted pusiera una de sus velitas, Explíquese, Diga por favor a los periódicos y a la gente de la televisión y de la radio que no echen más gasolina al fuego, si la sensatez y la inteligencia faltan, nos arriesgamos a que todo vuele por los aires, debe de haber leído que el director del periódico del gobierno ha cometido la estupidez de admitir la posibilidad de que esto termine en un baño de sangre, El periódico no es del gobierno, Si me permite, señor ministro, hubiera preferido otro comentario por su parte, El hombrecillo se pasó de la raya, eso sucede cuando se quieren prestar más servicios que los que se han encomendado, Señor ministro, Dígame, Qué hago finalmente con los empleados de los servicios municipales de limpieza, Déjelos trabajar, así el ayuntamiento quedará bien visto ante los ojos de la población y eso puede acabar siéndonos útil en el futuro, además hay que reconocer que la huelga era sólo uno de los elementos de la estrategia, y con certeza no el de mayor importancia, No sería bueno para la ciudad, ni ahora ni en el futuro, que el ayuntamiento fuera usado como un arma de guerra contra sus conciudadanos, El ayuntamiento no puede quedarse al margen de una situación como ésta, el ayuntamiento está en este país y no en otro, No le estoy pidiendo que nos dejen al margen de la situación, lo que pido es que el gobierno no ponga obstáculos al ejercicio de mis propias competencias, que en ningún momento quiera dar al público la impresión de que el ayuntamiento no pasa de ser un instrumento de su política represiva, con perdón de la palabra, en primer lugar porque no es verdad, y en segundo lugar porque no lo será nunca, Temo no comprenderlo, o comprenderlo demasiado bien, Señor ministro, un día, no sé cuándo, la ciudad volverá a ser la capital del país, Es posible, no es seguro, dependerá de hasta dónde llegue la rebelión, Sea como sea, es necesario que este ayuntamiento, conmigo aquí o con cualquier otro alcalde, jamás pueda ser mirado como cómplice o coautor, ni siquiera indirectamente, de una represión sangrienta, el gobierno que la ordene no tendrá otro remedio que aguantarse con las consecuencias, pero el ayuntamiento, ése, es de la ciudad, no la ciudad del ayuntamiento, espero haber sido suficientemente claro, señor ministro, Tan claro ha sido que le voy a hacer una pregunta, A su disposición, señor ministro, Votó en blanco, Repita, por favor, no lo he oído bien, Le he preguntado si votó en blanco, le he preguntado si era blanco el voto que depositó en la urna, Nunca se sabe, señor ministro, nunca se sabe, Cuando todo esto termine, espero tener con usted una larga conversación, A sus órdenes, señor ministro, Buenas tardes, Buenas tardes, De buena gana iría ahí y le daría un buen tirón de orejas, Ya no estoy en edad, señor ministro, Si alguna vez llega a ser ministro del interior, sabrá que para tirones de orejas y otras correcciones nunca hay limite de edad, Que no lo oiga el diablo, señor ministro, El diablo tiene tan buen oído que no necesita que se le digan las cosas en voz alta, Entonces que dios nos valga, No vale la pena, ése es sordo de nacimiento.

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