Pero no de esta forma. Debes entender que son buenos pastores, que cuidan de sus rebaños, de la misma forma que también hay malos pastores. Existen muchas maneras para conservar la dignidad del ganado.
—Aunque todo sea una mentira.
Todos los sistemas de creencias son invenciones sofisticadas, si hemos de seguir la lógica hasta el final.
—¡Santo cielo! —murmuró Eph en voz baja, aunque el recinto era como una cámara susurrante. Todos lo escucharon y miraron en su dirección—. Un dictador es un dictador, sea bueno o no. Tanto si te tratan como un animal doméstico como si te sangran.
Para empezar, ¿de verdad creías que eras absolutamente libre?
—Eso pensaba —dijo Eph—. E incluso aunque todo sea un fraude, yo prefiero una economía basada en monedas contantes y sonantes, y no en sangre humana.
No nos equivoquemos; la sangre es la única divisa.
—Prefiero vivir en un mundo de ensueño de luz que en un mundo real en tinieblas.
Tu perspectiva sigue siendo la de la pérdida. Pero este mundo de siempre les pertenece a ellos.
—Siempre
fue
su mundo —señaló Fet, corrigiendo al Nacido—. Resulta que ellos eran aún más tontos que nosotros.
El señor Quinlan ignoró la blasfemia de Fet.
Ellos fueron destruidos desde dentro. Eran conscientes de la amenaza, pero creían que podían contenerla. Es más fácil pasar por alto la disensión dentro de tus propias filas.
El señor Quinlan miró brevemente a Eph antes de continuar:
Para el Amo, lo mejor es considerar el conjunto de la historia humana como una sucesión de pruebas, una serie de experimentos realizados a través del tiempo como preparación para el golpe final. El Amo estuvo presente durante el ascenso y caída del Imperio Romano. Estuvo al tanto de la Revolución Francesa y de las guerras napoleónicas. Anidó en los campos de concentración. Vivió en medio de vosotros como un sociólogo pervertido, aprendiendo todo lo que pudo de vosotros y sobre vosotros con el fin de planear vuestra destrucción. Desarrolló pautas a lo largo del tiempo. Aprendió a aliarse con influyentes hombres de poder, como Eldritch Palmer, y los corrompió. Ideó una fórmula para las matemáticas del poder. El equilibrio perfecto de vampiros, ganado y guardias.
Los otros meditaron sobre aquellas palabras.
—Así que tu estirpe, los Ancianos, ha caído —dijo Fet—. Nuestra especie también. La pregunta es: ¿qué podemos hacer al respecto?
El señor Quinlan se acercó a una especie de altar, una mesa de granito sobre la que descansaban seis recipientes redondos de madera, no mucho más grandes que una lata de refresco. Cada recipiente brillaba débilmente en el binocular de visión nocturna de Eph, como si difuminaran una fuente de luz o de calor.
Esto. Tenemos que llevárnoslos. He pasado la mayor parte de los últimos dos años preparando el paso, viajando hacia y desde el Viejo Mundo con el fin de recoger los restos de todos los Ancianos. Los he conservado, aquí, en estos pequeños barriles de roble blanco, de acuerdo con la tradición.
—¿Has viajado por todo el mundo? —le preguntó Nora—. ¿Por Europa y el Lejano Oriente?
El señor Quinlan asintió.
—Es…, es lo mismo, ¿no? ¿En todas partes?
En esencia. Cuanto más desarrollado es el país, mejor es la infraestructura existente y más eficaz la transición.
Eph se acercó a las seis urnas funerarias de madera.
—¿Para qué las guardas? —preguntó.
La tradición me enseñó lo que debía hacer. Pero no me dijo con qué fin.
Eph miró a su alrededor para ver si alguien más cuestionaba la afirmación del señor Quinlan.
—¿Así que recorriste todo el mundo recogiendo sus cenizas corriendo un gran peligro, y no tenías ningún interés en saber por qué o para qué?
El señor Quinlan contempló a Eph con su mirada de fuego.
Hasta ahora.
Eph quería presionarlo más para que explicara el asunto de las cenizas, pero se mordió la lengua. No conocía la magnitud del alcance psíquico del vampiro y le preocupaba que leyera su mente y descubriera su intención de cuestionar todo ese esfuerzo, pues aún se debatía con la tentación de la oferta del Amo. Eph se sentía como si fuera un espía permitiendo al señor Quinlan revelarle aquella ubicación secreta. Eph no quería enterarse de nada más de lo que ya sabía. Tenía miedo de traicionarlos a todos. De cambiarlos a ellos y al mundo por su hijo, pagando la transacción con su alma. Sudaba profusamente y se ponía nervioso solo de pensarlo.
Miró a los que estaban allí, en aquella enorme cámara subterránea. ¿Uno de ellos ya había sido corrompido, tal como le había dicho el Amo? ¿O era otra mentira, con la intención de minar su resistencia? Eph los examinó uno por uno, como si sus lentes nocturnas pudieran revelar algún rastro de su traición, como, por ejemplo, una mancha negra y maligna saliendo de su pecho.
—¿Por qué nos has traído aquí? —preguntó Fet.
Después de recuperar las cenizas y leer el
Lumen,
puedo proceder. Nos queda poco tiempo para destruir al Amo, pero esta guarida nos permite mantener un ojo sobre él. Y estar cerca de su escondite.
—Espera un momento… —dijo Fet, con un tono de curiosidad en su voz—. ¿Destruir al Amo no te destruirá también a ti?
Es la única manera.
—¿Quieres morir? ¿Por qué?
La respuesta más simple es que me siento cansado. La inmortalidad ha perdido su brillo para mí desde hace muchos siglos. De hecho, le ha quitado el esplendor a todo. La eternidad es el tedio. El tiempo es un océano, y yo quiero llegar a la orilla. El único punto luminoso que me queda en este mundo (la única esperanza) es la destrucción potencial de mi creador; la venganza.
E
l señor Quinlan les habló de lo que sabía, y de los secretos contenidos en el
Lumen
. Lo hizo en términos sencillos y con tanta claridad como pudo. Explicó el origen de los Ancianos, el mito de los lugares de origen y la importancia de encontrar el Sitio Negro, el lugar de nacimiento del Amo.
La parte que más le gustó a Gus fue la de los tres arcángeles, Gabriel, Miguel y Oziriel, el tercer ángel olvidado, enviados para cumplir la voluntad de Dios con la destrucción de las ciudades de Sodoma y Gomorra.
—Los tipos duros de Dios —dijo Gus, identificándose con los ángeles vengadores—. Pero ¿qué te crees? ¿Ángeles? ¿En serio? Dame un maldito respiro,
hermano
.
—Creo lo mismo que creía Setrakian. Y él creía en el libro —afirmó Fet, encogiéndose de hombros.
Gus se mostró de acuerdo con él, pero aún no podía dejar a un lado la imagen de los ángeles vengadores.
—Si hay un Dios, o alguien capaz de enviar ángeles asesinos, entonces ¿qué demonios espera Él? ¿Qué pasa si todo eso no es más que un montón de historias?
—Respaldadas por actos —señaló Fet—. El Amo localizó cada uno de los seis fragmentos del cuerpo enterrado de Oziriel (los lugares de origen de los Ancianos) y los destruyó con la única fuerza con la que podía realizar tal tarea: con una fisión nuclear. La única energía semejante a Dios en la Tierra, lo suficientemente potente como para destruir territorios sagrados.
Con esto, el Amo no solo neutralizó toda amenaza, sino que se hizo seis veces más poderoso. Sabemos que aún busca su propio lugar de origen, no para destruirlo, sino para protegerlo.
—Fantástico. Así que solo debemos encontrar el lugar de enterramiento —observó Nora—, antes de que el Amo lo haga, y construir un pequeño reactor nuclear en él, y luego hacer un sabotaje. ¿Es eso?
—O detonar una bomba nuclear —señaló Fet.
Nora soltó una carcajada.
—Eso suena realmente divertido.
Pero nadie más se rio.
—¡Mierda! —exclamó Nora—. ¡Tienes una bomba nuclear!
—Pero no un detonador —dijo tímidamente Fet, y miró a Gus—. Estamos tratando de conseguir ayuda para solucionar eso, ¿verdad?
Gus respondió sin el entusiasmo de Fet.
—Mi hombre, Creem, ¿te acuerdas de él? El tipo forrado de plata, gordo y tan grande como un tractor. Se lo hice saber, y él dice que está listo para negociar. Conoce todo el mercado negro de Nueva Jersey. Lo que pasa es que todavía es un traficante de drogas. No se puede confiar en un hombre sin escrúpulos.
—Todo esto es inútil si no tenemos un objetivo al cual disparar —afirmó Fet, y buscó la aprobación del señor Quinlan— ¿Verdad? Por eso querías ver el
Lumen
. ¿Has encontrado algo más en él que no nos hayas dicho?
Estoy seguro de que todos vosotros habéis visto la señal en el cielo.
El señor Quinlan hizo una pausa y miró a Eph a los ojos, quien sintió cómo el Nacido leía todos los secretos de su alma.
Existe un plan, más allá de los límites de las circunstancias y de la organización. No importa qué haya caído del cielo. Ha sido un presagio, profetizado desde hace mucho tiempo, cuyo sentido es señalar el lugar de nacimiento. Estamos cerca. Pensad en ello: el Amo vino aquí por esa misma razón. Este es el lugar indicado y el momento adecuado. Lo encontraremos.
—Con todos los respetos —dijo Gus—, hay algo que no entiendo. Es decir, si todos vosotros queréis leer un libro y creer que contiene pistas para conocer la forma de matar a un vampiro de mierda, entonces ¡hacedlo! Sentaos en sillas cómodas. Pero, por mi parte, creo que debemos pensar en cómo hacerle frente a este rey chupasangre y partirle el culo. El profesor nos mostró el camino, pero al mismo tiempo, todo este enredo místico nos ha llevado adonde estamos ahora: muertos de hambre, perseguidos, viviendo como ratas. —Gus caminaba de un lado para otro, sintiéndose un poco agitado en aquella cámara ancestral—. Tengo al Amo en el vídeo. En el Castillo Belvedere. Propongo que armemos esta bomba juntos y nos encarguemos directamente del asunto.
—Mi hijo está allí —dijo Eph—. No solo el Amo.
—¿Crees que me importa un carajo tu mocoso? —replicó Gus—. No quiero que te lleves una impresión equivocada, porque me importa una mierda.
—¡Calmaos! Si desperdiciamos esta oportunidad, olvidaos. Se acabó. Nadie podrá volver a acercarse tanto al Amo —sentenció Fet.
Fet miró al señor Quinlan, cuya serenidad reflejaba su consentimiento.
Gus frunció el ceño, pero no discutió. Respetaba a Fet, y aún más al señor Quinlan.
—¿Dices que puedes hacer un agujero en el suelo y hacer desaparecer al Amo? Estoy de acuerdo con eso, si funciona. Pero ¿si no es así? ¿Nos rendimos?
Tenía razón en eso. El silencio de los demás fue unánime.
—Yo no —objetó Gus—. De ninguna manera.
Eph sintió que el vello de la nuca se le erizaba. Se le ocurrió una idea. Empezó a hablar antes de que pudiera detenerse.
—Puede haber otra forma —dijo.
—¿Otra forma para qué? —preguntó Fet.
—Para acercarnos al Amo. No asediando su castillo. Sin exponer a Zack. ¿Qué pasa si en lugar de eso lo atraemos hacia nosotros?
—¿Qué es esa mierda? —protestó Gus—. ¿De repente tienes un plan,
hombre?
—Gus les sonrió a los demás—. Esto tiene que ser bueno.
Eph tragó saliva y mantuvo la firmeza de su voz:
—El Amo entra en mí por alguna razón. Tiene a mi hijo. ¿Qué pasa si le ofrecemos algo con lo que negociar?
—El
Lumen
—dijo Fet.
—Esto es una mierda —aseguró Gus—. ¿Qué estás tratando de vendernos?
Eph extendió la mano, reclamando paciencia y atención a lo que estaba a punto de sugerir.
—Escuchadme. En primer lugar, lo reemplazamos por un libro falso. Yo digo que os lo robé a vosotros y que quiero cambiarlo. Por Zack.
—¿No es muy peligroso? ¿Qué pasa si a Zack le sucede algo? —advirtió Nora.
—Es un gran riesgo, pero no puedo pensar en otra forma de recuperar a mi hijo. En cambio, si destruimos al Amo… todo habrá terminado.
Gus no estaba convencido. Fet parecía preocupado, y el señor Quinlan no dio ninguna indicación acerca de cuál era su opinión.
Pero Nora asintió.
—Creo que podría funcionar.
Fet la miró, sorprendido por lo que acababa de oír.
—¿Estás loca? Tal vez deberíamos hablar a solas sobre esto.
—Deja que tu mujer hable —dijo Gus, sin perder la oportunidad de tocarle el punto débil a Eph—. Escuchémosla.
—Creo que Eph podría atraerlo —apuntó Nora—. Tiene razón; hay algo en él que el Amo necesita o teme. No dejo de pensar en esa luz en el cielo. Es indudable que algo está sucediendo.
Eph sintió un ardor recorriéndole la espalda hasta la base del cráneo.
—Podría funcionar —dijo Nora—. Tiene sentido que Eph finja traicionarnos. Atraer al Amo por medio de Eph y del falso
Lumen
. Eso lo expondría a una emboscada. —Miró a Eph—. Si tienes la seguridad de estar preparado para algo así, claro.
—Si no nos queda otra opción —señaló él.
—Es una locura peligrosa —prosiguió Nora—. Porque si fallamos y el Amo te agarra…, se acabó. En ese caso, sabría todo lo que sabes: dónde estamos, cómo encontrarnos. Estaríamos perdidos.
Eph permaneció inmóvil mientras los demás consideraban el plan. La voz de barítono se deslizó en la mente de todos:
El Amo es infinitamente más astuto de lo que vosotros creéis
.
—No me cabe duda de que el Amo es taimado —dijo Nora, volviéndose hacia el señor Quinlan—. Pero ¿podrá rechazar una oferta como esta?
La tranquilidad del Nacido señaló su aceptación, si no su pleno acuerdo.
Eph sintió los ojos del señor Quinlan sobre él. Se sentía escindido. En cierto sentido, esto le daba flexibilidad: podría llevar a cabo su traición o seguir con el plan si pensaba que tendría éxito. Pero había algo más que le preocupaba.
Indagó en el rostro de su examante, iluminado por las lentes de visión nocturna, en busca de algún indicio de traición. ¿Era ella la traidora de la que le habló el Amo? ¿Le habrían hecho algo durante su breve estancia en el campamento de extracción de sangre?
Tonterías. Habían matado a su madre. Sospechar de ella un engaño resultaba absurdo.
Al final, Eph rezó para que ambos tuvieran la integridad y la entereza que siempre habían poseído.
—Quiero hacerlo —dijo Eph—. Actuemos simultáneamente en ambos frentes.
Todos eran conscientes de que acababan de dar el primer paso de un plan extremadamente peligroso. Gus se mostraba vacilante, pero aun así parecía dispuesto a aceptarlo. El plan representaba una acción directa, y, al mismo tiempo, estaba ansioso de darle a Eph la cuerda suficiente para que se ahorcara con ella.