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Authors: Noelia Amarillo

Tags: #Erótico

Falsas apariencias (41 page)

BOOK: Falsas apariencias
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Y sin más preámbulos se dedicaron a escribir una lista con todas las cosas que Alex tendría que comprar para Nochevieja... Luka no sabía si estaba complacida por el interés de él en que conociera a sus padres o asustada por lo que sus padres pensarían de ella... O ya puestos, aterrorizaba por si ambas familias se aliaban para convertirse en consuegros... aunque eso era muy improbable... ¿no?

Eran las tres de la madrugada cuando abandonaron el domicilio familiar y llegaron a casa de Alex. Lo primero que hizo Luka al entrar por la puerta fue quitarse los zapatos. ¡Malditos tacones! Lo segundo, dirigirse al baño...

—Me voy a duchar en un segundo, estoy sudando como un pollito del calor que hacía en casa de mis padres —dijo esperando que Alex le permitiera unos segundos a solas... sentía el sudor recorrer su cuerpo e intuía que lo que tenía preparado Alex en el ático tendría que ver con el sexo... mejor estar bien limpia.

—Vale, yo haré lo mismo —contestó él dirigiéndose al baño que quedaba libre.

—A Luka le extrañó que no hubiera propuesto una ducha juntos... pero, ¿quien conocía las intenciones de su semental? Ella no, desde luego.

Cuando salió del baño la casa estaba a oscuras y en silencio, encendió la luz del pasillo y se dirigió al comedor... Una tenue luz se filtraba desde la escalera de caracol indicándole que Alex estaba arriba... esperándola. Subió intrigada las escaleras envuelta en el albornoz masculino que había convertido en suyo durante las últimas semanas.

Cuando arrastró su mirada por el ático se quedó asombrada. Estaba iluminado sólo con las velas que rodeaban la cama. De debajo del futón que hacía de armazón para el colchón sobresalían un par de pañuelos de seda, a los lados y a la altura de la cabeza. El resto del lugar estaba totalmente a oscuras. No veía a Alex por ningún sitio.

—¿Confías en mí? —sintió su voz desde algún lugar más allá de la luz de las velas.

—Sí —susurró atónita... y excitada.

—Quítate el albornoz y acércate a la cama.

Luka obedeció sintiéndolo caminar tras ella; se quedó quieta, esperando, percibiendo su aroma un segundo antes de que le colocara un largo cordón de oro alrededor del cuello.

—Vi esto ayer en una joyería y no me pude resistir a comprarlo, sabía que quedaría perfecto rodeando tu cuello —musitó lamiéndole el lóbulo de la oreja, sin tocarla en ninguna otra parte del cuerpo.

—Es precioso —agradeció Luka cogiendo el cordón entre sus dedos.

—Túmbate en la cama boca arriba —ordenó él; ella se apresuró a obedecer—. Estira los brazos hacia el borde del colchón.

Ella estiró los brazos y en ese momento fue recompensada con la visión del cuerpo de su amante. Estaba desnudo, la luz de las velas danzaba sobre su piel haciéndola parecer dorada, su pene se erguía majestuoso sobre el nido de rizos que cubría su ingle. Se acercó hasta el borde de la cama y asió un pañuelo.

—¿Confías en mí? —reiteró la pregunta. Ella asintió con la cabeza.

Le ató las muñecas con los pañuelos, haciendo que se estirase como una cruz en la cama, pero dejándole las piernas libres, al instante la recorrió con la mirada... Era como un caramelo enorme que no sabía por dónde empezar a lamer; entonces el cordón dorado destelló en su clavícula y Alex sonrió. Se arrodilló a su lado y pasó los dedos por su nuca buscando el enganche del colgante, se lo quitó deslizándolo lentamente por la piel, trazando con él caminos de fuego que iban desde los hombros hasta el estómago, deteniéndose en el ombligo, levantándolo y dejándolo caer en el orificio para luego arrastrarlo entre los rizos castaños de su pubis. Luka sintió que sus piernas se abrían por voluntad propia mientras sus caderas cimbraban, intentando mostrar el camino al cordón dorado. Alex lo deslizó hasta los labios vaginales para a continuación abandonarlos a favor de los muslos... Su intención era adorar el cuerpo femenino con él y no pensaba dejar que nada lo distrajese. Subió de nuevo por las caderas hacia los pechos dejando una estela de fuego en el camino, rodeó la garganta y lo dejó reposar allí. Uno de sus pulgares acarició los labios femeninos hasta que se abrieron introduciéndolo dentro, sorbiendo y succionando como si de su verga se tratase. Alex sintió un ramalazo de placer en los testículos mientras veía la boca de Luka ondularse y apretarse contra su dedo, el pene latiéndole dolorido balanceándose sobre su nido de rizos, impaciente por ser tomado en cuenta.

Luka succionaba con fruición el dedo, imaginando excitada que era otra cosa lo que lamía y chupaba. Sintió el cordón ponerse en movimiento nuevamente y apenas pudo contener un jadeo de anticipación; le estaba volviendo loca sentir el oro frío contra su piel. Alex enroscó el metal en uno de sus pechos, acariciando el pezón erguido que lo coronaba con el pulgar humedecido mientras bajaba la cabeza y lamía el otro seno, ella arqueó la espalda facilitándole el acceso, sintiendo los dientes arañando tiernamente su carne para después consolarla con lánguidos lametazos, percibió las manos masajeando y comprimiendo los pechos, palpando por debajo de ellos el esternón y siguiendo un recorrido invisible hacia el abdomen con el cordón oscilando tras ellas. Las notó recorrer su vello púbico a la vez que el cordón resbalaba por la vulva. Unos dedos curiosos se colaron por entre sus labios vaginales esparciendo la humedad que los bañaba y separándolos cuidadosamente.

Alex miraba ensimismado la preciosa vulva abierta por y para él, enredó el cordón en su dedo anular y lo introdujo en la vagina, las caderas de Luka saltaron impacientes. El meció el dedo envuelto en metal dentro de ella para comenzar a introducir poco a poco toda la longitud del cordón.

Los espasmos de placer recorrían el cuerpo de Luka mientras sentía su vagina llenarse poco a poco con el metal ya cálido. Alex dejó el broche fuera sujetándolo entre dos dedos y tapó la vulva con la palma de la mano, presionando y aflojando sobre ella rítmicamente, luego comenzó a lamerle el clítoris, lentamente al principio, con fruición después, alternando dientes que rozaban, lengua que acariciaba y labios que succionaban. La quería más húmeda, más dispuesta, más excitada, si es que eso era posible.

Luka jadeaba y gemía sin poder controlarse mientras sus caderas intentaban subir a pesar del brazo que la mantenía inmóvil. Sintió cómo la mano que reposaba en su vulva sé alejaba poco a poco llevándose con ella el cordón, arrastrándolo lentamente por toda su abertura, por encima del clítoris hacia su pubis.

Alex puso un dedo en cada uno de los labios vaginales, abriéndolos, mostrando el clítoris terso y rosado del que emanaba un aroma embriagador, a mujer, a Luka. Parte del cordón seguía hundido en la vagina, la otra parte reposaba entre los labios, sobre el clítoris y acabando sujeta entre los dedos masculinos. Agachó la cabeza y lamió de nuevo, notando el sabor y la textura del oro sobre ese botón de placer, apreciando en la palma de la mano que reposaba sobre la vagina cómo se apretaba contra él, como fluía el líquido hasta empaparle los dedos, cómo la abertura se abría y cerraba impaciente y entonces se le ocurrió.

Luka sintió alejarse los dedos que la mantenían abierta. Alex se levantó de la cama y al momento volvió a ella, llevaba en las manos un cojín del diván, lo colocó bajo las caderas de Luka, haciendo que se levantasen, luego sacó el resto del cordón de la vagina y lo asió con una mano por cada extremo; agarrándolo entre los dedos colocó el inicio sobre el pubis, recorriendo la vulva y terminando justo sobre el ano, presionando con un dedo enfundado en oro el centro del fruncido orificio, haciéndola retener la respiración por el placer. El metal se notaba húmedo y caliente cuando Alex comenzó a moverlo sobre su piel, arriba y abajo, introduciéndolo cada vez más en la vulva, presionándole el clítoris con una cadena formada de oro y placer, apretándose sinuoso contra su ano. Luka no pudo resistirlo más, elevó las caderas venciendo la fuerza del brazo que la mantenía esclava y gritó, sintiendo cómo el orgasmo la recorría desde la columna vertebral hasta la ingle formando un torrente de lava que la hizo estremecer.

Alex sintió los temblores bajo su mano y mantuvo el ritmo oscilante del cordón, acercando la boca a la vagina para lamer cada uno de los jugos que salían de la abertura, llenándose la lengua con el sabor de ella. Cuando la sintió relajarse retiró el cordón de su ubicación, se acercó hasta su cara y la besó apasionadamente, mezclando la saliva con la esencia femenina a la vez que clavaba su impaciente pene profundamente dentro de ella; iba en contra de lo que había planeado hacer pero necesitaba sentirla a su alrededor durante unos instantes, complacerse con su calor, aliviarse con su ternura. Se prometió a sí mismo que sólo serían un par de embestidas y luego se retiraría para llevar a término su fantasía.

Luka se sintió arder de nuevo al notarlo en su interior, embistiendo lentamente, recorriéndola por dentro hasta casi tocar su matriz. Arqueó la espalda y le ciñó las caderas con las piernas tironeando de los lazos que mantenían sus muñecas presas, quería abrazarlo, quería sentirlo tan pegado a ella que jamás pudiera separarse, pero Alex tenía otra cosa en mente. Salió abruptamente de su interior y se tumbó de espaldas en la cama, jadeante, con todos los músculos en tensión. Respiró profundamente intentando controlarse, intentando volver al punto en el que se había quedado antes de introducirse en ella. Inspiró, exhaló y poco a poco consiguió hacer retroceder la bruma de deseo que lo cegaba. La observó apasionadamente, ella lo miraba con el corazón asomando en el rostro, sus pechos subiendo y bajando acordes con la respiración agitada que la dominaba. Alex la besó y a continuación se giró extendiendo un brazo fuera de la cama, cuando regresó a su lado, llevaba en la mano una vela que no había sido encendida, la miró ardientemente y se la acercó a la cara.

—¿Confías en mí? —preguntó por tercera vez con los ojos llenos de deseo y... ¿amor?

—Sí —gimió ella, apenas le salían las palabras de la boca, volvía a estar excitada y ansiosa y él no estaba en su interior.

Alex asintió satisfecho y recorrió con la vela los humedecidos e hinchados labios de Luka. Su verga presionaba contra el muslo de ella, palpitante y húmeda tras estar en su interior, dolorida por la pasión insatisfecha. Luka sacó la lengua y lamió la vela como si del pene se tratara y éste pulsó impaciente contra ella. Alex alejó la vela de la boca y fue recorriendo con ella el valle entre los pechos, el abdomen, el pubis hasta llegar a la abertura entre las piernas.

Luka jadeó estremecida ante el tacto de la cera suave y resbaladiza por su saliva. Sintió cómo recorría una y otra vez su vulva para acabar introduciéndose en su vagina, llenándola apenas con su finura. Alex buscó su boca e introdujo su lengua apasionadamente, acariciándole el paladar, entrando y saliendo de ella, imitando el movimiento que hacía la vela dentro de ella. Se apartó para lamerle los pechos y enredarse a continuación con el ombligo mientras la vela seguía entrando y saliendo de ella rítmicamente.

Alex abandonó sus húmedas caricias y se situó entre las piernas de Luka, cogió cada uno de sus pies y se los colocó sobre los hombros, dejándola totalmente abierta y expuesta, la vela asomaba blanca de la rosada abertura, la sacó lentamente y la hizo resbalar hacia el perineo, dejándolo atrás y oscilando sobre el ano, Luka se tensó, Alex extendió la humedad con la vela, haciendo espirales alrededor del orificio, acercándose cada vez más al centro sonrosado y fruncido. Luka se fue relajando al alcanzarla el placer por la caricia prohibida. Alex deslizó un dedo en su vagina, humedeciéndolo para luego apretarle el centro del ano con él, Luka gimió. Alex insinuó la yema, presionándola, penetrando apenas un centímetro. Luka jadeó y él cambió la vela por su dedo, acercando la punta al esfínter y presionando con ella, penetrándola sin esfuerzo. Luka se quedó inmóvil. Alex bajó la cabeza hasta tocarle el clítoris con la nariz, olisqueando su esencia, palpándolo lentamente con la lengua. Luka dejó escapar un suspiro mientras notaba que todo su cuerpo se encendía mientras el placer hacía presa en su vagina. Alex le introdujo un poco más la vela y comenzó a moverla dentro y fuera, una y otra vez, hasta tenerla firmemente insertada en ella. Rápidamente se deslizó sobre el cuerpo de ella, las piernas sin fuerza de Luka resbalaron de sus hombros hasta quedar atrapadas en el antebrazo de él. Sentía el ano lleno, completo, mientras su vagina clamaba por ser colmada, poseída. Un intenso espasmo la recorrió cuando Alex se introdujo en ella, todos los músculos de su cuerpo se tensaron al notarlo dentro, bombeando una y otra vez, sentía la punta de la vela tocando un lugar muy dentro de su vagina mientras Alex presionaba con su pene contra esa misma parte pero desde el otro lado. Los sentidos se le desbordaron haciéndola temblar espasmódicamente, las caderas se levantaron impacientes y su vagina aprisionó el pene invasor. Alex rugió, las venas de cuello y frente marcadas, los ojos desenfocados intentando mirarla, intentando controlarse hasta que ella sintiera el orgasmo, esperando con los músculos en tensión hasta que la sintió una con él, hasta que no fueron sólo cuerpos enlazados, ni piel soldada a piel, sino un solo corazón y, por qué no, una única alma. Entonces, y sólo entonces, se dejó ir llenándola con su esperma, colmándola con toda su pasión, adorándola en silencio, esperando que ella se diera cuenta de cuáles eran sus verdaderos sentimientos.

Capítulo 23

Miércoles 31 de diciembre de 2008

Es increíble las vueltas que da la vida, cómo el tiempo lo cambia todo tan inexorablemente que cuando te quieres dar cuenta tu mundo se ha transformado por completo, pensó Luka mirando su imagen reflejada en el espejo. Su cuerpo era el mismo, su cabello quizá un poco más largo, pero por lo demás físicamente seguía inmutable. Entornó los ojos pensativa, nada era igual. Todo había cambiado. Apoyó la frente contra el frescor del cristal.

¿Cuánto tiempo hacía que no se permitía confiar en un hombre? Años.

¿Qué había cambiado? Ella. Ambos. Todo.

¿Cuánto tiempo habían pasado juntos? ¿Cuántos días? Apenas sesenta días con sus noches.

¿Cuántas veces había latido su corazón a lo largo de su vida? Muchas.

¿Cuántas veces había sentido esos latidos? Nunca hasta hacía sesenta días, después había notado todas y cada una de las pulsaciones. Todas desde que conocía a Alex. Antes, su corazón era una máquina que se movía y hacía ruido... Ahora era algo vivo dentro de ella.

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