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Authors: Kami Garcia & Margaret Stohl

Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico

Hermosas criaturas (33 page)

BOOK: Hermosas criaturas
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Por lo demás, no había ni rastro de ninguna coqueta prima
Siren
ni de sus piruletas ni de esos poderes suyos letales; tampoco se produjo ninguna misteriosa tormenta de categoría 3, no asomó en el cielo ningún ominoso nubarrón negro y ni siquiera tuvimos ninguna de esas extrañas comidas con Macon. Nada se salía de lo normal, salvo por una cosa, la más importante de todas: estaba loco por una chica que, aunque pareciera mentira, sentía lo mismo por mí.

¿Cuándo había pasado? Casi resultaba más fácil creer que fuera una
Caster
que el hecho de su misma existencia.

Tenía a Lena, una chica preciosa y poderosa; cada día era perfecto y, al mismo tiempo, aterrador.

Hasta que de pronto sucedió lo impensable: Amma invitó a Lena a la cena del Día de Acción de Gracias.

—No puedo entender por qué quieres venir a cenar en Acción de Gracias. Es un tostón.

Amma tramaba algo, eso era obvio, y yo estaba bastante nervioso.

Me relajé cuando Lena esbozó una sonrisa, cuya hermosura inigualable me dejaba siempre alelado.

—A mí no me parece tan aburrido.

—Dices eso porque nunca has estado en mi casa en Acción de Gracias.

—Jamás he estado en casa de nadie ese día. Los
Casters
no celebramos el Día de Acción de Gracias. Es una fiesta sólo para los mortales.

—¿Estás de broma? ¿No cenáis pavo relleno ni pastel de calabaza?

—No.

—Hoy no habrás comido mucho, ¿verdad?

—La verdad es que no.

—Entonces lo pasarás bien.

Yo había ido preparando a Lena con tiempo para que no se sorprendiera cuando las Hermanas envolvieran unos cuantos bollos en las servilletas y se los guardaran en el bolso; ni cuando mi tía Caroline y Marian se pasaran media velada discutiendo sobre la localización de la primera biblioteca pública estadounidense (Charleston) o la fórmula correcta del verde Charleston (dos partes de negro yanqui y una de amarillo rebelde). La tía Caroline trabajaba como conservadora en un museo de Savannah y sabía de antigüedades y periodos arquitectónicos tanto como mi madre sobre estrategias bélicas y munición de la Guerra de Secesión. Lena debía estar preparada para eso: Amma, los chiflados de mi familia y Marian, y a eso había que sumarle por añadidura a
Harlon James
.

Sin embargo, había omitido el único detalle que ella necesitaba saber. Tal y como habían ido las cosas en los últimos tiempos, era muy probable que mi padre se sentara a la mesa en pijama, pero eso era algo que sencillamente me sentía incapaz de contar.

Amma se tomaba muy en serio Acción de Gracias, y eso significaba dos cosas: mi padre saldría del estudio de todas todas, aunque lo haría cuando ya fuera de noche, por lo que técnicamente tampoco habría mucha diferencia con sus costumbres habituales, pero se sentaría a cenar con nosotros, a comer comida de verdad, nada de cereales Shredded Wheat. Eso era lo mínimo que Amma iba a permitir, así que, en honor a la peregrinación de mi padre al mundo donde los demás habitábamos todos los días, había hecho comida para un regimiento: pavo, puré de patata con salsa de carne, judías blancas, crema de maíz, patatas dulces con malvavisco, jamón dulce, bizcochos, pastel de calabaza y tarta de merengue al limón. Esta última la hacía más por el tío Abner que por el resto de nosotros.

Me demoré un segundo en el porche al recordar cómo me había sentido la noche que fui a Ravenwood por vez primera. Ahora le tocaba a ella. Me dio un poco de pena. Lena hizo un ademán para apartarse los cabellos negros de la cara; le acaricié el mentón, donde se le habían enredado unos cuantos mechones rebeldes.

¿Estás
preparada?

Lucía un vestido con una falda corta de encaje negro. Se la estiró para que le quedara suelta. Estaba inquieta.

No lo estoy.

Pues deberías.

Sonreí mientras le abría la puerta.

—Preparada o no…

La casa tenía el aroma de mi niñez: olor a trabajo y puré de patata.

—¿Eres tú, Ethan Wate? —preguntó Amma a grito pelado desde la cocina.

—Sí, señora.

—¿Viene contigo la chica? Tráela aquí para que podamos echarle un vistazo.

Hacía mucho calor en la cocina. Amma se hallaba frente a los fogones con el delantal puesto mientras la tía Prue iba de un lado a otro, batiendo diferentes mezclas en varios tazones. La tía Mercy y la tía Grace jugaban al Scrabble en la mesa de la cocina. Nadie pareció percatarse de que en realidad ninguna de las dos intentaba construir ninguna palabra en el tablero.

—Bueno, no te quedes ahí parado. Hazla pasar dentro.

Sentí todo el cuerpo en tensión. No había forma de adivinar cuál sería la reacción de Amma ni la de las Hermanas. Para empezar, no tenía la menor idea de por qué Amma había insistido en invitar a la sobrina de Macon Ravenwood.

Lena se adelantó.

—Cuánto me alegra conocerla por fin.

Amma la examinó de la cabeza a los pies mientras se secaba las manos en el delantal.

—Así que tú eres la que tiene tan ocupado a mi chaval. El cartero tenía razón: eres bonita como el sol.

Me pregunté si Carlton Eaton había mencionado eso mientras iban a Wader's Creek.

Lena se puso colorada.

—Gracias.

—Has revuelto un poco las cosas en el colegio, según he oído. —La tía Grace sonrió—. Eso está bien. No sé qué os enseñan a los chicos allí hoy día.

Tía Mercy colocó sus fichas una tras otra hasta formar una palabra. E-S-P-I-R-O.

Tía Grace se inclinó sobre el tablero y bizqueó.

—¡Otra vez con trampas, Mercy Lynne! ¿Qué palabro es ése? ¡Úsalo en una frase!


Espiro
a tomarme uno de esos pastelitos blancos.

—No se dice así. —La tía Grace movió una ficha para corregirla. Al menos una de las dos sabía qué se traía entre manos—. Se dice expirar, con equis. —Bueno, tal vez no.

No exagerabas nada.

Te lo dije.

—¿No es Ethan ese que acaba de entrar? —La tía Caroline entró con los brazos abiertos en el momento justo—. Ven aquí y dale un abrazo a tu tía.

Siempre me pillaba desprevenido su enorme parecido con mi madre. La misma melena castaña, invariablemente recogida hacia atrás, los mismos ojos marrones; pero mi madre siempre se había decantado por ir descalza y ponerse vaqueros mientras que la tía Caroline vestía más al estilo sureño y elegía vestidos con tirantes y algún suéter fino. Tenía la sospecha de que mi tía se lo pasaba bomba cuando veía los gestos de la gente al hacerles saber que ella no era una solterona entrada en años, sino la conservadora del Museo de Historia en Savannah.

—¿Y cómo va todo por aquí, por el norte? —Caroline siempre se refería a Gatlin con esa expresión: «Aquí, por el norte», pues el condado estaba al norte de Savannah.

—Todo muy bien. ¿Me has traído pralinés?

—¿No te los traigo siempre?

Cogí a mi invitada de la mano y di un tirón para acercarla adonde me encontraba.

—Lena, te presento a mi tía Caroline y a mis tías abuelas Prudence, Mercy y Grace.

—Encantada de conocerlas a todas.

Lena alargó la mano libre para saludarlas, pero, en vez de estrechársela, la tía Caroline la atrajo hacia sí con un abrazo.

En la entrada, alguien cerró de un portazo.

—¡Feliz Acción de Gracias! —Marian entró con una cacerola y una fuente, puestos uno sobre otro—. ¿Qué me he perdido?

—Ardillas. —Tía Prue se le acercó arrastrando los pies y cogió del brazo a la recién llegada—. ¿Qué sabes de ellas?

—Vale. Fuera de mi cocina todos vosotros, todos. Necesito algo de espacio para obrar mi magia. Eh, Mercy Staham, que te veo, te estás zampando mis bastones de caramelo con canela.

La interpelada dejó de masticar a dos carrillos durante unos segundos. Lena me miró de refilón mientras intentaba aguantar la sonrisa.

Podría llamar a Cocina.

Confía en mí: Amma no necesita ayuda alguna cuando se trata de cocinar. Tiene magia de su propia cosecha para eso.

Todo el mundo se metió en el atestado comedor. Caroline y Prue se enzarzaron sobre el mejor método para que el palo santo crezca en un porche soleado mientras las tías Grace y Mercy seguían la polémica sobre el deletreo correcto del verbo «espirar» al tiempo que Marian intentaba mediar entre las dos. Todo eso bastaba para volver loco a cualquiera, pero cuando vi a Lena apretujada entre las Hermanas sin poderse mover, parecía feliz, incluso contenta.

Esto es guay.

¿Estás de broma?

¿Ésa era su idea de una fiesta en familia? ¿Una montaña de cacerolas, un tablero de Scrabble y unas ancianas a la greña? No estaba seguro del todo, pero sabía que eso era lo menos parecido del mundo al Encuentro.

Al menos no intentan matarse entre ellas.

Dales un cuarto de hora, L.

Pillé a Amma mirando a través de la puerta de la cocina, pero no me examinaba a mí, sino a Lena.

Estaba tramando algo, ya no me cupo duda alguna.

La cena de Acción de Gracias discurría como todos los años, excepto que nada era igual. Mi padre iba en pijama, la silla de mi madre estaba vacía y yo estrechaba la mano de una
Caster
por debajo de la mesa. La sensación me abrumó durante unos segundos, me sentía feliz y triste al mismo tiempo, como si en cierto modo ambas cosas guardasen alguna relación, pero apenas tuve una fracción de segundo para pensar en ello. En cuanto dijimos amén, las Hermanas se pusieron a tragar bollos, Amma empezó a llenar los platos con puré de patata con salsa y tía Caroline comenzó con su charloteo.

Yo sabía qué ocurría. Tal vez nadie reparase en la silla vacía si había suficiente ajetreo, conversación continua y bastantes tartas, pero no había suficientes tartas en el mundo para lograr eso, ni siquiera en la cocina de Amma.

Por otra parte, tía Caroline estaba decidida a hacerme hablar todo el rato.

—¿Necesitas que te preste algo para la recreación, Ethan? Tengo en el desván una guerrera entallada de corte recto y tiene toda la pinta de ser auténtica.

—No me lo recuerdes.

Casi había olvidado que si pretendía aprobar la asignatura de historia este año debía vestirme de soldado confederado para la recreación de la batalla de Honey Hill. Todos los años tenía lugar una recreación de la Guerra de Secesión hacia febrero. Era la única razón para que los turistas se dejaran caer por Gatlin.

Lena alargó la mano para coger un bollo.

—No me parece que la recreación sea tan buen negocio, la verdad. Parece demasiado trabajo para representar una batalla librada hace más de cien años, cuando podemos leerla en los libros de Historia.

Oh, oh.

Tía Prue respiró de forma entrecortada. Ése era el tipo de blasfemias que la sacaban de quicio.

—Habría que quemar esa escuela vuestra hasta los cimientos. Allí ya no enseñan historia. La lucha del sur por su independencia no puede aprenderse en los libros de texto, hay que verla. Todos los jóvenes deberíais verlo: el mismo país que luchó como un solo hombre en la Guerra de la Independencia se volvió contra sí mismo en una guerra civil.

Di algo, Ethan. Cambia de tema.

Demasiado tarde. Se va a poner a recitar el himno nacional en cualquier momento.

Marian abrió en dos un panecillo y lo llenó de jamón.

—La señorita Statham tiene razón. La Guerra de Secesión volvió al país contra sí mismo, a menudo enfrentó a hermano contra hermano. Fue un trágico episodio en la historia de Estados Unidos. Murieron en torno a medio millón de hombres, aunque perecieron más de enfermedad que en la batalla.

—Un trágico episodio, sí, señor —convino tía Prue.

—Pero ahora no te enojes, Prudence Jane. —Tía Grace le dio unas palmaditas en el brazo a tía Prue; ésta le apartó la mano con un ademán.

—No me digas cuándo debo indignarme. Sólo intento asegurarme de que los jóvenes saben distinguir el culo de las témporas. Aquí no enseña nadie, salvo yo. Esa escuela debería pagarme.

Debería haberte advertido de que no les dieras pie.

A buenas horas me lo cuentas.

Lena se revolvió incómoda en el asiento.

—Lo siento. No pretendía decir nada irrespetuoso, es sólo que… no había conocido a nadie tan entendido en la Guerra de Secesión.

Muy sutil, sobre todo si por entendido quieres decir obsesionado.

—No vayas a sentirte mal ahora, corazón. De vez en cuando Prudence Jane se levanta con el pie torcido.

Tía Grace le dio un codazo a tía Prue.

Por eso le echamos whisky en el té.

—Todo es por culpa del guirlache de cacahuete que ha traído Carlton. —Tía Prue observó a Lena, disculpándose con la mirada—. Lo paso fatal cuando tiene tanto azúcar.

Las pasa moradas cuando no tiene guirlache a mano.

Mi padre tosió mientras removía el puré de patata. Lena vio la oportunidad de cambiar de tema.

—Ethan me ha dicho que es usted escritor, señor Wate. ¿Qué clase de libros escribe?

Mi padre levantó los ojos para mirarla, pero no dijo nada. Lo más probable era que ni siquiera se hubiera percatado de que nuestra invitada se estaba dirigiendo a él.

—Mitchell trabaja en una nueva obra, en una importante, tal vez la mejor de las que ha escrito hasta ahora, y eso que ha escrito un montón de libros. ¿Cuántos llevas hasta ahora, Mitchell? —inquirió Amma como si se estuviera dirigiendo a un niño. Ella sabía al dedillo cuántas obras había publicado mi padre.

—Trece —masculló él.

Pensé que los modales intimidatorios de mi padre desalentarían a Lena, pero no fue así. Le estudié: tenía el pelo despeinado y círculos negros bajo los ojos. ¿Desde cuándo tenía tan mal aspecto?

—¿Y de qué trata su novela? —insistió Lena.

Mi padre pareció animado por primera vez en toda la velada.

—Es una historia de amor, aunque en realidad este libro ha sido un viaje. La gran novela americana. Podría decirse que trabajo en
El ruido y la furia
de mi carrera, pero no puedo hablar del argumento, de veras, aún no, no en este momento, no cuando estoy tan cerca de…

Había empezado a desvariar. Luego, enmudeció de repente, como si llevara un interruptor en la espalda y alguien lo hubiera apagado. Se quedó mirando fijamente la silla vacía de mi madre mientras se iba debilitando.

Amma parecía ansiosa. La tía Caroline intentó distraer la atención general de lo que se estaba convirtiendo en la noche más embarazosa de mi vida.

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