Historia del Antiguo Egipto (63 page)

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Authors: Ian Shaw & Stan Hendrickx & Pierre Vermeersch & Beatrix Midant-Reynes & Kathryn Bard & Jaromir Malek & Stephen Seidlmayer & Gae Callender & Janine Bourriau & Betsy Brian & Jacobus Van Dijk & John Taylor & Alan Lloyd & David Peacock

Tags: #Historia

BOOK: Historia del Antiguo Egipto
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Todavía existe cierto debate respecto a la localización concreta del Punt, que llegó a identificarse con la región de la moderna Somalia. Actualmente se han ofrecido sólidos argumentos para situarla o bien en el sur de Sudán o bien en la región de Eritrea (Etiopía), donde las plantas y animales de la zona se corresponden con los representados en los relieves y pinturas egipcios.

Se solía dar por supuesto (sobre todo basándose en las escenas de Deir el Bahari que representan la expedición de Hatshepsut al Punt), que este tipo de expediciones comerciales siempre viajaban por mar, desde los puertos de Quseir o Mersa Gawasis; pero actualmente parece posible que al menos algunos mercaderes egipcios viajaran al sur siguiendo el Nilo y luego tomando una ruta terrestre hacia el Punt, encontrándose quizá con los puntitas en las cercanías de Kurgus, en la quinta catarata.

Las escenas de Deir el Bahari muestran representaciones de los poco habituales asentamientos puntitas, con chozas cónicas de cañas sobre pilotes, a las que se accede mediante escaleras. La vegetación circundante cuenta con palmeras y árboles de mirra, algunos de los cuales están en pleno proceso de extracción de la mirra a través de incisiones. Las escenas también muestran cómo se cargan árboles de mirra en los barcos, de modo que los egipcios pudieran producir sus propios aromas a partir de ellos (se ha sostenido que la presencia de estos plantones es en sí misma un argumento en favor de una ruta combinada Nilo-camino terrestre para alcanzar el Punt, puesto que este tipo de plantas bien podía haber muerto durante el viaje hacia el norte si se seguía la ruta de la costa del mar Rojo, más difícil). A juzgar por los restos de agujeros de plantación encontrados en él, estos árboles de mirra pueden incluso haber sido replantados en el mismo templo de Deir el Bahari.

El «imperialismo» del Reino Medio y el Reino Nuevo

Durante el Reino Medio y el Reino Nuevo, Egipto consiguió de forma gradual un cierto grado de control económico sobre las regiones de Nubia y Siria-Palestina. No obstante, las opiniones difieren respecto a si se puede decir que estos territorios estaban «colonizados» política o socialmente o si la situación era mucho más errática, caracterizada quizá por incursiones periódicas destinadas a salvaguardar las rutas comerciales y proporcionar suministros o botín de guerra. El debate también se centra en la cuestión de la posible motivación del imperialismo: ¿los avances egipcios en Nubia y el Levante vinieron dictados por imperativos ideológicos, necesidad económica o algún otro factor sociopolítico?

La respuesta a estas cuestiones no es nada sencilla y, como cabía esperar, varía según el lugar y la época. Por ejemplo, durante el Reino Medio, en algunos aspectos la situación es más clara: en lo que respecta a Nubia, sabemos que los faraones de la XII Dinastía utilizaron la fuerza militar para controlar la región hasta al menos la tercera catarata, construyendo una cadena de fortalezas que les habría dado el control sobre el comercio del Nilo. Las fortalezas albergaban guarniciones y amplios almacenes que no sólo habrían asegurado una continuada presencia militar en la Baja Nubia, sino que también habrían proporcionado la capacidad para enviar campañas más al sur cuando fuera necesario responder ante cualquier amenaza, real o supuesta.

La enorme cantidad de espacio destinado a graneros en fortalezas como Askut, junto a los restos de edificios interpretados por Barry Kemp como «palacios de campaña» regios en Uronarti y Kor, sugieren que las fortalezas de la XII Dinastía en la Baja Nubia eran más bien un trampolín hacia África y no sólo una frontera bien defendida. La capacidad de almacenamiento de las fortalezas sin duda se utilizó para guardar los materiales y productos importados por los egipcios mientras iban de camino hacia Tebas o Itjtawy.

En cambio, durante el Reino Medio hay muy pocos restos de presencia egipcia permanente en Palestina. Es indudable que durante la XII y la XIII Dinastías hubo contactos con el Levante y el Egeo; pero no está claro hasta qué punto consiguió Egipto control político o económico sobre ninguna zona del Mediterráneo oriental. Un fragmento de los anales de Amenemhat II conservados en Menfis menciona al menos dos invasiones del Levante durante su reinado, mientras que la estela de Khusobek (en el Museo de Manchester) recoge una expedición contra la ciudad palestina de Shechem durante el reinado de Senusret III. Aparte de estas referencias, el otro único indicio de intenciones militaristas en el Levante lo encontramos en los epítetos y títulos de la élite (los cuales pueden muy bien ser grandilocuentes más que históricos) y en las descripciones de los productos conseguidos de Asia occidental (que tienden a no especificar si los bienes o el ganado se consiguieron por la fuerza). No obstante, desde un punto de vista arqueológico se puede sostener que durante el Reino Medio hubo en Palestina y Biblos (véase más adelante) una presencia
económica
egipcia bastante importante y continua, reforzada probablemente de forma periódica con cierta presión militar. El cada vez mayor número de asiáticos que sabemos que vivían en Egipto durante el Reino Medio (véase el capítulo 7) sugiere que, al menos, algunos de ellos llegaron allí como prisioneros de guerra.

Las actividades egipcias en el Levante durante el Reino Nuevo están atestiguadas con cierto detalle, tanto en las fuentes arqueológicas como textuales. Entre estas últimas no sólo contamos con las «estelas de victoria» y los relieves de los templos, que ofrecen una elogiosa narración de los bienes conseguidos por el rey para los dioses, sino también con tablillas cuneiformes de varios lugares (por ejemplo Taanach, Kamid el Loz y Hat-tusas) que documentan los lazos diplomáticos, administrativos y económicos existentes entre los diversos Estados de Oriente Próximo. Desde el punto de vista egipcio, el más importante de estos «archivos» es un grupo de 382 tabulas encontradas en Amarna (Egipto Medio), compuestas principalmente por cartas intercambiadas entre líderes extranjeros y el rey egipcio a mediados del siglo XIV a.C. (finales de la XVIII Dinastía). Las «Cartas de Amarna» nos proporcionan información, primero, sobre las relaciones existentes entre Egipto y las otras grandes potencias (por ejemplo, Mitanni y Babilonia), y, segundo, sobre la laberíntica política de pequeñas ciudades-estado de Siria-Palestina, que se peleaban y aliaban entre sí al tiempo que se pasaban de un lado a otro de las esferas de influencia de Mitanni, Egipto y el reino hitita.

El principal debate respecto a la participación egipcia en Siria-Palestina durante el Reino Nuevo se centra en la cuestión de hasta qué punto mantuvo Egipto una presencia militar y/o civil
permanente
en las diferentes ciudades que había conquistado. Algunos especialistas consideran que hay suficientes pruebas arqueológicas y textuales como para sugerir que Egipto colonizó al menos algunas ciudades de Palestina (quizá habiendo heredado al principio el control de la región como resultado de su persecución de los hyksos hasta su tierra natal, a finales del Segundo Período Intermedio [véanse los capítulos 8 y 9]). Según esta teoría —basada sobre todo en las Cartas de Amarna y en la presencia de objetos egipcios en muchos yacimientos levantinos— toda la zona de Siria-Palestina estaba dividida en tres zonas (de norte a sur: Amurru, Upe y Canaán), cada una de ellas dirigida por un gobernador egipcio con la ayuda de un reducido número de guarniciones, repartidas entre los asentamientos locales. Sin embargo, otros especialistas sostienen que la cultura material de los yacimientos egipcios del delta oriental es tan claramente diferente de la cultura de las más cercanas ciudades de Palestina, justo al otro lado del Sinaí, que parece muy improbable que llegara a haber demasiados egipcios viviendo entre la población local (en comparación con la amplias pruebas arquitectónicas y artefactuales de la colonización egipcia en Nubia durante el Reino Nuevo).

El motivo de la importante presencia egipcia en la Baja Nubia durante el Reino Nuevo puede muy bien haber sido sobre todo económico; pero varios especialistas han puesto de relieve en la actualidad que las pruebas, tanto arqueológicas como textuales, forman una compleja red de información referida a las actitudes de los egipcios respecto a Nubia. Para empezar tenemos la continuación, durante el Reino Medio y el Nuevo, de la ya descrita ideología esencialmente xenófoba, según la cual los estereotípicamente bárbaros nubios aparecen representados en el arte y la literatura oficiales como despreciables representantes del caos. Algo que ha de compararse, no obstante, con dos factores importantes: primero, que muchos extranjeros (nubios y asiáticos incluidos) vivían felices entre los nativos egipcios en muchas de las ciudades del propio Egipto; y, segundo, que existen pruebas de una deliberada política egipcia de aculturación tanto en Nubia como en el Levante, de modo que se animaba a la élite local a adoptar las costumbres y nombres egipcios, al tiempo que a veces sus hijos se llevaban a la fuerza a Egipto para ser «educados», terminando por regresar a sus países completamente adoctrinados en el modo de vida egipcio.

Por lo tanto, la imagen general del imperialismo egipcio posee muchas facetas, quedando el pragmatismo económico y político de los faraones oculto por la hipérbole de la retórica y la piedad regias. El debate entre ideología o economía es difícil de resolver, porque nuestra reconstrucción del comportamiento egipcio en el mundo exterior se basa sobre todo en una combinación de textos religiosos y funerarios regios, cuando la historia real probablemente se encuentre en el más prosaico material de archivo que tan raras veces ha llegado hasta nosotros.

Biblos

La ciudad de Biblos (o Jubeil) está situada en la costa de Canaán (a unos cuarenta kilómetros al norte de la moderna Beirut). Su yacimiento principal, conocido en lengua acadia como Gubia, posee una larga historia que se extiende desde el Neolítico hasta el Bronce Final, cuando parece que su población se trasladó a un emplazamiento cercano, en la actualidad enterrado bajo un poblado moderno. La importancia de Biblos reside en su función como puerto y en que desde aproximadamente el momento de la unificación los egipcios la utilizaron como fuente de madera. El famoso cedro del Líbano y otros bienes pasaban por ella y en la ciudad se han encontrado objetos egipcios de fechas tan tempranas como la II Dinastía (2890-2686 a.C.). El yacimiento cuenta con varios edificios religiosos, como el llamado Templo del Obelisco, dedicado a Baalat Gebal, la «Señora de Biblos» (una forma local de Astarté, que también se identificó con la diosa egipcia Hathor), uno de cuyos obeliscos estaba inscrito con jeroglíficos.

La cultura egipcia del Reino Medio tuvo una influencia especialmente fuerte en la corte de los soberanos de la Biblos del Bronce Medio y entre los objetos encontrados en las tumbas reales de esta época hay varios con los nombres de Amenemhat III y IV, soberanos de finales de la XII Dinastía. Entre los objetos egipcios figuran materiales como marfil, ébano y oro, mientras que las imitaciones locales utilizaban otros materiales y están realizadas con un estilo menos logrado.

Durante el Reino Nuevo, la ciudad aparece destacada en las Cartas de Amarna, puesto que su soberano, Ribbadi, pidió ayuda militar al soberano egipcio. En esta ocasión Biblos cayó en manos enemigas, pero fue reconquistada después. Un sarcófago de influencia egipcia, encontrado junto a objetos de Ramsés II (1279-1213 a.C.), es importante por la inscripción posterior (siglo X a.C.) en beneficio de Ahiran, soberano local, realizada en caracteres alfabéticos primitivos. Entre los diferentes objetos egipcios encontrados en la propia Biblos que atestiguan los fuertes contactos diplomáticos existentes entre los faraones y los soberanos de la ciudad figuran un recipiente con el nombre de Ramsés II encontrado en la tumba del ya mencionado Ahiran, unas jambas de puerta de Ramsés II procedentes de un templo y los fragmentos de estatua de Osorkon I y Osorkon II (la de Osorkon I lleva una inscripción fenicia y data del reinado de Abibaal).

Por lo tanto, las pruebas arqueológicas sugieren que el cénit de los contactos Egipto-Biblos se produjo durante la XIX Dinastía, seguido por un declive durante la XX y la XXI Dinastías (documentado por
La historia de Wenamon
, una descripción casi histórica de una expedición de la XX Dinastía a Biblos), con un resurgimiento de los lazos durante la XXII y la XXIII Dinastías. Tras el Tercer Período Intermedio, la importancia de Biblos parece haber declinado gradualmente en favor de los puertos vecinos de Tiro y Sidón.

Los «pueblos del mar»

En los siglos XIII y XII a.C., una serie de grandes cosechas fallidas en el norte y el este del Mediterráneo parece que desencadenaron migraciones a gran escala por toda Anatolia y el Levante. Estos problemas agrícolas hicieron que el soberano de la XIX Dinastía Merenptah enviara grano a los hititas, afectados por la hambruna y por entonces en pleno declive; por otra parte, se cree que muchos centros urbanos micénicos se destruyeron en estas fechas. Entre los emigrantes mediterráneos de la época había una laxa confederación de grupos étnicos procedente del Egeo y Asia Menor que los egipcios conocieron como «pueblos del mar». Algunos de estos grupos, como los denen, lukka y sherden, ya habían aparecido durante el reinado de Akhenaton (1352-1336 a.C.) y miembros de los lukka, sherden y peleset aparecen representados como mercenarios luchando del lado de Ramsés II (1279-1213 a.C.) en la batalla de Qadesh.

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