Historia Del País Vasco (5 page)

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Authors: Manuel Montero

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BOOK: Historia Del País Vasco
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Bayonne o Baiona, que perteneció al Reino de Navarra, fue uno de los principales puertos del País Vasco, por el que salían en tiempos los productos navarros.

Así, pues, la economía de la vertiente mediterránea estaba más avanzada. Desde al menos el siglo IX —la primera noticia es del 871—, había ferrerías en tierras alavesas, mientras hasta fines del XIII no se documentan en el norte: los votos de San Millón pedían a las localidades alavesas el pago en rejas de hierro, mientras exigían bueyes en las dos provincias costeras.

Contribuyó a las diferencias económicas el mayor impacto que tuvo en Navarra y en el sur del País Vasco la ruta de los intercambios mercantiles altomedievales, que se estableció en el siglo XI a través del
camino de Santiago.
Con las peregrinaciones, masivas en el siglo XII y que se practicaban aún el XV, penetraron en la península influencias culturales, políticas y económicas.

El camino más antiguo que afectó al País Vasco seguía el trazado de las calzadas romanas. Tras penetrar en Navarra por Roncesvalles y alcanzar Pamplona, derivaba hacia Salvatierra, Armentia y Miranda de Ebro, a través de Huarte-Araquil. En el reinado de Sancho el Mayor, la conquista de tierras a los árabes permitió un camino más meridional, por lo que la ruta seguía desde Pamplona a Puente la Reina y Viana, para dirigirse después hacia Logroño. Además, se utilizaban el camino que entraba en la Península por Somport (conectaba con el anterior en Puente la Reina, tras pasar por Jaca, Liédena y Monreal) y, con más frecuencia, el camino del Ebro.

Aunque a comienzos del siglo XIII algunos peregrinos llegaban por Irún (seguían por Hernani, Tolosa, el puerto de San Adrián, Vitoria y Miranda), estos intercambios económicos y culturales afectaron sobre todo a Navarra y a la vertiente meridional del País, insertas por el camino de Santiago en el eje que recorría el norte peninsular en sentido esteoeste.

En el siglo XIII nació otra ruta mercantil, que sustituiría en importancia a la anterior, en declive desde el XIV. Unía el interior de la península con los puertos del norte de Europa: Inglaterra, por ejemplo, importaba lana castellana ya a mediados del siglo XIII. Se privilegió así el papel de las Vascongadas, pues sus puertos participaron en el tráfico nortesur. De fines del siglo XIII datan, además, las primeras noticias de ferrerías en Gipuzkoa y en Bizkaia. Durante la Baja Edad Media, por tanto, la economía de la vertiente cantábrica se modernizaba.

Las villas

Las sucesivas novedades económicas propiciaron la aparición de núcleos urbanos. Cuando se fundaban, las villas recibían un marco legal que favorecía se estableciesen artesanos y comerciantes: se les concedía una estructura administrativa propia, dependiente del rey, un territorio bajo su jurisdicción, la autorización para celebrar mercados semanales, privilegios económicos y un régimen jurídico propio.

Las primeras villas se crearon en el camino de Santiago. Fueron Sangüesa y Estella, fundadas en el 1090. Después, nacieron las de Tudela, Puente la Reina y Pamplona. Con la recuperación de la independencia de Navarra en 1134 siguió el aforamiento de villas en el centro y sur del Reino (Olite, Monreal, Los Arcos, Artajona, etc). La ribera del Ebro era, de momento, la zona más urbanizada. Falces, Funes, Sesma, Caparroso, Carcastillo aparecieron ya en el siglo XII.

A los móviles económicos se unieron los militares. El rey navarro y el castellano crearon villas para asentar su hegemonía en las tierras intermedias. El primero fundó en 1165 Laguardia, Vitoria en 1181 y Antoñana y Bernedo el año siguiente, para afirmar sus posiciones en Álava. Las preocupaciones militares propiciaron, a su vez, la creación de Viana, una plaza fuerte para defenderse de Castilla, así como la fundación entre 1263 y 1279 de Torralba, Aguilar y Genevilla, y, a comienzos del siglo XIV, de Huarte Araquil, Echarri Aranaz y Espronceda.

Salinas de Añana, fundada en 1140 para potenciar la población que explotaba las salinas, fue la primera villa creada por Castilla en las Vascongadas. Razones militares inspiraron la fundación de la Puebla de Arganzón, también en el siglo XII, y las erigidas por el rey castellano en Álava durante el XIII (Labastida, Santa Cruz de Campezo, Fresnedo, Corres, Antoñana, Salvatierra, Treviño).

La aparición del comercio norte-sur en el siglo XIII relanzó la fundación de villas en las Vascongadas. La formación de San Sebastián por el rey navarro, en 1181, anticipaba el interés por el tráfico marítimo, pero la nueva fase la protagonizó Castilla, que dominaba las Vascongadas desde fines de siglo. El rey de Castilla o el Señor de Bizkaia crearon villas en la costa, para potenciar los puertos, y en el interior, buscando fomentar las rutas comerciales. En 1 199 nacía la de Valmaseda, situada en el camino entre Burgos y puertos vizcaínos. En 1209 recibían la carta-puebla Hondarribia, Getaria y Motrico; en 1237, Zarautz y Bermeo. Entre 1256 y 1268 nacían varias villas en los caminos gipuzkoanos: en la ruta entre Vitoria y San Sebastián, las de Segura, Villafranca y Tolosa: Mondragón y Bergara, como puntos de paso desde el interior a Deba, Zumaya y Getaria.

Bizkaia fue el último territorio en contar con una amplia red de villas. Al acercarse el final del siglo XIII sólo tenía tres: un puerto, Bermeo, y dos villas en los accesos al Señorío: Valmaseda y Ochandiano, fundada esta última en 1254. Posiblemente, el camino de Ochandiano unía Vitoria con los puertos más occidentales de Gipuzkoa. Las siguientes villas vizcaínas, Durango y Ermua, creadas en 1290, estuvieron en esta ruta. En el cambio de siglo, sin embargo, se inició una amplia política fundacional. En 1299 nacieron las villas de Plencia y de Orduña —un nuevo acceso al Señorío— y en 1300 la de Bilbao. Entre 1322 y 1327 otros tres puertos se convirtieron en villas, Portugalete, Lequeitio y Ondárroa.

Desde 1330 la creación de villas tuvo un sentido diferente. Había empezado la crisis social de la Baja Edad Media, y con villas, enclaves amurallados, se protegió a la población del amenazante entorno dominado por las luchas banderizas. Menos Gernika, nacida en 1366, todas las de esta fase tuvieron tal carácter defensivo. Proliferaron en los límites entre Bizkaia y Gipuzkoa, donde surgieron Deba, Placencia, Eibar, Elgóibar, Zumaya, Marquina y Elorrio. Miravalles, Villaro, Munguía, Larrabezúa, Rigoitia nacieron en la misma coyuntura. La agitación provocó también que en Álava se crearan Alegría y Elburgo, según su carta fundacional para que sus pobladores
sean tenidos en paz y justicia.

Así, pues, razones muy diversas alentaron la fundación de villas. Hubo motivos económicos, militares y políticos. Estaban, también, las causas demográficas. Probablemente, en el País Vasco la población, como en todo el occidente europeo, se desarrolló entre el siglo XI y comienzos del XIII. La fundación de villas del período sirvió para asimilar este crecimiento, propiciando nuevas funciones productivas. De otro lado, en Navarra las villas atraían a francos, por una política que captaba extranjeros para las actividades burguesas: se restringió la presencia de navarros en las villas hasta que el empuje demográfico forzó a admitirlos; desde 1180-1190 se permitía ya el asentamiento
sive navarras sive alias.

A mediados del siglo XIII se interrumpió la presión demográfica. Las villas creadas desde entonces no respondían al avance de la población. Los aforamientos navarros se paralizaron. La mayor actividad fundacional en las Vascongadas sirvió, posiblemente, para reordenar la población que había crecido en períodos anteriores. Hubo, también, móviles sociales al fundarse las villas, sobre todo desde 1330. La conflictividad bajomedieval provocó que los labradores pidiesen protección. Las villas cumplían esta función, pero con frecuencia las de esta fase no gestaron un mundo urbano, y muchas apenas superaron su inicial carácter agrícola. Las poblaron labradores que se refugiaron en sus muros, pero siguieron viviendo de la agricultura. Pero por lo común las villas representan enclaves burgueses, con formas económicas diferentes a las del entorno rural y con una estratificación social relacionada con las actividades artesanales y mercantiles.

La crisis bajomedieval

Pese al desarrollo de los burgos, la del Medievo era una sociedad fundamentalmente agraria, jerarquizada en función de la propiedad de la tierra.

En Navarra los
villanos
—campesinos, por oposición a los
ruanos,
que vivían en las calles de las poblaciones— eran el grupo más numeroso. Distintas denominaciones
—villanos, rústicos, mezquinos, pecheros, collazos—,
aludían a varias situaciones, no siempre bien conocidas. Con frecuencia, estaban adscritos a la tierra y pagaban a los señores renta y tributos, y, como pecheros, contribuciones al rey, a quien prestaban servicios. No faltaban campesinos libres, ni quienes podían abandonar la tierra, si bien al hacerlo la perdían. En conjunto, no distaban mucho de los
hombres de la gleba
típicos del feudalismo europeo, pues se constata el carácter de siervos. Eran la base de una sociedad rural de rasgos feudales, dominada por los nobles, que presentaban una variada tipología (ricoshombres, caballeros, infanzones o hidalgos).

Los escasos documentos altomedievales que informan sobre las Vascongadas apuntan una sociedad de rasgos similares. En la Baja Edad Media, mejor conocida, en la sociedad agraria había tres grupos básicos:

Los
ricoshombres
reunían las más extensas propiedades, con posesiones que rebasaban el ámbito del País Vasco. Su actividad fundamental la desarrollaban en la corte de Castilla, donde con frecuencia jugaron un importante papel.

Con los anteriores, los
hidalgos
componían la nobleza de las Vascongadas. Poseían la mayor parte de la tierra y acaparaban las rentas, pero presentaban situaciones muy diversas, por sus distintos niveles económicos. Destacaban los
Parientes Mayores,
la cúpula de una sociedad de rasgos feudales. Con amplias posesiones, encabezaban los linajes.

Los
labradores,
el estrato social inferior, eran la mayoría de la población. En Álava, la provincia mejor documentada, había durante la Baja Edad Media tres tipos de campesinos. Los
labradores censuarios
estaban vinculados al rey, que podía adscribirlos a una villa; sin tierras, pagaban tributos y prestaban ciertos servicios. Los
collazos,
sujetos a la jurisdicción real, estaban adscritos a la tierra; los hidalgos los podían trocar, comprar, venderlos o donar. Algunos
labradores de las tierras de los hidalgos
estaban sometidos a la jurisdicción señorial; podían abandonar tierra y señor, perdiendo sus derechos sobre la heredad que cultivaban.

Desconocemos la proporción de cada grupo y sus condiciones concretas. En las dos provincias costeras se documentan las tres situaciones estudiadas en Álava, pero los collazos sólo aparecen esporádicamente, por lo que quizás eran característicos de la vertiente meridional. Por lo que sabemos, los labradores de Bizkaia y Guipuzkoa dependían también del señor, de los hidalgos o del rey, y no debía de ser excepcional su adscripción a un solar, la restricción de su movilidad, o que careciesen de ella; satisfacían rentas y prestaciones que variaban según su grado de dependencia. Hubo también
campesinos libres.
Posiblemente, trabajaban como arrendatarios tierras ajenas, pero no conocemos bien su situación, ni el papel social que desempeñaron.

En la jerarquizada sociedad medieval hubo agudos conflictos sociales. Los que afectaron a Navarra a fines del siglo XIII tuvieron una dimensión política. La conflictividad que generaba la alternativa de acercarse a Francia o a la península culminó cuando los francos de Pamplona, apoyados por tropas francesas, arrasaron la Navarrería, en 1276, sellando el triunfo de la política de aproximación a Francia.

Después, en la Baja Edad Media la crisis social sacudió a todo el País Vasco. Se manifestó en la guerra de bandos de las Vascongadas y, en Navarra, en las luchas entre agramonteses y beaumonteses.

La crisis bajomedieval tuvo en el País Vasco su propia dinámica, pero probablemente seguía las mismas pautas de la que sufría la sociedad europea. En torno a 1280 los primeros síntomas de estancamiento económico interrumpieron el crecimiento iniciado a fines del siglo X. Durante el XIV, sobre todo de 1340 a 1370, la crisis fue muy acusada: el hambre y de la peste castigaron a una población excesiva para una economía en recesión. Los problemas desembocaron en una crisis social. El retroceso de las rentas generó agudas tensiones en el siglo XIV, que se prolongaron durante buena parte del XV. Fue decisiva la actitud de la nobleza, pues para mantener su nivel económico acentuó su presión sobre los campesinos y la burguesía. Además, abundaron los enfrentamientos entre los nobles. Con el empleo de la violencia en estos tres frentes (campesinos, villas, y las luchas contra otros potentados) intentaban los nobles captar una mayor parte de la producción, para compensar la disminución que ésta sufría.

La evolución económica del País Vasco coincide, por lo que sabemos, con la del Occidente europeo, bien que con un ritmo propio. En las Vascongadas entre 1280 y 1350 el desarrollo urbano y mercantil coincidió, al parecer, con el deterioro de las rentas agrarias. La depresión se generalizó entre 1350 y 1420. Desde esta fecha, hubo ya una mejoría demográfica y económica, si bien el campo fue reacio a la recuperación hasta aproximadamente 1475.

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