Read Harry Potter y el prisionero de Azkaban Online
Authors: J.K. Rowling
Siguió hablando de esta manera durante un rato, hasta que Wood dijo:
—Señora Hooch, ¿le puede devolver a Harry la Saeta de Fuego? Tenemos que entrenar.
—Sí, claro. Toma, Potter —dijo la señora Hooch—. Me sentaré aquí con Weasley...
Ella y Ron abandonaron el campo y se sentaron en las gradas, y el equipo de Gryffindor rodeó a Wood para recibir las últimas instrucciones para el partido del día siguiente.
—Harry, acabo de enterarme de quién será el buscador de Ravenclaw. Es Cho Chang. Es una alumna de cuarto y es bastante buena. Yo esperaba que no se encontrara en forma, porque ha tenido algunas lesiones. —Wood frunció el entrecejo para expresar su disgusto ante la total recuperación de Cho Chang, y luego dijo—: Por otra parte, monta una Cometa 260, que al lado de la Saeta de Fuego parece un juguete. —Echó a la escoba una mirada de ferviente admiración y dijo—: ¡Vamos!
Y por fin Harry montó en la Saeta de Fuego y se elevó del suelo.
Era mejor de lo que había soñado. La Saeta giraba al más ligero roce. Parecía obedecer más a sus pensamientos que a sus manos. Corrió por el terreno de juego a tal velocidad que el estadio se convirtió en una mancha verde y gris. Harry le dio un viraje tan brusco que Alicia Spinnet profirió un grito. A continuación descendió en picado con perfecto control y rozó el césped con los pies antes de volver a elevarse diez, quince, veinte metros.
—¡Harry, suelto la
snitch
! —gritó Wood.
Harry se volvió y corrió junto a una
bludger
hacia la portería. La adelantó con facilidad, vio la
snitch
que salía disparada por detrás de Wood y al cabo de diez segundos la tenía en la mano.
El equipo lo vitoreó entusiasmado. Harry soltó la
snitch
, le dio un minuto de ventaja y se lanzó tras ella esquivando al resto del equipo. La localizó cerca de una rodilla de Katie Bell, dio un rodeo y volvió a atraparla.
Fue la mejor sesión de entrenamiento que habían tenido nunca. El equipo, animado por la presencia de la Saeta de Fuego, realizó los mejores movimientos de forma impecable, y cuando descendieron, Wood no tenía una sola crítica que hacer, lo cual, como señaló George Weasley, era una absoluta novedad.
—No sé qué problema podríamos tener mañana —dijo Wood—. Tan sólo... Harry, has resuelto tu problema con los
dementores
, ¿verdad?
—Sí —dijo Harry, pensando en su débil
patronus
y lamentando que no fuera más fuerte.
—Los
dementores
no volverán a aparecer, Oliver. Dumbledore se irritaría —dijo Fred con total seguridad.
—Esperemos que no —dijo Wood—. En cualquier caso, todo el mundo ha hecho un buen trabajo. Ahora volvamos a la torre. Hay que acostarse temprano...
—Me voy a quedar un ratito. Ron quiere probar la Saeta —comentó Harry a Wood.
Y mientras el resto del equipo se encaminaba a los vestuarios, Harry fue hacia Ron, que saltó la barrera de las tribunas y se dirigió hacia él.
La señora Hooch se había quedado dormida en el asiento.
—Ten —le dijo Harry entregándole la Saeta de Fuego.
Ron montó en la escoba con cara de emoción y salió zumbando en la noche, que empezaba a caer, mientras Harry paseaba por el extremo del campo, observándolo. Cuando la señora Hooch despertó sobresaltada ya era completamente de noche. Riñó a Harry y a Ron por no despertarla y los obligó a volver al castillo.
Harry se echó al hombro la Saeta de Fuego y los dos salieron del estadio a oscuras, comentando el suave movimiento de la Saeta, su formidable aceleración y su viraje milimétrico. Estaban a mitad de camino cuando Harry, al mirar hacia la izquierda, vio algo que le hizo dar un brinco: dos ojos que brillaban en la oscuridad. Se detuvo en seco. El corazón le latía con fuerza.
—¿Qué ocurre? —dijo Ron.
Harry señaló hacia los ojos. Ron sacó la varita y musitó:
—
¡Lumos!
Un rayo de luz se extendió sobre la hierba, llegó hasta la base de un árbol e iluminó sus ramas. Allí, oculto en el follaje, estaba
Crookshanks
.
—¡Sal de ahí! —gritó Ron, agachándose y cogiendo una piedra del suelo. Pero antes de que pudiera hacer nada,
Crookshanks
se había desvanecido con un susurro de su larga cola canela.
—¿Lo ves? —dijo Ron furioso, tirando la piedra al suelo—. Aún le permite andar a sus anchas. Seguramente piensa acompañar los restos de
Scabbers
con un par de pájaros.
Harry no respondió. Respiró aliviado. Durante unos segundos había creído que aquellos ojos eran los del
Grim
. Siguieron hacia el castillo. Avergonzado por su instante de terror, Harry no explicó nada a su amigo. Tampoco miró a derecha ni a izquierda hasta que llegaron al bien iluminado vestíbulo.
···
Al día siguiente, Harry bajó a desayunar con los demás chicos de su dormitorio, que por lo visto pensaban que la Saeta de Fuego era merecedora de una especie de guardia de honor. Al entrar Harry en el Gran Comedor, todos se volvieron a mirar la Saeta de Fuego, murmurando emocionados. Harry vio con satisfacción que los del equipo de Slytherin estaban atónitos.
—¿Le has visto la cara? —le preguntó Ron con alegría, volviéndose para mirar a Malfoy—. ¡No se lo puede creer! ¡Es estupendo!
Wood también estaba orgulloso de la Saeta de Fuego.
—Déjala aquí, Harry —dijo, poniendo la escoba en el centro de la mesa y dándole la vuelta con cuidado, para que el nombre quedara visible. Los de Ravenclaw y Hufflepuff se acercaron para verla. Cedric Diggory fue a felicitar a Harry por haber conseguido un sustituto tan soberbio para su Nimbus. Y la novia de Percy, Penelope Clearwater, de Ravenclaw, pidió permiso para cogerla.
—Sin sabotajes, ¿eh, Penelope? —le dijo efusivamente Percy mientras la joven examinaba detenidamente la Saeta de Fuego—. Penelope y yo hemos hecho una apuesta —dijo al equipo—. Diez galeones a ver quién gana.
Penelope dejó la Saeta de Fuego, le dio las gracias a Harry y volvió a la mesa.
—Harry, procura ganar —le dijo Percy en un susurro apremiante—, porque no tengo diez galeones. ¡Ya voy, Penelope! —Y fue con ella al terminarse la tostada.
—¿Estás seguro de que puedes manejarla, Potter? —dijo una voz fría y arrastrada.
Draco Malfoy se había acercado para ver mejor, y Crabbe y Goyle estaban detrás de él.
—Sí, creo que sí —contestó Harry.
—Muchas características especiales, ¿verdad? —dijo Malfoy, con un brillo de malicia en los ojos—. Es una pena que no incluya paracaídas, por si aparece algún
dementor
.
Crabbe y Goyle se rieron.
—Y es una pena que no tengas tres brazos —le contestó Harry—. De esa forma podrías coger la
snitch
.
El equipo de Gryffindor se rió con ganas. Malfoy entornó sus ojos claros y se marchó ofendido. Lo vieron reunirse con los demás jugadores de Slytherin, que juntaron las cabezas, seguramente para preguntarle a Malfoy si la escoba de Harry era de verdad una Saeta de Fuego.
A las once menos cuarto el equipo de Gryffindor se dirigió a los vestuarios. El tiempo no podía ser más distinto del que había imperado en el partido contra Hufflepuff. Hacía un día fresco y despejado, con una brisa muy ligera. Esta vez no habría problemas de visibilidad, y Harry, aunque estaba nervioso, empezaba a sentir la emoción que sólo podía producir un partido de
quidditch
. Oían al resto del colegio que se dirigía al estadio. Harry se quitó las ropas negras del colegio, sacó del bolsillo la varita y se la metió dentro de la camiseta que iba a llevar bajo las ropas de
quidditch
. Esperaba no necesitarla. Se preguntó de repente si el profesor Lupin estaría entre el público viendo el partido.
—Ya sabéis lo que tenéis que hacer —dijo Wood cuando se disponían a salir del vestuario—. Si perdemos este partido, estamos eliminados. Sólo... sólo tenéis que hacerlo como en el entrenamiento de ayer y todo irá de perlas.
Salieron al campo y fueron recibidos con un aplauso tumultuoso. El equipo de Ravenclaw, de color azul, aguardaba ya en el campo. La buscadora, Cho Chang, era la única chica del equipo y a pesar de los nervios, no pudo dejar de notar que era muy guapa. Ella le sonrió cuando los equipos se alinearon uno frente al otro, detrás de sus capitanes, y sintió una ligera sacudida en el estómago que no creyó que tuviera nada que ver con los nervios.
—Wood, Davies, daos la mano —ordenó la señora Hooch.
Y Wood le estrechó la mano al capitán de Ravenclaw.
—Montad en las escobas... Cuando suene el silbato... ¡Tres, dos, uno!
Harry despegó del suelo y la Saeta de Fuego se levantó más rápido que ninguna otra escoba. Planeó por el estadio y empezó a buscar la
snitch
, escuchando todo el tiempo los comentarios de Lee Jordan, el amigo de los gemelos Fred y George:
—Han empezado a jugar y el objeto de expectación en este partido es la Saeta de Fuego que monta Harry Potter, del equipo de Gryffindor. Según la revista
El mundo de la escoba
, la Saeta es la escoba elegida por los equipos nacionales para el campeonato mundial de este año.
—Jordan, ¿te importaría explicar lo que ocurre en el partido? —interrumpió la voz de la profesora McGonagall.
—Tiene razón, profesora. Sólo daba algo de información complementaria. La Saeta de Fuego, por cierto, está dotada de frenos automáticos y...
—¡Jordan!
—Vale, vale. Gryffindor tiene la pelota. Katie Bell se dirige a la meta...
Harry pasó como un rayo al lado de Katie y en dirección contraria, buscando a su alrededor un resplandor dorado y notando que Cho Chang le pisaba los talones. La jugadora volaba muy bien. Continuamente se le cruzaba, obligándolo a cambiar de dirección.
—Enséñale cómo se acelera, Harry —le gritó Fred al pasar velozmente por su lado en persecución de una
bludger
que se dirigía hacia Alicia.
Harry aceleró la Saeta al rodear los postes de la meta de Ravenclaw, seguido de Cho. La vio en el momento en que Katie conseguía el primer tanto del partido y las gradas ocupadas por los de Gryffindor enloquecían de entusiasmo: la
snitch
, muy próxima al suelo, cerca de una de las barreras.
Harry descendió en picado; Cho lo vio y salió rápidamente tras él. Harry aumentó la velocidad. Estaba embargado de emoción. Su especialidad eran los descensos en picado. Estaba a tres metros de distancia...
Entonces, una
bludger
impulsada por uno de los golpeadores de Ravenclaw surgió ante Harry veloz como un rayo. Harry viró. La esquivó por un centímetro. Tras esos escasos y cruciales segundos, la
snitch
desapareció.
Los seguidores de Gryffindor dieron un grito de decepción y los de Ravenclaw aplaudieron a rabiar a su golpeador. George Weasley desfogó su rabia enviando la segunda
bludger
directamente contra el golpeador que había lanzado contra Harry. El golpeador tuvo que dar en el aire una vuelta de campana para esquivarla.
—¡Gryffindor gana por ochenta a cero! ¡Y miren esa Saeta de Fuego! Potter le está sacando partido. Vean cómo gira. La Cometa de Chang no está a su altura. La precisión y equilibrio de la Saeta es realmente evidente en estos largos...
—
¡JORDAN! ¿TE PAGAN PARA QUE HAGAS PUBLICIDAD DE LAS SAETAS DE FUEGO? ¡SIGUE COMENTANDO EL PARTIDO!
Ravenclaw jugaba a la defensiva. Ya habían marcado tres goles, lo cual había reducido la distancia con Gryffindor a cincuenta puntos. Si Cho atrapaba la
snitch
antes que él, Ravenclaw ganaría. Harry descendió evitando por muy poco a un cazador de Ravenclaw y buscó la
snitch
por todo el campo, desesperadamente. Vio un destello dorado y un aleteo de pequeñas alas: la
snitch
rodeaba la meta de Gryffindor.
Harry aceleró con los ojos fijos en la mota de oro que tenía delante. Pero un segundo después surgió Cho, bloqueándole.
—
¡HARRY, NO ES MOMENTO PARA PORTARSE COMO UN CABALLERO!
—gritó Wood cuando Harry viró para evitar una colisión—.
¡SI ES NECESARIO, TÍRALA DE LA ESCOBA!
Harry volvió la cabeza y vio a Cho. La muchacha sonreía. La
snitch
había desaparecido de nuevo. Harry ascendió con la Saeta y enseguida se encontró a siete metros por encima del nivel de juego. Por el rabillo del ojo vio que Cho lo seguía... Prefería marcarlo a buscar la
snitch
. Bien, pues... si quería perseguirlo, tendría que atenerse a las consecuencias...
Volvió a bajar en picado; Cho, creyendo que había vuelto a ver la
snitch
, quiso seguirle. Harry frenó muy bruscamente. Cho se precipitó hacia abajo. Harry, una vez más, ascendió veloz como un rayo y entonces la vio por tercera vez: la
snitch
brillaba por encima del medio campo de Ravenclaw. Aceleró; también lo hizo Cho, muchos metros por debajo. Harry iba delante, acercándose cada vez más a la
snitch
. Entonces...
—¡Ah! —gritó Cho, señalando hacia abajo.
Harry se distrajo y bajó la vista. Tres
dementores
altos, encapuchados y vestidos de negro lo miraban.
No se detuvo a pensar. Metió la mano por el cuello de la ropa, sacó la varita y gritó:
—
¡Expecto patronum!
Algo blanco y plateado, enorme, salió de la punta de la varita. Sabía que había disparado hacia los
dementores
, pero no se entretuvo en comprobarlo. Con la mente aún despejada, miró delante de él. Ya casi estaba. Alargó la mano, con la que aún empuñaba la varita, y pudo hacerse con la pequeña y rebelde
snitch
.
Se oyó el silbato de la señora Hooch. Harry dio media vuelta en el aire y vio seis borrones rojos que se le venían encima. Al momento siguiente, todo el equipo lo abrazaba tan fuerte que casi lo derribaron de la escoba. De abajo llegaba el griterío de la afición de Gryffindor.
—¡Éste es mi valiente! —exclamaba Wood una y otra vez.
Alicia, Angelina y Katie besaron a Harry, y Fred le dio un abrazo tan fuerte que Harry creyó que se le iba a salir la cabeza. En completo desorden, el equipo se las ingenió para abrirse camino y volver al terreno de juego. Harry descendió de la escoba y vio a un montón de seguidores de Gryffindor saltando al campo, con Ron en cabeza. Antes de que se diera cuenta, lo rodeaba una multitud alegre que le ovacionaba.
—¡Sí! —gritó Ron, subiéndole a Harry el brazo—. ¡Sí!