Garras y colmillos (37 page)

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Authors: Jo Walton

BOOK: Garras y colmillos
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—A Haner y Daverak —dijo Sher.

—Veo que tienes cierta conciencia social, después de todo —dijo su madre—. Si la chica trae a la familia a alguien con clase, ese es Daverak.

—Serás cortés con ella —dijo Sher inclinándose hacia delante y mirando a su madre a los ojos—. Pienses lo que pienses y sientas lo que sientas, serás cortés, dejarás de discutir y de intentar ponerla triste, organizarás este cotillón para ella y, cuando yo te lo diga, le dirás que le das la bienvenida a la familia.

—Veld me dejará azul con un rayo por mentir.

—Soy el cabeza de esta familia. Soy el eminente Benandi —dijo Sher.

—Todo el mundo es consciente de eso —dijo la Eminente.

—Entonces escúchame como cabeza de familia que soy. Aceptarás a Selendra cuando yo te lo diga o te serviré en nuestro banquete de bodas.

—¿Te atreverías? —dijo la dama.

Sher se limitó a mirarla.

—No te atreverías —dijo la dragona—. ¿Que te conozcan como el noble eminente que se comió a su madre cuando estaba sana y fuerte?

Sher sonrió y se volvió para irse. Se detuvo en la puerta y miró atrás. Su madre había bajado la cabeza hasta el suelo y el joven vio que estaba llorando.

XV. Reuniones
56
Una séptima proposición de matrimonio

Había más miembros de la buena sociedad en Irieth el diez de profundoinvierno de los que la Eminente había imaginado, o de lo que habría sido habitual. La dama envió las tarjetas, de forma automática a todos los que sabía que estaban presentes en la ciudad, pero también a las casas de los grandes. Dirigió estas últimas a «aquellos miembros de la casa presentes en Irieth». Dado que el excéntrico y anciano distinguido Telstie se estaba muriendo, y se estaba muriendo en Irieth, y se estaba muriendo sin nombrar heredero y además se moría obsesionado con la idea de reconciliarse con todos aquellos con los que había reñido alguna vez, en Irieth había más miembros de la grandeza de lo que era habitual. La mayor parte estaba encantada de tener algún entretenimiento aparte del de esperar a que muriera el Distinguido. El cotillón fue un gran éxito. No era la multitud que habría sido durante la temporada, donde, según el dicho, una doncella corría peligro de volver de un paseo por la sala sin saber quién le había cambiado el color de las escamas. La gran sala de baile de la Casa Benandi, de más de ciento cincuenta metros de largo, con el suelo incrustado de amatistas y madreperla, estaba salpicada de dragones con elegantes tocados. Aperitivos de frutas y carnes dispuestos de forma artística se encontraban expuestos en el comedor adyacente. Los criados ofrecían grandes jarras de cerveza. Treinta y cinco dragones honraban la recepción con su presencia.

Para desilusión tanto de Selendra como de Sher, Haner no estaba entre ellos. El ilustre Daverak asistió, acompañado del bienaventurado Frelt, los dos bruñidos hasta alcanzar un lustre brillante y tocados por elegantes sombreros oscuros.

—Mis felicitaciones, Selendra —dijo Daverak con una inclinación—. Qué buen partido has encontrado.

—Gracias —dijo Selendra. La joven llevaba un sombrero nuevo, negro y gris, como era lo apropiado para el luto pero decorado con dos diamantes montados sobre pequeñas astas; esperaba que el otro dragón no viera en aquello una falta de respeto a la memoria de Berend—. ¿Dónde está mi hermana Haner?

—Se encuentra un poco indispuesta —dijo Daverak—. Salió hace dos mañanas, a tomar el aire, dijo, y se enfrió mucho. La ha visto un médico y dice que necesita descanso y calor. Su doncella la está cuidando. Os envía sus buenos deseos y me pide que os presente sus excusas.

—Por favor, devuélvele mis mejores deseos —dijo Selendra—. ¿Su doncella es buena atendiendo a los enfermos? Nuestra antigua niñera está aquí, en Irieth, conmigo; podría mandarla a tu casa si crees que podría ser útil.

—Oh, tenemos criados propios de sobra en la Casa Daverak —dijo Daverak con desdén. Siguió adelante para saludar a la Eminente, que ya estaba dándoles la bienvenida a los eminentes Rimalin. Lo cual dejó a Selendra, que ya estaba un poco triste, delante de Frelt.

Frelt estaba enfadado con Daverak, aunque no se había permitido demostrarlo. Se sentía insultado no por el rechazo de Haner, sino por la forma que había tenido Daverak de tratar el tema. Ahora deseaba ofrecer su ayuda, en la forma del testimonio que prestaría ante el tribunal, a Avan. Sabía que Avan no estaría presente en el cotillón, dado que se había invitado a Daverak, pero también sabía que sí estarían Penn y Selendra, y esperaba poder hablar con ellos del tema.

—Mi querida y respetada Agornin —dijo Frelt con una cuidadosa inclinación y una jarra de cerveza aferrada en la garra—. ¿Prometida y aún dorada?

Media docena de invitados había hecho ya aquella pregunta y les habían respondido con cortesía Sher o Selendra. Era algo natural en aquellas circunstancias. Frelt no sabía nada del cambio de color que había sufrido la joven tras su proposición de matrimonio al final del verano. El clérigo ya casi había olvidado que alguna vez había pensado en ella como esposa. No la había amado como se había hecho ilusiones de amar a Berend, se había limitado a buscar una esposa. Y seguía buscándola. Sonrió.

No estaba en absoluto preparado para la reacción de la muchacha.

—No quiero volver a verlo en mi vida —siseó Selendra entre dientes—. Largo.

Frelt dio unos pasos hacia atrás y a punto estuvo de tropezar con su propia cola.

Penn, que había visto a Frelt acercándose y la cola de Selendra que empezaba a sufrir espasmos, llegó en ese momento para interrumpirlos.

—Frelt —dijo con tono amable pero reservado.

—Penn —respondió Frelt con cautela y una inclinación.

—Me alegro de verlo aquí —dijo Penn—. Por favor, disfrute de la hospitalidad de la eminente Benandi pero, si me permite pedirle esto, aléjese de mi hermana.

Frelt se inclinó de nuevo con sequedad y se alejó a grandes pasos. Toda la familia Agornin era igual, iban de mal en peor, y decidió mantenerse bien lejos de ellos en el futuro, ya que eso era lo que con tanta claridad querían. Recordó que Avan lo había insultado de pasada cuando había ido de visita. No les haría a ninguno de ellos más bien que el que tuviera que hacerles. En la otra esquina de la sala le llamó la atención una hermosa doncella acompañada de una formidable noble y de un sacerdote.

—¿Quién es ese? —le preguntó a Sher, que pasaba en ese momento.

Sher les echó un vistazo.

—Ah, ese es el bienaventurado Telstie con su esposa e hija —dijo.

—¿El bienaventurado Telstie, el hermano del distinguido Telstie, que está muriéndose en estos momentos? —preguntó Frelt.

—Sí —dijo Sher con una cortés inclinación. No tenía ni idea de quién era Frelt, aparte de ser un sacerdote que había traído Daverak en lugar de Haner, pero conocía bien sus obligaciones como anfitrión—. ¿Le gustaría que se los presentara?

Sher llevó a Frelt hacia el grupo de los Telstie.

—Bienaventurado Telstie, bienaventurada Telstie, respetada Telstie, permítanme presentarles al bienaventurado Frelt, un amigo del ilustre Daverak.

—Soy el pastor de Undertor y hace años que conozco a la familia Agornin —dijo Frelt.

—Felicidades por su compromiso, eminente Benandi —le dijo Gelener a Sher con una sonrisa tan helada que al joven no le habría sorprendido mucho ver escarcha en sus dientes.

—El amor toma su propio curso —dijo el bienaventurado Telstie, que parecía bastante contento para ser un dragón cuya hija había perdido un pretendiente y cuyo hermano se estaba muriendo. Quizá encontraba consuelo en la perspectiva de que su hijo mayor heredara el título de su hermano, pensó Sher.

—Gracias —dijo—. Debo dejarlos de momento, debo ir a saludar al tío de mi futura esposa, el augusto Fidrak.

—¿Quizá un juego de dados más tarde? —preguntó el bienaventurado Telstie.

—Habrá dados en la habitación pequeña —dijo Sher volviéndose—. Por allí —señaló con el brazo—. Creo que quizá ya haya dragones allí dentro.

El bienaventurado Telstie estaba radiante cuando el joven se fue; Gelener se había sentado y parecía la estatua de hielo dorado de una doncella; y la bienaventurada Telstie estaba empezando a interrogar a Frelt sobre sus perspectivas.

El augusto Fidrak, que Selendra había protestado en otro tiempo que no conocía, estaba en Irieth para visitar el lecho de muerte de su antiguo colega y rival en la Asamblea de los Nobles. Era un dragón anciano y cordial, encantado de admitir la relación que lo unía a la hermosa doncella y a la poderosa familia Benandi. Ya era demasiado viejo para ambicionar de nuevo un cargo, si bien todavía conservaba su escaño, pero su hijo muy bien podría necesitar amigos, aun cuando la relación familiar fuera lejana. Llamó a Selendra «sobrina» y habló con cariño de su madre. La Eminente se acercó y escuchó con deferencia.

Algunos dragones de noble cuna que se aferran con fuerza a la clase en la que nacieron, o que han logrado ascender por mor de un matrimonio o de sus logros, no aceptan de buen grado a aquellos a los que la vida ha colocado por encima de ellos. La Eminente no sufría esta falta. No había muchos cuya clase fuera superior a la suya, como eminente que era, pero los que allí estaban, distinguidos y distinguidas, augustos y augustas, a ellos los buscaba con asiduidad y con frecuencia sentía la pérdida de los majestuosos, altezas y honorables de antaño; nada le habría gustado más que sentir la emoción de tener a una alteza que se dignase aparecer en una fiesta que ella hubiese organizado. Privada de esto, aprovechó lo mejor que pudo la presencia del augusto Fidrak, que soportó sus atenciones con elegancia.

Sher se las arregló para llevarse a Selendra a un lado.

—Ya te dije que estas cosas eran un aburrimiento terrible —le susurró.

—No lo serían si se pudiera elegir a los participantes —le susurró Selendra a su vez.

—Pero nunca se puede —dijo Sher mientras saludaba con la cabeza a una de las nobles damas—. Para las fiestas en el campo se puede escoger. Pero en Irieth, donde todo el mundo regresa a su propia cama al final de la velada, es necesario seguir los convencionalismos.

—Prefería el teatro, sin duda —dijo Selendra.

Sher se echó a reír.

—Pronto disminuirá un poco la multitud, cuando los dragones se vayan a jugar a los dados y a comer, y entonces podremos bailar. ¿Te das cuenta de que nunca he bailado contigo?

—¿Hay espacio suficiente? —preguntó Selendra—. Esta es una cueva muy grande, pero jamás he bailado en un espacio cerrado. —La joven no dijo nada pero la ponían un poco nerviosa los bailes, habilidad que había aprendido con Berend y hacía mucho tiempo que no practicaba.

—Ya verás como hay espacio —dijo Sher. El joven se dio cuenta de que, desde el otro lado de la sala, Penn le hacía una seña—. Discúlpame un momento —dijo.

—Pero, ¿y qué debería hacer? —preguntó Selendra consternada. Casi no conocía a nadie en el salón.

—Habla con Felin. —Y con un gesto su prometido le señaló a Felin, que estaba conversando muy amable con la eminente Rimalin. Luego se dispuso a cruzar la sala. Selendra lo vio alejarse, contempló la seguridad de su paso. Llevaba media vida cruzando salones como aquel, supuso, mientras que ella… Quizá la Eminente tuviera razón cuando hablaba sobre las diferencias de clase que habría entre ellos. Levantó la cabeza y se dirigió hacia Felin. Si carecía de experiencia, lo compensaría con seguridad en sí misma y estilo. Si la Eminente esperaba intimidarla, se iba a llevar una sorpresa.

Un desconocido joven y atractivo se detuvo a su lado. Medía unos nueve metros, tenía las escamas finas y de color bronce y una cola bien formada.

—Qué cotillón tan encantador. Muchas gracias por comprometerse fuera de la temporada y permitirnos tener una excusa para venir aquí a bailar. Me encantan estas veladas, ¿a usted no?

—¿No le parece que luego uno se encuentra muy cansado por la mañana? —preguntó Selendra.

—Bueno, yo suelo dormir por la mañana, durante la temporada —respondió el joven—. Después de todo, nuestros ojos no fueron diseñados para trabajar tanto durante el día. Se cansan. Lo siento, no me conoce. Soy el respetable Alwad Telstie.

—Conozco a su hermana —dijo Selendra.

—Lo sé, me lo dijo. Dijo que era muy hermosa, pero se dejó la mitad. Es difícil conseguir que Gelener derrita algo de información y te la dé.

A Selendra ya no la confundían los cumplidos vanos. Bajó los ojos con ademán burlón, se echó a reír y recordó su primer encuentro con Gelener y el ofensivo consejo de la Eminente.

—¿Le dijo que mi padre creció en la propiedad Telstie? —preguntó la joven de forma deliberada.

—No. Es fascinante. ¿Conoció a mi tío? Mi tío quizá quiera verlo. Al parecer quiere ver a todos los que conoció en su vida, para reconciliarse, antes de morir.

—Ha muerto él también, este otoño, así que ya es demasiado tarde —dijo Selendra.

—Lo siento —dijo Alwad—. Es que he tenido muchas cosas en la cabeza últimamente. Soy el heredero de mi tío, pero tuvimos una pelea el año pasado.

—¿Se ha reconciliado con usted?

—Aún no, al parecer hay alguien al que quiere ver primero. Es todo muy misterioso, es como si tuviera un guión para hacerlo como lo hace. Le dijo a mi padre que me vería dentro de dos días. Pienso portarme lo mejor posible todo ese tiempo, puede estar segura. —Se echó a reír y cogió otra jarra de cerveza de un sirviente que pasaba.

—¿Pero a usted le importa? —preguntó Selendra.

—¿Qué? ¿Reconciliarme con mi tío? Un poco. Aprecio a ese viejo dragón. ¿O heredar sus tierras y su título? En absoluto. Casi preferiría no heredar y continuar mi elegante vida en el ejército. En cuanto a su fortuna, bueno, me resultaría útil.

Selendra vaciló un momento.

—Había supuesto que las tres cosas iban juntas —dijo.

—Supongo que así es, aunque en qué otro sitio cree que va a encontrar un pariente que se haga cargo de la heredad es algo que no alcanzo a comprender. Nunca le ha preocupado mucho la clase social, pero le importa de verdad la familia.

—Creo que eso es mejor que pensar que la posición lo es todo —dijo Selendra.

—Bueno, sí. ¿Ha visto a su futura suegra lisonjeando al viejo y augusto Fidrak, el legislador? Fidrak no podría frotar dos coronas juntas porque no las tiene, y sus tierras están hipotecadas hasta la punta del ala. Vive de la caridad de los esposos de sus hijas y del estipendio de la Asamblea. Y sin embargo, ahí tiene a la Eminente tratándolo como si valiera mucho más de lo que nunca valdrá ella, cuando es ella la que tiene Benandi y además la mitad de Tiamath.

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