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Authors: Noelia Amarillo

Tags: #Erótico

Falsas apariencias (31 page)

BOOK: Falsas apariencias
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—Mmh... —Se lo pensó una milésima de segundo, lo cierto es que tenía muchas ganas de ver el sitio—. Vale, si es así no hay problema.

—Te va a encantar. Ya verás.

Luka entró en casa, vació la mochila y se dispuso a alimentar a sus niñas.

Alex se apoyó en la encimera de la cocina y esperó. Esa noche la pasarían íntegra en su ático... él había dicho que volverían... pero no cuándo.

Había sido una buena semana. El sábado pasado recibieron la visita de Dani y Cía. Cada uno de los amigos había llevado algo, Pili un par de tortillas, Javi un par de cajas de cerveza, Ruth canapés calientes y Dani... bueno, Dani se llevó a sí mismo que era más que suficiente. Por lo demás la tarde discurrió entre risas y algún que otro intento de seducción a Dani por parte de Alex. No muchos, una mano en el muslo en un momento determinado, un brazo sobre los hombros en otro, alguna que otra confidencia al oído. Estaba todo orquestado: cuando Luka se tocaba los labios significaba que se iba a dar la vuelta con cualquier excusa y entonces Alex sacaba la artillería pesada, al principio Dani no le había dado importancia, cosa que a Luka le sentó fatal, así que llevó a Alex a la cocina y le ordenó que hiciera... Alex se quedó de piedra y se negó, Luka le recordó el tatuaje que Dani supuestamente había visto y el intento de seducción para
menage a trois
y Alex salió decidido de la cocina —al estilo del toro cuando ve un trapo rojo—, se sentó en el sillón al lado de Dani y esperó... cuando Luka volvió a tocarse los labios, Alex atacó. Se acercó hasta que su muslo se apretó contra el de Dani y luego, inclinándose muy ligeramente sobre su oído, susurró:

—¿Te gustaría ver cómo ha quedado la nueva cama de mi dormitorio en el ático? —Joder, casi escupió las palabras, pero lo había logrado, más aún sabiendo que Dani tenía conocimiento de lo de su cama de dos por dos metros en la habitación de los espejos.

En ese momento Luka se volvió y Alex aprovechó para separarse a una distancia prudencial y guiñarle un ojo. Dani no sólo estaba perplejo, sino colorado como un tomate, algo que Alex jamás habría imaginado ver. La noche trascurrió sin más incidentes, siempre y cuando no contasen como tales la fobia de Dani a sentarse cerca de Alex y su repentina mudez, mudez que dejó a todo el mundo alucinando —Ruth incluso le puso una mano en la frente preocupada por si estaba enfermo, pero no, no tenía fiebre—. Cuando todos se fueron, las carcajadas de los dos compinchados se oían por todo el bloque y, cómo no, la Marquesa se enfadó y lo hizo saber a través de radio-ventana.

Durante el resto de la semana, Alex puso en marcha un plan bastante ambicioso y que esperaba diese sus frutos. Se había propuesto introducirse paulatinamente en la rutina de Luka o al menos todo lo lentamente que su escasa paciencia le permitía. Decidió mandar un
e-mail
cada noche, y el martes —al principio decidió intentarlo un día a la semana— la invitó a comer en la cafetería del polígono —un sitio neutral, nada romántico y lleno de obreros—. Para su sorpresa, Luka aceptó. La comida fue perfecta, amena y divertida y se despidieron con un beso que le valió a Alex una noche de sueños y una erección dolorosa. La próxima semana volvería a intentar comer con ella y, si volvía a aceptar, en un par de semanas subiría a dos días. A ver si había suerte. Las tardes, sin embargo, resultaron sumamente frustrantes ya que Luka salía pitando del trabajo a Estampa para montar la exposición. Alex se planteó ofrecer de nuevo su ayuda, pero al final decidió que eso podría considerarse acoso y aceptó como buenamente pudo la ausencia de su chica.

Luka terminó sus tareas y se fueron al ático dando un paseo; al fin y al cabo estaba a escasos quince minutos de distancia y, por qué no decirlo, Alex estaba deseando pasear con ella agarrados de la mano. Era una idiotez y una cursilería, pero le hacía ilusión... ¿Qué pasa? ¿No puede tener un hombre una pizca de romanticismo?

Luka al principio se sintió asombrada cuando él tomó su mano, eso era cosa de adolescentes no de adultos, pero qué demonios, se sentía en la gloria, así que la mano se quedó donde estaba.

Durante el camino charlaron sobre la exposición, habían trabajado muchísimo en ella los tres, Ruth había gestionado cada problema, Dani había iluminado cada cuadro y ella misma había montado cada marco, y el resultado era inigualable. Al día siguiente a las seis de la tarde se abriría al público. Todos estaban muy nerviosos, Ruth seguía en Estampa, pero Dani y Luka habían preferido escaparse ese día para intentar calmar los nervios.

Luka respiró hondo, nunca había invitado a nadie a ninguna de las exposiciones que montaba. A nadie excepto a sus amigos y su familia, pero claro, éstos no contaban. Sus padres seguían en la playa —la suerte del jubilado— y su hermano estaba en Bilbao con su mujer, así que imposible que viniera... miró a Alex y se preguntó si su Drácula particular estaría igual de interesado que el "aliño de ensaladas" en sus exposiciones, o sea, NADA. En fin... como siempre decía: el "no" ya lo tenía...

—¿Vas a venir mañana a la inauguración? —preguntó interesada.

—Por supuesto, ¿a qué hora tenemos que salir de aquí? —contestó él dándolo por sentado.

—Eh... — ¡genial!—, se abre al público a las seis, nosotros deberíamos estar sobre las cinco como mucho, así que tenemos que salir de casa a las tres y media más o menos.

—¿Una hora y media para llegar a la calle Gregorio Marañón? —Ese trayecto se hacía como mucho en media hora, pensó atónito—. ¿No crees que es un poco exagerado salir tan pronto?

—Bueno, es que... — ¡Qué narices! Era su vida y la dirigía como quería, si a él no le gustaba que no fuese. Inspiró, exhaló y se lanzó—. Mar y su abuela van a venir conmigo en el coche. —Lo miró fijamente.

—Perfecto, así las conozco —respondió Alex sonriendo, otro punto a su favor, si conocía a su ahijada y se la ganaba para su causa, tendría el camino mucho más fácil.

—¿Sí? —Luka se quedó plantada en el sitio. ¿No le importaba? Es más, ¿le parecía bien? Increíble, quería ir a la galería de arte y además le parecía bien que fueran con más gente. Impresionante.

—Por supuesto. Es alguien importante para ti, tú eres importante para mí,
ergo
Mar también es importante para mí. Es lógico que quiera conocerla, ¿no crees? —Y no solo conocerla, era indispensable caer bien a la cría... no creía que tuviera muchos problemas, se solía llevar bien con los niños.

—Eh... visto así... es lógico. —Pasmada, le acababa de dejar pasmada. ¿Ella era importante para él? Lo miró con los ojos entrecerrados... ¡Ni de coña! Estaba claro que el pobre llevaba tanto tiempo sin follar, doce días, para ser exactos, los mismos que ella, que haría lo que fuera por tener sexo esa noche... ¡Y ella también, qué carajo! Así que obvió lo absurdo de la "importancia" y dio por zanjado el tema. Mañana ya se vería.

—Ya hemos llegado —comentó Alex parando frente a un portal.

Luka observó asombrada, estaban frente a uno de los edificios más imponentes de la calle Retamas y él sacaba las llaves y abría la puerta del portal. ¡Tenía que estar montado en el euro para alquilar un ático ahí!

—¿Vives aquí? —exclamó asombrada.

—Por ahora. Lo he alquilado por seis meses prorrogables y con opción a compra. La verdad es que está tirado de precio, con esto de la crisis inmobiliaria los alquileres han bajado mucho y dentro de seis meses, si lo quiero comprar, seguro que se habrá devaluado, así que es una buena inversión.

—Pero... tiene que salirte por un ojo de la cara.

—No te creas. Novecientos al mes más comunidad y gastos de luz, agua y demás. No es tanto.

—Uff, yo pago trescientos noventa por mi piso y me cuesta Dios y ayuda acabar el mes.

—¡Vaya! No te he visto gastar apenas, por lo que me inclino a pensar que te pagan una mierda, quizá deberías plantearte pedir un aumento de sueldo a tu jefe.

—¿¡A Gabriel!? Le daría un ataque al corazón y en cuanto se recuperase me despediría... quita quita.

—Tú misma. Pero deberías imponerte un poco más, es sólo un gallito.

—Un frustrado.

—Un estirado.

—Tiene el palo de una escoba metido por el culo.

—Y el pene tan diminuto que nadie se acuesta con él.

—Ni pagando.

Se miraron y se echaron a reír. ¡Dios! Era una gozada meterse con su jefe en compañía de Alex.

Entraron a la finca, el portal tenía las paredes y el suelo forrados de mármol —o algo que se le parecía muchísimo— y el ascensor era más grande que la cocina de Luka. Alex pulsó el botón del último piso y aprovechó los escasos segundos del viaje para darle un beso abrasador, uno de estos besos que empiezan con un contacto brusco de labios y acaban en una lucha de lenguas. Uno de estos besos en los que las manos vuelan por el cuerpo del contrario buscando botones, cremalleras y piel. En definitiva, uno de esos besos que dejan insatisfechas a ambas partes cuando por avatares de la vida —o cuestiones de tiempo— las puertas del ascensor se abren. Con la respiración agitada salieron dando tumbos, chocándose contra las paredes sin dejar de besarse una y otra vez hasta llegar a la puerta del ático, allí se demoraron unos segundos mientras Alex deseaba fervientemente convertirse en pulpo para contar con seis brazos más, cinco para abrazar y acariciar a Luka y uno para buscar las puñeteras llaves, pero la naturaleza es severa e hizo al hombre con solo dos, por lo tanto no le quedó más remedio que separarse como buenamente pudo de su chica y buscar en el bolsillo —disminuido por la intromisión de su erección— las malditas llaves. No obstante, la naturaleza, además de severa, también es sabia y sensata, y al crear de esta manera al hombre obligó al semental a parar, lo que dio el necesario respiro al cerebro para reevaluar la situación.

Alex inspiró hondo. Se había propuesto esa misma mañana no tumbar a Luka en el suelo y hacerle el amor a la desesperada. Quería seducirla lentamente y, sobre todo, anhelaba compartir su hogar con ella, crear un hogar con ella y para eso era necesario enseñarle la casa y hacerle ver lo desangelada que estaba sin su presencia. Por tanto, se tranquilizó, recolocó su erección en los pantalones — ¡le apretaban considerablemente!—, abrió la puerta, la miró e improvisó.

Luka estaba acalorada, húmeda y totalmente dispuesta, por eso cuando Alex se separó y comenzó a rebuscar en sus bolsillos para a continuación abrir la puerta y mirarla sin mover un músculo, se sintió un poco intimidada. ¿Por qué no la hacía entrar, la tumbaba en el suelo y la follaba salvajemente?

Entonces él hizo lo único que ella jamás habría imaginado. Se agachó ante ella, pasó una mano por detrás de sus rodillas y la otra por su espalda, la elevó a pulso y cruzó el umbral con ella acurrucada entre sus brazos. Delicadamente. Dulcemente. Cariñosamente. Como una novia la primera vez que penetra en su nueva morada.

—Este es mi humilde hogar —comentó Alex en el vestíbulo mientras la dejaba en el suelo—. Acompáñame.

Y Luka lo acompañó.

Era increíble. Del vestíbulo salían dos puertas, una daba a un office tan grande como el dormitorio de Luka que a su vez daba a una cocina no muy grande, pero perfectamente equipada. El office lo dominaban una rinconera y una enorme mesa de roble y en la pared libre un armario de unos dos metros hacía de despensa. Salieron de nuevo al vestíbulo y atravesaron la otra puerta, daba un salón impresionante con un mueble de obra de pared a pared que contenía una televisión LCD de ni se sabe cuántas pulgadas, Alex aclaró orgulloso que la tele era de su propiedad... ¡Hombres! A ella lo que le impresionaba era el tremendo espacio que había a su alrededor, las paredes vacías y sin vida, el sillón impoluto, sin marcas de uso, el mueble solitario y desocupado. Adornos estériles e impasibles se perdían en su inmensidad, un par de figuritas de porcelana, algún libro elegante sin ninguna historia dentro que contar... ¡Qué frialdad! las paredes tan blancas, tan sosas, ¡tan aburridas!

El viaje continuó a través de un pasillo kilométrico de paredes igual de anodinas que el salón con cuatro puertas que rompían la rutina. Tres de ellas daban a unas habitaciones, y cada habitación era igual a la anterior, con una cama, una mesilla y un armario empotrado. En la que supuestamente sería la habitación de matrimonio, una puerta daba a un aseo del que lo mejor que podía decirse es que parecía esterilizado. ¡Qué insipidez! La última de las puertas daba a un cuarto de baño titánico, pero que en lugar de impresionar daba la sensación de que era como de hospital. Todo blanco. Cortinas blancas, paredes blancas, suelo gris. Un espejo, un armario, una estantería, una ducha con hidromasaje, un bidet y un retrete. Ninguna colonia, ni peine, ni nada. Sólo un dispensador de jabón y un juego de toallas blancas. Era monocromático. Luka miró a Alex entristecida. ¿Cómo podía vivir aquí?

—Bueno... está muy limpio y ordenado. —No se le ocurría qué decir.

—Es muy frío, ¿verdad?

—Un poco.

—El ático está mejor, lo he puesto a mi... gusto.

—Genial.

La guió de vuelta al salón hasta la escalera de caracol que había ubicada en una esquina y subieron. Luka no pudo evitar una exclamación cuando vio el ático, era... ¡descomunal!

—¡A que es increíble! —exclamó Alex con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Aja!

No le salían las palabras, "increíble" se quedaba corto. El ático era un espacio totalmente diáfano de unos cuarenta metros cuadrados, con todas las paredes forradas de espejo y el suelo de parquet. Se accedía a él por la escalera de caracol que quedaba justo en la esquina norte. En la pared oeste unas puertas cristaleras inmensas daban a una terraza casi tan grande como el ático, aunque completamente vacía. La pared sur estaba ocupada por una mesa de pie de mármol y superficie de cristal de al menos dos metros por metro y medio pegada a los espejos, la cama estaba ubicada en la pared que quedaba libre... si es que a esa monstruosidad se la podía llamar cama, colocada sobre un futón de estilo japonés apenas levantaba veinte centímetros del suelo, eso sí, medía por lo menos dos metros por dos; y por último, aunque no menos impactante, un sillón diván en piel blanca sin respaldo y con grandes apoyabrazos. Luka giró sobre sí misma incrédula, intentando abarcar todo en su cabeza.

—¡Vaya!

—¿Qué te parece? —preguntó Alex impaciente, con la alegría en la cara y una tremenda erección en los pantalones... ¡La de cosas que iban a hacer allí!

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