—¿Para qué? ¿Va a sustituirme él? —habló entre los gruñidos de su estómago.
—No creo... me parece que va a salir a tomar algo.
—Joder. El ya ha salido a desayunar... no es justo, se va a enterar.
Se levantó hecha una furia y miró por la ventana de la oficina, Dani estaba en la puerta de la nave colocando unas cajas... ¿Cajas? Si ellos no recibían cajas, recibían vallares de cristal, pero no cajas... ¿Qué demonios...? Salió de su oficina y esquivó vallares, maquinaria y empleados, con Antonio siguiéndola muy de cerca.
—Niña, vas muy deprisa, te vas a chocar con algo —comentó el "Abuelo". Era el empleado más viejo de la empresa, llevaba su mono azul y su eterno palillo masticado entre los dientes.
—No te preocupes por mí, preocúpate por la "persona" contra la que voy a chocar —respondió mirando a Dani.
Cuando llegó hasta la entrada la furia asesina que sentía se había multiplicado por dos al igual que los rugidos de su estómago. Todos, absolutamente todos habían desayunado menos ella.
—Dani, escucha...
—Mira quién ha venido —cortó sonriendo Dani mientras sacaba cables de una caja tan feliz como un niño con zapatos nuevos.
—Hola, preciosa —dijo Alex dirigiéndose hacia ella.
Luka se quedó clavada en el sitio, estupefacta. ¿Qué carajo hacía Alex allí? Y lo que es más, ¿por qué se dirigía hacia ella con esa sonrisa? ¿Es que no se daba cuenta de que estaba en su puesto de trabajo? Joder.
Cuando la tuvo a su alcance deslizó una mano por su cintura y Luka botó. Literalmente.
—¿Qué haces tú aquí? —dijo alejándose bruscamente de la mano indiscreta.
—He venido a traer las cosas —contestó Alex sonriendo y acercándose de nuevo.
—¿Por qué aquí? —Luka dio un par de pasos atrás.
—Yo se lo dije —se metió Dani; viendo la cara de Luka no estaba seguro de si ésta no le daría un mordisco al vampirito.
—¿Tú...?, eh... —Luka señaló con un dedo a Dani—, Ah... Dani, tenemos que hablar, acompáñame a mi oficina —dijo intentando mantener la compostura—, esto... Por favor.
—Pensábamos ir a tomar un café, te he llamado para que vinieras con nosotros —intentó distraerla su amigo.
—Ahora. A mi oficina, por favor. —Luego se giró hacia Alex—, Esto... muchas gracias por traer las cosas... luego te escribo, ¿vale? —Cogió a Dani del codo y lo llevó más o menos a rastras hacia la oficina.
—Ahora vuelvo... —gritó Dani sobre su hombro a un Alex demasiado atónito como para reaccionar.
El portazo al cerrar la puerta de la oficina reverberó en toda la nave. Alex y los empleados miraron hacia las ventanas, tras ellas Luka hacía aspavientos con los brazos mientras Dani se apoyaba en la mesa y miraba hacia las ventanas señalándolas con un gesto de cabeza. Luka se volvió de golpe y bajó las persianas, los trabajadores se miraron unos a otros encogiéndose de hombros y volvieron a sus ocupaciones, todos menos uno. El vejete con el mono azul y el palillo entre los dientes se quedó parado donde estaba mirando detenidamente a Alex.
—Caray —dijo.
—Caray —corroboró Alex.
—Me temo que van a tardar un rato...
—Un rato largo... —asintió Alex extrañado. ¿Qué demonios había pasado?
—¿Un cigarrillo? —ofreció sacando del bolsillo un paquete de tabaco tan arrugado como él mismo.
—Bueno.
—¿Cómo has podido? —preguntó furiosa a la vez que bajaba las persianas.
—¿Cómo he podido qué?
—¿Por qué le has dicho que dejara aquí las cosas? —exclamó señalando la nave.
—Porque era el mejor sitio.
—Podías haberle mandado a Estampa directamente, eso hubiera sido lo más lógico. —Luka se apoyó en la pared y se cruzó de brazos.
—En estampa no podemos entrar a montar hasta mañana. ¿Qué te hace pensar que le hubieran dejado descargar allí el material hoy?
—Pues podías haberlo mandado a otro sitio. —Se separó de la pared y caminó los dos metros de oficina.
—¿Por qué?
—¿Por qué? Pues porque ahora sabe también dónde trabajo. —Se paró de golpe y alzó las manos enfadada.
—¿Y qué?
—Que mi trabajo es sagrado —se llevó las manos a la frente para frotársela con fuerza.
—No digas tonterías.
—No son tonterías. Este es mi... mi lugar, mi sitio. Nadie sabe dónde trabajo. O al menos nadie lo sabía. —Se abrazó a sí misma mientras le miraba.
—¡Por favor! Todos sabemos dónde trabajas. Joder, trabajas conmigo.
—No. Lo saben mis amigos y mi familia. Nadie más. Y ahora lo sabe él —dijo señalando afuera nerviosa—. Has dejado que traspase el límite de lo personal y lo has metido en lo profesional. Sabe dónde vivo y dónde trabajo. ¿Qué será lo próximo? ¿Darle mi teléfono, decirle dónde viven mis padres...?
—¿A qué coño viene todo esto, Luka? ¡Yo no le he dicho dónde vivías, has sido tú sólita! Y además es que no sé qué tiene que ver... joder. ¡Estás perdiendo el norte!
—No lo entiendes. —Dejó caer las manos y se desplomó sobre una silla.
—No. No lo entiendo.
—Déjalo. —Apoyó los codos en la mesa y hundió la cara entre las manos.
—No. Cuéntamelo.
—¿Qué pasara cuando todo se vaya a la mierda? —Le miró por entre los dedos.
—¿Qué?
—Ya sé que yo lo metí en casa, pero aún tenía mi trabajo y quería mantenerlo aparte. —Ahora miraba a la mesa—, ¿Dónde iré si también conoce el lugar donde trabajo?
—Dónde te esconderás, querrás decir. Vamos, no seas tonta, no va a pasar nada.
—Tienes razón —contestó desalentada—, no va a pasar nada porque no va a haber nada que pueda pasar. —Inspiró hondo y sacudió los hombros—. Perdona por haberte gritado. Tengo hambre y ya sabes que eso me enfurece.
—Pues entonces vamos, vente a desayunar con nosotros.
—No puedo, tengo mucho que hacer —dijo levantándose distante y dirigiéndose a la puerta.
—Ya lo harás luego, venga, le diré al abuelo que coja el teléfono y tome las notas, luego las pasas al programa y listo.
—Déjalo, tengo mucho que hacer. —Abrió la puerta—. Tráeme un bocadillo cuando vengas.
—Luka... vamos, te estás pasando tres pueblos.
—No —dijo firmemente plantada con la mano en el tirador de la puerta.
—No seas así, venga, que te está esperando para decirte hola —sonrió enarcando varias veces las cejas—. No puedes dejar al pobre vampiro sin su dosis de sangre.
—Prefiero seguir aquí con mi trabajo. —Le sostuvo la mirada, seria.
—Vamos, ha hecho esto por ti, ha conseguido los materiales por ti y ha venido hasta aquí en persona en vez de mandar a un transportista por ti.
—Yo no quiero que haga nada por mí, no quiero que venga aquí por mí y sobre todo no quiero que se introduzca más en mi vida. No te das cuenta, Dani, pero yo sé de lo que hablo... Empiezan así, poco a poco, hacen favores que luego no puedes devolver, entran en tu vida susurrando palabras de amor, aparecen de repente en el trabajo para ver cómo te encuentras y, cuando menos te lo esperas, zas —chasqueó los dedos—, te echan en cara los favores, te controlan en casa y te vienen a buscar al trabajo para que no puedas escapar. Y luego... —negó con la cabeza—. Estoy en mi horario de trabajo, tengo que trabajar y no permitiré que nadie cambie eso.
—Luka... no es él quien te dice que salgas a desayunar, soy yo quien te lo ordena, tu jefe. Nadie te va a controlar ni te va a imponer nada. Solo es un desayuno, café, churros... ya está, nada más.
—No. Le dije el domingo que no debería venir a mi trabajo y mira tú por dónde se ha buscado la vida para saber dónde trabajo... —Tenía los dedos blancos de tanto apretar el tirador.
—No ha hecho nada de eso, yo le dije que viniera aquí en cuanto mencionó que tenía las cosas.
—Me parece muy bien —dijo sarcàstica—, y como ha sido tan sumamente amable creo que lo mínimo que puedes hacer es ir al bar e invitarle a un café.
—Sabes que no tienes razón. ¿Te vas a poner cabezota?
—Sí.
—Vale, tú misma, tía, pero estás siendo más estúpida de lo normal —contestó Dani enfadado saliendo por la puerta.
—Y que lo digas, he sido verdaderamente estúpida, pero esto se acaba, aquí y ahora —dijo entre dientes cerrando la puerta.
No tenía razón y lo sabía, pero no podía evitarlo. Después de leer el correo de Alex le había estado dando vueltas al asunto toda la noche... se estaba metiendo demasiado, le importaba demasiado... y ahora esto. Había que cortarlo de alguna manera.
Alex estaba hablando —más bien escuchando— con el abuelo que, por lo que parecía, tenía que haber sido como poco miembro de la C.I.A. ¡Demonios! Este anciano sabía todo de todos... era una enciclopedia parlante. Le contó sobre el "amable" Gabriel y su trato despótico hacia los empleados y hacia Luka, sobre el hijo del cuñado del amigo del cortador que estaba estudiando en la misma clase que la amiga de la hermana de no sé quién del gobierno, sobre la máquina de cortar cristal que había costado
chorrocientos
millones y se atascaba por culpa del montador, que era primo del jefe y había conseguido el trabajo por "dedo" y así iban las cosas... Cuando vio aparecer a Dani suspiró aliviado...
—Nos vamos a tomar algo, abuelo, vigila que todo marche bien. —Se introdujo Dani en el descanso para respirar de la conversación del arrugado personaje.
—Sí, sí. Claro. Le iba a contar a tu amigo cómo eran las cosas antes, cuando...
—Sí, abuelo, "ningún tiempo pasado fue mejor" —dijo dándole unas palmaditas en la espalda—. Vamos, Alex.
—Alex se apresuró a seguir a Dani. Salieron en silencio de la nave y se dirigieron a la cafetería de la esquina.
—¿Y Luka? ¿No viene?
—Me ha dicho que está muy liada y no puede.
—Aps. ¿Se ha enfadado?
—¿Te dijo expresamente que no vinieras a la nave? —Le miró Dani con el ceño fruncido.
—Mmh, cuando le pregunté la dirección mencionó que te preguntara a ti... y no sé, quizá dijo que este no era el mejor lugar... ¿Por qué?
—Está enfadada. No le gusta que se mezcle el trabajo con su vida personal.
—¿Su mejor amigo es su jefe y no quiere mezclar el curro con su vida privada? No me jodas.
—No te jodo... sólo te lo cuento.
—Vale.
Una vez en la cafetería pidieron sus respectivos cafés y el bocadillo de Luka. Hablaron sobre la mejor manera de montar la exposición hasta que Alex se ofreció a ayudarles y Dani se negó en rotundo.
—¿Por qué no? Entiendo de "cables", no es por nada y tengo tiempo libre por las tardes. —Más o menos... no es que le sobrase mucho tiempo pero ya lo conseguiría.
—Porque esto es algo que tenemos que hacer nosotros, tú ya has hecho mucho consiguiéndonos los materiales, pedirte más sería demasiado.
—Y una mierda. Ofrezco mi ayuda, no me la pides. Así que venga.
—Mira, si quieres ayudar a mí me parece perfecto, cuanta más gente mejor, pero, a ver... es que no sé si a Luka le va a hacer gracia, ella no quiere que te metas en su trabajo y, sinceramente, no sé cómo se lo tomaría si te metieras más en este proyecto... ella es... —buscó las palabras adecuadas— muy celosa de su intimidad. Cuando hicimos la lista no creo que se diera cuenta de todas las cosas que nos ibas a proporcionar, si se hubiera coscado no lo hubiera permitido... Lo cierto es que a mí también se me fue un poco la mano con el entusiasmo... y, bueno, los dos te estamos muy agradecidos, pero... a Luka no le hace gracia deber favores a nadie —comentó con los hombros caídos.
—Nadie me debe nada —protestó Alex enfadado.
—Ya lo sé. —Dani se mesó el pelo nervioso—. Es algo largo de contar y, bueno... de verdad es que te agradezco muchísimo lo que estás haciendo, lo cierto es que va a tener otro aspecto con todo este material. —Intentó llevar el tema hacia otros derroteros.
—Seguro que la exposición es un éxito. ¿Imagino que podré visitarla cuando esté abierta al público, no? —preguntó a la defensiva, entre irónico y enfadado.
—Claro que sí, seguro. — ¿Seguro? Había oído las últimas palabras de Luka, y no auguraban nada bueno.
Alex leyó en el lenguaje corporal de su compañero que no estaba seguro de nada y decidió apostarlo todo a una carta.
—A ver si me aclaro, Dani, porque te juro que ahora mismo estoy perdido —dijo Alex masajeándose el puente de la nariz—. Luka y yo pasamos un fin de semana perfecto y yo, ingenuamente o precipitadamente, no te lo niego, me he hecho algunas expectativas. —Alex movía las manos dando énfasis a cada palabra—, Y hoy me ve y no solo no me habla, sino que te llevas tú una bronca.
—Eh, yo no me he llevado ninguna bronca.
—¿No? Pues no parecía estar dándote las gracias en la oficina.
—Sólo hemos tenido un intercambio de opiniones.
—¿Con gritos incluidos? No. ¿Sabes lo que pienso, Dani? Pienso que algo ha pasado, pero no sé el qué. Creo que no os caigo mal, ni a ti ni a los demás, así que imagino que lo que sea que se le pase por la cabeza a Luka no tiene nada que ver con la opinión que os hayáis formado de mí. —En ese momento tiró el anzuelo—. Pienso que a ella le ha pasado algo hace tiempo, algo que no tiene nada que ver conmigo, pero que no sé por qué se está metiendo en medio.
—Eso son chorradas —Dani se puso alerta.
—Cuéntame qué pasa —presionó Alex.
—No pasa nada. —Dani hizo ademán de pagar la cuenta.
—¿Es por el tal Vinagres? —Viendo que se le escapaba el pez, Alex quemó sus naves.
—¿Tú qué coño sabes de eso? —respondió Dani crispado.
—Nada —mintió—, Luka mencionó su nombre un par de veces unido a la palabra controlar... y yo solo estoy atando cabos.
—Joder. Eso no es asunto mío, ni tuyo, ya puestos.
—Échame un cable, Dani.
—Mierda. —Dani lo miró fijamente intentando leer en su cara—. Mira... —suspiró y tomó una decisión—. No le preguntes qué va a hacer, ni dónde va a estar, ni a qué hora va a llegar; de hecho jamás le pidas explicaciones sobre nada, no digas ponte este pantalón o aquel vestido, no coloques los trapos de cocina, ni las toallas del baño ni nada según tamaños y colores, ni hagas planes para nada, lo que surja que sea en el momento. Jamás catalogues nada de lo que tiene y sobre todo no la llames por teléfono. Jamás.
—¿Por qué?
—Querías un cable, bien, te lo estoy echando, pero no me pidas explicaciones.
—Es que no lo entiendo —mintió, no lo comprendía todo, pero sí se hacía una pequeña idea—. A mí jamás me ha dado por preguntar, pedir explicaciones u ordenar lo que no es mío, es cuestión de sentido común y educación, pero lo del teléfono es absurdo. Se lo pedí el otro día y no me lo quiso dar y ahora tú me adviertes de que no la llame jamás...