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Authors: Noelia Amarillo

Tags: #Erótico

Falsas apariencias (34 page)

BOOK: Falsas apariencias
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—¿Te apuntas a la responsabilidad? —exclamó sorprendida.

—Por supuesto —asintió Alex muy serio.

—¡Vaya! —Qué... inesperado. Estaba claro que Alex no se parecía en nada a cierto personaje de su pasado que siempre le hacía asumir sola las culpas y los problemas, aunque no fuesen causados por ella—. De todas maneras, no pienso preocuparme por ahora, como dice el viejo proverbio chino... si tiene solución para qué te preocupas, y si no la tiene para qué preocuparse...

—Yo creía que era árabe...

—Bueno, qué más da de dónde fuera. Anda, vamos, dormilón, que tenemos que salir pitando.

—¿Qué prisa tienes?

—Son las once de la mañana, mis niñas llevan solas toda la noche... me echarán de menos.

—¿No será el contrario? —contestó Alex remiso a separarse de la blanda tripita en que reposaba.

—Vamos, perezoso. ¿Qué más da quién eche de menos a quién? La cuestión es que tenemos que ducharnos e irnos a mi... — ¿Tenemos? ¿Irnos? ¿¡Qué demonios estaba diciendo!? El no tenía por qué acompañarla a casa ni nada por el estilo, no eran pareja... sólo estaban dando tiempo al tiempo, nada más—, pues eso, que me tengo que duchar e irme a casa a probarme ropa y tal —rectificó quitándoselo de encima y saliendo de la cama para dirigirse a la escalera.

—Espera. —Alex saltó de la cama como alma que lleva el diablo y la agarró por la muñeca—: ¿Qué ha pasado con el nosotros? —preguntó abrazándola por la espalda, intuyendo un distanciamiento que no le hacía ninguna gracia—. ¿No te apetece más una ducha en común, un buen desayuno de... lo que quiera que haya en la nevera, y luego un paseo hasta tu casa?

—Suena bien —contestó con la sonrisa iluminando su cara de nuevo.

—Pues pongámonos en marcha.

Se ducharon [entre otras cosas], desayunaron en el Lancelot (la nevera estaba vacía) y regresaron a casa de Luka. Mientras ésta se probaba mil y un vestidos Alex jugaba con las tortugas y la iguana a la vez que cantaba alabanzas al pase de modelos del que era valeroso espectador. Luka acabó decidiéndose por un ajustadísimo y cortísimo vestido negro con un escote de vértigo adornado por el precioso collar de cristales Swarovski; los zapatos de charol de tacón kilométrico y el pelo suelto y liso completaban su belleza. Comieron en el turco, Alex era incapaz de comer en un chino sin recordar a las tortugas comiendo los puñeteros gusanos con los palillos, pasaron por sus casas a vestirse y recogieron a Mar y a su abuela.

Alex se sorprendió ante la mirada cauta y sabia que le dedicó la niña. La saludó con un "hola, colega" y ella le devolvió un muy correcto "buenas tardes". Iba a ser más complicado ganársela de lo que había pensado. Una vez en el coche, el Carnival de Alex, iniciaron el viaje hacia la exposición. Alex bromeó con las mujeres mientras conducía, y Luka, gracias a Dios, inventó varias de esas bromas retorcidas tan típicas de ella para fastidiar a Dani fomentando el buen humor y las risas de Mar. Irene sonreía complacida mientras veía a su nieta inventar travesuras a diestro y siniestro junto a la pareja. El trayecto se les pasó en un suspiro. Cuando se quisieron dar cuenta eran las cinco menos cuarto de la tarde y estaban aparcando frente a la galería que exponía los cuadros de los "niños" de Ruth.

Allí estaban todos, Pili y Javi agarrados de la mano charlando con Ruth, Dani mostrando el montaje a Luis, los dueños de la galería alabando el buen hacer de los que habían montado el tinglado... Todo iba sobre la seda, aunque curiosamente Dani parecía evitar en todo lo posible quedarse al lado de Alex y mucho menos permanecer a solas con él. A todos extrañó su conducta menos a Luka que lo observaba ladina, y a Mar, que reía burlona cada vez que lo miraba a la cara... lo que dio pistas a Dani sobre la travesura que se estaba gestando a sus espaldas. Luka y Alex se iban a enterar, y si no, tiempo al tiempo.

Cuando se abrieron las puertas a las seis de la tarde estaban alegres y relajados, el ambiente era distendido y todo el mundo tenía una única cosa en la cabeza; vender todos los cuadros posibles y sacar el mayor beneficio para los ancianos con ello.

El público comenzó a fluir por la sala deteniéndose aquí y allá para preguntar el precio de un cuadro o comentar el delicado trabajo hecho por los inexpertos pintores. Poco a poco se fueron poniendo en los cuadros las etiquetas de "vendido". Los amigos caminaban por la estancia charlando con los posibles clientes y convenciendo a aquellos que estuvieran dudosos.

Eran alrededor de las nueve de la noche y en menos de media hora la galería cerraría sus puertas, cuando un frenético y excitado Dani se dirigió hacia el grupo de amigos.

—Ruth, no te lo vas a creer, alguien está interesado en comprar tres de los cuadros que quedan por venderse. Vamos, tienes que venir y ayudarme a convencerlo. Me ha preguntado por el cerebro de todo esto, esa eres tú, y me está preguntando por la labor social de la ONG, y, joder, yo no sé cómo explicarle cómo va la cosa, ni lo que hacéis, ni cómo vais a montar el viaje, ya sabes que cuando se trata de hablar en serio no se me da nada bien. Vamos, no vaya a ser que se vaya, date prisa, ven, a qué esperas... ¡Tres de golpe! ¡Dios! Va a ser todo un éxito. Vamos, no te retrases.

—Voy, voy.

Ruth acompañó risueña al nervioso Dani, seguida muy de cerca por los demás... a todos les comía la curiosidad por ver quién era el que iba a comprar tantos cuadros de una sola tacada. Se detuvieron ante una espalda impecablemente cubierta con un traje a medida sobre el que resaltaba una coleta de pelo rubio y liso larga hasta la cintura. Dani se acercó a esa espalda tirando de la muñeca de Ruth...

—Ruth, quiero presentarte al señor Sierra.

La espalda se giro al oír su nombre, pertenecía a un tipo altísimo, un hombre joven de alrededor de treinta años con una cara que los mismísimos Ángeles habrían envidiado, unos ojos azules que parecían penetrar en los pensamientos de los demás y un cuerpo que superaba con creces en belleza al David de Miguel Ángel. Miró a Ruth de arriba abajo y sonrió...

—Ruth avestruz... encantado de verte de nuevo —saludó alzando una ceja, burlándose de ella.

—Marcos cara de asco... qué placer más repugnante —respondió Ruth sin pensárselo dos veces.

—¡Vaya!... eres tú... ¿Marcos? —intervino Luka alucinando.

—Sí, y tú eres... —entornó los ojos, recordando— Luka la loca, ¿verdad?

—Mira qué gracioso. Si su asquerosidad me disculpa, me temo que el aire se ha tornado irrespirable, así que con gran placer me retiro de su presencia. Vámonos, Ruth, que aquí apesta —dijo Luka empujando sin querer a un Alex flipado que no atinaba a decir palabra, haciéndole chocar contra Pili que estaba justo detrás, distraída como de costumbre, rebuscando en su bolso un chicle que suponía haber guardado antes de salir de casa.

—Ey, cuidado, Luka. —En ese momento cayó en la cuenta de que había alguien nuevo con ellos—. Hola, soy Pili —se presentó totalmente en la inopia.

—¿Pili la repipi? Increíble, veo que seguís siendo las tres mosconas inseparables —comentó Marcos irónico—, sólo falta Javi el Dandi...

—¿Algún problema? —preguntó Javi en ese tono de voz bajo y amenazador que usaba cuando estaba algo más que ligeramente irritado. Hacía años que los dos ex-amigos no se veían y Javi había cambiado muchísimo desde la EGB. Ahora medía casi dos metros de altura, y metro y medio de espaldas, y sobre todo tenía una memoria prodigiosa.

—Me lo tenía que haber imaginado... está el grupito al completo —respondió Marcos sin amilanarse ante Javi, él también había cambiado, también era grande, y también tenía buena memoria, aunque en estos momentos toda su animadversión se centraba en Ruth. No entendía el porqué de la mirada amenazante de Javi, al fin y al cabo llevaba sin verlo muchos años.

—El aire cada vez es más irrespirable, me largo —dijo Luka.

Se dio la vuelta y se fue dando grandes zancadas hacia la otra punta de la exposición a la vez que abrazaba a Ruth por los hombros. Pili no se lo pensó dos veces y con una mueca de asco se giró y salió tras ambas, poniéndose al lado de Ruth, quedando ésta en medio de sus dos mejores amigas. Alex y Dani se miraron y luego dirigieron la mirada a Javi, que seguía mirando fijamente al tipo nuevo con una cara que no dejaba nada a la imaginación. Quería golpearle, machacarle las costillas y luego escupirle en la cara. Javi podía olvidar muchas cosas, pero ver a Ruth llorando en una cama del hospital era una de esas imágenes que jamás podría borrar de su cerebro.

—Vamos, Javi, que se nos escapan las chicas... —dijo haciendo señas hacia las amigas, que en esos momentos estaban al otro lado de la galería.

Javi no dijo ni pío, se giró y se marchó. Dani y Alex se miraron encogiéndose de hombros. ¿Qué coño había pasado?

La exposición terminó al poco tiempo, el público despejó lentamente la sala hasta que solo se quedaron el grupo de amigos y los dueños. Estaba siendo un éxito, si seguían a ese paso el domingo se venderían los cuadros que aún quedaban. Ruth y Dani prometieron regresar al día siguiente para reordenarlo todo.

Cuando por fin dejaron a Irene y Mar en su casa eran casi las dos de la madrugada y la niña bostezaba sonoramente mientras entraba en el portal. Luka sonrió satisfecha, al día siguiente era el cuarto domingo de mes y vería a su ahijada a solas. Estaba deseando hablar con ella, de la expo, de Alex, de todo en general.

—Bueno, pues ya está. Estarás contenta, se han cumplido con creces las expectativas —comentó Alex conduciendo el coche.

—Sí, ha sido magnifico. ¡Dios! ¿Te lo puedes creer? —gritó dando palmas entusiasmada—. ¡Ha sido increíble! Joder.

—Sí que lo ha sido. Y por cierto... ¿qué mosca os ha picado con ese tal Marcos?

—¿Marcos cara de asco? Bah, es un gilipollas que conocimos en el colegio —dijo quitándole importancia.

—¿Y desde entonces os profesáis tal odio?... Porque caray, pensé que Javi iba a liarse a puñetazos con él.

—Lástima que no lo hiciese.

—¡Luka! No conocía esta faceta tuya tan... agresiva.

—Bueno... son temas pasados —contestó para luego zafarse con otro tema—. ¿Vamos a mi casa?

—¿No prefieres pasar la noche en mi mega-cama?

—Mmh... tengo que alimentar a mis niñas y mañana salgo temprano para desayunar con Mar.

—Ains, cierto, es cuarto domingo de mes... pues entonces no se hable más, a tu casa directos, aprovecharemos hasta el último segundo.

Capítulo 18

Domingo 23 de noviembre de 2008

Eran más de las doce del mediodía cuando Luka apareció en casa de Irene. Se le habían pegado ligeramente las sábanas pero como comprobó al ver a Mar en pijama, no había sido la única en quedarse dormida. Irene le ofreció un café y ambas mujeres se sentaron alrededor de la mesa de la cocina para saborear sus respectivas tazas, y sobre todo para comentar el día anterior.

Irene estaba encantada con la velada, se había sentido muy a gusto con los amigos de Luka, especialmente con Alex. "
Parece un muchacho muy agradable y atento",
comentó como quien no quiere la cosa. "
Tiene pinta de persona honrada y trabajadora
", apuntó, no fuera a ser que Luka no lo hubiera notado,
"ha estado muy pendiente de ti toda la noche, sin separarse de tu lado y atendiendo todas tus necesidades
", aseveró Irene apretando con una mano el brazo de Luka, como indicando que no fuera tonta. Luka se mordió el labio, pensativa. ¿Qué necesidades?

A veces Irene le recordaba a su abuela, midiendo a las personas por un rasero práctico e intuitivo que por desgracia hoy en día estaba pasado de moda; daba igual que el hombre fuera guapo o feo, que estuviera forrado o fuera más pobre que las ratas, lo que importaba eran todas esas cualidades que no se veían a simple vista y que Irene tan poco disimuladamente había descrito.

Para cuando Mar apareció vestida en la cocina, Luka estaba casi a punto de creerse "princesa de cuento de hadas pretendida por príncipe azul maravilloso"... ¡Por favor! Dando gracias al cielo por la interrupción de la campaña "Tomen a Alex por marido" emprendida por Irene, Luka cogió su bolso, besó a la abuela en las mejillas y, tomando de la mano a Mar, salió de la cocina.

Una vez abajo se montaron en el coche en dirección al centro comercial Tres Aguas. Durante el trayecto comentaron las clases de Mar y sus exámenes, intentando, en interés de la seguridad vial, no tocar temas "complicados" hasta aparcar en el parking.

—A la abuela le ha caído muy bien Alex —comentó Mar al bajar del coche.

—¿Y a ti te cae bien?

—Bueno, mal no me cae —dijo estirándose el jersey.

—Vaya. Ni sí, ni no, ni blanco ni negro. —Luka miró a Mar dándole a entender que esa respuesta tendría que concretarla más.

—¿Vas a irte a vivir con él? —se zafó la niña.

—Qué va, ni siquiera me lo he planteado.

—¿Y si te fueras a vivir con él seguirías viéndome mis dos domingos?

—Si me fuera a vivir con él, que no es el caso, sí, seguiríamos pasando los domingos juntas, eso querida, a no ser que te fugaras a la Luna nadie podrá evitarlo —aseveró Luka muy seria.

—¿Segura? —Mar jamás pedía promesas, sabía de sobra que eran fáciles de hacer y fáciles de romper.

—Segurísima. De hecho, si te escaparas a la Luna, robaría un cohete espacial y te iría a buscar —dijo frotando la nariz contra la de Mar en un beso de gnomo.

—¿Hasta el infinito y más allá? —dijo Mar sonriendo, confiando plenamente en las palabras de Luka.

—Torciendo en la segunda estrella a la derecha y luego lodo recto hasta el amanecer...

—¡Hasta llegar al país de Nunca Jamás! —acabó Mar, que estaba convirtiéndose en una friki del cine igual que su tía Luka.

Pasearon durante toda la mañana, comieron en un italiano y devoraron un paquete enorme de palomitas en el cine. Al salir volvieron a recorrer el centro comercial; aunque todavía no había caído la tarde el frío impedía pasear por la calle. Miraban escaparates y comentaban la ropa que se comprarían cuando les tocara la lotería, porque una cosa era segura, les iba a tocar... aunque no jugaran nunca.

En ocasiones Mar enmudecía delante de algún escaparate y miraba fijamente el reflejo de Luka en el cristal, como si quisiera aprenderse sus rasgos de memoria; en otras aprovechaba la interacción del público para abordar preguntas que no se atrevía a formular directamente.

—Mira esa pareja, parecen enfadados —comentó Mar señalando a dos personas que discutían a gritos por el gasto en compras.

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