Por otro lado, Jacob, a quien el Génesis da más tarde el nuevo nombre de Israel, es el antepasado epónimo de los israelitas.
Durante el tiempo del Antiguo Testamento persistió una enemistad continua entre los israelitas y los edomitas. Es el reflejo de la enemistad entre los gemelos epónimos.
Tal enemistad no surgió solamente de la venta forzosa de la primogenitura, sino también a consecuencia de un segundo engaño por parte de Jacob. Isaac, ya ciego y a la espera de la muerte, decidió dar a Esaú la bendición final. Para impedirlo, Jacob se vistió con la ropa de Esaú y se puso pieles de cabra en los brazos para imitar la pilosidad de Esaú y, fingiendo ser su hermano, recibió la bendición de su padre.
Ambas historias describen a un hermano menor que logra el predominio hereditario sobre el mayor. Ello anuncia la situación histórica real, bien establecida en el tiempo en que el Génesis recibió su forma escrita. Los israelitas entraron en Canán sólo después que los edomitas estuvieron bien asentados en los alrededores, de manera que los israelitas eran el «hermano menor». Por otra parte, durante los siglos que siguieron al ascenso de David, los israelitas dominaron a los edomitas.
Para evitar el posible asesinato de Jacob a manos del hermano mayor, lógicamente resentido, Rebeca decidió enviar lejos a su hijo menor, al menos durante una temporada. Convenció a Isaac para que le ordenara ir a Jarán con el fin de encontrar esposa entre los descendientes de Najor(como había sucedido en el caso del propio Isaac).
En sus casi ochocientos kilómetros de viaje en dirección norte, Jacob durmió en cierto lugar y soñó con una escalera que llegaba al cielo por la que subían y bajaban ángeles. Pensó que aquello era una visión de la morada divina y decidió que el terreno donde estaba era sagrado. (La Anchor Bible sugiere que la visión de la escalera era realmente la de un zigurat, que se construía de manera escalonada por los muros exteriores.)
Génesis 28.19.
Llamó a este lugar Bétel...
El nombre «Bétel» significa «casa de Dios», y es una clara referencia a un templo o a un zigurat que tal vez se erigiese desde el comienzo de los tiempos cananeos.
Las tradiciones sagradas de Bétel tendrían consecuencias importantes mil años después, en tiempos de la división del reino, y los israelitas las considerarían como una fuente de herejía. La ciudad está situada a unos ochenta kilómetros al noreste de Berseba y a unos diecisiete al norte de Jerusalén. Según la creencia general, en la actualidad está representada por un pueblo llamado Beitin.
Jacob llegó sano y salvo a Jarán y consiguió no una esposa sino dos: Lía y Raquel, hijas de Labán, que era hermano de su madre Rebeca. Por tanto, las muchachas eran sus primas carnales.
Meticulosamente, los autores del Génesis enumeran el nacimiento de sus hijos, empezando con el primero:
Génesis 29.32.
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Concibió Lía, y parió un hijo, al que llamó Rubén...
Jacob tuvo trece hijos, que se enumeran por su nombre: siete de Lía, dos de Raquel, dos de una concubina, Bala, y dos de otra concubina, Belfa. De éstos, doce nacieron durante su estancia de veinte años con Labán, y el último nació tras su vuelta a Canán.
Pueden enumerarse como sigue:
Lía: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Dina.
Raquel: José, Benjamín.
Bala: Dan, Neftalí.
Zelfa: Gad, Aser.
Todos fueron varones salvo una hija, Dina. Benjamín, el hijo menor, fue el que nació tras la vuelta de Jacob a Canán.
Cada uno de los doce hijos era el epónimo de una tribu de israelitas, aunque para ser más precisos, José fue antepasado de dos tribus, de las cuales fueron epónimos sus hijos.
A veces resulta tentador interpretar esto en términos de una confederación de tribus unidas por el propósito de conquistar Canán para después seguir formando una especie de vaga alianza, en ocasiones muy indefinida. Por tanto, la tradición de descender de un solo hombre, Jacob, sería un modo de sellar tal confederación (ratificándolo legalmente, en sentido familiar), como opuesta a las demás tribus emparentadas: las de Edom, Moab y Ammón, por ejemplo, que no se unieron a la alianza o incluso se opusieron a ella.
Además, la división en cuatro grupos conforme a los antepasados maternos podría indicar interrelaciones más estrechas. Las «tribus de Lía» pudieron formar la alianza inicial, a las cuales se unirían dos de las «tribus de Raquel» y otras más después.
Sin embargo, tales interpretaciones no son más que hipótesis. La única información que tenemos respecto a la historia primitiva de las tribus israelitas es la que encontramos en la Biblia, que no es suficiente para este propósito.
Pero es interesante el hecho de que la mayoría de los hijos de Jacob sólo sean nombres en el libro del Génesis. Los dos únicos que aparecen realmente como individuos son Judá y José; el primero llega a desempeñar el papel principal entre las tribus de Lía, y el segundo ocupa el lugar preponderante entre las tribus de Raquel. Además, cuando el reino israelita quedó dividido, las tribus de José (había dos) dominaron el reino del Norte, mientras la tribu de Judá dominaba en el reino del Sur.
El Génesis se construye principalmente sobre dos tradiciones; una, creada en el reino del Norte, con relatos en que José es predominante; otra, surgida en el reino del Sur, con historias donde Judá es dominante.
Mientras los miembros de las doce tribus son israelitas, los componentes de la tribu de Judá sólo son, estrictamente hablando, judeos o judíos.
Jacob, prosperó en Jarán y, tras largas disputas con su suegro
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, Labán, finalmente se marchó con sus dos mujeres, sus hijos, su ganado y sus bienes. A continuación, se le presentó el problema de enfrentarse con la enemistad de su hermano. Tenía que preparar la forma del encuentro:
Génesis 32.3.
Envió Jacob ante sí mensajeros a Esaú, su hermano, a tierras de Seir, en los campos de Edom...
Se dice que Esaú vivía en la zona que, siglos más tarde, sería ocupada por los edomitas. Seir es el otro nombre de la tierra a la que con más frecuencia suele llamarse Edom.
Para ser más precisos, Seir es el nombre que se da a la cadena montañosa que recorre la mayor parte de Edom. Tal sierra se extiende en dirección norte-sur desde el mar Muerto al golfo de Acaba, el brazo noreste del mar Rojo. Justo al oeste de la sierra hay una depresión estrecha y profunda que en la actualidad se llama Uadi El Araba, a continuación de la gran fosa africana.
Uadi El Araba arranca bajo el nivel del mar en el mar Muerto, pero en su punto más alto, a mitad de camino entre el mar Muerto y el golfo de Acaba, se eleva a unos setecientos pies sobre el nivel del mar, aunque incluso en ese lugar está rodeado por un terreno mucho más alto al este y al oeste.
En ocasiones, el nombre de Seir se aplica específicamente a la cumbre más alta de la sierra, que se conoce como monte Seir. Está situado a unos cincuenta y dos kilómetros al sur del mar Muerto, y alcanza una altura de 1.452 metros.
Al monte Seir también se le llama monte Or. Esto indica el hecho de que antes de la ocupación de los edomitas, el territorio lo habitaba la tribu de los jorreos. Así, en la descripción de los pueblos derrotados por Codorlaomor, la enumeración incluye:
Génesis 14.6....
y a los jorreos en los montes de Seir...
Al parecer, los jorreos eran un pueblo no semita emparentado con los hititas. Formaban solamente una pequeña parte de quienes se abrieron camino hacia el sur. Su centro principal estaba más al norte y también se llamaban horreos. (Los horreos del sur podían ser un pueblo distinto cuyo nombre sólo coincidía casualmente con el de los jorreos del norte.)
Como los hititas, los jorreos aún no habían llegado a su período de grandeza en tiempos patriarcales. Sin embargo, hacia el 1475 aC fundaron el reino de Mitani a lo largo de la parte norte del Éufrates, ocupando la zona que la Biblia refiere como Aram Naharaím. Durante un tiempo, Mitani fue una de las grandes potencias del Asia occidental, y resistió los ataques de Egipto. Pero un siglo después fue eclipsado por el Nuevo Reino hitita, y hacia el 1275 aC fue derrotado y asimilado por los asirios.
Cuando los israelitas conquistaban Canán, los días de esplendor de Mitani tocaban a su fin. Como los hititas, florecieron durante el intervalo en que la atención bíblica se desvía de Canán y, por tanto, no se relatan sus empresas.
Al parecer, los jorreos poseían más influencia sobre las costumbres primitivas del período patriarcal de lo que podía esperarse. La Anchor Bible analiza laboriosamente la historia de los casamientos de los patriarcas, la situación de las concubinas, los temas referentes a la primogenitura, etcétera, y demuestra que los supuestos enigmas que aparecen en los relatos de Abraham, de Isaac y de Jacob, resultan claros a la luz de las costumbres jorreas.
He observado antes que la Anchor Bible expresa dudas respecto a si los orígenes de Abraham radicaron en Ur o en Jarán (v. este mismo cap.), y si los israelitas podían contar sus antepasados entre los sumerios o entre los arameos. Si se tratara de Jarán, tal vez habría sido en un momento anterior a la llegada de los arameos, pero no antes de la llegada de los jorreos o del pueblo de quienes éstos tomaron su cultura. Tal vez sería más apropiado que los israelitas dijeran: «un jorreo errante fue mi padre». El hecho de que los jorreos no fuesen semitas no es un argumento definitivo contra esta teoría. Parece claro que los israelitas adoptaron la lengua cananea cuando ocuparon Canán; no se sabe qué lengua tenían antes. Quizá ésta poseyese sólidos elementos jorreos.
Esaú fue a recibir a Jacob y ambos se acercaron a su encuentro mutuo por el este del Jordán. Jacob se preparó con bastante miedo para la entrevista. Su séquito, que incluía a sus mujeres y a sus hijos, era lo más vulnerable. El simple hecho de viajar con ellos, de hacer que cruzaran los ríos, por ejemplo, constituía una dificultad.
Génesis 32.22.
Y él se quedó allí aquella noche... y les hizo pasar el vado de Jaboq.
El río Jaboq es un afluente del Jordán, que vierte en él sus aguas por el Este, a unos cuarenta kilómetros al norte del mar Muerto.
Tras inspeccionar el cruce del Jaboq por sus compañeros de viaje y mientras permanecía solo en la otra orilla, «hasta rayar la aurora estuvo luchando con él un hombre». Por la mañana, el adversario de Jacob dijo:
Génesis 32.28.
No te llamarás ya en adelante Jacob, sino Israel...
Y así surgió el epónimo de los israelitas. En la Biblia, a los descendientes de Jacob suele llamárseles «hijos de Israel». Una vez que los israelitas conquistaron Canán, se convirtió en «tierra de Israel». Cuando se dividió el reino de David y Salomón, la parte norte, la más importante en territorio, población y poderío, pasó a llamarse Israel.
Finalmente, cuando en 1948 se estableció en Palestina el moderno Estado judío, tomó el nombre de Israel.
Afortunadamente, resultó que Esaú no albergaba resentimientos contra Jacob, sino que le trató generosa y amablemente. Sin embargo, al no confiar por completo en la buena voluntad de su hermano, Jacob logró convencer a Esaú de que volviera a Seir y dejara que él y su familia se las arreglaran por sí solos.
Entonces, Jacob, se instaló en Canán:
Génesis 33.18. L
legó Jacob en paz
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a la ciudad de Siquem, en tierra de Canán... y acampó frente a la ciudad.
Como ciudad, Salem no se menciona en ninguna otra parte de la Biblia. Es una palabra hebrea que significa «paz», y la versión King james traduce mal este pasaje. La Revised Standard Version dice: «Y Jacob llegó sano y salvo a la ciudad de Siquem». En otras palabras, no llegó a Salem, una ciudad de Siquem; llegó «en paz» a la ciudad de Siquem.
Siquem está a unos cuarenta y ocho kilómetros al norte de Jerusalén; se encuentra mucho más al norte que las zonas donde habitaban Abraham e Isaac. Estaba a más de ciento sesenta kilómetros al norte de Seir, y sin duda Jacob consideró que era una distancia prudencial para poner entre él y Esaú.
Siquem está situada en un valle angosto, de menos de cien metros de anchura, entre dos montañas; posición muy estratégica, domina el camino del río Jordán al mar, y desde el sur al norte de Canán. En consecuencia, durante la mayor parte de los tiempos bíblicos fue la ciudad más importante al norte de Jerusalén.
Tras la división del reino davídico, Siquem sirvió durante cuarenta años como capital del reino del Norte. Y después, cuando la capital del reino del Norte se trasladó a Samaria, a ocho kilómetros al norte de Siquem, la importancia de la primera ciudad empezó a declinar.
Tras la destrucción de Judea por Roma, el emperador Vespasiano inició la reconstrucción de una ciudad cerca del emplazamiento de lo que una vez había sido Siquem, bautizándola de nuevo como Neápolis (ciudad nueva). Tal nombre se deformó hasta llegar a Nablus, su actual nombre. Tiene una población de unos 42.000 habitantes.
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Siquem también fue un importante centro religioso. El primer altar que Abraham construyó después de entrar en Canán estaba cerca de Siquem:
Génesis 12.6.
Penetró en ella Abraham hasta el lugar de Siquem...
Génesis 12.7.
Alzó allí un altar a Yahvé...
A todo lo largo de los tiempos bíblicos, Siquem mantuvo su carácter sagrado, y en alguna época fue hasta rival del Templo de Jerusalén.
Sin embargo, la estancia de Jacob en Siquem estuvo marcada por la tragedia:
Génesis 34. 1.
Salió Dina, la hija que había parido Lía a Jacob para ver a las hijas de aquella tierra;
Génesis 34.2.
y viéndola Siquem, hijo de Jamor, jorreo,
[24]
príncipe de aquella tierra, se acostó con ella y la violó.
Aquí se llama jeveos a los habitantes de Siquem. En este caso se les menciona principalmente en relación con Siquem, mientras que en el libro de Josué se dice que viven en Gibeón, ciudad que está a unos cuarenta kilómetros al sur de Siquem. Por tanto, suele considerarse a los jeveos como una tribu cananea de poca importancia, agrupada en el centro de Canán. Sin embargo, la Anchor Bible sugiere que los jeveos son un pueblo jorreo En realidad, tanto en ésta como en otras partes de la Biblia, existe cierta confusión entre jorreos, jeveos e hititas, y no resulta muy práctico intentar aclarar el asunto por completo.