Falsas apariencias (35 page)

—Están dando el espectáculo, tú no hagas ni caso.

—¿Alex te levanta la voz alguna vez? —preguntó mirándola atentamente.

—No, cariño. Jamás.

—Ajá —asintió no muy convencida... todo era siempre de color rosa hasta que se volvía marrón mierda.

—Prueben este sillón de masaje anatómico, jamás se sentirán más cómodas y relajadas. Ahora está de oferta por el módico precio de... —Dejaron atrás a un hombre que vendía su mercancía a la puerta de una tienda.

—¡Vaya! —exclamó Luka—, sí que tiene que estar mal la cosa si los vendedores acuden a las puertas de los clientes...

—Es su trabajo, al fin y al cabo —contestó Mar encogiéndose de hombros—. ¿Alex trabaja?

—Sí, en una empresa familiar de componentes eléctricos.

—¿Es el dueño de su empresa? —preguntó Mar recelosa.

—No. Creo que la empresa pertenece a sus padres.

—O sea, que es el hijo del jefe —dijo expresando sin palabras su convicción de que eso ni era trabajar ni nada.

—Sí, pero ahora que está en Madrid va a dirigir la empresa él solo y tendrá que hacerlo bien, sino se irá todo al garete —advirtió Luka.

—Ya veremos... —Mar no dio su brazo a torcer.

—Espera a que nos limpien la mesa y nos sentamos a tomar algo —indicó Luka en una cafetería. La única mesa libre estaba llena de botellas y vasos.

—¿Alex bebe? —aprovechó para preguntar Mar.

—Alguna cerveza que otra, igual que yo.

—¿Alguna muy a menudo? ¿O alguna poco a menudo?

—Más bien poco, lo cierto es que solo le he visto tomar una o dos cervezas desde que le conozco.

—Le conoces hace poco tiempo. —No era una pregunta.

—Relativamente poco, sí. Pero... seamos francas, Mar. ¿Cuánto tiempo fue necesario para que tú supieras cómo era "El huesos" realmente? —preguntó Luka acariciándole la espalda, reconfortándola. Entendía los miedos de su niña, pero no iba a permitir que los extrapolara a Alex.

—En apenas media hora supe que era el mayor cabrón del mundo —bufó Mar, odiaba al "Huesos" con toda su alma.

—¿Y crees que Alex podría llegar algún día a ser como él?

—En principio no, pero la vida da muchas vueltas.

—Sí, mi cielo, pero por mucho que cambie todo, Alex no será una mala persona. Lo sabes, ¿verdad?

—Eso espero...

Eran cerca de las ocho de la noche cuando Luka indicó que era hora de ir a por la pizza ritual y acabar la tarde en casa. Estaban a veintidós de noviembre y para Luka eso significaba "apriétate el cinturón que ya estás a fin de mes". Imposible hacer nada más sin pedir un préstamo al banco... eso sí, con una pistola y una máscara, que los bancos no eran tontos y no daban un duro a los pobres.

Comieron la pizza en casa de Irene, le contaron cómo había ido el día y hacia las diez de la noche Luka se despidió de sus amigas con varios besos y muchos abrazos. Estaba abriendo la puerta del ascensor cuando sintió a Mar a su espalda. Se giró para preguntarle qué pasaba, pero no le dio tiempo a decir nada.

—Luka... sobre la pregunta que me hiciste...

—¿Qué pregunta, mi niña? —Habían hablado tanto que no sabía a qué se refería exactamente.

—Si me caía bien Alex.

—Ahh, ya recuerdo... Bueno, mal no te cae, ¿no? —recordó sonriendo.

—En realidad... me cayó muy bien... me pareció simpático y sincero... pero... ten cuidado, no te fíes. —Y regresó a su casa corriendo sin dar tiempo a Luka a contestar.

Lunes 24 de noviembre de 2008

Miércoles 3 de diciembre de 2008

Miércoles 10 de diciembre de 2008

Lunes 15 de diciembre de 2008

Alex oyó sonar el despertador, se dio la vuelta y se cubrió los oídos con la almohada, el puñetero trasto cada día sonaba más temprano. Sintió moverse la cama y contó para sí mismo... Uno, dos, tres... Alguien le quitó la almohada que le cubría la cabeza y le susurró al oído. —Vamos, dormilón, que ya es la hora. Se giró y miró a su despertador particular. Ahí estaba ella, radiante e infatigable. Se maravilló nuevamente de encontrarla a su lado; hacía dos semanas que había sucedido un milagro, Luka pasaba todos los fines de semana en su casa, de viernes a lunes, o más bien debería apuntar que pasaba las noches en su casa, ya que durante el día acudía, ambos acudían, a cuidar de sus bichitos y, aunque en fin de semana no le importaba en absoluto, bueno, no en demasía, el lunes le hacía polvo, ya que Luka no se quedaba tranquila yendo a trabajar sin haber pasado antes a alimentar y jugar con sus "niñas", lo que se traducía en despertarse una hora antes de lo necesario.

Se estiró perezoso mientras la veía vestirse a toda prisa y bajar la escalera hacia el baño. Suspiró, se imponía hacer algo con eso. Urgentemente.

Cuando por fin llegaron al trabajo de Luka eran exactamente las nueve menos cinco y Dani estaba en la verja de entrada, Luka sonrió y dio instrucciones a Alex, aún no habían llevado la venganza a término... Alex intentó hacerla entender que desde la exposición, Dani no sólo no se azoraba ante sus envites sino que se los devolvía con creces. Pero ella, como siempre, no le hizo ni caso, se lo estaba pasando demasiado bien con el juego. De hecho esa misma mañana había dejado en el maletero del coche la escopeta con el corcho que compró en el chino... Aunque aún no le había explicado qué pensaba hacer con ella y, todo sea dicho, a él casi le daba miedo preguntar para qué la iba a utilizar.

—Justo a tiempo —les comentó Dani según bajaron del coche—, me he dejado las llaves en casa.

—¿Y cuándo no? —indicó Luka dejando claro que Dani se olvidaba las llaves día si día también—. Os dejo, no vaya a ser que llame alguien —se despidió atravesando la nave mientras le guiñaba un ojo a Alex.

—En fin —dijo Alex cuando Luka desapareció en la nave—, ¿qué te parece si nos dejamos de chorradas?

—¿A qué te refieres? —comentó Dani indiferente.

—A que tú lo sabes, yo lo sé, y aunque Luka se empeñe en seguir el juego, yo me estoy cansando ligeramente.

—Lástima, porque me estaba divirtiendo bastante, cielo —contestó Dani pasándole un brazo sobre el hombro a Alex.

—Me lo imagino, querido, pero después de un mes de susurrarte cariñín al oído, se me está volviendo la lengua estropajo —rebatió Alex agarrando a Dani por la cintura.

—Ay, no me lo puedo creer, no lo sentías de verdad cuando me lo decías... y yo haciéndome ilusiones. ¡Qué decepción! —repuso Dani de forma amanerada y caricaturesca.

—"Siempre nos quedará París"... —terminó Alex poniendo morritos.

—Pudiera decirse —comentó Dani palmeándole la espalda— "que este es el comienzo de una gran amistad".

—Demonios, ¿cómo te enteraste de nuestra jugada? —preguntó Alex entre risas.

—Me lo empecé a imaginar al ver a Mar durante la exposición riéndose de mí cada vez que me miraba.

—¡Lo sabía! Nunca debimos contárselo —dijo guasón chasqueando la lengua—, sino llega a ser por eso, fijo que te hubiera tomado el pelo durante algunos meses más...

—¡Ni lo sueñes! Con la cara que ponías cada vez que nos quedábamos a solas y me susurrabas cosas al oído, no hubiera durado el juego ni un par de días más.

—¿Qué cara ponía? —que él supiera, había desempeñado muy bien su papel.

—La cara de alguien obligado a comerse un pomelo sin añadir una gota de azúcar.

—¡Dios! —exclamó Alex torciendo la boca, frunciendo el ceño y achinando los ojos en una expresión muy parecida a la que ponía al "insinuarse" a Dani.

Mientras los dos amigos, antes supuestos enamorados, se carcajeaban hasta llorar, Luka atendía el teléfono. Como siempre a primera hora, todo el mundo llamaba justo cuando ella tema a medio encender el ordenador y a medio colocar la mesa. Atendió un par de presupuestos al teléfono y respondió algunos
e-mails
de clientes cuando el teléfono sonó de nuevo, vio en el marcador de llamadas que era un número conocido, más exactamente el de Irene. Contestó intrigada, pues jamás la llamaba al curro.

—Dime, Irene, ¿ha pasado algo?... ¡Mierda! Será hija de puta. ¡Joder!, no, no llames a nadie todavía, déjame ir a verla y hablar con ella. Ya. Sí. Tendré cuidado. No te preocupes, verás como al final se lo replantea, sí. Le haré cambiar de idea, te lo aseguro. Sí. No te preocupes, voy para allá.