Ernesto Guevara, también conocido como el Che (38 page)

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Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
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El domingo 7 de septiembre es día de fiesta, comen carne de res, El Che le escribe a Camilo: Salgo esta tarde para la arrocera. Ésta ya debe estar tomada a estas horas (...) hay 400 guardias en Jobabo. Probablemente bolas, pero hay que evadir acciones. Mándame tu rumbo, ten prevenida a la gente para no fajarnos en caso de topar como dicen que haremos. Efectivamente, había 23 soldados en Jobabo, pero aunque conocían la presencia de la columna decidieron hacerse los locos. Todo indica que los guardias no quieren guerra y nosotros tampoco; te confieso que le tengo miedo a una retirada con 150 inexpertos reclutas en estas zonas desconocidas, pero una guerrilla armada de 30 hombres puede hacer maravillas en la zona y revolucionarla.

A las cuatro, en marcha de nuevo hacia la arrocera Bartés. Cruzan de noche el río Jabobo en el límite entre Oriente y Camagüey. Joel reseña: "El Che era muy buen nadador y cuando había que cruzar un río y no teníamos con qué pasarlo, él daba un viaje después de otro trasladando mochilas y armamentos, nadando con una sola mano y con la otra en alto cargando estas cosas para que no se mojaran." Llegan al batey de la arrocera de Bartés en la noche, la vanguardia asegura la zona, como de costumbre retienen temporalmente a campesinos en los lugares en donde se detienen, El Che ordena inutilizar una avioneta de fumigación. Entran a la tienda del batey, Ramiro toma nota de todo lo que se toma y paga rigurosamente.

En esta zona arrocera ha estado reuniéndose, con ayuda de Rilbalta, con los campesinos, promoviendo un sindicato y entrevistándose con los propietarios para que aumenten los miserables salarios que pagan y entreguen un impuesto revolucionario al Ejército rebelde. Yo de paso dejé las bases de un sindicato arrocero en Leonero y hablé del impuesto, pero se me tiraron al suelo. No es que haya claudicado frente a la patrona, pero me parece que la cuota es excesiva, les dije que eso se podría conversar y lo dejé para el próximo que caiga. No habrá de saberlo, pero la operación le sale bien, porque 15 días más tarde los arroceros aumentan salarios y pagan impuestos al 26 de Julio.

Ese día El Che inicia un segundo informe a Fidel: Después de agotadoras jornadas nocturnas, te escribo al fin desde Camagüey y sin perspectivas inmediatas de acelerar la marcha que lleva un promedio de tres a cuatro leguas diarias, con la tropa montada a medias y sin monturas. Camilo está en las inmediaciones y lo esperaba aquí en la arrocera Bartés, pero no llegó. El llano es formidable; no hay tantos mosquitos, no se ha visto ni un casquito y los aviones parecen inofensivas palomas, Radio Rebelde es escuchada con muchas dificultades a través de Venezuela (...) Un tipo con conciencia social puede hacer maravillas en esta zona y hay bastante monte para esconderse. De mis planes futuros no te puedo decir nada, en cuanto a camino se refiere porque yo mismo no lo sé; depende más bien de circunstancias especiales y aleatorias, como ahora que estamos esperando unos camiones para ver si nos libramos de los caballos, perfectos para los tiempos anaviónicos de Maceo, pero muy visibles desde el aire. Si no fuera por la caballería podríamos caminar de día tranquilamente. El fango y el agua están por la libre y los fidelazos (coños y carajos) que he tenido que tirar para llegar con los obuses en buen estado son de película: hemos tenido que atravesar varios arroyos a nado con un trabajo bárbaro, pero la tropa se porta bien, aunque ya la escuadra de castigo está funcionando a todo tren y promete ser la más nutrida de la columna. El próximo informe irá por vías mecanizadas, si es posible, de la ciudad de Camagüey. Nada más que el fraterno abrazo a los de la "Sierra", que ya no se ve.

En la arrocera El Che mantiene una curiosa y tensa entrevista con el propietario. Cuando arriba acompañado de su escolta descubre que le han preparado un pequeño banquete en el comedor de la casa. Para hombres que han estado mal comiendo, resulta una tremenda tentación, pero El Che apelando a su eterno orgullo y a su espíritu espartano no acepta nada del propietario estadunidense. Después de mucha insistencia permite que los miembros de la escolta tomen una copa de coñac. No hay registro de la conversación, pero sí de lo que El Che comenta a la salida: Yo moriría con una sonrisa en los labios, en el pico de una loma, detrás de una piedra, combatiendo contra esta gente. Bien sea que la frase se haya adornado al paso de los años, bien sea que El Che momentáneamente haya abandonado su habitual parquedad, es una muestra más de la tensión antiestadunidense que Ernesto Guevara había acumulado en estos últimos años.

Se sale nuevamente de noche, con la columna fragmentada en un sector motorizado que utiliza un jeep, una camioneta y una pipa de agua. El Che pierde el rumbo temporalmente junto con su escolta Leonardo Tamayo, porque se quedan dormidos a caballo. La vanguardia, unos cinco hombres, en una camionetita manejada por Ramiro llega casi a las cinco de la mañana al Batey de la finca La Federal, cinco casas aisladas, el centro de un latifundio de 1200 caballerías, que pagaba salarios miserables a sus obreros y en cambio mantenía a siete soldados y un cabo de la guardia rural como retén militar permanente. Los guardias alertados por los rumores de la presencia de rebeldes en las cercanías tienen montada una emboscada. Al amanecer se intercambian señales entre los soldados y los rebeldes. Ramiro Valdés responde encendiendo y apagando tres veces las luces del coche, probablemente pensando que se trata de hombres de la columna de Camilo. Los rebeldes se aproximan. A gritos se intercambian identificaciones: "¡26 de Julio!", "¡Aquí la Guardia Rural!" y comienzan los disparos.

Al tratar de cubrirse tras unos tanques de gasolina vacíos, Marcos Borrero cae muerto, Hermán, el capitán estadunidense es herido en un tobillo, los tiros de los guerrilleros matan a uno de los soldados. Afortunadamente para la columna del Che un anónimo colaborador del 26 de Julio ha cortado el cable telefónico y los soldados no pueden comunicar con el central Elia. Ramiro se repliega y encuentra al Che como a 500 metros en la entrada del batey, quien ordena de inmediato montar dos emboscadas y se dirige personalmente a tomar el mando, manteniendo a la columna en reserva. Los soldados, mientras tanto, se han atrincherado en el chalet y tomado posiciones de tiro en el segundo piso, el cabo está herido. Uno de los soldados arroja armas y canana y sale huyendo; más tarde, al ser detenido, contará que él y otros dos peones de la finca habían tratado de hacer contacto infructuosamente con los rebeldes para avisarles de la emboscada.

Ángel Frías, quien va a cargo de la caballería acelera el paso al oír los tiros. El Che trata de entender la situación, de saber contra qué está combatiendo. Los rebeldes que venían en el camión están tomando posiciones y disparando sobre la casa. Roberto Rodríguez, el Vaquerito y el más joven de los Acevedo, Enrique, se ofrecen voluntarios para un asalto directo al chalet. El Che le dice a Frías que es muy riesgoso, que los van a matar, pero acepta.

Son las siete de la mañana cuando lo intentan mientras sus compañeros disparan contra las ventanas. Se encuentran con la planta baja vacía, van subiendo las escaleras con cautela, Ángel Frías los cubre. Los dos voluntarios entran en uno de los cuartos y reaccionan disparando instantáneamente contra lo que les parece el uniforme amarillento de la guardia rural. En el pasillo se produce una tremenda confusión. En un tiroteo casi cuerpo a cuerpo Acevedo es herido en ambos brazos, El Vaquerito se enfrenta a cinco soldados, Frías para salir de la línea de fuego se arroja por la escalera y se fractura el tobillo. Desde el suelo grita diciendo que va a tirar granadas, El Vaquerito continúa disparando. Los soldados se rinden.

La emboscada le ha costado a la columna un muerto y tres heridos. Los rebeldes que van entrando en el chalet excitados gritan que hay que matar a los guardias, El Che se impone. No se tocará a los prisioneros.

Entierran a Marcos Borrero. El cuerpo médico de la columna, en casa de un colaborador, como a cinco kilómetros de ahí se hace cargo de los heridos, operan a Enrique, le hacen una bota de yeso a Frías y curan a Herman.

El ejército alertado, reacciona pidiendo apoyo aéreo y envía un primer refuerzo desde los centrales azucareros Francisco y Elia. El Che dispersa a la columna en un monte cercano, monta emboscadas en los accesos a la finca y va preparando el repliegue. Finalmente los primeros refuerzos del ejército chocan contra la emboscada de Silva, donde la mayoría de la gente está dormida víctima del agotamiento. Se intercambian disparos, es herido uno de los rebeldes, probablemente en un tiroteo cruzado por sus propios compañeros, más tarde morirá, Silva retoma la vieja posición. El ejército se repliega con dos heridos. La dictadura comienza a concentrar fuerzas. El teniente coronel Suárez Suquet, quien ha estado al mando de la infructuosa persecución de la elusiva columna, trata de ir a ponerse al mando de la operación volando en un avión desde Nuevitas, pero cuando sobrevuela la zona de combate los rebeldes le tiran al piper, hieren al piloto, perforan el tanque de combustible y obligan a un aterrizaje forzoso. La columna empieza un repliegue hacia el monte mientras las emboscadas se van retirando escalonadas.

El ejército pierde el contacto, en represalia toma el Batey, obliga a los obreros a arrodillarse ante una ametralladora. Más tarde algunos serán encarcelados acusados de colaborar con la columna. Los soldados desentierran y vejan el cadáver de Borrero. Lo que no logran en combate lo fabrican en el escritorio: el parte militar hablará de 15 bajas de los rebeldes.

El 10 de septiembre las dos columnas, la del Che y la de Camilo, marchan prácticamente juntas, en paralelo; la 8 con sus tres heridos y los guardias prisioneros. Van bordeando una laguna; la gente se queda dormida tras cruzar un río, se van quedando combatientes rezagados que constantemente hay que ir a buscar frenando el desarrollo de la marcha. El Che aprieta el paso, es una decisión afortunada, porque Suárez Suquet llega con tropas a La Federal y dos B26 empiezan a bombardear el monte donde estuvieron guarecidos los rebeldes.

Acampan en Laguna Baja, miembros del 26 de Julio los conectan allí, El Che les pide que se lleven con ellos a Enrique Acevedo, quien ha perdido mucha sangre. En la despedida al más joven de sus combatientes:

—No te pongas por ahí a hablar más de la cuenta y, además a decir que eres capitán, pues sólo eres teniente —le dice en broma dándole noticia de su ascenso. Un miembro de la clandestinidad de Cienfuegos se lo lleva en un taxi, con el pelo recién cortado y una camisa de mangas largas para cubrir las heridas.

En la finca, que es propiedad de un miembro del 26 de julio, algo de comida y un poco de descanso. La gente agotada se deja caer al suelo. Donde cae se queda dormida. El dueño les devuelve a Camilo y al Che el dinero que éstos han pagado por alimentos. Los médicos curan los pies de los combatientes; ellos no pueden descansar. Todo el mundo sufre por una plaga de mosquitos, jejenes e insectos. Los rebeldes tienen que envolverse en mantas, sábanas. Los centinelas llevan la peor parte, se tienen que reducir las guardias a media hora en lugar de dos. Las dos columnas se despiden en las primeras horas de la tarde. Camilo toma el transporte rodado que ha proporcionado el movimiento y devuelve las caballerías que aprovechará la columna del Che.

A las 9:30 de la noche del 10 de septiembre El Che se pone en marcha, velocidad, movilidad, las reglas de la guerrilla. Hacia las cuatro de la madrugada llegan al batey de la finca Faldigueras del Diablo, donde encontrarán enlaces del Movimiento que les llevan comida y botas. El Che se encuentra con una fuerte crisis de asma en esos momentos. Pide medicinas, entre otras cosas pastillas de actedrón para poder mantenerse sin dormir. Sacando energías de quién sabe donde, se entrevista con trabajadores de la zona miembros del movimiento y del PSP, que han tenido frecuentes luchas contra el desalojo por parte de los terratenientes de la King Ranch.

De nuevo en marcha el 11 a las seis de la tarde. Problemas con los guías que se pierden, la columna se disgrega y hay retrasos que tienen al Che de mal humor y agresivo. Una columna guerrillera de 150 hombres marcha por pelotones, en mitad de la noche, para no hacer blanco fácil, pero al hacerlo facilita la dispersión y las pérdidas, los hombres están agotados, se duermen sobre el caballo, caen al suelo y ahí quedan dormidos, Zayas recuerda: "en aquellos días uno se dormía, no a caballo, sino hasta en un colchón de púas." Al día siguiente con nuevos guías, la columna, que cuenta con un centenar de caballos, puede marchar con luz en pleno monte y a cubierto de la aviación. Llegan en la noche al batey de San Miguel del Junco. El Che abandona el plan de seguir esa misma noche, porque le informan de una emboscada del ejército en las cercanías. Los prácticos han visto una columna de camiones con soldados armados. Dicen que como 500, El Che sonríe y les repregunta si no serán 300. La zona es peligrosa, porque debe cruzarse la carretera de Camagüey a Santa Cruz del Sur.

Se multiplican los contactos con la estructura del 26 de Julio que da la impresión de ser muy amplia pero poco coordinada. Siguen los intentos de incorporarse, El Che acepta temporalmente a tres muchachos de Victoria de las Tunas porque los recomienda Alberto Castellanos. En esta última semana ha rechazado a medio centenar de hombres desarmados que querían sumarse a su columna.

Hacia las 11 de la noche del sábado 13 de septiembre de nuevo en el camino, cuenta ahora con cuatro camiones, dos jeeps y un camión repartidor de con Pinilla que aportaron los tuneros. Por razones de seguridad dan 50 metros entre vehículo y vehículo, por malos caminos, repletos de todo, paralelo a una vía de ferrocarril. Van parando en ranchitos, se les suman tres espontáneos sin que el propio Che se entere. Los camiones se descomponen, hay que bajarse a empujar; nuevamente El Che tiene que armar una tremenda bronca, fusil en mano, para lograr que la gente desatasque los camiones. Se entera de que Camilo había tenido un encuentro con el ejército el día anterior. Tamayo comenta: "Camilo iba delante de nosotros, pero detrás de él quedaba el camino como minado. Camilo pasaba y enseguida venía el ejército y ocupaba los lugares, lo cual era una desventaja." Así, será casi inevitable que por agotamiento y falta de exploración vayan a dar a una de las múltiples emboscadas que el ejército tiene montadas, ésta en el caserío de Cuatro Compañeros. El pelotón de vanguardia descubre un tractor extrañamente estacionado sobre el camino y cuando quieren reaccionar ya es tarde. Los soldados abren fuego. Sin poder acabar de salir del sueño, que se ha tornado pesadilla, los rebeldes comienzan a saltar de los camiones. Son las 4:45 de la madrugada.

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