Guía de la Biblia. Nuevo Testamento (30 page)

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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Histórico

BOOK: Guía de la Biblia. Nuevo Testamento
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Marcos 15.23.
y le dieron vino mirrado...

Si Mateo basa su descripción en lo que se dice en Marcos, ¿por qué cambiar el humano vino con mirra, ofrecido con la clara intención de anestesiar a Jesús y amortiguar los dolores que debía padecer, en el cruel vinagre con sal, que parece una tortura más? ¿Por qué multiplicar innecesariamente los supuestos pecados de los crucificadores? Al parecer. Mateo introduce el vinagre y la hiel para remontarse a un pasaje de los Salmos, donde el salmista describe sus desgracias con exageración poética:

Salmo 69.22.
[55]
Pusiéronme además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre.

Eli, Eli

La muerte no tardó mucho:

Mateo 27.46.
Hacia la hora de nona exclamó Jesús con voz fuerte, diciendo:
¡Eli, Eli, lema sabachtani!
Que quiere decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Podría suponerse que es la última exclamación desesperada del «Jesús histórico»: el carpintero de Galilea que sintió el impulso de predicar convencido al fin de que era el Mesías, apegado a su fe hasta el último momento, y que ahora, al final, debió comprender que después de todo no era el Mesías y que su misión entera sólo le había conducido a aquella muerte horrible.

Sin embargo, no es probable que Mateo pensara esto (o Marcos, en quien también se halla ese grito de agonía). Más bien habría que buscar alguna significación en el Antiguo Testamento.

Esa exclamación inicia el Salmo 22:

Salmos 22.2.
[56]
¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? Lejos estás de mi socorro, de las palabras de mi gemido.

Se trata de una cita especialmente justificada en esta ocasión, pues el salmista se describe a sí mismo (en la versión King James) en extrema desesperación y sufriendo un destino muy semejante a la crucifixión:

Salmo 22.17.
[57]
Me rodean como perros, me cerca una turba de malvados; han taladrado mis manos y mis pies,

Salmo 22.18.
[58]
y puedo contar todos mis huesos. Ellos me miran y contemplan.

Salmo 22.19.
[59]
Se han repartido mis vestidos y echan suertes sobre mi túnica.

Mateo narra el cumplimiento literal de esa descripción poética de la desgracia extrema en el versículo decimonoveno, que también cita, señalando su realización:

Mateo 27.35.
Así que le crucificaron, se dividieron sus vestidos echándolos a suertes...

La asociación más evidente con el pasaje de la crucifixión es la frase de «han taladrado mis manos y mis pies». La Revised Standard Versión, que recoge la frase, añade una nota a pie de página indicando que en el original hebreo la palabra traducida en las versiones latinas de la Biblia como «taladrado», significa en realidad «como un león». En la versión judía de la Biblia, el versículo decimoséptimo dice: «... Como un león, están a mis manos y a mis pies». La Biblia de Jerusalén dice: «... me ataron manos y pies».
[60]
Cabría preguntarse si «taladrado» fue un añadido en la traducción, como referencia retrospectiva a la exclamación de Jesús en la cruz.

José de Arimatea

Tras la muerte de Jesús, se procedió a su entierro:

Mateo 27.57.
Llegada la tarde, vino un hombre rico de Arimatea, de nombre José, discípulo de Jesús.

Mateo 27.58.
Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús...

Una vez obtenido el cadáver, lo enterró en su tumba nueva, abierta en la roca y con una piedra enorme en la abertura.

La ciudad de Arimatea, cuna de este discípulo de Jesús, no se menciona en ninguna otra parte de la Biblia, pero suele identificarse con Ramataím Zofim, ciudad natal del profeta Samuel (v. cap. I, 9).

José de Arimatea no aparece en la Biblia salvo en este caso, y el supuesto emplazamiento de la tumba lo exalta la Iglesia en el Santo Sepulcro de Jerusalén.

Pero José es el tema de una leyenda muy posterior. Se supone que fue el custodio del cáliz del que Jesús dio a beber a sus discípulos en la última cena:

Mateo 26.27.
Y tomando un cáliz y dando gracias, se lo dio, diciendo: Bebed de él todos,

Mateo 26.28.
que ésta es mi sangre de la alianza...
[61]

El cáliz llegó a denominarse «Santo Grial». Se creía que su posesión protegió a José de Arimatea durante muchos años de estancia en la cárcel. Se suponía que al final llevó el cáliz a la ciudad de Glastonbury, al suroeste de Gran Bretaña, y que allí desapareció. (Los monjes, de la abadía de Glastonbury divulgaron y elaboraron mucho estas leyendas.)

Gran parte del ciclo de leyendas que rodearon al rey Arturo de Inglaterra trata de los intentos por recuperar el Santo Grial.

El primer día de la semana

La vida del «Jesús histórico» termina con su entierro, pues si eliminamos lo milagroso, el relato de la resurrección debe adscribirse a la leyenda.

No obstante, si el entierro hubiese sido el fin de todo, es muy probable que los discípulos de Jesús se hubiesen olvidado poco a poco de su antiguo maestro, ya que no se hubieran congregado otros nuevos en torno a su recuerdo, y que la historia del mundo hubiese sido tremendamente distinta.

Sin embargo, aun adoptando el enfoque racionalista de que no hubo resurrección en absoluto, es innegable que sí existía en la mente de los discípulos y, en definitiva, en la de millones de hombres; ahí está la diferencia.

Mateo cuenta que las autoridades sacerdotales temían una maniobra por parte de los discípulos de Jesús. Dijeron a Pilato:

Mateo 27.63. ...
Señor ... ese impostor
(Jesús),
vivo aún, dijo: Después de tres días resucitaré.

Mateo 27.64.
Manda, pues, guardar el sepulcro hasta el día tercero, no sea que vengan sus discípulos
[62]
le roben y digan al pueblo: Ha resucitado de entre los muertos...

Los jerarcas eclesiásticos temían probablemente que Jesús, aun muerto, pudiera seguir utilizándose como consigna para una revuelta contra los romanos. Podría fingirse una resurrección y usarse como prueba del mesianismo divino de Jesús. Pilato, que también veía el peligro, envió un contingente de soldados a guardar la sepultura.

La creencia de que Jesús resucitaría al tercer día la expone Mateo, de manera característica, en términos de una analogía del Antiguo Testamento. En cierto momento, cuando se pide a Jesús una señal de que es realmente un predicador inspirado por Dios, el Maestro se niega, aunque establece un símil (que sólo se encuentra en Mateo):

Mateo 12.40.
Porque, como estuvo Jonás en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre tres días y tres noches en el corazón de la tierra.

Según los cuatro evangelios, la crucifixión tuvo lugar en viernes. Así, dice Mateo:

Mateo 27.62.
Y el siguiente día, que es después de la preparación...
[63]

«El siguiente día» era el posterior a la crucifixión, que venía «después de la preparación». El «día de la preparación» se refiere a aquel en que la gente se preparaba para el sábado. Es el día anterior al sábado y, por tanto, viernes.

Por esta razón celebran los cristianos la crucifixión en viernes («Viernes Santo»).

Luego se narran los acontecimientos posteriores a la crucifixión:

Mateo 28.1.
Pasado el sábado, ya para amanecer el día primero de la semana...

Mateo 28.2. ...
sobrevino un gran terremoto, pues un ángel del Señor bajó del cielo y acercándose removió la. piedra del sepulcro...

Los que guardan la sepultura y los que han ido a velar quedan asombrados por igual, pero el ángel se dirige a los últimos:

Mateo 28.5. ... No
temáis vosotras, pues sé que buscáis a Jesús el crucificado.

Mateo 28.6. No
está aquí; ha resucitado, según lo había dicho...

Si la crucifixión tuvo lugar en viernes y la resurrección en domingo («el día primero de la semana»), es presumible que Jesús permaneciera «en el corazón de la tierra» tres días (viernes, sábado, domingo). Sin embargo, la comparación con los «tres días y tres noches» de Jonás en la ballena no concuerda, como tantas otras citas de Mateo.

Jesús murió en viernes a la hora nona, poco después de exclamar: «¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?» (v. este mismo cap.).

En aquella época se contaban las horas desde el amanecer al crepúsculo, de modo que la hora nona serían las tres de la tarde según el cómputo actual. Si Jesús resucitó al amanecer del domingo, digamos a las seis de la mañana, entonces estuvo en el corazón de la tierra durante parte de tres días diferentes, pero sólo dos noches y un día.

El que la resurrección tuviera lugar en el día primero de la semana (domingo) daba un significado especial a ese día a ojos de los seguidores de Cristo. Era el «día del Señor», que había de celebrarse de manera especial.

Al principio se diferenció del sábado (el séptimo día), que los cristianos primitivos celebraban de la manera acostumbrada. Sin embargo, a medida que crecían las hostilidades entre judíos y cristianos, cuyo número aumentaba cada vez más entre los gentiles, el domingo llegó a adquirir las características del sábado, y los nuevos fieles abandonaron por completo su celebración.

María Magdalena

Entre las mujeres que contemplaban la crucifixión había una llamada María Magdalena:

Mateo 27.55.
Había allí, mirándole
(a Jesús en la cruz)
desde lejos, muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea...

Mateo 27.56.
entre ellas María Magdalena...

También estaba presente en la sepultura al amanecer del domingo siguiente:

Mateo 28.1.
Pasado el sábado..., vino María Magdalena... a ver el sepulcro.

María Magdalena significa María de Magdala, ciudad en la costa oeste del mar de Galilea. Se desconoce su emplazamiento exacto, pero pudo ser un suburbio de Tiberíades.

Aparte de testigo de la crucifixión y de la resurrección, la única referencia de los evangelios a María Magdalena se produce cuando Jesús cura a una mujer:

Marcos 16.9.
Resucitado Jesús la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena de quien había echado siete demonios.

Esto también lo menciona Lucas, aunque no en un pasaje relativo a la resurrección, sino en una etapa anterior, cuando Jesús aún estaba en Galilea:

Lucas 8.1.
Yendo
(Jesús)
por ciudades y aldeas, predicaba... Le acompañaban los doce

Lucas 8.2.
y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y de enfermedades. María llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios...

La tradición ha considerado que María Magdalena era una prostituta arrepentida a consecuencia de su encuentro con Jesús. Los siete demonios podrían entonces considerarse como diablos de la lujuria.

Esto sólo es probable porque Lucas la menciona inmediatamente después de referirse a otra mujer. Ésta fue a presencia de Jesús mientras estaba comiendo con un fariseo:

Lucas 7.37.
Y he aquí que llegó una mujer pecadora que vivía en la ciudad...

Lucas 7.38.
se puso detrás de Él
[64]
junto a sus pies, llorando...

Con toda probabilidad, esta pecadora era efectivamente una prostituta, pero en ninguna parte de la Biblia se la identifica de manera directa con María Magdalena. El estar poseído por demonios, como María Magdalena, sería señal de lo que hoy denominamos enfermedad mental, y no otra cosa. Sería más sensato considerar a María Magdalena como una loca curada que como una prostituta reformada.

Sin embargo, el término «magdalena» se emplea actualmente para referirse a una prostituta arrepentida, o a un reformatorio para prostitutas. Y como en la pintura se representa a María Magdalena, pecadora, arrepentida, con los ojos rojos e hinchados de tanto llorar, la palabra «magdalena» ha llegado a designar a una persona desconsolada o sentimentaloide.

La existencia de María Magdalena podría explicar un enigma relativo a la resurrección: por qué se creyó y también por qué no se admitió.

Por un lado, parece no haber duda de que los discípulos aceptaron la resurrección y de que siguieron predicando las doctrinas de Jesús sobre esa base, de manera que al cabo de tres siglos sus sucesores catequizaron el imperio.

Por otro, si Jesús resucitó efectivamente de entre los muertos, ¿por qué no fue eso la señal para una desbordante aclamación del Mesías y la rebelión contra Roma, tal como temían las autoridades?

Los acontecimientos podrían reconstruirse más o menos de esta manera. María Magdalena fue la primera en ver a Jesús resucitado:

Marcos 16.9.
Resucitado Jesús la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de quien había expulsado siete demonios.

Marcos 16.10.
Ella fue quien lo anunció a los que habían vivido en Él
[65]
que estaban sumidos en la tristeza y el llanto,

Marcos 16.11.
pero... no lo creyeron.

Sin embargo, la historia de María Magdalena debió convencer a los afligidos discípulos, que al fin y al cabo deseaban creer fervorosamente que Jesús era el Mesías y que resucitaría de entre los muertos.

Una vez aceptado el testimonio de María Magdalena acerca de un sepulcro vacío y de que Jesús se le había aparecido, era natural que en épocas posteriores surgieran leyendas que lo confirmaran. Aparecerían relatos de que uno u otro discípulo vio al Señor bajo tales o cuales circunstancias, y una serie de ellos quedarían recogidos en los evangelios cuando se les dio forma escrita. Pero es posible que todos se apoyaran en la palabra de un único testigo, María Magdalena.

Sin embargo, María Magdalena estuvo poseída por «siete demonios». Había estado loca o gravemente trastornada, y durante un tiempo su conducta debió de ser lo bastante confusa para que se la considerase «tocada». Aunque había mostrado mejoría bajo el influjo de Jesús, la impresión del prendimiento, del juicio y de la crucifixión la habría desequilibrado de nuevo convirtiéndola en fácil presa de alucinaciones.

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