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Authors: Noelia Amarillo

Tags: #Erótico

Falsas apariencias (36 page)

BOOK: Falsas apariencias
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Alex y Dani seguían haciendo el tonto en la verja cuando vieron llegar a Gabriel con su peluquín al viento y su barriga bamboleante. Pusieron cara seria y se empezaron a despedirse antes de que "el jefazo" montara el pollo por ver a Dani fuera de su puesto de trabajo. En ese momento apareció Luka por la puerta, sin chaqueta, con las manos que agarraban el asa del bolso tan apretadas que tenía los nudillos blancos, la cara pálida y la mirada perdida y enfadada a la vez.

—Me largo —gritó cuando pasó ante ellos.

—¿Adonde crees que vas, Luka? No son ni las nueve y cuarto, no puedes irte —regañó Gabriel señalándola con un dedo y agitando la cabeza con el peluquín viento en popa a toda vela.

—¿Apuestas algo? —repuso ella buscando su coche que, por supuesto, no estaba, pues había venido en el de su chico— ¡Mierda! Alex, déjame las llaves del coche.

—Mejor te llevo yo.

—¡A mí no me hables así! —vociferó Gabriel exasperado—. ¡Si se te ocurre irte, date por despedida! Hasta ahí podíamos llegar.

—Gabriel... me voy —contestó lanzándole una mirada que lo dejó clavado en el sitio—. Vámonos, Alex.

—¿Adónde vamos? —preguntó éste subiéndose en el coche y arrancándolo.

—Cerca de la calle Huertas, yo te guío.

—¿Qué ha pasado?

—Nada. Tú sólo llévame.

Alex guardó silencio consciente de que Luka necesitaba unos momentos para serenarse. Ella le iba indicando la dirección con palabras que medio escupía, las manos tamborileando sobre el bolso que tenía en las rodillas y la mirada fija al frente, mirando sin ver. De vez en cuando dejaba escapar algún exabrupto y cerraba los puños de golpe, para luego volver a abrirlos y seguir golpeando el bolso. Una vez en el centro de Alcorcón Luka le indicó la calle.

—Es aquí, para un momento en doble fila, que me bajo.

—Espera un momento.

—Luego hablamos, ¿vale? —rogó agarrando la manija de la puerta.

—No. Hablamos ahora —contestó sin parar ni reducir la velocidad del coche—. ¿Qué ha pasado?

—Para aquí.

—NO. ¿Qué ha pasado?

—Nada que te incumba. Para de una vez, tengo prisa.

—NO. Cuéntame qué ha pasado o te juro por lo más sagrado que no paro.

—Me tiro en marcha —amenazó ella.

—Ni de coña. —Alex pulsó el botón de cierre automático de las puertas, impidiéndole abrir éstas desde dentro—. ¿Qué ha pasado?

—Me ha llamado Irene. No pasa nada, sólo que Enar ha ido a ver a Mar.

—Y una mierda. —Alex vio sitio para aparcar y estacionó, pero sin pulsar el botón que permitía abrir las puertas—. ¿Qué ha pasado realmente?

—Ya te lo he dicho.

—Hay algo más —sujetó las manos de Luka entre las suyas, dándole apoyo y a la vez presionándola—, dímelo, puedes contar conmigo. Lo sabes.

—Mierda. —Luka volvió la cara hacia la ventanilla, intentando calmarse un poco y evitando su mirada—, Enar ha ido a ver a Mar a la entrada del colegio, ha cogido a la niña y se la ha llevado.

—¿Para qué? Creía que a su madre le traía sin cuidado la suerte de Mar.

—Le ha pedido a Irene dinero a cambio de Mar.

—¡Dios! —La miró suspicaz y asustado a la vez—, ¿Qué pretendes hacer?

—Ir a ver a Enar y hacerla entrar en razón —contestó ella tranquilamente.

—¿Y crees que te va a hacer caso? —Entre lo poco que había leído sobre Enar en el diario y lo mucho que intuía al haber tratado a Mar, una cosa tenía clara, no se fiaba de esa mujer ni un pelo—, ¡No me jodas!

—Voy a intentarlo, sino llamaré a la policía y que ésta se ocupe, Irene tiene la custodia legal y Enar no puede hacer nada contra eso, pero antes de llegar a ese extremo voy a intentar hablar con ella. —Se mordió nerviosa los labios—. Quiero evitar a Mar el trago de que tenga que ir la policía a sacarla de casa de su madre.

—Está bien. Vamos.

—No. Voy yo sola, tú vete a hacer lo que tengas que hacer, esto es cosa mía.

—Ni loco. Te acompaño.

Luka lo miró un segundo antes de asentir. Tenía prisa, no quería discutir y sobre todo confiaba en él, le aliviaría sentir su presencia en ese trance, por no hablar de tener las espaldas cubiertas cuando entrara en casa de Enar. No sabía lo que se iba a encontrar y rezaba ardientemente por que no estuviera "El hueso".

—Vale, pero no digas ni hagas nada. Conozco a mi amiga y sé más o menos llevarla.

—Perfecto. Seré una tumba. —No pensaba hablar, pero que tuvieran mucho cuidado con meterse con sus chicas, porque entonces actuaría... ¡y de qué manera!

Alex echó un vistazo al barrio en que se encontraban, estaba en la zona centro de Alcorcón y era como cualquier barrio antiguo de cualquier ciudad, con casas bajas, calles estrechas y aceras diminutas. Luka le guió a través de un par de callejuelas hasta un portal de aspecto viejo, la cerradura de la puerta estaba rota y entraron sin problemas. Era un edificio antiguo sin ascensor, el interior oscuro con dos puertas enfrentadas en cada vestíbulo se parecía a la cueva del lobo de los cuentos infantiles, con suelos de terrazo y pequeñas ventanas situadas en el remanso de las escaleras que, gracias a Dios, aportaban algo de luz. Subieron hasta llegar al tercer piso, cuando Luka pulsó el timbre un guirigay de ladridos histéricos les dieron la bienvenida.

—Espero que me oiga con tanto escándalo —comentó enfadada un segundo antes de que la puerta se abriera.

—¿Quién coño está dando por culo? —gritó Enar dando traspiés entre los perros que la rodeaban.

La mujer que abrió la puerta debía tener supuestamente unos treinta años, pero aparentaba unos veinte más. El pelo teñido de color rubio pollo con unos cinco o seis centímetros de raíz oscura le llegaba por debajo de los hombros; los ojos, que en algún momento fueron enormes y seductores, aparecían ahora llenos de arrugas y enormes bolsas oscuras colgaban bajo ellos, la cara estaba hinchada hasta parecer casi grotesca, los labios antaño con forma de piñón se veían encogidos en una mueca eterna. Medía más o menos metro sesenta, pero los hombros caídos la hacían parecer mucho más baja. Vestía una camiseta sin mangas manchada y arrugada que le caía por delante hasta casi enseñar los pezones y unos
leggins
desgastados y rotos por las rodillas. Brazos y piernas se veían escuálidos, casi raquíticos, mientras que la barriga asomaba inmensa e hinchada por debajo de la ropa. Los ojos envejecidos intentaron enfocar durante algunos segundos el rostro de Luka hasta que su cerebro se dio por aludido y recordó.

—Hostia, Luka. Pasa, tía —dijo abriendo la puerta de par en par.

—Hola, Enar.

—¿Vienes por Mar? —le preguntó con voz gangosa y suspicaz—, ¿Te ha dado pasta la vieja?, porque si no, te tomas unas birritas y luego puerta, que tengo mucho que hacer, cago'entó puto perro de mierda, quita de en medio. —Apartó de una patada a uno de los muchos perros que ladraban escandalosos de una patada—. Puñeteros bichos de mierda, el Hueso se empeña en tenerlos en casa, menuda mierda.

—¿Dónde está Mar? —preguntó Luka ignorando la charla insustancial de su antigua amiga.

—Por ahí —dijo Enar señalando un pasillo mientras se metía en una cocina cochambrosa y abría una nevera que, a juzgar por el olor, no había sido limpiada en años.

Luka caminó impávida por el pasillo hasta el umbral de una puerta que ya no estaba. Alex seguía sus pasos a poca distancia sin poder evitar la mueca de asco que asomaba a su cara. La casa estaba tan sucia que en comparación el palo de un gallinero parecería limpio; las ventanas apenas dejaban pasar la luz del sol de la mugre que tenían; de las esquinas de las paredes colgaban telarañas polvorientas, ni la mansión de un fantasma tenía tanto polvo junto. Al atravesar el umbral desangelado fue a parar a un "salón", si es que se le podía llamar así, con un par de sillones destartalados por los que asomaban los muelles, una mesa de madera rajada con restos de polvo blanco sobre ella, un mueble que había visto tiempos mucho mejores y diversas y variadas mierdas de perro por el suelo. Mar estaba acurrucada en una esquina del sillón mirando o más bien imaginando la calle a través de los cristales de la ventana. Cuando oyó aparecer a Luka se giró y se la quedó mirando fijamente, sin saber muy bien qué hacer para no incurrir en la ira de su madre.

—Putos perros de mierda, dejan sus cagadas por todas partes. —Entró Enar en el salón dando patadas a las boñigas duras como piedras que poblaban el suelo. —Si llego a saber que vienes hubiera limpiado un poco esto. Toma. —Les pasó una lata de cerveza a cada uno. Ambos declinaron la invitación con un gesto—. Pues vale, ya me las tomo yo.

—¿Estás bien, Mar? —preguntó Luka a la niña.

—Joder, claro que está bien, ¿no tienes ojos en la cara? Algo gorda, como siempre, no deberías comer tanto —ahora su voluble atención se centraba en la niña—, te vas a poner fofa y nadie te va a echar el ojo, joder, mira que te lo he dicho mil y una veces, ¡estás fofa!

—Enar, te estás pasando —habló Luka con mucha tranquilidad, mirando a su amiga con una cara que no invitaba a respuesta.

—Vale, tía, no te chines, que yo lo digo por ella. ¿Traes guita?

—No.

—Joder. Pues sí que la's liao porque me hace falta pasta pero ya.

—Pues si te hace falta dinero no sé por qué has traído aquí a Mar, te vas a gastar lo poco que tienes en mantenerla.

—¿Qué dices? Ni harta grifa, tía. D 'aquí a na' viene la vieja y me proporciona sustento, además la Mar no se va quedar pa'siempre. No jodas. Bastante tengo con los putos perros de mierda como p'a cuidar a una cría fofa. —Pulsó un botón del mando de la tele—. Mierda de tele, no rula.

—Enar —dijo Luka muy serena—, Irene no tiene dinero para darte, lo sabes.

—Por la Mar, fijo que afloja, la tengo calá. Puñetera tele de mierda. —Tiró el mando sobre la mesa haciendo saltar el polvo blanco.

—Enar —Luka usaba el nombre de su amiga a menudo, intentando que le prestara atención antes de que su mente volátil derivara en otro tema—, Irene va a llamar a la policía si Mar no vuelve conmigo.

—Y una mierda. Es mi hija. ¿Verdad que sí, cariñito?, mira qué cara, joder. —Puso un pulgar mugriento a cada lado de los labios de la niña y tiró hacia arriba consiguiendo una sonrisa grotesca—. ¡Que sonrías, coño! Vaya mierda cría más sosa que tengo, y además fofa.

—Enar, Irene tiene la custodia, se la dio un juez, si llama a la policía se llevarán a Mar y tú y el Hueso tendréis que darles explicaciones.

—Una mierda. Al Hueso no hay cojones a preguntarle ná.

—¿Imaginas lo que pasará si el Hueso ve que entra la poli en su casa?

—Aquí no entra ni Dios. —Volvió a coger el mando de la tele y a pulsar los botones, nerviosa; los perros alrededor ladraban cada vez más alto en consonancia con los gritos de su dueña—. Su puta madre, que no rula, coño, mierda tele.

—Enar, la poli entra donde quiere.

—La vieja no tiene huevos a llamarla.

—Pero yo sí.

—¡Tú! Pero si eres mi colega, tía; na, fuera coña, pásame algo de guita y te llevas a la cría.

—Me voy de aquí, si cuando salga por la puerta Mar no viene conmigo llamaré a la policía y cuando vuelva el Hueso sabes que será a ti a quien eche la culpa —dijo Luka levantándose. Iba a jugar todas sus cartas, aunque eso significara atemorizar a su amiga. Hizo un gesto con la mano a Mar indicándole que no se preocupara.

—Joder. Y si no tengo guita me va a correr a hostias.

—Si la policía viene a por Mar y ven lo que tiene montado aquí le va a sentar peor. Sabes que no le gusta que se metan en sus asuntos y si ve por aquí a la pasma imaginará que ha sido cosa tuya.

—Joder. Mierda. —Enar se levantó inquieta del sillón y comenzó a recorrer en círculos el espacio que había libre, pateando las mierdas y golpeando los muebles cuando todas las excreciones quedaron ocultas bajo la mesa—. Mierda. Era un plan cojonudo, por qué mierda has tenido que cargártelo, hostia. ¿¡Y ahora qué hago yo!? Me la metí toda y si se entera me funde a golpes, dame un poco de pasta, tía, compro la mierda otra vez y todos tan contentos.

—¿Sabe el Hueso que está aquí Mar? —Luka conocía bien al Hueso, tenía un poco más de cerebro que su amiga, más que nada porque no llevaba tanta droga encima como ella, y aún conseguía pensar de vez en cuando y sabía de sobra que jamás haría nada que pudiera poner a la policía sobre la pista de los trapicheos que se hacían en su casa.

—No, joder, ¿crees que soy idiota? Si se entera me zumba a hostias. Dame algo, tía, lo que sea, vamos, por los viejos tiempos.

—No. —A Luka nunca le habían parecido tan rancios los viejos tiempos. Por una parte, deseaba darle a su antigua amiga todo lo que llevaba encima, pero sabía a ciencia cierta que si lo hacía no pasaría ni una semana antes de que Enar volviera a llevarse a Mar para obtener de nuevo dinero fácil—. Me voy y Mar se viene conmigo.

—NO.

—Pues entonces llamo a la policía. —Sacó el móvil del bolso con manos temblorosas y comenzó a marcar.

—Me va a matar, tía, dame algo, lo que sea.

—No. El teléfono está sonando, Enar. —Se giró hacia Mar—. Ven conmigo, cielo.

—Joder, que te he dicho que no —exclamó Enar acercando sus manos en forma de garras a la cara de Luka. En ese momento Alex se plantó frente a ella y le sujetó las manos. Su expresión era tal que daba miedo al miedo.

—Mar, cielo, nos vamos —volvió a llamar Luka mientras Alex seguía mirando amenazador a Enar. La niña se levantó y fue corriendo hasta hundirse en los brazos de su madrina, que nunca había sido tan Hada como ahora—. Enar, busca ayuda. Aléjate del Hueso y de toda esta mierda. Ve a ver a tu asistenta social y sal de aquí, te estás destrozando.

—Vete a la mierda. Y tú qué coño sabes, no tienes ni puta idea, doña perfecta, doña yo trabajo y vivo mi vida. Doña mierda, eso es lo que eres, con tus aires de niña rica y prudente, con tus amigas que te ayudan mientras a mí me das la espalda.

Enar siguió gritando mientras Luka abandonaba la casa abrazada a Mar casi corriendo, Alex las seguía sin decir palabra. Bajaron las escaleras a toda prisa y recorrieron las calles en silencio. Al llegar al coche Mar y Luka ocuparon los asientos traseros mientras Alex lo ponía en marcha rápidamente, estaba deseando alejarse de allí.

—Ya está, Mar, ya ha pasado, ya está, mi cielo, tranquila. Sabes que no le va a pasar nada a Enar.

—El Hueso la pegará.

—Sí, y Enar se defenderá o saldrá corriendo, aunque lo más seguro es que no esté en casa cuando él vuelva. Tu madre tiene muchos conocidos con los que pasar un par de noches hasta que el Hueso se calme, ya sabes que en seguida se le olvidan las cosas —lo que tardara en conseguir más mierda y ya volvía a ser tan "normal" como antes, pensó Luka medio histérica, pero aparentando calma.

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