Harry Potter y el prisionero de Azkaban (28 page)

BOOK: Harry Potter y el prisionero de Azkaban
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—De acuerdo —dijo Harry, haciendo como que no era aprensivo y satisfecho de que Lupin hubiera encontrado un sustituto de un
dementor
de verdad.

—Así pues... —el profesor Lupin sacó su varita mágica e indicó a Harry que hiciera lo mismo—. El hechizo que trataré de enseñarte es magia muy avanzada... Bueno, muy por encima del Nivel Corriente de Embrujo. Se llama «encantamiento
patronus
».

—¿Cómo es? —preguntó Harry, nervioso.

—Bueno, cuando sale bien invoca a un
patronus
para que se aparezca —explicó Lupin— y que es una especie de
antidementor
, un guardián que hace de escudo entre el
dementor
y tú.

Harry se imaginó de pronto agachado tras alguien del tamaño de Hagrid que empuñaba una porra gigantesca. El profesor Lupin continuó:

—El
patronus
es una especie de fuerza positiva, una proyección de las mismas cosas de las que el
dementor
se alimenta: esperanza, alegría, deseo de vivir... y no puede sentir desesperación como los seres humanos, de forma que los
dementores
no lo pueden herir. Pero tengo que advertirte, Harry, de que el hechizo podría resultarte excesivamente avanzado. Muchos magos cualificados tienen dificultades con él.

—¿Qué aspecto tiene un
patronus
? —dijo Harry con curiosidad.

—Es según el mago que lo invoca.

—¿Y cómo se invoca?

—Con un encantamiento que sólo funcionará si te concentras con todas tus fuerzas en un solo recuerdo de mucha alegría.

Harry intentó recordar algo alegre. Desde luego, nada de lo que le había ocurrido en casa de los Dursley le serviría. Al final recordó el instante en que por primera vez montó en una escoba.

—Ya —dijo, intentando recordar lo más exactamente posible la maravillosa sensación de vértigo que había notado en el estómago.

—El encantamiento es así —Lupin se aclaró la garganta—:
¡Expecto patronum!


¡Expecto patronum!
—repitió Harry entre dientes—.
¡Expecto patronum!

—¿Te estás concentrando con fuerza en el recuerdo feliz?

—Sí... —contestó Harry, obligando a su mente a que retrocediese hasta aquel primer viaje en escoba—.
Expecto patrono
, no,
patronum
... perdón...
¡Expecto patronum! ¡Expecto patronum!

De repente, como un chorro, surgió algo del extremo de su varita. Era como un gas plateado.

—¿Lo ha visto? —preguntó Harry entusiasmado—. ¡Algo ha ocurrido!

—Muy bien —dijo Lupin sonriendo—. Bien, entonces... ¿estás preparado para probarlo en un
dementor
?

—Sí —dijo Harry, empuñando la varita con fuerza y yendo hasta el centro del aula vacía. Intentó mantener su pensamiento en el vuelo con la escoba, pero en su mente había otra cosa que trataba de introducirse... Tal vez en cualquier instante volviera a oír a su madre... Pero no debía pensar en ello o volvería a oírla realmente, y no quería... ¿o sí quería?

Lupin cogió la tapa de la caja de embalaje y tiró de ella. Un
dementor
se elevó despacio de la caja, volviendo hacia Harry su rostro encapuchado. Una mano viscosa y llena de pústulas sujetaba la capa.

Las luces que había en el aula parpadearon hasta apagarse. El
dementor
salió de la caja y se dirigió silenciosamente hacia Harry, exhalando un aliento profundo y vibrante. Una hola de intenso frío se extendió sobre él.


¡Expecto patronum!
—gritó Harry—.
¡Expecto patronum! ¡Expecto...!

Pero el aula y el
dementor
desaparecían. Harry cayó de nuevo a través de una niebla blanca y espesa, y la voz de su madre resonó en su cabeza, más fuerte que nunca...


¡A Harry no! ¡A Harry no! Por favor... haré cualquier cosa...


A un lado... hazte a un lado, muchacha...

—¡Harry!

Harry volvió de pronto a la realidad. Estaba boca arriba, tendido en el suelo. Las luces del aula habían vuelto a encenderse. No necesitó preguntar qué era lo que había ocurrido.

—Lo siento —musitó, incorporándose y notando un sudor frío que le corría por detrás de las gafas.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó Lupin.

—Sí...

Para levantarse, Harry se apoyó primero en un pupitre y luego en Lupin.

—Toma. —Lupin le ofreció una rana de chocolate—. Cómetela antes de que volvamos a intentarlo. No esperaba que lo consiguieras la primera vez. Me habría impresionado mucho que lo hubieras hecho.

—Cada vez es peor —musitó Harry, mordiendo la cabeza de la rana—. Esta vez la he oído más alto aún. Y a él... a Voldemort...

Lupin estaba más pálido de lo habitual.

—Harry, si no quieres continuar, lo comprenderé perfectamente...

—¡Sí quiero! —dijo Harry con energía, metiéndose en la boca el resto de la rana—. ¡Tengo que hacerlo! ¿Y si los
dementores
vuelven a presentarse en el partido contra Ravenclaw? No puedo caer de nuevo. ¡Si perdemos este partido, habremos perdido la copa de
quidditch
!

—De acuerdo, entonces... —dijo Lupin—. Tal vez quieras seleccionar otro recuerdo feliz. Quiero decir, para concentrarte. Ése no parece haber sido bastante poderoso...

Harry pensó intensamente y recordó que se había sentido muy contento cuando, el año anterior, Gryffindor había ganado la Copa de las Casas. Empuñó otra vez la varita mágica y volvió a su puesto en mitad del aula.

—¿Preparado? —preguntó Lupin, cogiendo la tapa de la caja.

—Preparado —dijo Harry, haciendo un gran esfuerzo por llenarse la cabeza de pensamientos alegres sobre la victoria de Gryffindor, y no con pensamientos oscuros sobre lo que iba a ocurrir cuando la caja se abriera.

—¡Ya! —dijo Lupin, levantando la tapa.

El aula volvió a enfriarse y a quedarse a oscuras. El
dementor
avanzó con su violenta respiración, abriendo una mano putrefacta en dirección a Harry.


¡Expecto patronum!
—gritó Harry—.
¡Expecto patronum! ¡Expecto pat...!

Una niebla blanca le oscureció el sentido. En tomo a él se movieron unas formas grandes y borrosas... Luego oyó una voz nueva, de hombre, que gritaba aterrorizado:


¡Lily, coge a Harry y vete! ¡Es él! ¡Vete! ¡Corre! Yo lo detendré.

El ruido de alguien dentro de una habitación, una puerta que se abría de golpe, una carcajada estridente.

—¡Harry! Harry, despierta...

Lupin le abofeteaba las mejillas. Esta vez le costó un minuto comprender por qué estaba tendido en el suelo polvoriento del aula.

—He oído a mi padre —balbuceó Harry—. Es la primera vez que lo oigo. Quería enfrentarse a Voldemort para que a mi madre le diera tiempo de escapar.

Harry notó que en su rostro había lágrimas mezcladas con el sudor. Bajó la cabeza todo lo que pudo para limpiarse las lágrimas con la túnica, haciendo como que se ataba el cordón del zapato, para que Lupin no se diera cuenta de que había llorado.

—¿Has oído a James? —preguntó Lupin con voz extraña.

—Sí... —Con la cara ya seca, volvió a levantar la vista—. ¿Por qué? Usted no conocía a mi padre, ¿o sí?

—Lo... lo conocí, sí —contestó Lupin—. Fuimos amigos en Hogwarts. Escucha, Harry. Tal vez deberíamos dejarlo por hoy. Este encantamiento es demasiado avanzado... No debería haberte puesto en este trance...

—No —repuso Harry. Se volvió a levantar—. ¡Lo volveré a intentar! No pienso en cosas bastante alegres, por eso... ¡espere!

Hizo un gran esfuerzo para pensar. Un recuerdo muy feliz..., un recuerdo que pudiera transformarse en un
patronus
bueno y fuerte...

¡El momento en que se enteró de que era un mago y de que tenía que dejar la casa de los Dursley para ir a Hogwarts! Si eso no era un recuerdo feliz, entonces no sabía qué podía serlo. Concentrado en los sentimientos que lo habían embargado al enterarse de que se iría de Privet Drive, Harry se levantó y se puso de nuevo frente a la caja de embalaje.

—¿Preparado? —dijo Lupin, como si fuera a obrar en contra de su criterio—. ¿Te estás concentrando bien? De acuerdo. ¡Ya!

Levantó la tapa de la caja por tercera vez y el
dementor
volvió a salir de ella. El aula volvió a enfriarse y a oscurecerse.


¡EXPECTO PATRONUM!
—gritó Harry—.
¡EXPECTO PATRONUM! ¡EXPECTO PATRONUM!

De nuevo comenzaron los gritos en la mente de Harry, salvo que esta vez sonaban como si procedieran de una radio mal sintonizada. El sonido bajó, subió y volvió a bajar... Todavía seguía viendo al
dementor
. Se había detenido... Y luego, una enorme sombra plateada salió con fuerza del extremo de la varita de Harry y se mantuvo entre él y el
dementor
, y aunque Harry sentía sus piernas como de mantequilla, seguía de pie, sin saber cuánto tiempo podría aguantar.


¡Riddíkulo!
—gritó Lupin, saltando hacia delante.

Se oyó un fuerte crujido y el nebuloso
patronus
se desvaneció junto con el
dementor
. Harry se derrumbó en una silla, con las piernas temblando, tan cansado como si acabara de correr varios kilómetros. Por el rabillo del ojo vio al profesor Lupin obligando con la varita al
boggart
a volver a la caja de embalaje. Se había vuelto a convertir en una esfera plateada.

—¡Estupendo! —dijo Lupin, yendo hacia donde estaba Harry sentado—. ¡Estupendo, Harry! Ha sido un buen principio.

—¿Podemos volver a probar? Sólo una vez más.

—Ahora no —dijo Lupin con firmeza—. Ya has tenido bastante por una noche. Ten...

Ofreció a Harry una tableta del mejor chocolate de Honeydukes.

—Cómetelo todo o la señora Pomfrey me matará. ¿El jueves que viene a la misma hora?

—Vale —dijo Harry. Dio un mordisco al chocolate y vio que Lupin apagaba las luces que se habían encendido con la desaparición del
dementor
. Se le acababa de ocurrir algo—: ¿Profesor Lupin? —preguntó—. Si conoció a mi padre, también conocería a Sirius Black.

Lupin se volvió con rapidez:

—¿Qué te hace pensar eso? —dijo severamente.

—Nada. Quiero decir... me he enterado de que eran amigos en Hogwarts.

El rostro de Lupin se calmó.

—Sí, lo conocí —dijo lacónicamente—. O creía que lo conocía. Será mejor que te vayas, Harry. Se hace tarde.

Harry salió del aula, atravesó el corredor, dobló una esquina, dio un rodeo por detrás de una armadura y se sentó en la peana para terminar el chocolate, lamentando haber mencionado a Black, dado que a Lupin, obviamente, no le había hecho gracia. Luego volvió a pensar en sus padres.

Se sentía extrañamente vacío, a pesar de haber comido tanto chocolate. Aunque era terrible oír dentro de su cabeza los últimos instantes de vida de sus padres, eran las únicas ocasiones en que había oído sus voces, desde que era muy pequeño. Nunca sería capaz de crear un
patronus
de verdad si en parte deseaba volver a oír la voz de sus padres...

—Están muertos —se dijo con firmeza—. Están muertos y volver a oír el eco de su voz no los traerá a la vida. Será mejor que me controle si quiero la copa de
quidditch
.

Se puso en pie, se metió en la boca el último pedazo de chocolate y volvió hacia la torre de Gryffindor.

Ravenclaw jugó contra Slytherin una semana después del comienzo del trimestre. Slytherin ganó, aunque por muy poco. Según Wood, eran buenas noticias para Gryffindor, que se colocaría en segundo puesto si ganaba también a Ravenclaw. Por lo tanto, aumentó los entrenamientos a cinco por semana. Esto significaba que, junto con las clases
antidementores
de Lupin, que resultaban más agotadoras que seis sesiones de entrenamiento de
quidditch
, a Harry le quedaba tan sólo una noche a la semana para hacer todos los deberes. Aun así, no parecía tan agobiado como Hermione, a la que le afectaba la inmensa cantidad de trabajo. Cada noche, sin excepción, veían a Hermione en un rincón de la sala común, con varias mesas llenas de libros, tablas de Aritmancia, diccionarios de runas, dibujos de
muggles
levantando objetos pesados y carpetas amontonadas con apuntes extensísimos. Apenas hablaba con nadie y respondía de malos modos cuando alguien la interrumpía.

—¿Cómo lo hará? —le preguntó Ron a Harry una tarde, mientras el segundo terminaba un insoportable trabajo para Snape sobre
Venenos indetectables
. Harry alzó la vista. A Hermione casi no se la veía detrás de la torre de libros.

—¿Cómo hará qué?

—Ir a todas las clases —dijo Ron—. Esta mañana la oí hablar con la profesora Vector, la bruja que da Aritmancia. Hablaban de la clase de ayer. Pero Hermione no pudo ir, porque estaba con nosotros en Cuidado de Criaturas Mágicas. Y Ernie McMillan me dijo que no ha faltado nunca a una clase de Estudios
Muggles
. Pero la mitad de esas clases coinciden con Adivinación y tampoco ha faltado nunca a éstas.

Harry no tenía tiempo en aquel momento para indagar el misterio del horario imposible de Hermione. Tenía que seguir con el trabajo para Snape. Dos segundos más tarde volvió a ser interrumpido, esta vez por Wood.

—Malas noticias, Harry. Acabo de ver a la profesora McGonagall por lo de la Saeta de Fuego. Ella... se ha puesto algo antipática conmigo. Me ha dicho que mis prioridades están mal. Piensa que me preocupa más ganar la copa que tu vida. Sólo porque le dije que no me importaba que la escoba te tirase al suelo, siempre que cogieras la
snitch
. —Wood sacudió la cabeza con incredulidad—. Realmente, por su forma de gritarme... cualquiera habría pensado que le había dicho algo terrible. Luego le pregunté cuánto tiempo la tendría todavía. —Hizo una mueca e imitó la voz de la profesora McGonagall—: «El tiempo que haga falta, Wood.» Me parece que tendrás que pedir otra escoba, Harry. Hay un cupón de pedido en la última página de
El mundo de la escoba
. Podrías comprar una Nimbus 2.001 como la que tiene Malfoy.

—No voy a comprar nada que le guste a Malfoy —dijo taxativamente.

Enero dio paso a febrero sin que se notara, persistiendo en el mismo frío glaciar. El partido contra Ravenclaw se aproximaba, pero Harry seguía sin solicitar otra escoba. Al final de cada clase de Transformaciones, le preguntaba a la profesora McGonagall por la Saeta de Fuego, Ron expectante junto a él, Hermione pasando a toda velocidad por su lado, con la cara vuelta.

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