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Authors: Ian Shaw & Stan Hendrickx & Pierre Vermeersch & Beatrix Midant-Reynes & Kathryn Bard & Jaromir Malek & Stephen Seidlmayer & Gae Callender & Janine Bourriau & Betsy Brian & Jacobus Van Dijk & John Taylor & Alan Lloyd & David Peacock

Tags: #Historia

Historia del Antiguo Egipto (29 page)

BOOK: Historia del Antiguo Egipto
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El modo más sencillo de conseguir aprehender someramente el tono general de la historia del Reino Medio es estudiar uno por uno sus reyes y los acontecimientos de sus reinados, pues fueron ellos quienes sentaron las bases de las tendencias políticas y culturales del período. No obstante, al seguir esta vía nos vemos obligados a enfrentarnos a uno de los mayores problemas que ofrece la comprensión de la historia del Reino Medio: la cuestión de las «corregencias» de los reyes de la XII Dinastía. En pocas palabras el problema es el siguiente: ¿hubo alguno de estos soberanos que compartiera el trono con su sucesor? Los elementos cruciales del debate son las llamadas estelas de doble datación, es decir, textos que incluyen los nombres de dos reyes sucesivos y mencionan una fecha diferente para cada uno de ellos. Estas estelas han dividido a los especialistas en cuanto a qué representan en realidad: ¿se trata de una mención a dos faraones que comparten el poder? o, por el contrario, ¿son sólo las fechas durante las cuales el dueño de la estela ocupó su cargo en cada reinado?

La cronología estándar de la XII Dinastía se ha ido modificando con el paso de los años, siguiendo el ritmo de los intensos análisis realizados sobre las fechas mencionadas en los monumentos. Alguno de estos estudios ha revelado unos reinados mucho más cortos de lo sugerido por el fragmentario Canon de Turín y los epítomes de Manetón. Los reinados más controvertidos son los de Senusret II y Senusret III, pues las cronologías propuestas por cada especialista presentan grandes discrepancias entre ellas. El descubrimiento de ciertas «marcas hieráticas de control» talladas en la manipostería de los monumentos de Senusret III ha añadido más confusión a estas cronologías, por lo que el problema de las fechas de la XII Dinastía sigue en pleno debate. Josef Wegner, por ejemplo, ha proporcionado argumentos muy sólidos para considerar que Senusret III reinó durante treinta y nueve años. Si a ello le sumamos que en Lisht se han descubierto referencias a un «año 30» de este faraón, así como pruebas de que llegó a celebrar su fiesta
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(el jubileo real), el resultado es que este rey habría tenido un reinado mucho más largo de lo sugerido por las cronologías más modernas. También existen indicios para sospechar (como sugieren los papiros descubiertos en la ciudad de Lahun) que en realidad Senusret II se mantuvo en el trono egipcio durante diecinueve años, en vez de tener ese reinado más corto que mencionan las cronologías revisadas. Con todo, acomodar estas cronologías ampliadas dentro de las fechas absolutas propuestas por algunos historiadores ocasiona ciertos problemas. Las pruebas de que los reinados de la XII Dinastía fueron más largos de lo que se pensaba encajarían bien con la teoría de las corregencias, basada en los monumentos con doble datación; sin embargo, hay otros especialistas que también han propuesto argumentos convincentes con los cuales intentan refutar las corregencias individuales, como las de Amenemhat I/Senusret I, Senusret I/Amenemhat II y Senusret III/Amenemhat III.

Teniendo en cuenta que hasta el Reino Nuevo (como muy pronto) no existen «fechas absolutas» reales para la historia de Egipto (excepto las cronologías basadas en el Carbono 14) y dado que continúa el debate sobre las dataciones alta, media y baja, aún se puede revisar la cronología de todos los períodos faraónicos. Es posible que los nuevos hallazgos arqueológicos de Tell el Daba (véase el capítulo 8) nos ayuden a resolver los problemas de la cronología del Reino Medio; pero mientras tanto, en este capítulo y a la espera de nuevas pruebas, obviaremos la cuestión de las corregencias.

La XI Dinastía

El primer soberano de la XI Dinastía en conseguir controlar todo Egipto fue Nebhepetra Mentuhotep II (2055-2004 a.C.), quien probablemente fuera el sucesor de Nakhtnebtepnefer Intef III (2063-2055 a.C.) en el trono tebano. La importancia de la hazaña de Mentuhotep, conseguir reunificar las Dos Tierras, fue reconocida por los mismos egipcios. De hecho, en fechas tan tardías como la XX Dinastía, muchas tumbas de particulares contienen inscripciones que celebran su papel como fundador del Reino Medio. El incremento en la documentación histórica disponible y en el número de edificios construidos, así como la evidente prosperidad del país durante la parte final de su reinado, unidos al resurgir y desarrollo de todas las formas artísticas, son claros indicios de su éxito a la hora de restaurar la paz en el país. No deja de ser irónico que, tras un comienzo tan prometedor, la XI Dinastía se hundiera tan sólo diecinueve años después de la muerte de su fundador.

Nebhepetra Mentuhotep II

Entre las muchas inscripciones rupestres de diversos períodos que se conservan en los acantilados de Wadi Shatt el Rigal, a ocho kilómetros al norte de Gebel el Silsila, hay un relieve con una imagen colosal de Nebhepetra Mentuhotep II, soberano de la XI Dinastía. Su tamaño empequeñece a las tres figuras que lo acompañan: la de su madre; la de su probable antecesor en el trono, Intef III; y la del canciller que sirvió a ambos reyes, Khety. Durante mucho tiempo se consideró el relieve como la prueba de que Mentuhotep II era hijo de Intef III. En esa misma dirección parece apuntar un sillar procedente de Tod, donde Mentuhotep II se alza destacado ante un grupo de tres reyes llamados Intef, que aparecen alineados tras él. Ello parece sugerir de nuevo la existencia de conexiones familiares con los Intef, así como un largo linaje regio. Sin embargo, esta insistencia en el «linaje» parece más bien un intento por obviar la cuestión del verdadero origen de Mentuhotep. De hecho, no sería nada sorprendente descubrir que Mentuhotep no fue hijo de rey, con lo cual estos monumentos no serían sino un intento deliberado por contrarrestar la afirmación de los soberanos de Heracleópolis de que ellos sí eran miembros de la «Casa de Khety» (véase el capítulo 6).

Parece como si durante los catorce años anteriores al estallido de la última fase de la guerra civil entre Heracleópolis y Tebas, Mentuhotep II hubiera gobernado su reino tebano sin problemas. No sabemos prácticamente nada de este conflicto, pero una gráfica imagen de su violencia puede haberse conservado en la llamada Tumba de los Guerreros de Deir el Bahari, cerca del complejo funerario de Mentuhotep II. Allí aparecieron los cuerpos sin momificar y envueltos en vendas de sesenta soldados, fallecidos sin ninguna duda en el campo de batalla y luego depositados juntos en una tumba excavada en la roca, donde la deshidratación los conservó. A pesar de la ausencia de embalsamamiento, estos cadáveres son los cuerpos mejor conservados del Reino Medio. Dado que fueron enterrados como un grupo y a la vista del cementerio real, se ha supuesto que murieron en un conflicto especialmente heroico, relacionado quizá con la guerra contra Heracleópolis.

Merykara, el soberano del norte, falleció antes de que Mentuhotep alcanzara su capital, Heracleópolis. Con él murió la resistencia de su reino, puesto que su sucesor sólo pudo gobernar el reino heracleopolitano durante unos pocos meses. La victoria de Mentuhotep sobre este último monarca del norte le proporcionó la oportunidad de reunificar Egipto, pero sólo poseemos un conocimiento indirecto de la dureza de la campaña y del tiempo que tardó en conseguirlo. El proceso bien pudo extenderse a lo largo de muchos años, puesto que poseemos referencias dispersas de otras luchas que tuvieron lugar en este momento del reinado de Mentuhotep. Una de las claves que nos hablan de la inseguridad existente en la época la tenemos en la presencia de armas en el ajuar funerario de hombres no relacionados con el ejército; otra es la imagen del difunto en las estelas funerarias de algunos funcionarios, que portan armas en vez de los símbolos propios de su cargo. No obstante, según la paz y la prosperidad material se fueron asentando en el país, este hábito parece haber ido disminuyendo su frecuencia.

La reconquista de Mentuhotep incluyó también incursiones en Nubia, que durante los últimos momentos del Reino Antiguo había regresado a un gobierno nativo. En la época en que los ejércitos de Mentuhotep cayeron sobre ellos, existía al menos un linaje de soberanos nativos que controlaba diversas partes de Nubia. Una inscripción en un sillar de Deir el Bailas, que se piensa que pertenece a su reinado, menciona campañas en Wawat (Baja Nubia); también sabemos que Mentuhotep asentó una guarnición en la fortaleza de Elefantina, desde donde las tropas podían desplegarse con más rapidez hacia el sur.

Además del énfasis puesto en su linaje, parte de la estrategia de Mentuhotep para aumentar su reputación ante sus coetáneos y sus sucesores fue una política de autodeificación. En dos fragmentos procedentes de Gebelein se describe como «hijo de Hathor»; en Knosso, cerca de Filé, adoptó la forma itifálica del dios Min; mientras que en Dendera y Asuán usurpó el tocado de Amón y Min, apareciendo en el resto de monumentos con la corona roja con dos plumas. Esta iconografía y su segundo nombre de Horus, Netjeryhedjet («El divino de la corona blanca»), enfatizan su autodeificación. En su templo de Deir el Bahari se han encontrado indicios de que intentó ser adorado como un dios en su Casa de Millones de Años, anticipándose en varios siglos a las ideas que se convertirían en la principal preocupación religiosa del Reino Nuevo. Resulta evidente que estaba reafirmando el culto al soberano.

El autobombo de Mentuhotep vino acompañado por sus cambios de nombre y por el proceso de autodeificación. A lo largo de su reinado el soberano modificó varias veces su nombre de Horus, señalando con cada cambio un hito político del mismo. La fecha más tardía que conocemos del último nombre que adoptó, Sematawy («Aquél que une las Dos Tierras»), es el año 39 de su reinado; sin embargo, es probable que en realidad lo adoptara años antes, durante la celebración de su fiesta
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El gobierno del reino

Mentuhotep gobernó desde Tebas, que hasta entonces no había sido una ciudad especialmente importante del Alto Egipto. Se encontraba bien situada para poder controlar a los restantes nomarcas (gobernadores regionales) y la mayoría de los funcionarios de Mentuhotep eran de la zona. El alcance de sus funciones era amplio: el visir Khety dirigió campañas en Nubia en nombre de su señor, mientras que el canciller Mera controlaba el Desierto Oriental y los oasis. Este último cargo poseía entonces mucha más relevancia de la que tuvo durante el Reino Antiguo. Para acompañar al cargo ya existente de «gobernador del Alto Egipto», se creó el de «gobernador del Bajo Egipto», que disfrutaba del mismo poder que el primero. El fortalecimiento del poder central aumentó el control del rey sobre sus funcionarios, al mismo tiempo que restringía el poder de los nomarcas, quienes durante el Primer Período Intermedio habían gozado de completa independencia.

Es probable que Mentuhotep redujera el número de nomarcas. No cabe duda, por ejemplo, de que el gobernador de Asyut perdió el poder debido a su apoyo a la causa heracleopolitana. En cambio, los nomarcas de Beni Hasan y Hermópolis mantuvieron el mismo control que hasta entonces, quizá como recompensa por ayudar a los ejércitos de los nomarcas tebanos. Los gobernadores de Nag el Deir, Akhmin y Deir el Gebrawi también mantuvieron sus cargos. No obstante, la conducta de los nomarcas era vigilada por los funcionarios de la corte real, que recorrían el territorio con regularidad.

Otro indicio del regreso a un gobierno egipcio centralizado y fuerte lo encontramos en las expediciones realizadas fuera de las fronteras del país. Uno de los más famosos jefes de expedición de la época fue Khety (el funcionario representado en el relieve de Shatt el Rigal descrito párrafos atrás), que patrulló la zona del Sinaí y también llevó a cabo misiones en Asuán. Henenu, el «supervisor del cuerno, pezuña, cuero y peso», era el mayordomo del rey; entre sus numerosas obligaciones estuvo la de viajar tan lejos como el Líbano en busca de cedro para su señor. Estos viajes sugieren que Egipto estaba comenzando a restaurar su influencia en el mundo exterior.

La política constructiva de Mentuhotep II

Además de las numerosas campañas rnilitares organizadas durante los cincuenta y un años de reinado, este soberano también fue responsable de la construcción de numerosos edificios, si bien la mayor parte de ellos ya no existen. Muchos de los templos y capillas que erigió se encuentran en el Alto Egipto: Dendera, Gebelein, Abydos, Tod, Armant, Elkab, Karnak y Asuán. Cerca de Qantir, en el delta oriental, un equipo holandés-ruso ha descubierto un templo del Reino Medio. Su arquitectura es similar a la del complejo funerario de Mentuhotep en Deir el Bahari, pero todavía no se han publicado fechas definitivas para el mismo.

Durante el Reino Medio, los cementerios reales siguieron evolucionando, no sólo en cuanto a su arquitectura, sino también estructural y espacialmente. Este cambio constante parece reflejar la búsqueda de una solución espiritual a la cuestión sobre cuál es el tipo de tumba más efectivo, algo muy evidente en el monumento funerario de Mentuhotep en Deir el Bahari, en la orilla occidental de Tebas. Se trata, con mucho, del más impresionante de los edificios conservados de este soberano, si bien no es gran cosa lo que queda de él. El diseño del templo es único, pues ninguno de sus sucesores de la XI Dinastía (Sankhara Mentuhotep III y Nebtawyra Mentuhotep IV) llegó a terminar sus tumbas y los reyes de la XII Dinastía se inspiraron para las suyas en modelos del Reino Antiguo. El tipo de tumba utilizado por los anteriores soberanos tebanos fue la tumba
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(véase el capítulo 6), que excavaron en la zona de El Tarif, en la orilla occidental de Tebas; sin embargo, el monumento de Mentuhotep terminó con esa tradición. Si bien da la impresión de que alguno de los arquitectos del soberano estuvo implicado en la construcción de tumbas
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, el complejo funerario de Mentuhotep revela una visión que anteriormente faltaba en los modelos de tumbas tebanas y heracleopolitanas. No es de extrañar que el edificio sea reconocido como el más importante del período que se extiende entre el final del Reino Antiguo y el comienzo de la XII Dinastía.

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